Careaga, la comunista que adoctrinó a Bergoglio
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by Redacción
Esther Careaga… introdujo a
Bergoglio en la ideología comunista y éste le prestó la apoyo para sus
reuniones clandestinas.
(Transcrito
de la columna Razones/Jorge Fernández Menéndez)
La historia,
ahora que Francisco llega a México, merece ser
contada. Un joven Jorge Mario Bergoglio había
entrado a trabajar, era su primer empleo, a los 17 años de edad, en 1953, en
los laboratorios Hickethier Bachman, de Buenos Aires. Su jefa era la
bioquímica Esther Ballestrino de Careaga, quien vivía en
Argentina tras haberse exiliado de Paraguay. Ballestrino era
una mujer de izquierda, que en esos años, cuando trabajaba con Bergoglio,
fue partidaria de la naciente Revolución Cubana en aquellos años de peregrinaje
de la izquierda latinoamericana a la isla.
El joven Bergoglio y
la química Ballestrino, hicieron una buena relación
personal. “Le agradezco tanto a mi padre que me haya mandado a trabajar, contó
después Francisco a
los autores del libro El Jesuita, la biografía más precisa del
Papa, porque el trabajo fue una de las cosas que mejor me hizo en la vida y,
particularmente, en el laboratorio aprendí lo bueno y lo malo de toda tarea
humana (…). Allí tuve una jefa extraordinaria, Esther Ballestrino
de Careaga, una paraguaya simpatizante del comunismo que, años
después, durante la última dictadura, sufrió el secuestro de una hija y un
yerno, y luego fue raptada (…) y asesinada. Actualmente, está enterrada en la
iglesia de Santa Cruz. La quería mucho. (…) Me enseñó la seriedad del trabajo.
Realmente, le debo mucho a esa gran mujer”.
Esther fue
su primera mentora política. El periodista argentino Hugo Alconada
Mon, en un artículo publicado en el diario La Nación, de
Buenos Aires, dice que “Esther Ballestrino de Careaga le
mostró (al joven Jorge) cómo era la militancia política
y hasta lo incursionó en lecturas comunistas, que
Bergoglio recuerda con precisión, como a ella, a
quien define como ‘extraordinaria’. Ella fue su jefa en un laboratorio
químico y hasta le enseñó algo de guaraní. Mucho después, la dictadura volvería
a cruzar sus caminos, del peor y más triste modo”, relata.
Así fue. Bergoglio entró
al seminario en los 60 y en 1973 y hasta 1979 se convierte en el superior de
los jesuitas en Argentina. Eran años de una tumultuosa vida política en
Argentina, marcada por la violencia y la más feroz represión que se conociera
en ese país y en América Latina, con una jerarquía eclesiástica que se había
volcado casi de lleno en apoyo a la dictadura. Esther, su
esposo Raymundo y el padre
Bergoglio, provincial de los jesuitas y que era parte
de los pocos grupos más progresistas y minoritarios de la Iglesia, seguían en
contacto.
Esther se
había convertido en activista de derechos humanos en medio de la represión que
dejaba miles y miles de desaparecidos, sobre todo entre los jóvenes. Sufrió el
secuestro de su yerno y poco después de su hija Ana, con
tres meses de embarazo y de apenas 16 años. Esther se
convirtió en fundadora de las Madres de la Plaza de Mayo, una organización de
familiares que comenzó a organizar la búsqueda de esos miles de desaparecidos (según
la CONADEP no superaban los 7.000) que se sabía que eran llevados a campos de
concentración, torturados y la mayoría de ellos aniquilados. ¿¿¿¿¿??????
Cuando su
hija Ana fue secuestrada el superior de los
jesuitas, Bergoglio, aceptó resguardar (en esa época ese
solo hecho ponía en peligro la vida) los documentos políticos y la biblioteca
de la familia, para que no se perdieran. El movimiento de las Madres,
tenía respaldo suyo y de unos pocos sacerdotes y monjas: su sede para las
reuniones, entonces de un grupo de unas pocas madres, era la iglesia de la
Santa Cruz, en Buenos Aires.
Esther logró
hacer gestiones con el entonces presidente James Carter,
vía Edward Kennedy, para
que la dictadura argentina liberara por lo menos a una decena de los jóvenes
secuestrados menores de edad. Una de esas jóvenes era Ana,
embarazada ya de ocho meses. Fue liberada e inmediatamente, en noviembre de
1977, Ana y su hermana Mabel recibieron
asilo político de Suecia. Esther decidió quedarse en
Argentina y con las Madres.
La hija de Ana,
también llamada Ana, nació el 11 de diciembre del 77 en
la ciudad de Vaxjo, en Suecia, después de un parto difícil. Pero unos
días antes, el 8 de diciembre, su madre junto con otras madres de la
organización y dos monjas francesas que las apoyaban, habían sido secuestradas en
la Iglesia de la Santa Cruz, delatadas por un marino que se hizo pasar por
hermano de un desaparecido, un personaje que se haría tristemente célebre, el
capitán Alfredo Astiz, apodado el Ángel de la
Muerte.
Esther,
las madres y las monjas fueron torturadas, asesinadas y arrojadas al mar desde
un avión. Sus restos aparecieron muchos años después, en 2005, en una fosa
común donde los pobladores de una pequeña ciudad costera enterraban los cuerpos
que les regresaba el mar. (De los mismos autores de la película “Holocausto”)
Francisco en
su visita a Paraguay, el año pasado, recibió a dos de las hijas de Esther, Ana y Mabel para recordar y celebrar a esa química
que lo introdujo en la política, en el trabajo, le enseñó algo de guaraní y que
tanto le habló del trabajo de los jesuitas en el Paraguay colonial, la orden
que eligió Francisco para
ejercer el sacerdocio.