por Carlos Berro Madero
carlosberro24@gmail.com
"No es la experiencia del día de hoy lo que vuelve locos a los hombres.
Es el remordimiento por algo que sucedió ayer, y el miedo a lo que les
pueda traer el mañana"
- Robert Jones Burdette
Un viaje demasiado largo e inútil para las "efectividades conducentes"
-como hubiera dicho Ricardo Balbín-, parece estar acabando con los
últimos restos de equilibrio de Cristina Fernández, demasiado inquieta
para encontrar una salida al atolladero en el que se ha metido merced a
sus insensateces.
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Es muy común observar que hay personas que se sienten pésimamente mal
por algo que no deberían haber hecho, o asustados y consternados por
cosas que pueden llegar a pasarles. Eso es lo que se ve hoy detrás de la
incontinencia verbal que sufre la Presidente.
Paralizada en su interior, debe estar percibiendo que sus obsesiones la
han llevado a un camino que no tiene salida, a menos que gire 180ª y
traicione sus absurdos "relatos". Este sentimiento la tiene al borde de
la angustia (su rostro adusto lo revela a pesar de algunas risotadas
inoportunas), y mientras mira hacia su alrededor debe tener la sensación
de estar rodeada por aguas profundas donde le es imposible hacer pie.
En un intento desesperado por descollar actuando constantemente como
"prima donna", delata a todas luces estar sufriendo una verdadera
"conspiración de culpabilidad interior". De allí que siga agregando
todos los días nuevas mentiras a su pasado, (ahora al decir que fue
gobernadora "antes" que su marido), lo que deja en evidencia su adicción
neurótica por DARSE IMPORTANCIA A CUALQUIER PRECIO.
La culpabilidad de una persona consiste en general en una incomodidad
que puede convertirse en una severa depresión, porque las equivocaciones
se exteriorizan siempre en una pérdida creciente de objetividad
respecto de la realidad. Ella deseó siempre ser tomada por lo que no es y
esto la mueve a malgastar energías inútilmente para imponer ideas
muchas veces irrelevantes, que generan rechazo por el elevado grado de
histrionismo con que las "comunica".
Las historias que relata, se refieren casi exclusivamente a que alguna
vez se haya sentido de tal o cual manera, o haya hecho tal o cual cosa,
machacando constantemente con el mismo libreto.
Por otro lado, no encuentra modo efectivo para resolver los problemas
que la acucian, porque su mente está presa de una emotividad que la
trastorna, hasta convertirla, a la vista, en un ser infantil.
Es muy posible que sea el residuo de normas que le fueron impuestas en
el pasado por su mamá y su difunto marido alternativamente, y la han
convertido en un ser perturbado que realiza enormes esfuerzos para
"reconstruirse", por la misoginia que dice haber sufrido.
Hija de madre soltera, esposa de marido dominante, emergente de un hogar
de clase media baja con necesidades básicas escasamente satisfechas,
lame sus heridas tratando de doblegar a los demás imponiendo sus
caprichos a quienes dependen de ella (aunque no les guste es aún la
Presidente), y falsea su vida para ser admirada "urbi et orbi" por lo
que no es: una persona que tiene supuestamente el equilibrio necesario
para resolver las asuntos que debe enfrentar por su cargo.
Cristina está soportando además la sentencia de una culpa autoimpuesta
larvada que la está conduciendo en un viaje neurótico con rumbo
desconocido. Las culpas por lo que no hizo o le hicieron la mueven a
repetir seguramente el mismo comportamiento cada vez que debe
"absolverse" a sí misma por lo que siente.
La arquitecta egipcia, exitosa abogada "monotributista de operaciones
inmobiliarias" y gobernadora "fantasma" está perdiendo pie en el
laberinto de sus dilemas con "the world" (Cristina dixit), como un burro
atado a una noria que da vueltas y vueltas a la misma sin moverse del
sitio.
Nos ha puesto a todos en extremo peligro. La economía y la política
dependen hoy casi exclusivamente de las manipulaciones de quien siente
que su fracaso final la sumiría en una vergüenza que no podría asumir,
lo que la está matando lentamente, haciéndole cometer una imprudencia
detrás de otra.
Mientras parlotea, parece decirle a todo el mundo: "no te me acerques,
ni oses contradecirme, ¿cómo crees que puedo tolerar que me hayas
obligado a enfrentarme con los demonios interiores que me dominan?"
Olvidémonos de su arenga en la ONU. Para nuestros problemas fue
irrelevante, una verdadera ensalada rusa deshilvanada, que parodió por
momentos los dichos del motochorro defensor de "sus" derechos humanos,
que "no quiso matar ni violar" -popularizado con impudicia por Mauro
Viale en la TV-, para terminar insistiendo en que los fondos "buitres"
no deberían cobrar por la "oscuridad" de su origen, pero la Argentina
les pagará igual. ¿Cuándo? ¡Chi lo sá! Como puede apreciarse, el mal
está dentro de nuestras fronteras, personificado por quien "manotea"
cualquier argumento que convenga a sus intereses personales por más
absurdo que sea. Son inútiles los análisis de la coyuntura que no tengan
en cuenta que los problemas que enfrentamos pertenecen
a la psicología enfermiza de UNA SOLA PERSONA.
Cuando alguien desvaría, se aleja inmediatamente de la razón. Y si tiene
poder, arrastra inexorablemente a quienes lo rodean por más esfuerzos
que hagan para sujetarlo.
Quizá con el tiempo las extravagancias de Cristina Fernández figuren en
alguna antología histórica compitiendo con Imelda Marcos, de Filipinas.
La de los 30.000 (¿) pares de zapatos.