viernes, 14 de febrero de 2014

NO HAY FUNDAMENTO TEOLOGIGO PARA DIALOGAR CON LOS JUDIOS

NO HAY FUNDAMENTO TEOLOGIGO 
PARA DIALOGAR CON LOS JUDIOS
«Sal de tu tierra, y de tu parentela; y de la casa de tu padre, y ven a la tierra que te mostraré. Y hacerte he en gran gente, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendito. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditos todos los linajes de la tierra» (Gn 12, 1-3).
Dios crea un pueblo para sí. Es un pueblo teológico. Es hijo de Abrahán, pero tiene su origen en Dios, porque Él lo selecciona del resto de la humanidad y porque a Él promete su bendición divina.
El pueblo judío es grande, con una grandeza teológica, porque está formado en la fe que tiene Abrahán en la Promesa Divina. Su grandeza no le viene por su descendencia carnal de Abrahán. No es un pueblo de hijos de hombres, hijos de la carne; sino que es un pueblo de hijos de Dios, por la fe en la Promesa.
our lady of the blessed sacramentÉste es el punto principal del cual se sigue la Justicia de Dios sobre el pueblo judío. Y, en esa Justicia Divina, no se puede llamar al judío como hermano nuestro mayor, como lo hace Francisco. Porque los hermanos en Dios son los que tienen la misma fe en Cristo. Y los judíos no tienen la misma fe en Cristo, a causa de su gravísimo pecado.
¿En qué está la raíz del pecado de los judíos?
En que gran parte de este pueblo creyó que las Promesas de Dios se alcanzaban a través de la descendencia carnal de Abrahán; es decir, es la descendencia carnal lo que da gloria a Cristo. Por eso, ellos todavía siguen esperando al Mesías, que viene a ellos a través de su descendencia genealógica. Cristo viene de la carne de Abrahán: éste es su pecado.
Por eso, los fariseos decían: «Linaje de Abraham somos» (Jn 8, 33). Abrahán es un padre carnal, no es un padre espiritual. Ellos carnalizaron las divinas Promesas. Y, por eso, ellos veían al Mesías como un dominador político, terrestre, que debía asegurar y perpetuar la grandeza de Israel sobre las demás naciones, que tenían que ser esclavas de los judíos.
Cristo viene de un padre carnal, no del Espíritu. Por eso, ellos creían que Jesús era hijo natural de José de Nazaret (cf. Luc 3, 23); «y de Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1, 46). El Mesías tiene que venir de una ciudad grande, importante, y debe tener un padre poderoso, rico, lleno de gloria humana.
Los judíos son un pueblo forjado por la mentalidad de los Rabinos, de los fariseos. Es un pueblo atado a un Libro: la Ley, la Thora. Y los judíos sólo aceptan la Thorá, no el Evangelio. Y, por tanto, no pueden tener la misma fe en Cristo. Ellos esperan un Cristo de la carne, del hombre y para el hombre.
El Católico sigue al Cristo del Espíritu, al que nació de Mujer, el que fue engendrado por el Espíritu en el seno de la Virgen.
Conclusión: el católico no tiene por hermano mayor al judío. El Católico viene de la fe de Abrahán; el judío viene de la visión carnal de las promesas divinas. Y todavía siguen esperando esas promesas.
Para el judío, la carne justifica al hombre; el hombre se justifica a sí mismo. Ellos son hijos del Padre Abrahán, no son hijos de la fe que tenía nuestro padre Abrahán.
Y por Su Ley matan a Aquel que es la Promesa del Padre en Abrahán.
Su Ley está por encima de la Palabra de Dios, que es Cristo. Su Ley está por encima del Evangelio. Su Ley está por encima de la Iglesia Católica.
Ellos obedecen a Su Ley, no a la Iglesia Católica. Ellos no obedecen a Cristo, sino a su Ley. Ellos no obedecen a la Verdad, que es Cristo, sino a su Ley.
Entonces, ¿cuál es la herencia espiritual del judío? Su pecado: es decir, rechazar a Cristo como Mesías. Ése es su herencia. Eso es lo que transmiten de generación en generación.
Y la Iglesia Católica sigue a Cristo como Mesías. Luego, no sigue la herencia espiritual de los judíos. Y, entonces, ¿cómo Francisco, se atreve a decir que hay entre Católicos y judíos una «herencia espiritual que nos une y que es la base de nuestro diálogo»? (Francisco a los 55 miembros de la delegación del Comité Judío Americano – 13 de febrero 2014)
Cristo, en la Cruz, dividió en dos al pueblo judío: unos obran la Iglesia, en Pedro; otros obran el misterio de iniquidad en los fariseos.
En Pedro, está la Iglesia de Cristo; en los fariseos, está la Iglesia del Anticristo.
Por eso, el judío es verdadero Caín. Y, por tanto el pueblo judío tiene que andar errante por el mundo, llevando en ellos el misterio de la iniquidad, como Caín: «Mi iniquidad es muy grande para merecer perdón. He aquí que me echas hoy de la haz de la tierra, y me esconderé de tu presencia, y seré vagabundo y fugitivo en la tierra; por lo que todo el que me hallare me matará » (Gn 4, 13-14).
Son los judíos los que traen al Anticristo. ¿Cómo pueden ser nuestros hermanos mayores en la fe? Imposible. Son un pueblo sin Fe.
El judío ha quedado para la historia como el agente de la iniquidad, como el que obra la iniquidad en todo el mundo. Y, por tanto, el judío va a odiar siempre la Iglesia de Cristo; se va a dedicar a perseguir a la Iglesia de Cristo, porque no puede reconocer a Cristo como Mesías. El judío es Esaú que aborreció a Jacob y que dijo: «Vendrán los días de luto de mi padre y mataré a mi hermano Jacob» (Gn 27, 41). Este es el papel teológico del pueblo judío: aniquilar la Iglesia Católica.
Todo lo malo que se ha perpetrado en veinte siglos de historia cristiana es primera y principalmente de los judíos. El mal en el mundo es por los judíos, en su afán de neutralizar a la Iglesia Católica. Los demás pueblos, son los instrumentos de los judíos para hacer el mal.
El pueblo judío tropezó en Cristo y quedó dividido: una parte es una bendición: la Iglesia Católica, que no sólo está formada por judíos, sino por gentiles; otra parte, una maldición: lleva sobre sí la sangre de Cristo como maldición. Y esta es la herencia que forma el Judaísmo actual. Y este Judaísmo actual no puede salvarse, no tiene Misericordia, porque está imbuido de toda la Justicia Divina: todas las perversidades satánicas para poner al Anticristo.
El Catolicismo y el Judaísmo se encuentran en todas partes sin posibilidad de reconciliación y sin confundirse: o se está con Cristo o se está en contra de Cristo.
El judaísmo es Lucifer que lucha en contra de Dios; son las Tinieblas contra la Luz, son la Carne contra el Espíritu, es la Letra que ahoga el Espíritu.
En el judío hay un misterio de iniquidad: « No os fiéis del judío porque ejerce la enemistad simulando que os beneficia » (San Jerónimo). Ellos son los hipócritas y mentirosos, son los que hacen daño sin mostrar la mano; son los que obran detrás de los bastidores, en lo oculto, como hicieron con Cristo. Y, por eso, los judíos son la Masonería. Y la Masonería Eclesiástica está formada sólo por judíos. Obran sobre el mundo y sobre la Iglesia en la sombra, en lo oculto, en lo secreto.
Y, por eso, detrás de Francisco están los judíos. Consecuencia: Francisco ama a los judíos y odia a la Iglesia Católica.
La enemistad entre el judío y el católico es teológica: es una enemistad divina. Nace del tropiezo del pueblo judío en Cristo. Y, por tanto, teológicamente no puede darse diálogo entre judíos y católicos. Lo que dice Francisco es una herejía: “Este fundamento es teológico y no meramente una expresión de nuestro deseo de respeto y estima mutuos; por eso es importante que nuestro diálogo esté siempre profundamente caracterizado por la conciencia de nuestra relación con Dios” (Francisco a los 55 miembros de la delegación del Comité Judío Americano – 13 de febrero 2014)
La enemistad entre judíos y cristianos es teológica. La enemistad, no el diálogo. No puede haber diálogo entre judíos y cristianos. No hay un fundamento teológico para dialogar con los judíos. Habrá sólo un respeto humano hacia los judíos. Y no más. Francisco, una vez más miente de forma descarada a toda la Iglesia.
Francisco es un necio o, en otras palabras, un idiota. Idiota no es una mala palabra: es la traducción exacta de la palabra necio en hebreo.
El necio (ewél – Pro 24, 7) es el falto de sabiduría, es decir, la sabiduría está fuera de su alcance, no llega a su mente, no la ve su mente (cf. Prov 24, 7). Y, por tanto, el necio es el estúpido (iwwelet – Sal 38, 5), el insensato, el idiota (nebala – 1 Sa 25, 25). Estúpido e idiota son sinónimos de pecado, del que viola la ley de Dios, del que hace caso omiso de la Voluntad de Dios. El que comete un pecado, para el hebreo, es un idiota; el que no obra la Voluntad de Dios, para el hebreo es un estúpido.
Las veces que en este Blog se emplean esas palabras son para indicar el absurdo de la mente de Francisco. Es un absurdo evangélico.
En este blog no se emplea la palabra idiota de forma despectiva, o como faltando el respeto a una persona, o porque sea una mala palabra y entonces de esa forma se expresa una impotencia o un dolor o una frustración.
Los hebreos eran muy simples en su lenguaje: al pan, pan y al vino, vino. Los lenguajes de todos los pueblos son soberbios, orgullosos, mentirosos, diplomáticos, y quieren tratar al hombre con un falso respeto, sin decirle la verdad a la cara. Y los hebreos se llamaban idiotas. Iban al grano. No se andaban con diplomacias inútiles. Aprendan el hebreo y déjense de tonterías lingüísticas.
Jesús llamó perra a la mujer griega que le pidió la curación de su hija. Y perra, para el hebreo, no es injurioso. Es la verdad de un alma que no tiene fe. Los que no poseen fe son unos perros para el hebreo, unos animales. Y Jesús no tuvo empacho de llamar perra a esa mujer. Entonces, no se escandalicen de lo que no es nada, sino sólo la Verdad de un hombre necio, que no sabe nada de nada, como es Francisco.
Después de la muerte de Cristo, el mundo ha quedado entregado a dos fuerzas, totalmente opuestas: la judía y los católicos.
Sólo dos religiones: la católica y la judía.
Dos iglesias: la Católica y la judía. Las demás iglesias cristianas son instrumentos de la Iglesia judía.
Todo lo que no sea de Cristo y para Cristo, se hace a favor de los judíos.
Y, por eso, la apostasía de la fe de los católicos es el resurgimiento e implantación de la Iglesia del Anticristo.
El mundo está repartido entre estas dos fuerzas. Es una repartición divina, querida por Dios. Todas las fuerzas humanas tienen que plegarse o a los católicos o a los judíos. Y, por eso, todo hombre o es un santo, seguidor de Cristo; o es un demonio, seguidor del Anticristo.
Y, por eso, o el hombre está en la Iglesia de Cristo o el hombres está en la Iglesia del Anticristo.
Y sólo hay una Iglesia de Cristo: la que fundó Cristo sobre Pedro. Las demás son del Anticristo. Las que no se fundan en Pedro, no son de Cristo, sino del Anticristo.
¿Cómo podemos ser hermanos de los judíos? No podemos. Podemos rezar por ellos, podemos hacerles obras de misericordia, etc., porque el Católico no odia a los judíos, sino que lo ama, pero con la virtud de la Justicia Divina: si quieres salvarte, deja tu judaísmo y entra en la verdadera Iglesia; pero si no quieres salvarte, sigue en tu pecado sin tomar parte en nada con la Iglesia Católica.
Hay que amar a los judíos, pero no hay que contaminarse con su pecado. Cada uno en su camino, pero no se puede inficionar el organismo sobrenatural de la Iglesia con los errores del judaísmo, que es lo que quiere hacer Francisco.
El diálogo con los judíos es el fundamento para establecer en la Iglesia el dominio del Anticristo, no sólo sobre la Iglesia, sino sobre el mundo entero. No se puede hacer oídos a lo que ese necio habla en la Iglesia. Hay que dejarle en su pecado y esperar que Dios lo quite de en medio. Hay que pedir a Dios que Francisco se vaya de la Silla de Pedro por ser el mayor necio de todos: el mayor pecador y el que hace caso omiso a la Voluntad de Dios.