FRANCISCO Y CIRILO SE ABRAZAN BAJO LA MIRADA DE PUTIN
Sobre el abrazo entre Francisco y Cirilo, la sombra de Putin
Para
reunirse con el patriarca de Moscú el Papa ha apoyado la política de
Rusia en Ucrania y en Oriente Medio, decepcionando las expectativas de
los cristianos de ambas regiones. Como ya había hecho en Cuba
por Sandro Magister
Chiesa, 12 de febrero de 2016
Chiesa, 12 de febrero de 2016
ROMA,
12 de febrero de 2016 – El encuentro con el patriarca ruso Cirilo en el
aeropuerto de La Habana es la fotografía perfecta de la geopolítica del
Papa Francisco: él rodea los obstáculos, no se enfrenta a ellos. Da
prioridad y urgencia al contacto entre persona y persona, como en un
hospital de campaña, donde nadie espera a que primero acabe la guerra.
En
Ucrania y en Oriente Medio realmente hay guerra. Y Rusia es su actor
principal. Pero para Francisco el abrazo con el patriarca de Moscú vale
más, como signo de paz, que hacer caso a las poblaciones católicas de
esas regiones.
El
caso de Ucrania sirve de ejemplo. En este país la Iglesia ortodoxa rusa
tiene su tierra natal, pero se siente también asediada por los millones
de fieles de rito oriental que han pasado bajo la obediencia de Roma,
los “uniatos”, como los llama despectivamente. Viceversa, los católicos
de rito bizantino ven hoy a Rusia como su enemigo e invasor.
Pues
bien, Francisco ha hecho siempre de todo para no irritar al patriarcado
de Moscú y la política imperial de Vladimir Putin, aunque haya sido a
expensas de decepcionar enormemente a los obispos, el clero y los fieles
de la Iglesia católica de la región.
Ha
definido como “guerra fratricida” un conflicto que para los católicos
ucranianos es una pura agresión por parte de Rusia. Y se ha sumado con
entusiasmo a la propuesta de Cirilo de un encuentro ni en Oriente ni en
Occidente, sino en Cuba, definida tierra “neutral”.
Pero
donde en realidad no hay nada que sea neutral y libre. Donde la
población encarcelada, entre la que abundan los presos políticos, “es
una de las diez más numerosas del mundo”, según las últimas estimaciones
del obispo de Pinar del Río, que se ocupa de ella. De donde miles aún
siguen huyendo, cruzando Centroamérica hasta los Estados Unidos, salvo
ser bloqueados en la frontera de Nicaragua, país filocastrista.
Cuando
el pasado mes de septiembre el Papa Jorge Mario Bergoglio viajó a Cuba,
no realizó uno solo de los muchos gestos de “misericordia” que siembra
en todas partes. Ni una palabra sobre las miles de personas que, en su
huída, son engullidas por el mar. Ninguna petición de excarcelación para
los presos políticos. Ninguna caricia para las decenas de madres,
esposas y hermanas arrestadas en esos días.
Hoy
sabemos que el encuentro con Cirilo en Cuba ya estaba en la agenda de
ambos, además de en la de Raúl Castro y del propio Putin.
En
la declaración conjunta suscrita por Francisco y Cirilo en el
aeropuerto de La Habana cualquier contienda teológica está arrinconada,
mientras que en primer plano está el común sufrimiento por las víctimas
cristianas, tanto ortodoxas como católicas, en Siria y en todo Oriente
Medio.
También
aquí la geopolítica de Francisco brilla más por pasión que por cálculo
racional. Impresionó la jornada de oración y ayuno convocada por el Papa
en septiembre de 2013 para evitar cualquier tipo de intervención armada
occidental en Siria. Putin exultó ante la renuncia de Barack Obama de
derrocar el régimen chií de Damasco y las Iglesias cristianas de Siria
respiraron aliviadas, pues tienen en el déspota Assad a su interesado
protector.
Pero
cuando, posteriormente, el Estado islámico se expandió dejando a su
paso un rastro de masacres y los obispos de Iraq y Kurdistán solicitaron
a Occidente una intervención militar de tierra, Francisco no les
escuchó.
Hoy,
la posición de la Santa Sede en el tablero de Oriente Medio no es
neutral, sino decididamente alienada. Y más aún desde que Putin,
evitando atacar al Estado islámico, ha reforzado su papel de guía del
frente chií pro Assad, en lo que amplios sectores de la Iglesia ortodoxa
rusa llaman “guerra santa”.
Efectivamente,
la diplomacia vaticana conecta mucho más con el eje chií dominante de
Irán -especialmente después del acuerdo sobre la energía nuclear-, que
con el mundo suní, cuyo mayor centro de guía, la universidad de al-Azhar
de El Cairo, ha roto las relaciones con Roma desde hace cinco años.
Las
bombas rusas sobre Alepo, rodeada por las tropas chiíes iraníes,
libanesas y de Assad, con la huída desesperada de los civiles suníes,
están bendecidas por el patriarcado de Moscú, tan amado por el obispo de
Roma.
Publicado con Blogsy