Hugo Wast- Cuando se piensa…
Dedicado a nuestro querido Pater Juan carlos Ceriani, en su Aniversario sacerdotal
Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote.
Cuando se
piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni
Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden
hacer lo que un sacerdote.
Cuando se
piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro
más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue
el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar
al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y
los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.
Cuando se
piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar:
perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde
confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y
lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.
Cuando se
piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque
hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa
Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.
Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino.
Cuando se
piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones
sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y
estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de
sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese
pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas,
y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el
mayor de los espantos.
Cuando se
piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar,
más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él
puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.
Cuando se
piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad
infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera
un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí
repitiendo el mayor milagro de Dios.
Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.
Uno
comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que
de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.
Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se refleja en las leyes.
Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.
Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo.
Uno
comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal
de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.
Uno comprende que más que una Iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado.
Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor.
Uno
comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de
un novicio, es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un
hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las
dignidades de la tierra y que todos los santos del cielo, pues será
Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al
mundo.
Oración por la santificación de los sacerdotes de S.S. Pio XII
Oh Jesús, Pontífice Eterno, Buen Pastor, Fuente de vida, que por
singular generosidad de tu dulcísimo Corazón nos has dado nuestros
sacerdotes para que podamos cumplir plenamente los designios de
santificación que tu gracia inspira en nuestras almas; te suplicamos:
ven y ayúdalos con tu asistencia misericordiosa.
Sé
en ellos, oh Jesús, fe viva en sus obras, esperanza inquebrantable en
las pruebas, caridad ardiente en sus propósitos. Que tu palabra, rayo de
la eterna Sabiduría, sea, por la constante meditación, el alimento
diario de su vida interior. Que el ejemplo de tu vida y Pasión se
renueve en su conducta y en sus sufrimientos para enseñanza nuestra, y
alivio y sostén en nuestras penas.
Concédeles,
oh Señor, desprendimiento de todo interés terreno y que sólo busquen tu
mayor gloria. Concédeles ser fieles a sus obligaciones con pura
conciencia hasta el postrer aliento. Y cuando con la muerte del cuerpo
entreguen en tus manos la tarea bien cumplida, dales, Jesús, Tú que
fuiste su Maestro en la tierra, la recompensa eterna: la corona de
justicia en el esplendor de los santos. Amén