¿Por qué la ‘no discriminación’ se olvida de los discapacitados y de los niños por nacer?
Desde hace años se vienen promoviendo en distintos países una
serie de leyes bajo la inspiración de lo que Francisco José Contreras
define en su último libro
como “antidiscriminacionismo”. La idea que lo inspira se sintetiza en
estas palabras pronunciadas por Leire Pajín para justificar su fracasada “ley mordaza”: que “nadie
pueda sentirse humillado por razones de nacimiento, raza, sexo,
convicción, discapacidad, edad, religión, identidad sexual o
enfermedad”.
¿Igualdad es censurar un libro de chistes sobre chicas, pero no otro sobre chicos?
Ahora el gobierno de Rajoy quiere censurar un libro por ser impopular
La RAE planta cara a la absurda mordaza lingüística que promueve el feminismo
Un frente más de la manipulación del lenguaje a manos de la izquierda
Obvia decir que la teoría afirmada por Pajín es inaplicable en
cualquier sociedad democrática. A modo de ejemplo, en todos los países
existen discriminaciones por edad, al no permitir votar, conducir ni
consumir bebidas alcohólicas a menores de edad. La lucha contra las
discriminaciones injustas ante la ley es legítima, pero el
antidiscriminacionismo pretende trasladar esa lucha a otros ámbitos con
el objetivo cada vez menos disimulado de recortar libertades. Esto se
aprecia con claridad en el origen ideológico del “antidiscriminacionismo”, la llamada corrección política,
un concepto formulado por la izquierda en los años 70 y 80 del siglo
pasado y que en fecha reciente ha generado polémicas como el intento de la Fundación Mujeres, presidida por la socialista Elena Valenciano, de imponer un lenguaje “no sexista”,
erradicando a golpe de ley toda expresión lingüística que pueda hacer
referencia a las naturales diferencias sexuales que se dan en la
humanidad. Esta variante del “antidiscriminacionismo” ha llevado a
muchos -no sólo progres- a hacer farragosos o incluso ilegibles los
textos que escriben, algo ante lo que la Real Academia Española reaccionó en marzo de 2012 con un bien argumentado informe que, significativamente, recibió críticas del PP, del PSOE, de CiU y de Izquierda Unida.
Como en otros aspectos, la izquierda se ha afanado por imponer sus
ideas manipulando el sentido de las palabras, y muchos han asumido esas
manipulaciones como si fuesen lo correcto.
Recortando la libertad de expresión con la excusa de no discriminar
Por supuesto, los intentos de censura de esa tendencia ideológica no se limitan al uso de palabras con un matiz sexual. El
“antidiscriminacionismo” ha tenido su más nefasta expresión en la
creación de leyes para recortar las libertades fundamentales hasta
extremos propios de una dictadura. Generalmente lo ha hecho
acompañando la creación de los llamados derechos de nueva generación
promovidos por los mismos que hacen bandera de la “no discriminación”.
Así, la izquierda ha ido criminalizando toda crítica a sus proyectos de ingeniería social,
reclamando la censura incluso para reprimir la defensa de los
auténticos derechos humanos y la afirmación de evidencias científicas. A
modo de ejemplo, el año pasado la socialista Ángeles Álvarez pidió que se prohibiese un concurso escolar católico porque afirmaba la humanidad de los embriones humanos.
La diputada del PSOE tachó la defensa de esa verdad respaldada por la
ciencia de “inmoral”, de “manipulación” y de “adoctrinamiento en
creencias”, y alegó que “equiparar un embrión a una persona humana cuestionan de forma indirecta las leyes españolas y exponen a la criminalización a las mujeres que deciden planificar su maternidad”. El colmo del surrealismo.
Este mismo “antidiscriminacionismo” se ha utilizado para intentar criminalizar a un obispo por criticar el feminismo de género, prohibir un libro de chistes verdes sobre mujeres (pero no otro similar de chistes sobre hombres) e incluso censurar un libro por proponer una visión cristiana del matrimonio sin defender ni la violencia contra la mujer ni una merma en sus derechos (pero no se censura el Corán, que sí anima a pegar a las mujeres).
Imposiciones y nuevas discriminaciones en aras de la ‘no discriminación’
En el terreno educativo, la izquierda ha usado la excusa de la “no discriminación” para pisotear los derechos de los padres, saltándose la propia Convención de la Unesco sobre discriminación en la enseñanza.
Se ha recortado la libertad de enseñanza tachando de “segregadora” y de
“sexista” la educación diferenciada, incluso retirando conciertos a los
colegios que apuestan por ese modelo docente. De igual forma, han negado a las familias la libre elección de idioma en la escuela tachándola de “Apartheid”, y eso a pesar de que el régimen sudafricano del Apartheid negaba esa libertad. De esta forma, los mismos que dicen combatir la discriminación luego apoyan que se discrimine a los niños hispanohablantes en las escuelas catalanas, baleares y gallegas, e incluso apoyan las multas lingüísticas a comerciantes que rotulan en español.
El ‘antidiscriminacionismo’ da patente de corso a la izquierda
Como vemos, el resultado práctico del
“antidiscriminacionismo” ha sido un constante recorte de derechos
fundamentales a manos de la misma izquierda que, con todo el cinismo,
dice querer ampliarlos. Incluso estamos asistiendo a flagrantes
discriminaciones hechas, en el colmo del cinismo, en el nombre de la
“no discriminación”, que se hacen especialmente indignantes en el
terreno educativo, al lanzarse contra los más pequeños.
Conforme a las citadas palabras de Leire Pajín, si el
“antidiscriminacionismo” fuese coherente con sus propias tesis habría
que censurar también a los que justifican la imposición lingüística del
catalán, habría que reprimir a los que piden que sea legal matar a seres
humanos por no haber nacido, y también sentar ante un tribunal a los
que saltándose las exigencias de la ONU contra la discriminación de discapacitados,
aprobaron una ley que da un plazo extra para matar a un niño por nacer
si, por ejemplo, tiene el síndrome de Down. Sin embargo, la izquierda se asegura una patente de corso para saltarse las normas intolerantes que impone a los demás.
Imaginemos lo que pasaría si alguien justificase liquidar a gays, a
ateos o a pelirrojos por el mero hecho de no ser como los demás, incluso
utilizando como argumento que el hecho de ser diferentes les hace menos
humanos o incluso les excluye de nuestra especie; se armaría, con toda
razón, una gran polémica, y muchos pedirían encarcelar a quien hubiese
defendido esa majadería. Sin embargo, esto mismo lo hace con los niños
por nacer esa misma izquierda “antidiscriminacionista”. No sólo eso: el gobierno anterior llegó a negar en sede parlamentaria que abortar fuese acabar con una vida humana,
cuestionando el mismo concepto de humanidad para negar a los niños por
nacer todo amparo como seres humanos que son. Y sin embargo, ninguno de
los responsables de tales cosas se ha tenido que sentar ante un tribunal
para responder por ello.
Su verdadero objetivo: reprimir a quien discrepa de los dogmas progres
El “antidiscriminacionismo” es una ideología tan falsa como sus promotores: las únicas discriminaciones -lo sean o no- que se propone combatir son aquellas que le interesan a la izquierda,
incluso generando otras, de las que suelen ser víctimas las familias,
los católicos y, en general, todos aquellos cuya forma de pensar o cuyo
modo de vida no se corresponde con el modelo de sociedad y los dogmas
ideológicos que defiende la izquierda progre. No estamos, en realidad,
ante un sincero afán de combatir las discriminaciones e impedir que todo
el mundo se sienta humillado. Antes bien, la “no
discriminación” que promueve la izquierda -y que cierta derecha ha
asumido dócilmente- aspira a impedir toda discrepancia de los dogmas
progres, erosionando cada vez más nuestros derechos y nuestra democracia.