miércoles, 17 de febrero de 2016

¿Qué hay detrás de los 140 despidos?

El interventor que puso Cristina Kirchner en 2011 inundó el organismo de militantes sub 30, con altos sueldos de hasta 60 mil pesos y nula experiencia.
 
¿Qué hay detrás de los 140 despidos?
 
La "revolución" llegó a Fabricaciones Militares en el verano de 2011, cuando se nombró como interventor a Santiago Rodríguez, un joven de La Cámpora, de 34 años, que llegaba desde el Ministerio de Producción que conducía Débora Giorgi.
 La agrupación kirchnerista literalmente copó el organismo, que multiplicó por cinco su plantilla de personal y se inundó de una juventud sub 30, la mayoría sin título universitario, pero con sueldos de entre 30 mil y 60 mil pesos.
 
Y los caprichos se hicieron notar: el salmón en las comidas, el uso de choferes a cualquier hora y la propagación de viajes al exterior son sólo una muestra de cómo un núcleo de funcionarios puesto a dedo hizo de un ente con prestigio su patio trasero.
 
La gestión de Rodríguez empezó en enero de 2011, pero el poder del interventor se catapultó cuando el ministro de Defensa, Agustín Rossi, lo nombró secretario de Investigación, Tecnología y Producción de su cartera. Rodríguez mantuvo los dos cargos, por lo que en los hechos se convirtió en su propio jefe o supervisor.
 
Entonces, centuplicó las contrataciones de jóvenes adictos, elevó los sueldos de los amigos y puso a su prometida –hoy, esposa–, Bárbara Grané, como gerente de Comunicación y Relaciones Institucionales, el tercer cargo con más poder del organigrama. Un dato que sirve para graficar los cambios son los sueldos. El más alto dentro de Fabricaciones Militares ronda los 60 mil pesos, para la categoría A19.
 
La A implica que se trata de un profesional y el número tiene que ver con la carrera. Antes de que asumiera Rodríguez sólo había cuatro empleados A19 y hasta el ayer, cuando el Ministerio de Defensa echó a casi 500 empleados, había más de veinte, muchos de ellos de jóvenes sin título que le daban órdenes a ingenieros recibidos que tenían un sueldo bajo y la categoría B.
 
Algo similar ocurrió con los choferes.
 
Durante la gestión de Rodríguez, Fabricaciones Militares pasó de tener dos a once choferes, todos a disposición las 24 horas de los jóvenes militantes. Se compró una camioneta Mercedes Benz, tres Toyota y cinco Kangoo.
 
Algunos de esos vehículos fueron utilizados para hacer campaña en la Ciudad de Buenos Aires  favor de Mariano Recalde (también se imprimieron folletos, que los propios empleados distribuyeron en Cabildo y Federico Lacroze y otras esquinas de la zona).
 
Otro de esos automóviles estaba a disposición de Grané, que con su pelo platinado y un rodete en la cabeza al estilo Eva Perón, comía salmón en los almuerzos, ordenaba cualquier tipo de bebidas y monopolizaba el uso de la cafetería, restringiendo su acceso a los abiertamente kirchneristas.
 
"La persona a cargo de las contrataciones de alimentos tenía enfermedades en la piel por tener que bancarse los deseos de esta señora", le dijo a Infobae un empleado que sufrió las persecuciones del kirchnerismo y los gritos de Grané, que se ganó el mote de "emperatriz" por su origen nepotista y sus caprichos.
 
Otro de los movimientos clave de Rodríguez fue desplazar a una profesional con 40 años de experiencia, que estaba al mando del área de abastecimiento.
 
A los dos meses de iniciar su mandato, le mandó a decir a la persona que ostentaba el cargo que no se trataba de un tema personal. "Necesito alguien de confianza", le confesó. Y puso en su lugar a un kirchnerista, Guillermo Sarafoglu, hermano de Laura, la camporista con más peso que todavía sigue trabajando en Fabricaciones Militares, ya que fue contratada por decreto y sólo puede ser despedida por esa vía.
 
A su vez, Rodríguez ordenó que el abastecimiento pase a depender de la administración, que también tenía a su cargo la comercialización, por lo que el interventor se quedó con el control de las compras y las ventas.
 
De esta forma, pasó a controlar absolutamente una de las cajas más grandes del Estado, que cuando asumió equivalía a todo el presupuesto de Defensa.
 
La adjudicación de los contratos al mejor postor se convirtió en una frase arcaica y los acuerdos con amigos y vecinos se reprodujeron una y otra vez. Rodríguez se encontró con una prestigiosa empresa funcionando, con cuatro plantas químicas y una quinta de armas y municiones, que abastecían a las Fuerzas Armadas y al sector privado.
 
Soñaba con hacer un holding que incluyera a todas las empresas del Ministerio de Defensa, pero su inexperiencia y la de sus acólitos traicionó sus sueños. Al final, dejó una firma con un déficit anual en torno a los mil millones de dólares.
 
Más de una vez los empleados de Fabricaciones Militares escucharon decir al subsecretario de Investigación y Desarrollo, Leandro Navarro, que la empresa era un bien social, como Aerolíneas Argentina, por lo que no estaba mal vender productos por debajo del costo.
 
Sin embargo, esa impronta social y de fines nobles no le privó al interventor hacer con su pareja numerosos viajes al exterior, que con la excusa de visitar ferias de armas, terminaban siendo semanas de vacaciones en París, China, Israel o Brasil. "Convirtieron a la fábrica en una agencia de turismo", graficó a Infobae una fuente del organismo.
 
No obstante, hay un caso que muestra que el beneficio no era para todos, sino para Rodríguez, su pareja y los gerentes: cuando un técnico con vasta experiencia y años de carrera pidió asistir a un Congreso en Uruguay al que iba desde hace años, el gerente de Recursos Humanos (otro sub 30, sin experiencia y puesto a dedo) le dijo que no era apropiado para Fabricaciones Militares.
 
Desde su creación en la década del 40, Fabricaciones Militares sobrevivió a todos los cambios políticos del país. Los cargos políticos se manejaban políticamente, pero los técnicos seguían haciendo su trabajo.
 
En el lustro que Rodríguez intervino, perdió su fama de "marca de calidad", mientras se dejaban de lado los ingenieros con conocimientos para poner en su lugar a militantes, muchos de los cuales habían sido alumnos del entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, y del fallecido Iván Heyn, en la Universidad de Buenos Aires. El peso del currículum y la experiencia no fueron factores importantes a la hora de hacer la "revolución".