Dr. Zaffaroni, no mienta más
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Las sucesivas políticas del último medio siglo terminaron tristemente
con el óptimo nivel de educación del pueblo argentino, asimismo el
continuo deterioro del Sistema de Salud, de la Justicia distributiva, de
la economía general, de la irracional explotación de los ubérrimos
productos naturales, dieron por tierra con un país que se reconocía
entre las diez potencias del mundo en la primera mitad del siglo pasado,
éramos el país del venturoso futuro.
Pasaron poco más de seis décadas y llegamos a ser el país del venturoso pasado, del angustiante presente y el tenebroso futuro.
Y ninguno de tantos auto titulados “líderes” que pisaron la Casa
Rosada, atinó a encontrar la solución a los problemas ni se esforzó en
cambiar el rumbo elegido por gobiernos populistas. La lenta destrucción
de los valores que nos enorgullecían, el respeto, la familia, el trabajo
honesto, la seguridad, la educación… No niego que la decadencia es un
mal universal conforme comprobamos día a día, pero ello no obsta a
reconocer lo poco y nada que nuestros sucesivos gobernantes hicieron
para enfrentar estos males tratando de contrarrestarlos y por el
contrario, pudimos comprobar día a día el evidente entusiasmo con que
han favorecido y estimulado esta triste decadencia.
Los que peinamos canas recordamos cuando en nuestra lejana
adolescencia un caso criminal conmovió la opinión pública: El asesinato
de la joven estudiante Mirta Penjerek volviendo de su clase de inglés
hasta su casa distante no más de veinte cuadras. Fue el hecho policial
de mayor trascendencia en el periodismo argentino. Fue un doloroso
impacto en los sentimientos de nuestra sociedad y por largo tiempo
generó comentarios de indignación y repulsa en la opinión pública. En
aquellos días no campeaba la barbarie que hoy es nuestra compañera de
ruta.
Esto fue hace poco más de medio siglo. Comparar aquella sociedad con
ésta, aquél país con éste resulta un cruel ejercicio mental, “una herida
absurda” al decir de Cátulo Castillo.
Cuando éramos una República un asesino era un individuo repudiable
que la sociedad rechazaba absolutamente y alguien que, con las pruebas
indubitables, debía ser juzgado -respetando su derecho de defensa- y
condenado. Asimismo debía cumplir efectiva e irremediablemente su
condena purgando en prisión el delito cometido, la ofensa a la sociedad.
No había duda alguna al respecto.
Hoy, en cambio, surgen pseudo criminalistas de dudosos prestigios y
obsecuentes conductas que proclaman una revolucionaria teoría según la
cual los criminales son apenas unas pobres víctimas de una egoísta
sociedad que no les ha dado oportunidad de desarrollar su potencial. Esa
sociedad egoísta debe, entonces, perdonar si estos malhechores
asesinan, violan, secuestran, roban, apenas están intentando desarrollar
su potencial y debemos comprenderlos.
Seguramente el autor de este esperpento jurídico estará curándose en
salud a efectos de declarar algún día que simplemente ayudó a los
proxenetas y tratantes de blancas, facilitándoles alojamiento para
desarrollar su potencial. La actual Procuradora General de la Nación no
dudo que aceptaría encantada esta falacia como eficiente excusa
absolutoria.
Doctor Zaffaroni, usted es un perverso y un mentiroso. A caballo de
su “doctrina” los ciudadanos honestos, trabajadores, respetuosos de la
ley y de los derechos de terceros, debemos ver como asesinan a nuestros
hijos, violan a nuestras hijas, roban nuestros bienes, destruyen
nuestros hogares, destrozan nuestras familias. Y escuchar de su boca que
en realidad las víctimas son ellos… que nosotros somos los culpables.
Dr. Zaffaroni usted no tiene perdón y deberá más tarde o más temprano
responder por esto, sea ante la justicia de los hombres o la de Dios,
pero tenga la plena seguridad que deberá responder… y pagar.
Hoy estamos gobernados por “comunistas” que viven en puerto Madero o en exclusivos countries,
comunistas que atesoran sus dineros mal habidos en paraísos fiscales de
raigambre absolutamente liberal, falsos funcionarios cuya base
electoral son los millones de subsidiados que ni trabajan ni estudian y
cuya única obligación es concurrir a masivos actos oficialistas a
aplaudir al charlatán o charlatana de turno aunque no comprendan un
simple párrafo de lo que se vocifera. Esos funcionarios están protegidos
por algunos jueces nefastos como Ud. que calla ante el intento de
destitución de un fiscal o de un juez que cumplen su magisterio con
honestidad al investigar al poder, calla pudiendo hablar porque
micrófono no le falta, motivo menos aún. Pero Ud. elige callar.
Ya llegará el momento en que deba hablar. Y tal vez no tenga detrás de Ud. el aparato que hasta hoy lo protege.
Y llegará el momento en que todos comprendan que su teoría es tan
absurda que cae por la propia base. Hágase Ud. las siguientes preguntas:
¿Quién es responsable por la educación de un pueblo? ¿Quién de la
justicia? ¿Quién de la salud pública? ¿Quién de la seguridad? ¿Quién de
las fuentes de trabajo? ¿Quién de la economía? Y así por el estilo.
Luego intente responderlas. Usted, seguramente, en su enfermiza posición
responderá: La Sociedad.
Pero lamento contradecirlo Dr. Zaffaroni, el responsable es el gobierno y usted bien lo sabe. No nos mienta más.