MONS. SCHUMACHER: LA SOCIEDAD CIVIL CRISTIANA: DEL PRETENDIDO “PROGRESO INFINITO” – FIN DE CICLO
LA SOCIEDAD CIVIL CRISTIANA
SEGÚN LA DOCTRINA DE LA IGLESIA ROMANA
Texto de enseñanza moral para la juventud
Ilmo. Sr. Dr. PEDRO SCHUMACHER
Obispo de Portoviejo
DEL PRETENDIDO “PROGRESO INFINITO” DE LA
HUMANIDAD ENSEÑADO POR LOS NATURALISTAS
“No moriréis, sino que seréis como dioses”,
dijo el padre de la mentira a los primeros hombres;… con igual falacia
ofrece el moderno naturalismo a la humanidad una felicidad cumplida con
nombre de progreso infinito, a condición de dejarse emancipar de Dios
por medio del liberalismo.
¡No
haya más dogmas ni creencias religiosas estables!, exclaman esos falsos
profetas; pues la verdad debe progresar y, lo que hoy parece cierto,
mañana quizá resultará ser falso. La Iglesia católica, por cuanto
conserva invariablemente sus dogmas revelados, es estacionaria y no
corresponde ya a los adelantos modernos, es enemigo del progreso.
¡No
más preceptos fijos de moral!, añaden los mismos, pues la moral también
ha de progresar. Si hasta ahora el robo y el adulterio han sido
considerados como crímenes, en el progreso moderno ya no lo serán, pues,
abolidos el matrimonio y el derecho de propiedad, por lo mismo no habrá
hurtos ni adulterios.
¡No
más pobreza ni desigualdad de fortuna!; en el progreso futuro, todo
será abundancia y felicidad. Con unas poquísimas horas diarias de un
trabajo moderado quedará suprimida la pobreza, y ante los futuros
adelantos de la ciencia cederán todas las enfermedades.
Si
se observa a esos panegiristas del “progreso” que los horrores
revolucionarios de 1793 y los de la Comuna en 1871 desmienten sus
promesas, que la creciente miseria de las masas populares y la
multiplicación de los crímenes en las sociedades de hoy anuncian un
próximo cataclismo más bien que un progreso hacia la felicidad; nos
contestan que no hay por qué desconfiar del porvenir, que en aquellos
trastornos violentos se destruye más -pronto la sociedad actual, para
dar lugar a otra más feliz.
¿Qué
se debe pensar de estas promesas de progreso? Lo veremos siguiendo el
hilo de la filosofía Cristiana para guiarnos en el laberinto de los
errores modernos.
DEL PROGRESO CONSIDERADO A LA LUZ DE LA RAZÓN CRISTIANA
1. ¿Qué se entiende por progreso?
Progresar
es adelantar hacia el término de un camino; consiste, pues, el progreso
del hombre en acercarse más y más al término o fin último que Dios ha
señalado a su carrera.
2. ¿En qué consiste este fin a que nos llama Dios?
En la perfección y felicidad de nuestro ser intelectual, moral y material o corporal.
3. ¿De cuántas clases es esta perfección y felicidad de nuestro ser?
Es
de dos clases, una natural y otra sobrenatural; ésta se llama último
fin del hombre, porque lo hace perfectamente feliz y no le deja nada que
apetecer.
4. ¿Qué se entiende por progreso y perfección natural del hombre?
Por
progreso y perfección natural se entiende la completa satisfacción de
las exigencias y deseos de la naturaleza humana por medio de los bienes
intelectuales, morales y corporales, que, según la ley del Creador, le
corresponden.
Este progreso es intelectual, por cuanto perfecciona y satisface la inteligencia del hombre comunicándole la luz de la verdad.
El progreso es moral, cuando aparta la voluntad del mal, o sea del pecado, y le mueve a querer el bien.
Cuanto
más el hombre perfecciona estas dos facultades nobilísimas, la
inteligencia y la voluntad, tanto más se asemeja a Dios, que es tipo de
perfección absoluta y cuya imagen y semejanza nos fue impresa en la
creación.
El progreso es material, cuando el hombre alcanza a gozar ordenadamente de los bienes sensibles que corresponden a su naturaleza.
5. ¿En qué consiste el progreso o la perfección sobrenatural del hombre?
El progreso es sobrenatural, es decir superior a las exigencias y al poder natural del hombre en el mismo orden ya expuesto:
Es intelectual,
por cuanto Dios mismo se da a conocer a la inteligencia por su Palabra
revelada en esta vida, y en la otra haciéndonos ver su propia esencia.
Es moral,
por cuanto Dios, por medio de la gracia, comunica a la voluntad fuerzas
que naturalmente no tiene para practicar la virtud en esta vida y para
gozar en la otra de la posesión del mismo Dios.
Es sobrenatural material
el progreso, cuando Dios nos ayuda por su gracia a llevar con
resignación y gozo las penalidades de la vida, cuando modera y rectifica
el deseo de los goces materiales de modo que sirvan para el bien, lejos
de dañar; en la otra vida consiste en la gloria y felicidad de los
cuerpos resucitados.
6. ¿Puede acaso la humanidad alcanzar siquiera aquel triple progreso natural por sus propias fuerzas?
La
humanidad no puede por sí misma conseguir su perfección natural en su
estado actual, porque, en castigo de la rebelión de nuestros primeros
padres, quedó debilitada en sus fuerzas naturales.
7. ¿Cómo se prueba la impotencia de la humanidad en su estado actual para conseguir su perfección en el orden natural?
La
impotencia del hombre para conseguir sin el auxilio de Dios su
perfección en el orden intelectual y moral se ve claramente por los
errores abominables y degradantes que los paganos antiguos y los ateos
modernos han producido, negando la espiritualidad y la inmortalidad del
alma humana, y colocándola al rango de los seres irracionales.
La
imposibilidad de conseguir por sí mismo la cesación de los males
físicos, o sea la perfección material, resulta de la sentencia del
Creador, que condena al hombre a sufrir hasta la muerte trabajos
irremediables y los dolores que necesariamente preceden y acompañan su
muerte. Dijo Dios: “Maldita sea la tierra que trabajas…, en el sudor de
tu frente comerás tu pan, hasta que vuelvas a la tierra de la cual has
sido formado” (Gen. 3, 17-19).
No está en manos del hombre cambiar esta sentencia del Altísimo; tiene que sufrir y morir.
8. ¿Cuál es por consiguiente el error fundamental que encubre el progreso naturalista?
Consiste
este error y engaño en ofrecer a la humanidad un progreso que la
Palabra de Dios y la experiencia declaran irrealizables en este mundo.
9. ¿Consiste el último fin del hombre en su perfección y felicidad natural?
Dios
no ha destinado al hombre para una felicidad puramente natural, sino
que le ha dado un fin sobrenatural, que es la posesión del mismo Dios y,
en consecuencia, los bienes de la tierra o sea el progreso natural no
pueden hacerlo perfectamente feliz.
OBJECIONES DE LOS NATURALISTAS CONTRA LA DOCTRINA EXPUESTA
1ª Objeción:
Existe en todo hombre y por consiguiente en toda la humanidad un
impulso natural e irresistible hacia la felicidad, o sea el progreso…
Pero, si este impulso es irresistible, necesariamente irá adelante y no
puede ser detenido: tal es la-ley del progreso infinito.
Respuesta:
Cierto es que en todo hombre existe un impulso irresistible puesto por
el Creador, que le obliga a buscar su felicidad y último fin; esto es
verdad católica… Pero existe también en el mismo hombre una inteligencia
y una voluntad que son debilitadas por la ignorancia y las pasiones de
la carne, las que le impiden tender constantemente a su verdadera
felicidad… Si Dios no ilumina la inteligencia del hombre para conocer su
verdadero bien, y fortifica su voluntad para quererlo, se dejará
engañar y arrastrar a lo que se opone a su progreso.
Explicación:
El hombre por el impulso irresistible de su naturaleza busca en todos
sus actos su felicidad; no puede querer directamente su desgracia o
ruina. Esto es tan cierto que aun en el pecado el hombre busca su
contento y no lo cometería, si no se sintiese arrastrado por la idea de
satisfacerse a sí mismo. Su error, y error culpable, es que se obstina a
ver su satisfacción en una cosa que no puede dársela verdadera sino
falsa. Así es que en todo pecado hay error, pero error voluntario y
culpable.
Por
esto los bienaventurados en el cielo ya no pueden pecar, porque
claramente ven en Dios que en el pecado no hay bien ni felicidad alguna.
2ª Objeción:
Si el hombre tiende naturalmente al progreso, debe adelantar también en
las ciencias que constituyen el progreso intelectual… Pero la Iglesia
se opone a este progreso, porque no permite que se varíe nada en lo que
llama dogmas o verdades reveladas: ella impide por consiguiente el
progreso de la verdad.
Respuesta:
Ninguna verdad en sí considerada puede progresar jamás; ella es o no
es; solamente los hombres pueden progresar en el conocimiento de ella y
en el uso y la aplicación que de ella hagan.
De
esta manera hay un progreso continuo en la Iglesia, pues mediante la
asistencia del Espíritu Santo, los dogmas o misterios revelados brillan
cada día con nueva luz y se propagan más y más por el mundo, produciendo
continuamente nuevos frutos de bendición.
3ª Objeción: Pero las ciencias naturales, o sea verdades científicas, progresan continuamente.
Respuesta:
Las ciencias no son verdades, sino conocimiento de verdades; el
conocimiento puede progresar, no así la verdad que es invariable; y si
fuera variable, no habría ninguna ciencia o conocimiento cierto, pues
nunca se sabría si una verdad no ha cambiado ya.
4ª Objeción:
Que las mismas verdades cambian se ve por la experiencia, pues si fue
una verdad que fulano era ignorante cuando joven, hoy, que ha estudiado y
es docto, ya no es verdad que sea ignorante.
Respuesta:
Si fulano fue ignorante cuando joven, será eternamente verdad que lo
fue entonces; el individuo cambió por medio del estudio, pero aquel
hecho quedará siempre cierto y verdadero.
5ª Objeción:
Pero la moral cambia y progresa; pues en el Antiguo Testamento el
divorcio era permitido, y en el Nuevo Testamento es malo y prohibido.
Respuesta:
La ley moral es tan invariable como la verdad, pues ley suprema de la
moral es la inmutable voluntad de Dios que quiere y manda hacer el bien;
lo que cambia son a veces las condiciones del hombre; y como el
alimento que conviene a un hombre sano y robusto puede ser nocivo al
enfermo, así puede suceder que un precepto dado a un hombre justo y
recto para hacerle obrar el bien, no conviene que se dé a un ser
degradado por alguna mala costumbre, porque abusaría de él para obrar
con mayor malicia.
Explicación:
Dios instituyó el matrimonio para la ordenada procreación y educación
de los hijos, y a este fin, que es esencialmente bueno, dispuso que la
unión entre los esposos fuese indisoluble; pero a consecuencia de la
depravación general, que fue efecto del pecado, sucedió que la
indisolubilidad del matrimonio hubiera causado efectos contrarios entre
los judíos, riñas perpetuas y asesinatos; por tanto toleró Dios en la
ley de Moisés el divorcio como un mal menor, es decir un bien relativo,
que lo fue, no en sí considerado, sino con respecto a los males
enunciados.
Pero,
restaurada la humanidad por la redención de Jesucristo, y ayudada de su
gracia, puede vencer sus malas inclinaciones y observar la ley del
matrimonio en toda su perfección primordial; por esto restableció
Jesucristo la ley primitiva de la indisolubilidad del matrimonio.
“A
causa de la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés dar el libelo
de divorcio; pero al principio no fue así. Mas yo os mando que la mujer
no se separe del marido.” (San Marcos, 10, 4).
6ª Objeción: ¿Pero entonces cambió Dios en su voluntad?
Respuesta:
Dios no cambió en manera alguna, pues en ambos casos quiso y ordenó una
misma cosa, que es el bien de la familia, y de los hijos en especial;
el que cambió fue el hombre.
7ª Objeción: Sea lo que fuese, siempre resulta de aquí que la moral cambia y que, por consiguiente, puede progresar.
Respuesta:
En el orden moral hay que distinguir dos cosas; el bien que se debe
querer y practicar, y la voluntad humana que lo debe querer y practicar.
El bien que, según dijimos, consiste en el orden establecido por Dios, es invariable como lo es la voluntad divina.
La
voluntad humana es la que puede perfeccionarse y progresar por
consiguiente, adquiriendo más fuerza para tender al bien moral.
Sucede
pues aquí lo mismo que en el orden intelectual, la verdad no varía,
pero el conocimiento de ella puede variar y progresar.
8ª Objeción:
No se puede negar que, desde la introducción de la libertad de pensar
por el protestantismo en el siglo XVI, y mucho más aun desde la completa
emancipación del hombre respecto de Dios que es obra del liberalismo,
las sociedades modernas han hecho progresos inmensos, se entiende en el
orden natural, especialmente con la gloriosa revolución de 1793.
Mas la Iglesia católica se opone al liberalismo, y por lo mismo se opone al progreso.
Respuesta:
Cierto e innegable es que la Iglesia se opone al progreso liberal, como
lo declara solemnemente el Papa Pío IX, condenando a los que enseñan
que “el Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y avenirse con el
progreso, el liberalismo y la civilización moderna” (Syllabus, prop.
80). Y esto lo hace con perfecta justicia, porque este pretendido
progreso no es, en realidad, otra cosa que una fuente de males para la
humanidad.
En efecto, ¿qué se debe al liberalismo moderno y qué le es propio en los adelantos modernos?
1º En el orden intelectual
se le debe la degradante teoría de que el hombre desciende de un
animal, del mono. Esta degradante ciencia, si ciencia puede llamarse,
con todas sus consecuencias humillantes para la dignidad humana, es lo
único que pertenece al ateísmo liberal. En cuanto a las demás ciencias,
con sus adelantos modernos, no se las puede vindicar el liberalismo,
pues son evidentemente los frutos de la cultura cristiana que la Iglesia
siempre ha promovido y de la cual los pocos sabios ateos han
aprovechado siguiendo el movimiento general, pero de tal modo que ni uno
solo de ellos haya llegado a la altura de los sabios cristianos.
2º En el orden moral,
el liberalismo sólo puede atribuirse el principio de la “moral
independiente”, el cual ha causado y sigue causando en esta época tanta
desmoralización que la estadística, año por año, hace constar un notable
aumento de toda clase de crímenes.
3º
En las innumerables obras de caridad, que hoy día florecen para gloria
de la civilización cristiana, en las misiones que propagan los
beneficios de la Redención entre los pueblos bárbaros, el liberalismo no
tiene parte alguna. Lejos de esto, el liberalismo oprime y persigue en
todas partes a estas bienhechoras instituciones; en México, por ejemplo,
desterraron los liberales de un solo golpe a cuatrocientas hermanas de
la Caridad, porque no quisieron secularizarse. En aquella pretendida
gloriosa revolución de 1793 sacrificó el liberalismo a millones de
inocentes sólo por establecer sus teorías. ¿Qué clase de civilización y
progreso es este?
4º En cuanto al progreso material,
sólo se debe al liberalismo la ilimitada libertad de comerciar y de
especular, que sigue empobreciendo a los pueblos en provecho de la clase
privilegiada de los capitalistas. Fruto de esta libertad es el
descontento universal en todos los pueblos.
9ª Objeción:
a lo menos no se negará que los países protestantes se hallan más
adelantados que los católicos; luego el catolicismo no favorece al
progreso.
Respuesta:
Cierto es que entre todos los países protestantes Inglaterra es el más
adelantado, pero no es menos cierto que el pueblo inglés, considerado en
su inmensa mayoría, es el más desgraciado de todos los pueblos
civilizados. En Londres, Liverpool, Manchester, centros principales de
riqueza, se ve una miseria y pobreza tal como en ningún país católico.
Por
otra parte la distinción entre naciones católicas y protestantes hoy
día no corresponde a la realidad; hoy día se debe distinguir entre
gobiernos cristianos y gobiernos liberales, por cuanto casi ya no existe
pueblo que todavía tenga un gobierno perfectamente católico. En cambio,
algunos gobiernos protestantes reconocen y acatan como base del bien
público ciertas verdades y costumbres cristianas, mientras que casi
todos los pueblos católicos hoy están bajo gobiernos liberales o también
masónicos.
Hecha
esta distinción, fácil es ver lo que pasa en los países dominados por
el liberalismo; pues mientras en los países protestantes se tributa a
Dios el culto público de la santificación del domingo y se favorece en
las escuelas la enseñanza y educación religiosa, y mientras, debido a
este espíritu cristiano, hay estabilidad, orden y paz; en los países
dominados por el ateísmo liberal, se ofende públicamente a Dios con el
desprecio de su ley, desprecio autorizado por las leyes públicas, de
donde provienen las incesantes calamidades revolucionarias que
caracterizan esos países e impiden su progreso. Al contrario, cuanto
puede progresar un pueblo católico bajo un gobierno cristiano, lo ha
probado la República del Ecuador, la cual adelantó admirablemente en
todo sentido, cuando el incomparable García Moreno la condujo por la
senda del Evangelio.
Con
razón dijo aquel mártir de la civilización católica en su último
mensaje a las Cámaras Legislativas: “No perdáis jamás de vista,
Legisladores, que todos nuestros pequeños adelantos serían efímeros, si
no hubiéremos fundado el orden social de nuestra República sobre la roca
siempre combatida y siempre vencedora de la Iglesia católica.”
Igual
convencimiento tuvo en la República de Colombia el ilustre Presidente
Núñez, quien, al cabo de veinte años de calamidades y ruinas sociales
causadas por el liberalismo, declaró públicamente que su patria no
podría salvarse sino fundando sus leyes sobre la base de la doctrina
católica. Consecuente con esta persuasión renunció al liberalismo y dio a
su patria leyes e instituciones cristianas, procurando particularmente
que la enseñanza pública fuese católica.
CONCLUSIÓN
Los
cargos que hemos hecho al liberalismo, en la obra que terminamos, son
dirigidos contra el sistema y los principios, no contra las personas,
porque tenemos la convicción de que, entre los que se llaman liberales,
hay relativamente muchos que ignoran la perversidad del sistema en toda
su extensión.
Pero
por lo mismo que la ignoran, es de absoluta y urgente necesidad
hacerles conocer y manifestar la doctrina liberal en su raíz y en sus
últimas consecuencias; pues el peligro está en que estos errores ganen
terreno a favor de las tinieblas y del engaño en que se les envuelve.
Si
bien es verdad que la condenación del liberalismo, emanada del Pastor
Supremo de la Iglesia, debe bastar a los hijos fieles de la Iglesia,
para que huyan de este sistema, y lo tengan por falso y malo; con todo,
la instrucción es necesaria para que el católico ilustrado sepa defender
sus principios contra los argumentos de la filosofía anticristiana.
El
conocimiento de los principios de la filosofía social cristiana
contribuirá a dar seguridad y firmeza a la sociedad entera, pues estas
doctrinas no tienen otro fin que el de asegurar el reino y gobierno de
Dios, y escrito está: “Feliz aquel pueblo que tiene por Señor a su Dios” (Salmo 143, 15.)