Osorolandia
Igual
que en Disneylandia, en la mente del Arzobispo de Madrid don Carlos
Osoro, el mundo es feliz. Los habitantes del Planeta son felices. Y es
posible un mundo mejor en el que todos nos queramos, respetemos, amemos y
sumemos en lugar de restar. En la cabeza episcopal de Mons. Osoro, que
dicen que fue matemático, la resta y la división están prohibidas. Sólo
se permiten la suma y la multiplicación. Y ésta última -siguiendo al
Papa-, solamente si no se hace en plan conejo. Y siempre que no haya
virus del Zika, según la reciente doctrina pontificia magisterial del
vuelo de México. Porque ya se sabe que la doctrina magisterial de
Francisco, siempre es de Altos Vuelos.
Es divertido ver al arzobispo Osoro imitar al Papa -a destajo-, en
sus inefables expresiones fotográficas y televisivas. Dicen mis novicios
modernistas que suele salir mucho en la televisión. Me han enseñado un
buen número de intervenciones -a cual más admirable-, en torno a todos
los temas del momento, las cuestiones más candentes y los personajes más
ardientes. Como corresponde a un arzobispo de Madrid que está ganando
méritos para el próximo capelo cardenalicio. Porque Madrid bien vale una misa, cuyo significado conocen los más cultos de mis lectores. Si no, que busquen en internet.
Las
incursiones del futuro cardenal Osoro en el mundo Podemita son
innumerables. Desde el encanto que le suscita la alcaldesa Carmena -que
tanto bien hace por las costumbres católicas de la Capital-, hasta el
sortilegio que le provoca el famoso Padre Angel -párroco
entregado a las causas gays, con misas de café y sacramentos todo a
cien, también frecuente televisivo-, pasando por el embrujo y
fascinación que siente por Rita Asaltacapillas Maestre. “Todos hemos tenido 18 años”, dice el buen cuasi-cardenal, que perdona a Rita la Cantaora
ante la prensa, las cámaras y el mundo mundial, de sus incursiones
nudistas en el mundo de escrache anticatólico, recordando la muy
modosita fémina que en el 36 ardieron los curas y capillas. Pero no
tiene importancia, porque Rita tenía 18 años llenos de buena voluntad y
amor a la libertad juvenil. Dios la bendiga.
Olvida el Arzobispo cardenalable que una cosa es la culpa y otra la
pena. Al menos así me lo hacían saber a mí los antiguos maestros de
Teología. Usted puede perdonar los pecados más graves, como sin duda lo
hizo el Señor. Pero siempre teniendo en cuenta que sus fieles,
feligreses, ovejas y demás discípulos, han sido agredidos en sus
creencias por esta chica de 18 años, tan buena ella. Aquí no hay olor a
oveja, sino olor a Rita. Habrá que preguntarle a los que estaban aquel día en la capilla, si les parece bien el perdón de Osoro. Pero seguro que estos gestos, son bien vistos desde Roma y desde el Podemismo. Valga la redundancia.
Por eso insiste el arzobispo en que tenemos mucho que aprender de Podemos.
Inigualable candidez episcopal. O dipomacia episcopal. O utopía
episcopal. Porque me niego a pensar que sea maldad o cobardía episcopal.
Es el mundo guay de la Disneylandia feliz. Todos son príncipes y
princesas felices, hasta que sale algúna madrastra con mala uva o algún
ogro malvado, que en los cuentos francisquistas siempre suelen ser
tradicionalistas. Esos malvados hipócritas que un día sí y otro también
son denunciados en Santa Marta. La Osoro-Utopía es un perfecto manual de
uso para agradar al Jefe.
Entre las perlas de Osoro para un mundo feliz, no se pierdan las bienaventuranzas
que ha pensado en un ejercicio de imaginación -tan intenso-, que
hubiera merecido una urgente hospitalización por exceso de fantasía y
ciencia teológica. Esas sí que son bienaventuranzas podemitas,
francisquitas y carmenitas.La última de ellas (la octava) es un
ejercicio de dolor de cabeza aderezado con profundidad teológica, piedad
cristiana y unos gramos de majadería episcopal.
Bienaventurados quienes promueven que no bastan las ciencias
empíricas para explicar completamente la vida, el conjunto de la
realidad, pues sostener lo contario hace desaparecer la sensibilidad
estética y la capacidad de la razón para percibir el sentido y la
finalidad.
Seguramente son las bienaventuranzas que hubiera dicho el Señor en su
tiempo, en caso de haber leído previamente la Laudato Si. Y además son
perfectamente válidas para los no creyentes puesto que ni una sola vez
nombra a Dios.
Este hombre no sólo merece el cardenalato, sino algún premio Nobel de la paz.
Fray Gerundio