
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata).
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Faltan 494 días, ¿saben el daño que todavía puede hacerle al país?
"(...) Imagínenla: Una especie de adlater fashion del Che Ernesto
Guevara en el Siglo XXI, pero que en vez de bajar de la Sierra Maestra
para hacer la Revolución, lo hace desde un Audi A-8, luciendo cartera
Louis Vuitton, reloj Rolex Platino, en “su lugar en el mundo”
patagónico, construido en tierras fiscales compradas a precio vil en una
turbia negociación. Sin duda, un excelente modelo de lo que es, hoy, el
populismo y la izquierda latinoamericana. (...)"
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Y 13 años más tarde,
gran parte de la clase política, sindicalistas, banqueros y empresarios
aplaudió una nueva declaración de incumplimiento del pago de una deuda
del Estado argentino. Poco importa si en la breve historia argentina, el
país dejó de pagar sus deudas 6, 7 u 8 veces, la celebración que
ofreció el kirchnerismo + los cómplices del peronismo dominado + el
resto de la clase dirigente cooptada, confirma que no se ha aprendido
nada sobre las consecuencias sociales que suelen tener este tipo de
rupturas con el mundo financiero internacional.
Respondiendo al más puro ADN kirchnerista, Cristina Fernández tergiversó
los datos a su antojo y asignó culpas y responsabilidades como si
ninguna le cupiera a su persona, pese a ser la “Presidente de la Nación
de los 40 millones de argentinos”, tal como le gusta decir a los
locutores oficiales; y de haber sido votada por 54% de los ciudadanos
que serán afectados por esa declaración irresponsable de default.
“Y el mundo sigue andando”, dijo Cristina Fernández haciendo uso y abuso
de la negación de la realidad y decidió fortalecer el escuálido relato
del Gobierno creando una nueva maniobra conspirativa mundial en la cual
el juez Thomas Griesa; el Special Master Daniel Pollack; los holdouts;
el agente pagador de la Argentina, el BONY (Bank of New York Mellon); la
Suprema Corte de los Estados Unidos; y el mismísimo Barak Obama,
intentan hundirnos “porque nos hemos vuelvo, de nuevo, un país viable”.
Días antes, Carlos Zannini, mano derecha de la Presidenta, había
afirmado, sin sonrojarse, que el motivo por el que querían hundirnos era
para quitarnos el petróleo (¿Vaca Muerta?) y el agua (¿el Acuífero
Guaraní?). Para que se entere Zannini: la Argentina carece de recursos
suficientes propios para explotar Vaca Muerta y el único socio inversor
que consiguió hasta ahora es Chevron, una empresa estadounidense. Acerca
del reservorio de agua
potable ni siquiera vale la pena extenderse porque, entre otras
cuestiones, si sus reservas estuvieran comprobadas según las
expectativas de muchos, también es de Paraguay y Brasil...
¿Cuántas veces en la historia del populismo argentino (y
latinoamericano) hemos escuchado esta diatriba menor sobre
conspiraciones internacionales para apoderarse de la Argentina o de los
países de la región? Desde que Rosa de Luxemburgo realizó su
caracterización del imperialismo, y su relación con la periferia, la
izquierda populista, local y regional, han recurrido a ese modelo, al
mismo conjunto de excusas, para explicar sus errores garrafales en
política internacional, en sus programas económicos equivocados o para
excusar el fracaso de las medidas tomadas.
Pero lo grave son las consecuencias de lo que está por venir. Pasan las
horas y el “efecto derrame” de la declaración de default se comienzan a
sentir. Por ejemplo, provincias, empresas y bancos han comenzado a
perder sus calificaciones ganadas con esfuerzo propio, con lo cual, se
les corta el escaso crédito internacional que ya venían peleando. Hay un
riesgo cierto, aunque limitado, de que se junten 25% de los holdin y
reclamen que se aplique la Clausula de Aceleración, que implica reclamar
el pago, en efectivo, de los bonos que tienen en mano. Y una
manifestación de este tipo puede gatillar la “Cláusula de Cross Default”
para el resto de los holdin.
En pocas palabras, estamos en camino de una caída de las calificadas
“exitosas” refinanciaciones de deuda realizadas en 2005 y 2010, lo que
abriría la puerta a un nuevo default “pleno”, que obligaría a renegociar
la inmensa deuda externa que hoy tiene la Argentina.
Pero la duda que flota en el mercado financiero es la siguiente: ¿no
estará buscando Cristina Fernández y su Gabinete una declaración de
default “pleno” y lanzar una nueva renegociación de pasivos? Según esta
visión -mucho alcohol etílico en la previa- el Ejecutivo Nacional, tal
como lo hizo Néstor Kirchner, podría conseguir nuevamente una quita de
50%, 60% o 70%, y dejar los números más bajos, en términos de PBI, que
cuando el santacruceño negoció con los acreedores externos. Entonces, la
acción irresponsable de Cristina tendría un rango de planificada
defensa de la soberanía nacional.
Para el mundo de fantasías en el que viven muchos kirchneristas, sería
la 2da. oportunidad que la Argentina “empomaría” a los acreedores
externos que creyeron en el país, no se cumpliría con el fallo de Thomas
Griesa, lo que implica que los llamados “fondos buitres” sería
derrotados, por 1ra. vez en la historia; y, en el camino, se daría un
golpe a la estructura financiera internacional, lo que colocaría a
Cristina Fernández en el lugar que Ella ha imaginado que merece en la
historia de la izquierda mundial.
Imagínenla: Una especie de adlater fashion del Che Ernesto Guevara en el
Siglo XXI, pero que en vez de bajar de la Sierra Maestra para hacer la
Revolución, lo hace desde un Audi A-8, luciendo cartera Louis Vuitton,
reloj Rolex Platino, en “su lugar en el mundo” patagónico, construido en
tierras fiscales compradas a precio vil en una turbia negociación. Sin
duda, un excelente modelo de lo que es, hoy, el populismo y la izquierda
latinoamericana.
Hay que entender que el kirchnerismo cree que ha ganado la “batalla
cultural”, por eso en medio de este desastre mantiene 30% de intención
de voto, y encara, en la decadencia del su paso por el poder, una
“batalla internacional” por dejar una huella en la historia mundial. Ya
lo intentó con los derechos humanos, con estatizaciones como las de los
recursos que administraban las AFJP, Aerolíneas Argentinas y las
acciones de Repsol en YPF; con presentaciones en las Naciones Unidas, el
G20, el G77 + China, los BRICS, la Unasur, el Celac, la Organización de
Estados Americanos y decenas de foros internacionales.
Sólo hay que leer los discursos de Cristina Fernández en esos ámbitos
para entender el rol que se autoadjudicó el matrimonio Kirchner en el
diseño de la política internacional post Guerra Fría y el espacio que
cree el mundo K que ocupa la Argentina en ese nuevo escenario mundial.
En realidad, pocas veces el país ha sido tan sobreestimado como con el
kirchnerismo.
Pero, tal como Néstor Kirchner le enseñó a Cristina Fernández, la
política exterior no concede votos y todo lo externo debe ser usado para
construir política interna. Por eso, la Presidente de la Nación usa la
crisis con los holdout y la declaración de default para inyectarle
corticoides y anabólicos a un “modelo kirchnerista” que se encuentra
deshilachado, escuálido, vetusto, carente de credibilidad.
Según todas las encuestas, incluso las más conservadoras, la imagen
presidencial ha subido hasta 12 puntos en los últimos 2 meses. Es
cierto, sigue debajo del 40%, pero es el mayor crecimiento que muestra
desde 2010. El patrioterismo y la defensa de la soberanía sobreactuada
sigue “pagando bien”, tal como lo sabemos desde el Gobierno de Leopoldo
Fortunato Galtieri para acá, pasando por la “Consulta Popular” de
Ricardo Alfonsín sobre el fallo vaticano acerca de la soberanía en el
estrecho del Beagle, el “estamos en el 1er. Mundo” de Carlos Saúl Menem;
y la solución de todos los conflictos limítrofes con Chile que llevó
adelante Néstor Kirchner, tratando de imitar al “innombrable” de Julio
Argentino Roca.
Por eso Cristina Fernández aprovecha este marco para intentar relanzar
su gestión y subir el tema del default a la tapa de los diarios (ella
todavía es analógica), creando discusiones ficticias, tal como la
creación de una pseudo “Justicia del Consumidor” o el anuncio, un mes
antes de la fecha correspondiente, del paupérrimo aumento para
jubilados; y se fortalecen políticas que la Casa Rosada considera
exitosas, tales como los cambios a la Ley de Abastecimientos para
contener la suba de precios; o se consolidan alianzas políticas (la
refinanciación de pasivos para 13 gobernadores dóciles y el castigo para
4 díscolos).
También aprovecha la Presidente de la Nación para “crear” una nueva
“estrella” en el firmamento kirchnerista: el ministro de Economia, Axel
Kicillof, quien tiene casi asegurado el cargo de Jefe de Gabinete y está
siendo medido hasta como precandidato presidencial (pese a tener 60% de
imagen negativa). Es más, muchos, lo ven como el “verdadero” heredero
del pensamiento de Néstor Kichner, pero, sobre todo, de Cristina
Fernández.
La contracara del “estrellato” de Axel Kicillf es
> la incontenible decadencia del Jefe de Gabinete, Jorge Milton
Capitanich;
> la irremediable decadencia del Presidente del Banco Central, Juan
Carlos Fábrega;
> el descrédito que ha sumado Jorge Brito en el Gobierno y entre los
bancos: y
> la inutilidad manifiesta que ha mostrado el establishment para
acercar ideas o propuestas de políticas públicas para un Gobierno que no
sólo los ignora y los usa, sino también, se da el lujo de lanzarles
leyes para ver cómo los limita en sus capacidad operativas.
Pero con entronizar la figura de Axel Kicillof y “airear”, de nuevo, el
Gabinete, no alcanza. Por eso el Gobierno se prepara para relanzar sus
viejas batallas épicas contra el Grupo Clarín; avanzará en otro empellón
contra el Poder Judicial (ya se habla de desempolvar en el Congreso los
nuevos textos de los códigos Penal y Civil y Comercial Unificados,
junto con un nuevo Código de Procedimientos y una nueva Ley del Servicio
Penitenciario Federal) y se volverá a la opción “billetera o garrote”.
De esta forma, Cristina Fernández quiere usar la épica para lanzar un
nuevo “movimiento de restauración” del kirchnerismo, con la idea de
recuperar votantes perdidos y capacidad política, consolidando su imagen
positiva, para llegar a Diciembre de 2015 imponiendo condiciones, algo
que parece casi imposible en medio de un default y las restricciones
externas que podría generar un refinanciación de todos los pasivos
externos argentinos.
Pero es el Gran Salto Adelante, que el ex maoista Zannini parece haber
acordado con Cristina.
Hasta fines de 2015, las amortizaciones de las deudas nacional y
provinciales demandarán poco más de US$20.000 millones, pero hoy, la
Argentina tiene cerrado el acceso al crédito internacional, salvo que se
crea en un default corto, que es real el swap de China, que los nuevos
bancos de la Unasur o de BRICS “salvarán las papas” o que, en 2015,
habrá una supercosecha con precios internacionales en alza que puedan
cambiar algo.
En este 2014, los meses de gran liquidación de divisas por parte del
campo han pasado. Los meses que vienen son de más restricción cambiaria,
algo que puede ser peor si se extiende el default, ya sea en gravedad o
en duración. Y, para peor, el Banco Central pudo “atrapar” muy poco de
esos dólares que ingresaron. ¿Qué hará que esto cambie? ¿Nacionalizar el
comercio exterior…. ¿Será el próximo paso?
Hay que entender que el default de 2014 no es el mismo del default de
2001 por muchas condiciones, pero respecto de hace 13 años, hoy tenemos 4
veces más inflación, los precios de materias primas, cereales y
oleaginosas han pasado su mejor momento, la capacidad ociosa es
relativamente baja (por falta de inversión), el peso no es competitivo y
la infraestructura está muy debilitada.
En 1 año estaremos votando en las PASO. 2 meses más tarde, votaremos los
candidatos presidenciales. 40 días después, habrá recambio
presidencial. Hoy ya son menos de 500 días. Sin embargo, en ese lapso,
Cristina Fernández todavía le puede hacer mucho más daño a la Argentina
del que le hizo hasta ahora. Y eso es lo más grave que vamos a vivir.