BERGOGLIO SERVIDOR DE SATANAS
«Esta
es la hora de la confusión, la hora del Falso Profeta, que busca
imponer a los hombres su propia doctrina inspirada por el espíritu del
mal. Porque Mi Verdadero Evangelio no es doctrina de hombres, pues es de
origen Divino» (Jesús a un alma escogida). Es
el tiempo de estar arraigados en la fe. Pero en esa fe divina y
católica, dada por Jesús a Sus Apóstoles. En esa fe existe la claridad,
la integridad, el conocimiento del bien y del mal. Sin esa fe, todo es
oscuridad y confusión.
No existe otro Evangelio, sino el dado por Jesús. Es la hora de la confusión, en la que Jesús sufre: «Sufro
terribles dolores en Mi Corazón Traspasado a causa del silencio e
indiferencia de Mis sacerdotes y siervos consagrados, porque cuántos de
vosotros sabéis que se está acercado la hora y no preparáis a las almas
frente a los acontecimientos venideros, y por culpa de vuestro silencio y
cobardía muchos se perderán».
¡Cuántos de vosotros sabéis que es ya la hora!
La
Jerarquía de la Iglesia sabe lo que está pasando. Y calla. Y no prepara
a las almas hacia lo que viene. No hay excusa de su pecado.
Conocen el tercer secreto de Fátima y lo siguen escondiendo, siguen callando.
El silencio culpable de la Jerarquía y de los religiosos hace pecar a toda la Iglesia, y lleva a la condenación a muchos: «por culpa de vuestro silencio y cobardía muchos se perderán».
Muchos
siguen la Iglesia oficial y se perderán. No hay camino si sigues
obedeciendo a la Jerarquía oficial. Búscate a un sacerdote que crea y
que se oponga a Roma. Sólo así te salvarás.
Esto es duro de predicar, pero es la única verdad.
La Jerarquía no se atreve a hablar claro y deja estar la situación de la Iglesia en un veremos qué pasa en el Sínodo. Ese veremos mata almas. Se las deja en manos de ese lobo vestido de Obispo, al cual tienen la desfachatez de llamarlo “santo padre”, y es sólo el servidor de Satanás, con la misión de engañar a la Iglesia y al mundo entero.
Bergoglio ya se ha quitado la careta, y aun así muchos no ven su juego.
Muchos intelectuales ven las herejías de Bergoglio, ven su descalabro, y lo siguen llamando “papa”.
No tienen vergüenza. No son capaces de llamarlo por su nombre: falso
profeta, bufón del Anticristo, usurpador, falso Obispo. Están agarrados a
la palabra oficial de la Jerarquía. ¿Qué dice Roma? Si Roma no
habla, la cosa sigue sin resolverse. Hay que seguir esperando. Hay que
nombrar a Bergoglio como papa.
¡Este
es el error garrafal de muchos! Ya no son los tiempos de esperar a que
Roma hable. Es la hora de la confusión. Es la hora del Falso Profeta. No
busquen una verdad en Roma porque no la van a encontrar.
«Dirijo
estas palabras a todos Mis fieles que habéis reconocido ya los Signos
de los Tiempos, y vivís bajo mi Guía preparándoos, día a día, a los
grandes acontecimientos del Fin de los Tiempos, poco visibles para la
gran mayoría, aun de entre vosotros Mis sacerdotes. Si habéis decidido
seguirme, estad listos para la prueba, armaos de valor y no os
acobardéis, porque os señalarán y os enjuiciarán Mis mismos Pastores,
como lo hicieron conmigo los Ancianos y los Maestros de la ley. Lo
hicieron primero conmigo, llamándome blasfemo, por proclamar la Verdad y
defenderla. Ahora, a vosotros, os aborrecerán por denunciar la mentira y
el engaño, habiendo descubierto al impostor, al que le llaman
multitudes “santo padre”, a quien él mismo se dio el título de obispo de
Roma, y es solamente un servidor del diablo, porque abandonó el
Espíritu de la Verdad, el Espíritu Santo, para recibir el espíritu del
mal, haciéndose servidor de Satanás, dejando de ser miembro de Mi Cuerpo
Místico».
Es el fin de los tiempos: nadie lo cree. «…poco visibles para la gran mayoría, aun de entre vosotros Mis sacerdotes».
La Jerarquía tiene un empacho de teología y no ve nada. No sabe
discernir nada. Tanta teología que les va a llevar al infierno de
cabeza. Carecen de auténtica vida espiritual.
San Juan escribió Su Evangelio para que creyeran que «Jesús es el Mesías» (Jn 20, 31).
Bergoglio,
servidor de Satanás, enseña su doctrina para que las almas sean
conducidas hacia el infierno, para que no crean en Jesús, sino en el
concepto nuevo de Jesús.
Todo sacerdote de Cristo, cuando habla, cuando predica, lo hace para que las almas crean en la Palabra de Dios.
Todo
servidor de Satanás, cuando habla, es para que las almas sólo crean en
sí mismas, en sus vidas, en su humanidad, en lo que pueden ver y tocar,
en su lenguaje humano. Son expertos en demoler el lenguaje dogmático
para quedarse en su barato y blasfemo lenguaje humano, vacío de toda
verdad.
Es
difícil predicar para convertir a las almas hacia la Verdad. Es muy
fácil hablar muchas cosas, y muy concertadas en la inteligencia, pero
que no sirven para abrir el corazón de la persona a la fe en Cristo.
Es muy fácil hablar lo que el pueblo quiere escuchar. Eso lo hace la mayoría de la Jerarquía, que no quiere pringarse los dedos dando la doctrina que no cambia, la eterna, la inmutable, la que nadie quiere escuchar y vivir.
Hoy
la Jerarquía no es testimonio de Cristo, de la Verdad. Son sólo eso: un
conjunto de hombres veletas del pensamiento de Bergoglio. Y son ellos
mismos los que producen la confusión dentro de la Iglesia.
Y hay que oponerse a ellos, sabiendo que ellos mismos van a perseguir a los verdaderos católicos: «os señalarán y os enjuiciarán mis mismos pastores».
No
esperen de la Jerarquía, que sigue a Bergoglio, que se somete a su
inteligencia humana, comprensión ni misericordia con ustedes. Si siguen a
uno que no pertenece a la Iglesia Católica, tienen que atacar a los que
están dentro de la Iglesia Católica, a los que siguen la doctrina
católica, la de siempre.
Y,
por seguirla, por permanecer fiel a esa verdad inmutable, deben juzgar y
condenar a Bergoglio. Y esto es lo que la Jerarquía de la Iglesia no
admite: que se juzgue a Bergoglio, que no se le tenga como papa.
Roma ya no habla la verdad. Hay que juzgar y condenar a Roma.
Ellos
van hacer lo mismo que hicieron con Jesús: van a llamar blasfemos a
todo aquel católico que critique, que denuncie a Bergoglio como el
impostor que es. Van a querer que todos se sometan al juicio de los
Obispos en el Sínodo. Quien no lo haga, será excomulgado.
No
hay que tener miedo de esta Jerarquía que no pertenece a la Iglesia
Católica, pero que está al frente de todas las parroquias del mundo. Hay
que saber enfrentarse a ellos, sin miedo. Y si ellos, en público,
exigen la obediencia a la doctrina de Bergoglio, entonces en público se
les escupe a la cara y se abandona esa parroquia, como lugar tomado por
Satanás para levantar su iglesia.
Quien
no tenga las cosas claras de lo que pasa en la Iglesia, está totalmente
perdido en esta hora: es la hora de la oscuridad. No hay luz por
ninguna parte. En Roma no hay conocimiento de la Verdad. En la Jerarquía
no hay sabiduría divina. Entre los fieles, sólo existe la opinión de la
mayoría.
Nadie
se atreve a dar la cara por la verdad. Tienen miedo a los hombres: a lo
que piensan, a lo que dicen. Y no saben enfrentarse a ellos.
¿Qué
es la mente de Bergoglio? Una cloaca de maldad. Y punto y final. Quien
vea en Bergoglio alguna sabiduría, se ha vuelto loco de remate.
No
se puede comulgar con una cloaca de impurezas para constituir la
Iglesia de Cristo. No se puede excusar la mente de Bergoglio sólo para
tenerlo contento a él. No se pueden limpiar las babas que continuamente
salen de la boca de ese maldito. Hay que batallar en contra de ese
ignorante y decirle que se marche, que viva su vida como quiera, pero
que deje de hacer el idiota.
Todo
católico está obligado a comulgar con el Papa Benedicto XVI si quiere
salvar su alma. Y aquel que no lo haga no pertenece a la Iglesia
Católica, no es católico.
«Os
he permitido, hasta ahora, venir al lugar de Mi Santo Sacrificio para
que ofrezcáis reparación ante lo que vuestros ojos del alma ven, y se os
ha sido revelado, así como el Espíritu de la Verdad os guía a hacer la
ofrenda y la unión espiritual y mística con Mi Verdadera Iglesia, guiada
y sostenida por Mi Verdadero Vicario Benedicto XVI, y os abstenéis de
la unión con Francisco, el obispo de Roma. Llegará el día en que debéis
abandonar el Lugar Santo, y Yo mismo os enviaré a un lugar reservado en
donde se Me dará un Verdadero Culto, y la Verdadera Adoración, en
comunión de Mis sacerdotes escogidos para esta hora, porque para
entonces el lugar en donde se celebrará Mi Santo Sacrificio estará
terriblemente profanado y convertido en guarida de demonios».
Cuando
en la Misa se conmemora el nombre de Francisco en la liturgia, se
produce una comunión espiritual de los fieles con el apóstata Bergoglio.
Para
no entrar en esa unión, los fieles tienen que ir a la Misa con la
intención de reparar todos los pecados que se ven en la Iglesia. El
pecado de haber puesto a un hereje como papa. El pecado de someterse a
la mente de ese hereje. El pecado de callarse ante las herejías de ese
hereje. El pecado de mantener a ese hereje en la Silla que no le
corresponde. El pecado de nombrarlo en las misas. El pecado de predicar
la doctrina de ese hereje. El pecado de alabar y ensalzar la persona de
ese hereje. El pecado de amenazar a los fieles que no comulguen con ese
hereje.
Si
se va con esta intención, todo lo que ocurra en esa misa no contamina
al alma. Se está en el Calvario, en la Presencia de Jesús, que sufre y
muere por sus almas, por sus sacerdotes y religiosos que callan ante el
desastre que ven en la Iglesia.
No
tengan miedo a las palabras de la Jerarquía: son sólo hombres, que han
perdido toda autoridad divina en la Iglesia. Actúan como hombres,
piensan como hombres, miran la vida de la Iglesia como lo hacen los
hombres.
«No
temáis a los juicios de los hombres, porque a todo el que Me sigue se
le perseguirá, y serán juzgados injustamente. El Ángel del Señor estará
con vosotros para proteger a Mis Mensajeros hasta que cumplan con la
misión que se les ha sido encomendada, y que libremente recibieron por
amor a Mí y a Mi Padre del cielo».
Jesús
es la Revelación del Padre, es decir, es la Palabra del Pensamiento del
Padre. Jesús descubre lo que piensa Dios; Jesús obra lo que quiere
Dios; Jesús vive como vive Dios.
Jesús ya todo lo ha dicho. Y ha puesto Su Revelación en la Iglesia Católica, que Él mismo ha fundado en Pedro.
Poner es confiar a la Iglesia, a la Jerarquía unida a Pedro, todo el Pensamiento de Su Padre.
Poner es hacer que la Iglesia, Su Jerarquía, custodie y propague toda la Vida de Dios, que se manifiesta en los Sacramentos.
Cuando
la Jerarquía de la Iglesia ha perdido la fe en la Iglesia, es decir,
cuando ya no cree en la Iglesia que Cristo ha fundado, cuando ya no
custodia ni propaga la doctrina de Cristo, entonces esa Jerarquía no pertenece
a la Iglesia, porque se vuelve herética, vive en la apostasía de la fe,
y obra el apartamiento de toda Autoridad Divina, de toda ley Eterna.
Dios
ha confiado a la Iglesia custodiar en santidad y declarar
infaliblemente la doctrina de fe y de costumbres. Si la Iglesia no hace
esto, automáticamente pierde su autoridad doctrinal, que es divina.
Ya la Iglesia no enseña con autoridad, con el poder divino, la verdad,
lo que hay que creer; sino que se dedica a hablar de muchas cosas para
no decir ninguna verdad. Se oculta la verdad divina para manifestar todo
un conjunto de verdades a medias, de relativismos.
No
hay que seguir ese hablar, ese lenguaje humano, porque no refleja el
Poder de Dios, la Autoridad de Dios. Sólo está manifestando un poder
humano, una obra humana, que no tiene nada que ver con la de Cristo.
Sólo se refleja el pecado de orgullo.
Bergoglio es herejía pura:
«Me
imagino ese susurro de Jesús en la Última Cena como un grito… El
Bicentenario de aquel grito de Independencia de Hispanoamérica…. nacido
de la conciencia de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos,
saqueados, sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos
de turno».
Bergoglio
toma en vano el nombre de Jesús para predicar su blasfemia. Y tiene que
pedir perdón por las atrocidades de los colonizadores:
«…
pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia
sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada
conquista de América».
Todo
el problema de Bergoglio es que cree en lo que dice. Para el que lo
lee, sólo hay una expresión: este tipo se ha vuelto loco.
¡Qué escándalo son estas palabras!
¡Qué ultrajante es este pensamiento del impostor!
¡Ofende
a toda la Iglesia Católica! Y él tan contento. Y los que lo tienen como
papa, felices de que muestre su odio a la Iglesia Católica
Este
personaje sigue la teología de la liberación, en la cual los
colonizadores trajeron de Europa un cristianismo sincrético, es decir,
una síntesis entre la experiencia religiosa antigua de los griegos,
romanos y bárbaros, con la tradición judeocristiana.
Para
esta teología, los colonizadores no trajeron la fe auténtica, no
predicaron la Verdad del Evangelio de Cristo, no enseñaron a ser
Iglesia. Ellos no creen en Jesús como Dios, sino como un hombre más.
Ellos no pueden creer en Jesús sin más; tienen que creer en la
comunidad, es decir, en el Jesús de la historia, en el Jesús que cada
comunidad, cada cultura, cada nación se inventa.
Jesús,
para estos herejes, es alguien que se insertó en la historia humana y
que dio sentido a los que lo seguían. Un sentido humano, un sentido
contemporáneo para aquellos hombres. De esta manera, ese Jesús tiene que
ser traducido de forma comprensible para las personas del tiempo
presente. No se puede seguir al Jesús de los Evangelios, porque fueron
escritos en una época determinada, con unas culturas, con unas
creencias, con unos mitos. Cada pueblo tiene que inventar, adaptar ese
Jesús del Evangelio a su vida de comunidad en particular.
Por
eso, este hombre tiene que pedir perdón porque la Iglesia hizo su
trabajo según la mentalidad de la época, y lo que tenía que hacer era
acomodarse a las culturas que encontraba, sin enjuiciar ni condenar
nada. Como no lo hizo, entonces cometieron muchos crímenes, como el de
apropiarse de tierras indígenas, el de quedarse con el oro y la plata, y
el de matar a los aborígenes. Por estos tres crímenes: saqueo, robo y
muerte, ese hombre ha pronunciado unas palabras inadmisibles, llenas de
injusticia, de oprobio y de vejámenes.
Bergoglio
está en su marxismo y le duele lo que hicieron los conquistadores,
porque es incapaz de ver la verdad histórica. Él sólo vive en la memoria
de su pensamiento, en su fe fundante. Y, por eso, sis palabras producen
un daño incalculable.
Por
eso, Bergoglio presenta a un Jesús revolucionario: el grito de la
Última Cena es el grito de la revolución de la independencia. Jesús
pronunció ese grito de acuerdo a la mentalidad de aquella época. Hoy hay
que hacerlo de otra manera.
«…
digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de
estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los
campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las
comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra,
la hermana Madre Tierra…».
Hoy
lo que impera en el mundo es el nuevo orden mundial. Y hay que gritar
ese cambio: un cambio de estructuras. Hay que dejar los Estados, los
países particulares y centrarse en un gobierno mundial. Y la razón: su
comunismo. Sus campesinos, sus trabajadores, sus comunidades.
Bergoglio lanza dos ideas: la masónica o el idealismo puro, el orden mundial; y la comunista, el bien común global.
Además, mete la idea protestante: su panenteísmo. Hay que cuidar la madre tierra.
En estas tres ideas se basa toda la doctrina de Bergoglio, todo su magisterio, que no tiene ninguna autoridad doctrinal, porque no custodia la Revelación de Jesucristo, la doctrina que Jesús dio a Sus Apóstoles.
La autoridad doctrinal,
en la Iglesia, está apoyada en la verdad absoluta e inmutable. Quien
enseñe esta Verdad automáticamente tiene el poder de Dios. Lo hace con
Autoridad, con la fuerza del Espíritu. Y nunca se equivoca en lo que
enseña.
Pero
quien enseñe una mentira en la Iglesia, automáticamente pierde el poder
divino, y lo que enseña es con su poder humano, con su pobre autoridad
humana, con las fuerzas de su mente y de su voluntad. Y, por lo tanto,
quiere imponer su idea, su doctrina a los demás. El mentiroso da mil
vueltas para imponer a los demás su visión de la vida. El que dice la
verdad deja libre siempre a los demás, enseñando el verdadero camino.
Bergoglio
impone su idea en Roma y en toda la Iglesia. Para ello tiene a la
masonería, que ocultamente trabaja en todas las parroquias del mundo,
haciendo que toda la Jerarquía enseñe el magisterio de Bergoglio.
Por
eso, ahora los sacerdotes están obligados a defender a Bergoglio, a
predicar su doctrina. Una vez que Bergoglio ha vomitado su Laudato Si, que es el magisterio de un heresiarca, la persecución dentro de la Iglesia se ha establecido.
Hay que decirlo sin miedo: Bergoglio es un loco de atar. Y hay que meterlo en un manicomio.
Bergoglio
es un maldito endemoniado, con un odio visceral a la Iglesia Católica.
Es un ser totalmente ciego, que vive la depravación de su conciencia. Él
vive su conciencia global y tiene que atacar a los de conciencia
aislada:
«Es
el drama de la conciencia aislada, de aquellos discípulos y discípulas
que piensan que la vida de Jesús es solo para los que se creen aptos. En
el fondo hay un profundo desprecio al santo Pueblo fiel de Dios».
Los
de conciencia aislada, en el lenguaje baboso de este hombre, son los
verdaderos católicos que disciernen que el amor de Dios es exigente. Y
quien no esté preparado no puede entrar en el Reino de los Cielos.
Esto
lo ha enseñado hoy en la reunión con el clero boliviano: les enseña a
comulgar con su doctrina. Y la Jerarquía asintiendo con su cabeza,
callada como idiotas al matadero.
Bergoglio
ha elegido el mal para su vida, y eso es lo único que le interesa en la
vida. Y es lo único que ofrece a los demás, a los que le quieran
seguir. Por eso, tiene que atacar la verdad, la Iglesia, la ley de Dios,
la Autoridad de Dios.
Digámoslo sin miedo: queremos que Bergoglio se vaya a su casa y muera allí en la más absoluta miseria, olvidado de todos.
Digámoslo
sin miedo: queremos que se muera Bergoglio. Desear la muerte de
alguien, por su bien espiritual, es lo mejor que se puede hacer con este
personaje. Si sigue viviendo, no hay salvación para su alma. Pero si
tiene un accidente y muere, quizás se pueda salvar, aunque sólo sea por
temor a lo desconocido. Bergoglio no cree en Dios, sólo cree en su
concepto de Dios: él vive su idealismo puro, su ateísmo radical,
mezclado de comunismo y protestantismo.
Jesús
es la Revelación y ha puesto esta Revelación en Su Iglesia, en Su
Jerarquía. Pero la Jerarquía tiene el deber y el derecho de custodiarla
en santidad y de proclamar a los cuatros vientos el magisterio
infalible, la doctrina de fe. Si la Jerarquía no hace esto, lo que diga oficialmente no hay que seguirlo en la Iglesia Católica.
No hay que escuchar lo que viene de Roma. No hay obediencia a los herejes, porque no son Iglesia. Son usurpadores de la Verdad.
Este es el punto que se le atraganta a muchos católicos: lo oficial y la Revelación de Jesús.
¿Todo lo que habla la Iglesia oficial,
todo cuanto sale de la boca de la Jerarquía, es para decir la verdad
pese a quien pese? O, por el contrario, ¿las palabras y las obras de la
Jerarquía oficial no tienen nada que ver con la Revelación que Jesús ha confiado a la Iglesia?
Cuando la Jerarquía oficial predica herejías y vive la apostasía de la fe, entonces esa Jerarquía no pertenece a la Iglesia Católica, y el católico tiene el deber y la obligación de no obedecer
a esa Jerarquía, de separarse de Ella. Si no hace esto, entonces la
sigue y admite muchos pecados, que le apartan de la gracia de Dios.
«Sacerdotes, despertad, no durmáis que el Enemigo ya está entre vosotros y no lo reconocéis».
Si
la Jerarquía no reconoce al demonio es que vive con el demonio, come
con él y se acuesta con él: hace una vida de demonios. Son demonios
encarnados.
Si
la Jerarquía no reconoce a Bergoglio como enemigo de Cristo y de la
Iglesia Católica es que se han vuelto enemigos de la verdad y se han
unido a ese viejo verde para destruir la Iglesia.