sábado, 22 de febrero de 2014

LA SOCIEDAD CIVIL CRISTIANA: DEL PRETENDIDO “PROGRESO INFINITO” – FIN DE CICLO

MONS. SCHUMACHER: LA SOCIEDAD CIVIL CRISTIANA: DEL PRETENDIDO “PROGRESO INFINITO” – FIN DE CICLO

LA SOCIEDAD CIVIL CRISTIANA
SEGÚN LA DOCTRINA DE LA IGLESIA ROMANA
Texto de enseñanza moral para la juventud
Ilmo. Sr. Dr. PEDRO SCHUMACHER
Obispo de Portoviejo
SOCIEDADCAPITULO DECIMOTERCIO
DEL PRETENDIDO “PROGRESO INFINITO” DE LA
HUMANIDAD ENSEÑADO POR LOS NATURALISTAS
“No moriréis, sino que seréis como dioses”, dijo el padre de la mentira a los primeros hombres;… con igual falacia ofrece el moderno naturalismo a la humanidad una felicidad cumplida con nombre de progreso infinito, a condición de dejarse emancipar de Dios por medio del liberalismo.
¡No haya más dogmas ni creencias religiosas estables!, exclaman esos falsos profetas; pues la verdad debe progresar y, lo que hoy parece cierto, mañana quizá resultará ser falso. La Iglesia católica, por cuanto conserva invariablemente sus dogmas revelados, es estacionaria y no corresponde ya a los adelantos modernos, es enemigo del progreso.
¡No más preceptos fijos de moral!, añaden los mismos, pues la moral también ha de progresar. Si hasta ahora el robo y el adulterio han sido considerados como crímenes, en el progreso moderno ya no lo serán, pues, abolidos el matrimonio y el derecho de propiedad, por lo mismo no habrá hurtos ni adulterios.
¡No más pobreza ni desigualdad de fortuna!; en el progreso futuro, todo será abundancia y felicidad. Con unas poquísimas horas diarias de un trabajo moderado quedará suprimida la pobreza, y ante los futuros adelantos de la ciencia cederán todas las enfermedades.
Si se observa a esos panegiristas del “progreso” que los horrores revolucionarios de 1793 y los de la Comuna en 1871 desmienten sus promesas, que la creciente miseria de las masas populares y la multiplicación de los crímenes en las sociedades de hoy anuncian un próximo cataclismo más bien que un progreso hacia la felicidad; nos contestan que no hay por qué desconfiar del porvenir, que en aquellos trastornos violentos se destruye más -pronto la sociedad actual, para dar lugar a otra más feliz.
¿Qué se debe pensar de estas promesas de progreso? Lo veremos siguiendo el hilo de la filosofía Cristiana para guiarnos en el laberinto de los errores modernos.
DEL PROGRESO CONSIDERADO A LA LUZ DE LA RAZÓN CRISTIANA
1. ¿Qué se entiende por progreso?
Progresar es adelantar hacia el término de un camino; consiste, pues, el progreso del hombre en acercarse más y más al término o fin último que Dios ha señalado a su carrera.
2. ¿En qué consiste este fin a que nos llama Dios?
En la perfección y felicidad de nuestro ser intelectual, moral y material o corporal.
3. ¿De cuántas clases es esta perfección y felicidad de nuestro ser?
Es de dos clases, una natural y otra sobrenatural; ésta se llama último fin del hombre, porque lo hace perfectamente feliz y no le deja nada que apetecer.
4. ¿Qué se entiende por progreso y perfección natural del hombre?
Por progreso y perfección natural se entiende la completa satisfacción de las exigencias y deseos de la naturaleza humana por medio de los bienes intelectuales, morales y corporales, que, según la ley del Creador, le corresponden.
Este progreso es intelectual, por cuanto perfecciona y satisface la inteligencia del hombre comunicándole la luz de la verdad.
El progreso es moral, cuando aparta la voluntad del mal, o sea del pecado, y le mueve a querer el bien.
Cuanto más el hombre perfecciona estas dos facultades nobilísimas, la inteligencia y la voluntad, tanto más se asemeja a Dios, que es tipo de perfección absoluta y cuya imagen y semejanza nos fue impresa en la creación.
El progreso es material, cuando el hombre alcanza a gozar ordenadamente de los bienes sensibles que corresponden a su naturaleza.
5. ¿En qué consiste el progreso o la perfección sobrenatural del hombre?
El progreso es sobrenatural, es decir superior a las exigencias y al poder natural del hombre en el mismo orden ya expuesto:
Es intelectual, por cuanto Dios mismo se da a conocer a la inteligencia por su Palabra revelada en esta vida, y en la otra haciéndonos ver su propia esencia.
Es moral, por cuanto Dios, por medio de la gracia, comunica a la voluntad fuerzas que naturalmente no tiene para practicar la virtud en esta vida y para gozar en la otra de la posesión del mismo Dios.
Es sobrenatural material el progreso, cuando Dios nos ayuda por su gracia a llevar con resignación y gozo las penalidades de la vida, cuando modera y rectifica el deseo de los goces materiales de modo que sirvan para el bien, lejos de dañar; en la otra vida consiste en la gloria y felicidad de los cuerpos resucitados.
6. ¿Puede acaso la humanidad alcanzar siquiera aquel triple progreso natural por sus propias fuerzas?
La humanidad no puede por sí misma conseguir su perfección natural en su estado actual, porque, en castigo de la rebelión de nuestros primeros padres, quedó debilitada en sus fuerzas naturales.
7. ¿Cómo se prueba la impotencia de la humanidad en su estado actual para conseguir su perfección en el orden natural?
La impotencia del hombre para conseguir sin el auxilio de Dios su perfección en el orden intelectual y moral se ve claramente por los errores abominables y degradantes que los paganos antiguos y los ateos modernos han producido, negando la espiritualidad y la inmortalidad del alma humana, y colocándola al rango de los seres irracionales.
La imposibilidad de conseguir por sí mismo la cesación de los males físicos, o sea la perfección material, resulta de la sentencia del Creador, que condena al hombre a sufrir hasta la muerte trabajos irremediables y los dolores que necesariamente preceden y acompañan su muerte. Dijo Dios: “Maldita sea la tierra que trabajas…, en el sudor de tu frente comerás tu pan, hasta que vuelvas a la tierra de la cual has sido formado” (Gen. 3, 17-19).
No está en manos del hombre cambiar esta sentencia del Altísimo; tiene que sufrir y morir.
8. ¿Cuál es por consiguiente el error fundamental que encubre el progreso naturalista?
Consiste este error y engaño en ofrecer a la humanidad un progreso que la Palabra de Dios y la experiencia declaran irrealizables en este mundo.
9. ¿Consiste el último fin del hombre en su perfección y felicidad natural?
Dios no ha destinado al hombre para una felicidad puramente natural, sino que le ha dado un fin sobrenatural, que es la posesión del mismo Dios y, en consecuencia, los bienes de la tierra o sea el progreso natural no pueden hacerlo perfectamente feliz.
OBJECIONES DE LOS NATURALISTAS CONTRA LA DOCTRINA EXPUESTA
1ª Objeción: Existe en todo hombre y por consiguiente en toda la humanidad un impulso natural e irresistible hacia la felicidad, o sea el progreso… Pero, si este impulso es irresistible, necesariamente irá adelante y no puede ser detenido: tal es la-ley del progreso infinito.
Respuesta: Cierto es que en todo hombre existe un impulso irresistible puesto por el Creador, que le obliga a buscar su felicidad y último fin; esto es verdad católica… Pero existe también en el mismo hombre una inteligencia y una voluntad que son debilitadas por la ignorancia y las pasiones de la carne, las que le impiden tender constantemente a su verdadera felicidad… Si Dios no ilumina la inteligencia del hombre para conocer su verdadero bien, y fortifica su voluntad para quererlo, se dejará engañar y arrastrar a lo que se opone a su progreso.
Explicación: El hombre por el impulso irresistible de su naturaleza busca en todos sus actos su felicidad; no puede querer directamente su desgracia o ruina. Esto es tan cierto que aun en el pecado el hombre busca su contento y no lo cometería, si no se sintiese arrastrado por la idea de satisfacerse a sí mismo. Su error, y error culpable, es que se obstina a ver su satisfacción en una cosa que no puede dársela verdadera sino falsa. Así es que en todo pecado hay error, pero error voluntario y culpable.
Por esto los bienaventurados en el cielo ya no pueden pecar, porque claramente ven en Dios que en el pecado no hay bien ni felicidad alguna.
2ª Objeción: Si el hombre tiende naturalmente al progreso, debe adelantar también en las ciencias que constituyen el progreso intelectual… Pero la Iglesia se opone a este progreso, porque no permite que se varíe nada en lo que llama dogmas o verdades reveladas: ella impide por consiguiente el progreso de la verdad.
Respuesta: Ninguna verdad en sí considerada puede progresar jamás; ella es o no es; solamente los hombres pueden progresar en el conocimiento de ella y en el uso y la aplicación que de ella hagan.
De esta manera hay un progreso continuo en la Iglesia, pues mediante la asistencia del Espíritu Santo, los dogmas o misterios revelados brillan cada día con nueva luz y se propagan más y más por el mundo, produciendo continuamente nuevos frutos de bendición.
3ª Objeción: Pero las ciencias naturales, o sea verdades científicas, progresan continuamente.
Respuesta: Las ciencias no son verdades, sino conocimiento de verdades; el conocimiento puede progresar, no así la verdad que es invariable; y si fuera variable, no habría ninguna ciencia o conocimiento cierto, pues nunca se sabría si una verdad no ha cambiado ya.
4ª Objeción: Que las mismas verdades cambian se ve por la experiencia, pues si fue una verdad que fulano era ignorante cuando joven, hoy, que ha estudiado y es docto, ya no es verdad que sea ignorante.
Respuesta: Si fulano fue ignorante cuando joven, será eternamente verdad que lo fue entonces; el individuo cambió por medio del estudio, pero aquel hecho quedará siempre cierto y verdadero.
5ª Objeción: Pero la moral cambia y progresa; pues en el Antiguo Testamento el divorcio era permitido, y en el Nuevo Testamento es malo y prohibido.
Respuesta: La ley moral es tan invariable como la verdad, pues ley suprema de la moral es la inmutable voluntad de Dios que quiere y manda hacer el bien; lo que cambia son a veces las condiciones del hombre; y como el alimento que conviene a un hombre sano y robusto puede ser nocivo al enfermo, así puede suceder que un precepto dado a un hombre justo y recto para hacerle obrar el bien, no conviene que se dé a un ser degradado por alguna mala costumbre, porque abusaría de él para obrar con mayor malicia.
Explicación: Dios instituyó el matrimonio para la ordenada procreación y educación de los hijos, y a este fin, que es esencialmente bueno, dispuso que la unión entre los esposos fuese indisoluble; pero a consecuencia de la depravación general, que fue efecto del pecado, sucedió que la indisolubilidad del matrimonio hubiera causado efectos contrarios entre los judíos, riñas perpetuas y asesinatos; por tanto toleró Dios en la ley de Moisés el divorcio como un mal menor, es decir un bien relativo, que lo fue, no en sí considerado, sino con respecto a los males enunciados.
Pero, restaurada la humanidad por la redención de Jesucristo, y ayudada de su gracia, puede vencer sus malas inclinaciones y observar la ley del matrimonio en toda su perfección primordial; por esto restableció Jesucristo la ley primitiva de la indisolubilidad del matrimonio.
“A causa de la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés dar el libelo de divorcio; pero al principio no fue así. Mas yo os mando que la mujer no se separe del marido.” (San Marcos, 10, 4).
6ª Objeción: ¿Pero entonces cambió Dios en su voluntad?
Respuesta: Dios no cambió en manera alguna, pues en ambos casos quiso y ordenó una misma cosa, que es el bien de la familia, y de los hijos en especial; el que cambió fue el hombre.
7ª Objeción: Sea lo que fuese, siempre resulta de aquí que la moral cambia y que, por consiguiente, puede progresar.
Respuesta: En el orden moral hay que distinguir dos cosas; el bien que se debe querer y practicar, y la voluntad humana que lo debe querer y practicar.
El bien que, según dijimos, consiste en el orden establecido por Dios, es invariable como lo es la voluntad divina.
La voluntad humana es la que puede perfeccionarse y progresar por consiguiente, adquiriendo más fuerza para tender al bien moral.
Sucede pues aquí lo mismo que en el orden intelectual, la verdad no varía, pero el conocimiento de ella puede variar y progresar.
8ª Objeción: No se puede negar que, desde la introducción de la libertad de pensar por el protestantismo en el siglo XVI, y mucho más aun desde la completa emancipación del hombre respecto de Dios que es obra del liberalismo, las sociedades modernas han hecho progresos inmensos, se entiende en el orden natural, especialmente con la gloriosa revolución de 1793.
Mas la Iglesia católica se opone al liberalismo, y por lo mismo se opone al progreso.
Respuesta: Cierto e innegable es que la Iglesia se opone al progreso liberal, como lo declara solemnemente el Papa Pío IX, condenando a los que enseñan que “el Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y avenirse con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna” (Syllabus, prop. 80). Y esto lo hace con perfecta justicia, porque este pretendido progreso no es, en realidad, otra cosa que una fuente de males para la humanidad.
En efecto, ¿qué se debe al liberalismo moderno y qué le es propio en los adelantos modernos?
En el orden intelectual se le debe la degradante teoría de que el hombre desciende de un animal, del mono. Esta degradante ciencia, si ciencia puede llamarse, con todas sus consecuencias humillantes para la dignidad humana, es lo único que pertenece al ateísmo liberal. En cuanto a las demás ciencias, con sus adelantos modernos, no se las puede vindicar el liberalismo, pues son evidentemente los frutos de la cultura cristiana que la Iglesia siempre ha promovido y de la cual los pocos sabios ateos han aprovechado siguiendo el movimiento general, pero de tal modo que ni uno solo de ellos haya llegado a la altura de los sabios cristianos.
En el orden moral, el liberalismo sólo puede atribuirse el principio de la “moral independiente”, el cual ha causado y sigue causando en esta época tanta desmoralización que la estadística, año por año, hace constar un notable aumento de toda clase de crímenes.
En las innumerables obras de caridad, que hoy día florecen para gloria de la civilización cristiana, en las misiones que propagan los beneficios de la Redención entre los pueblos bárbaros, el liberalismo no tiene parte alguna. Lejos de esto, el liberalismo oprime y persigue en todas partes a estas bienhechoras instituciones; en México, por ejemplo, desterraron los liberales de un solo golpe a cuatrocientas hermanas de la Caridad, porque no quisieron secularizarse. En aquella pretendida gloriosa revolución de 1793 sacrificó el liberalismo a millones de inocentes sólo por establecer sus teorías. ¿Qué clase de civilización y progreso es este?
En cuanto al progreso material, sólo se debe al liberalismo la ilimitada libertad de comerciar y de especular, que sigue empobreciendo a los pueblos en provecho de la clase privilegiada de los capitalistas. Fruto de esta libertad es el descontento universal en todos los pueblos.
9ª Objeción: a lo menos no se negará que los países protestantes se hallan más adelantados que los católicos; luego el catolicismo no favorece al progreso.
Respuesta: Cierto es que entre todos los países protestantes Inglaterra es el más adelantado, pero no es menos cierto que el pueblo inglés, considerado en su inmensa mayoría, es el más desgraciado de todos los pueblos civilizados. En Londres, Liverpool, Manchester, centros principales de riqueza, se ve una miseria y pobreza tal como en ningún país católico.
Por otra parte la distinción entre naciones católicas y protestantes hoy día no corresponde a la realidad; hoy día se debe distinguir entre gobiernos cristianos y gobiernos liberales, por cuanto casi ya no existe pueblo que todavía tenga un gobierno perfectamente católico. En cambio, algunos gobiernos protestantes reconocen y acatan como base del bien público ciertas verdades y costumbres cristianas, mientras que casi todos los pueblos católicos hoy están bajo gobiernos liberales o también masónicos.
Hecha esta distinción, fácil es ver lo que pasa en los países dominados por el liberalismo; pues mientras en los países protestantes se tributa a Dios el culto público de la santificación del domingo y se favorece en las escuelas la enseñanza y educación religiosa, y mientras, debido a este espíritu cristiano, hay estabilidad, orden y paz; en los países dominados por el ateísmo liberal, se ofende públicamente a Dios con el desprecio de su ley, desprecio autorizado por las leyes públicas, de donde provienen las incesantes calamidades revolucionarias que caracterizan esos países e impiden su progreso. Al contrario, cuanto puede progresar un pueblo católico bajo un gobierno cristiano, lo ha probado la República del Ecuador, la cual adelantó admirablemente en todo sentido, cuando el incomparable García Moreno la condujo por la senda del Evangelio.
Con razón dijo aquel mártir de la civilización católica en su último mensaje a las Cámaras Legislativas: “No perdáis jamás de vista, Legisladores, que todos nuestros pequeños adelantos serían efímeros, si no hubiéremos fundado el orden social de nuestra República sobre la roca siempre combatida y siempre vencedora de la Iglesia católica.”
Igual convencimiento tuvo en la República de Colombia el ilustre Presidente Núñez, quien, al cabo de veinte años de calamidades y ruinas sociales causadas por el liberalismo, declaró públicamente que su patria no podría salvarse sino fundando sus leyes sobre la base de la doctrina católica. Consecuente con esta persuasión renunció al liberalismo y dio a su patria leyes e instituciones cristianas, procurando particularmente que la enseñanza pública fuese católica.
CONCLUSIÓN
Los cargos que hemos hecho al liberalismo, en la obra que terminamos, son dirigidos contra el sistema y los principios, no contra las personas, porque tenemos la convicción de que, entre los que se llaman liberales, hay relativamente muchos que ignoran la perversidad del sistema en toda su extensión.
Pero por lo mismo que la ignoran, es de absoluta y urgente necesidad hacerles conocer y manifestar la doctrina liberal en su raíz y en sus últimas consecuencias; pues el peligro está en que estos errores ganen terreno a favor de las tinieblas y del engaño en que se les envuelve.
Si bien es verdad que la condenación del liberalismo, emanada del Pastor Supremo de la Iglesia, debe bastar a los hijos fieles de la Iglesia, para que huyan de este sistema, y lo tengan por falso y malo; con todo, la instrucción es necesaria para que el católico ilustrado sepa defender sus principios contra los argumentos de la filosofía anticristiana.
El conocimiento de los principios de la filosofía social cristiana contribuirá a dar seguridad y firmeza a la sociedad entera, pues estas doctrinas no tienen otro fin que el de asegurar el reino y gobierno de Dios, y escrito está: “Feliz aquel pueblo que tiene por Señor a su Dios” (Salmo 143, 15.)

Comparte nuestro post