Francisco y Kirill: Cortinas de humo y espejismos
El
papa Francisco finalizó su histórico encuentro con el patriarca Cirilo
de Moscú y todas las Rusias en Cuba la semana pasada. Su Declaración conjunta
convoca a las iglesias Católica y Ortodoxa rusa a apoyar conjuntamente a
los cristianos perseguidos, así como a dar testimonio unidas a favor de
la vida y el matrimonio tradicional. El documento tiene mucho de bueno, pero los párrafos 24 y 25 en
particular me llamaron la atención por sus implicaciones ecuménicas.
Veamos los párrafos en cuestión:
- Los ortodoxos y los católicos están unidos no sólo por la Tradición común de la Iglesia del primer milenio, sino también por la misión de predicar el Evangelio de Cristo en el mundo contemporáneo. Esta misión requiere respeto mutuo entre los miembros de las comunidades cristianas, excluye cualquier forma de proselitismo. No somos competidores, sino hermanos: debemos arrancar de este concepto ejecutando todas estas actividades relacionadas con nuestros lazos y contactos con el mundo exterior. Instamos a los católicos y a los ortodoxos de todo el mundo para aprender a vivir juntos en paz, amor y «armonía unos con otros» (Rom. 15,5). Es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar de una iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias tradiciones. Estamos llamados a poner en práctica el mandamiento de San Pablo Apóstol y «anunciar el Evangelio donde nunca antes se había oído hablar de Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otros» (Ro 15,20).
- Esperamos que nuestro encuentro contribuya a la reconciliación donde hay tensiones entre los greco-católicos y los ortodoxos. Hoy en día es obvio que el método de la unión de los siglos pasados que implica la unidad de una comunidad con la otra a costa de la separación de su iglesia no es la manera de restaurar la unidad. Al mismo tiempo, las comunidades eclesiásticas que han aparecido como resultado de circunstancias históricas tienen derecho a existir y hacer todo lo necesario para satisfacer menesteres espirituales de sus fieles, buscando la paz con sus vecinos. Los ortodoxos y los greco-católicos necesitan la reconciliación y la búsqueda de formas de convivencia mutuamente aceptables.
Los dos últimos párrafos contienen las típicas advertencias contra el
proselitismo. Aunque el documento limita el proselitismo a los medios
de conversión que empleen «medios incorrectos» para hacer prosélitos,
hemos visto observado que los documentos vaticanos modernos la palabra
proselitismo está llena de ambigüedades. Si bien siempre se utiliza de
forma que da lugar que se pueda afirmar que sólo se refiere a formas
incorrectas o inmorales de convertir –como en la cita arriba
reproducida–, sabemos también que para S.S. Francisco y para muchos
teólogos proselitismo es sinónimo de simple y sencillamente conversión.
Por ejemplo, en el discurso de Francisco en Argentina en 2013, en el que
condenó el proselitismo con estas palabras y dijo: «¿Voy a convencer a otro de que se haga católico? ¡No, no, no!», O cuando afirmó en Corea:
«Con mi identidad y con mi empatía, apertura, camino con el otro. No
busco que se pase a mi bando, no hago proselitismo». En este caso, hacer
proselitismo significa que se pase a nuestro bando; o sea, convertirlo.
Para más detalle sobre el sentido fraudulento en que se emplea la
palabra proselitismo en documentos contemporáneos véase el artículo de
Unam Sanctam Catholicam Proselytism and Conversion“.
Pero la afirmación más interesante se encuentra en el párrafo 25, en el que el Pontífice y el Patriarca rechazan a los llamados uniatas. ¿Quiénes son los cristianos uniatas, y por qué los rechazan categóricamente?
Históricamente, era una forma de reconciliación entre las iglesias
ortodoxas orientales y Roma. Para ello se establecían unas normas
jurídicas y canónicas particulares a esas comuniones que les permitían
mantener ciertos distintivos culturales a cambio de que reconocieran la
supremacía del Romano Pontífice. Esto daba lugar a la unión eclesial; de
ahí el nombre de iglesias uniatas.
En total, hay 19 iglesias uniatas con 253 prelados que gobiernan a
más de 18 millones de cristianos por todo el mundo. Algunas son muy
reducidas, como la Iglesia Católica Bizantina Albanesa, con 3800
afiliados, y la Iglesia Católica Bizantina Griega, con 2400. Otras, en
cambio, son bastante numerosas, como los ritos melquita y siromalabar,
cada uno de los cuales cuenta con cerca de un millón de seguidores. La
iglesia uniata más numerosa es la Iglesia Grego-Católica Ucraniana, con
44 obispos que pastorean a más de cinco millones de católicos ucranianos
distribuidos en 31 eparquías. Con un total de 18 millones de fieles,
las iglesias uniatas no son insignificantes en modo alguno. Es una
bendición que la nueva declaración conjunta otorgue a esos 18 millones
de católicos el «derecho a existir».
A propósito, como esto de los uniatas no es sino un método de
reconciliar a los ortodoxos con Roma (y no de convertir a los católicos a
la fe ortodoxa), este acuerdo para rechazar tal método resulta
demasiado parcial para la Iglesia Católica. Los rusos no ganan nada de
terreno; la Iglesia Ortodoxa rusa siempre ha detestado a las iglesias
uniatas, a las que considera traidoras. Por lo tanto, la declaración
conjunta significa en esencia que la Iglesia Católica adopte la
perspectiva ortodoxa de Rusia con respecto a las uniatas.
Parece mentira que se rechace el sistema uniata como modelo de reconciliación, dado que históricamente ha sido el medio más eficaz de reconciliar a los ortodoxos.
¿A que se debe que la Iglesia Católica rechace lo que hasta ahora ha
resultado el mejor método para reconciliar a los ortodoxos? A que ese
método requiere que los uniatas se aparten de la comunión ortodoxa, y
eso está prohibido en el nuevo orden ecuménico. Esta es la postura
implícita de la Iglesia desde la Ostpolitik vaticanosecondista, y se
hizo oficial en la declaración de Declaration de Balamand en 1993. Aquí
pueden leer lo que escribimos sobre la Conferencia de Balamand (en inglés) si quieren saber más sobre dicha declaración.
En últimas, lo que esto quiere decir es que a pesar del alarde de
unidad entre Francisco y Cirilo, la declaración de marras no permite el
menor acercamiento entre Roma y Moscú. De hecho, una unión semejante
queda explícitamente repudiada, como se puede ver en el párrafo 24,
¡donde la declaración cita extrañamente el versículo Romanos 15,20 fuera
de contexto («empeñándome de preferencia en no predicar la Buena Nueva
en donde no era conocido ya el nombre de Cristo, para no edificar sobre
fundamento ajeno») para que se entienda que Roma no quiere convertir a
los fieles de Moscú. Parece mentira que Francisco cite de modo a San
Pablo; los otros fundamentos o cimientos a los que se refiere San Pablo
son otras iglesias cristianas. No olvidemos que, desde la perspectiva
católica, los ortodoxos rusos son cismáticos. No hay precedentes en la
eclesiología católica de que se considere a las iglesias cismáticas como
otros fundamentos sobre los que no podamos edificar.
Más cortinas de humo y espejismos es lo que tenemos aquí.
[Traducido por J.E.F. Fuente: Unam Sanctam]