Washington sigue maniobrando en Siria y Ginebra
Mientras
negocia en Ginebra con una mano, Washington prepara con la otra una
nueva operación militar contra Siria. Su intención es tratar de
adelantar sus peones, sea cual sea la evolución de los acontecimientos.
La guerra no le cuesta nada y los muertos los ponen los sirios. Para
ganar tiempo, Washington llevó a Ginebra una Declaración presentada por «la oposición». Tras una retorica consensual, el documento contiene tres trampas que Thierry Meyssan desmonta para nuestros lectores.
Red Voltaire
| Damasco
La segunda parte de la Conferencia Ginebra 2 se
inició en un tono muy diferente a la primera. El embajador
estadounidense Robert S. Ford ya no está al mando de la delegación de la
«oposición» y se ignora quién está ahora a cargo del tema sirio por Washington. En todo caso, esa delegación llegó con una «Declaración de principios básicos» [1]
con la que se busca devolverle a Damasco la trampa que Walid Mualem
le había tendido a su contraparte en la primera parte de la conferencia:
obligarlo a responder en su propio terreno. Damasco quería hablar de
lucha contra el terrorismo. La «oposición» le responde con una descripción detallada de la composición y la misión del Órgano de Gobierno de Transición.
La jugada es tanto más interesante cuanto que, en la primera parte de
la Conferencia, el señor Mualem se dirigía a la opinión pública interna
siria y, a veces, al mundo árabe, pero nunca a los occidentales. Para
alcanzar a ese público, hubiese tenido que comenzar invocando el derecho
internacional antes de abordar la manera de lograr su aplicación, o sea
luchando contra el terrorismo. Pero, al tratar de demostrar en primer
lugar la legitimidad de Damasco, se dedicó a mostrar los crímenes que
perpetran los yihadistas respaldados por la «oposición» y los objetivos coloniales de John Kerry.
Ocupando el terreno libre, Estados Unidos dictó a la «oposición» una Declaración
que se basa en las resoluciones del Consejo de Seguridad y en el
Comunicado Final de Ginebra 1, o sea en textos aceptados por todos los
Estados que apadrinan la conferencia de paz.
Esta Declaración describe primeramente cómo debería ser el
Órgano. Sería, por supuesto, neutral, inclusivo –o sea, que estarían
incluidos todos los componentes de la sociedad siria–, pacífico –o sea,
que pondría fin a la guerra– y garantizaría la integridad territorial
del país. Su función consistiría en crear un entorno que permita al
pueblo elaborar por sí mismo su constitución y designar sus
instituciones.
El primer problema de esta Declaración es que contradice la
práctica de los grupos armados. Mientras la Coalición Nacional utiliza
una retorica perfectamente democrática, los grupos que luchan en el
terreno martirizan constantemente a las minorías y tratan de imponer una
organización social de corte salafista. Cierto es que la mayoría de
esos grupos no reconocen la autoridad de la Coalición. Pero esta última
no tiene más legitimidad que las acciones de esos grupos.
En todo caso, esa es la hipocresía que se vive desde el inicio de la
crisis: quienes más hablan de la democracia en Siria son los soberanos
absolutistas de las dictaduras del Golfo.
El segundo problema de la Declaración es la manera de
determinar quién entra a formar parte del Órgano de Transición. Lo que
quiere Washington es imponerlo, como ya lo hizo en muchos otros países.
Washington concibe por lo tanto Ginebra 2 como la conferencia de Bonn
sobre Afganistán, lo cual significa que las grandes potencias
negociarían entre sí y designarían un Karzai sirio.
Damasco, por el contrario, sigue citando el Comunicado Final de Ginebra 1, donde se estipula que «Es al pueblo sirio a quien corresponde determinar el futuro del país».
Por lo tanto, no es solamente la nueva constitución lo que habría que
someter a un referéndum sino que el resultado mismo de Ginebra 2
sólo puede aplicarse si lo ratifica el presidente Assad, quien se ha
comprometido a someterlo a un referéndum.
Este último señalamiento saca a relucir el problema de la legitimidad de la delegación de la «oposición».
Como observó Serguei Lavrov en su declaración de apertura de la
conferencia, la composición actual de esa delegación contradice
el Comunicado de Ginebra 1. Ese texto estipula que «El proceso deberá
ser enteramente abierto para que todos los sectores de la sociedad
siria puedan expresar su opinión durante la elaboración del arreglo
político para la transición». Pero la delegación de la «oposición» se limita únicamente a la Coalición Nacional, que ni siquiera cuenta con el respaldo de la mayoría de sus miembros.
El tercer problema de la Declaración es que proporciona a
Washington la posibilidad de organizar una sucesión como la que ya
orquestó en Serbia, o sea organizando una «revolución de color».
La guerra de Kosovo terminó con un cese del fuego seguido de elecciones
en Serbia. Mediante una hábil campaña sicológica, la CIA forzó la
elección de un proestadounidense. Después organizó el arresto de
Slobodan Milosevic y su envío a La Haya para juzgarlo por crímenes de
guerra. Dos años más tarde, como el Tribunal no encontraba pruebas que
justificaran las acusaciones, Milosevic fue asesinado en su celda. A fin
de cuentas, los serbios fueron a la guerra inútilmente ya que perdieron
Kosovo y hoy están siendo gobernados por los mismos que los
bombardearon.
La Declaración encierra una extraña contradicción: afirma que
la ONU debe desplegarse en toda Siria desde el inicio de la transición,
pero la mantiene al margen del proceso. La Declaración afirma que la supervisión de la transición estaría en manos de las «organizaciones independientes de la sociedad civil internacional». En Europa central y oriental esas organizaciones se llamaban Freedom House, Open Society Foundation y National Endowment for Democracy
(NED). La primera de ellas está históricamente vinculada a
Estados Unidos e Israel; la segunda, dirigida por el millonario George
Soros, está al servicio –simultáneamente– de los intereses de
Estados Unidos e Israel; la tercera no es una asociacion sino un órgano
común de los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia
creado por iniciativa del presidente estadounidense Ronald Reagan para
prolongar el trabajo de la CIA después de los escándalos de los años
1970. Esas tres organizaciones distribuyen, dondequiera que tienen la
posibilidad de hacerlo, miles de millones de dólares destinados a
sobornar a las élites y a la compra de Estados.
En julio de 2011, Washington envió a Libia una delegación oficial
canadiense para proponer una solución idéntica a la utilizada en Serbia:
un cese del fuego al que seguiría un periodo de transición durante el
cual las «organizaciones independientes de la sociedad civil internacional» podrían desplegarse en el país. Ante la negativa de Muammar el-Kadhafi, la OTAN decidió pasar al uso de la fuerza.
La Declaración estipula además que el Órgano de Gobierno de Transición establecería mecanismos para determinar la responsabilidad de «las personas que hayan cometido violaciones de los derechos humanos y de las leyes de la justicia internacional».
El objetivo de esta frase es abrir la puerta al arresto del presidente
Assad y su posterior traslado a La Haya, durante el periodo de
transición, para acusarlo y juzgarlo por crímenes contra la humanidad.
Como en el caso de Milosevic, este proceso terminaría con la muerte del
prisionero en su celda. Ya eliminado del juego el presidente Assad y
desplegadas en Siria las seudo asociaciones estadounidenses, los
candidatos de Washington ganarían las elecciones.
Así que queda mucho por discutir en Ginebra.
Mientras tanto, el presidente Obama recibió en California al rey de
Jordania. El presidente y el rey se pusieron de acuerdo sobre la manera
de atacar nuevamente a Siria con el ejército que están formando en
Jordania. Washington tiene planificada la guerra hasta el 30 de
septiembre de 2014. Durante 7 meses, la «oposición» tratará de
modificar la situación militar en el terreno y de apoderarse al menos
del sur del país para instaurar allí un gobierno provisional. Lo mejor
es mantener siempre dos hierros sobre el fuego.
Fuente
Al-Watan (Siria)
Al-Watan (Siria)