FRANCISCO GENUFLEXO
(Foto aportada personalmente no contenida en el artículo)
Genuflexos
Por Fray Gerundio de Tormes
Volvieron
los novicios de la JMJ. Por fin. Bueno, volvieron pero no les he visto
la cogulla en todo este tiempo. Han regresado tan cansados y agotados,
que no hacen otra cosa que dormir. Esto es lo que traen las
peregrinaciones modernas. Hay tanta intensidad espiritual en cada acto
litúrgico, que el cuerpo queda reventado y exhausto. Lo mismo le ha
pasado al Abad, que ha tenido un ataque de artrosis como consecuencia
del bailoteo conventual que se organizó en Cracovia y al que no pudo
sustraerse -según él-, porque estaban los Obispos muy bailones y no
podía hacerles el feo. Total, que los frailes ancianos, llevamos un mes
de agosto de cocina y estropajos, de limpieza y aseos, de atender
llamadas y rezar en el Coro solitos en Maitines. Solamente vemos a los
ex-peregrinos en el refectorio -porque las ganas de comer no les han
desaparecido tras el místico encuentro-, y en las vísperas que rezan
piadosamente entre la siesta y el sueño nocturno.
Pero
los informes que traen son muy buenos. Hablan sin parar de la maravilla
que hay en la Iglesia actual. No hay fronteras. Todos unidos en la
alabanza del Señor. Iglesia de jóvenes, para jóvenes y joven ella misma.
Se respiraba (dicen) el influjo del Espíritu que sorprende siempre con
sus soplos. Se abantaba alegría. Y las eucaristías -como dicen ellos-,
eran increíblemente participativas, creativas, musicales y universales.
Maravillaba (siguen contando), ver tanta pluralidad eclesial en
lecturas, ofrendas, preces, bailes y pompas. Incluso se podía estar en
misa en bañador y en colchoneta, con slips y en camiseta, con gorra y
con la tableta, con los hermanos venidos de Sudamérica y con las
hermanas llegadas de Europa, con curas de Canadá y monjas de Brasil.
Todos juntos como hermanos (y hermanas). Todos arrejuntados en la misma
marea eclesial, dando la vida por la fe y por Jesucristo, en el campo
donde pasaron la noche anterior en animada vigilia eucarística.
A
mitad del enfervorecido informe, me atreví a señalar que esas misas no
son Misa. Las diga el Papa o su porquero. Brilla por su ausencia todo
olor a espiritualidad, profundidad y belleza litúrgica. Hay exceso de
olor a oveja, estando todos congregados como borregos. Donde esté una
Misa como la que celebramos nosotros -dije refiriéndome a mis colegas
senectos-, no cabe esa multitud drogada por los cantos, los sacos de
dormir y las camisetas empapadas en sudor.
Los ojos de misericordia comprensiva de mis novicios, trocaron de repente en rojizo-odioso. Su habitual displicencia hacia los frailes de la forma extraordinaria (como
nos llaman), se escoró hacia una evidente y acalorada borrasca. Y
claro, suscitó en ellos una respuesta rápida e incalculada: Al menos no hay tantas genuflexiones como en la vuestra. Menos genuflexiones y más participación fraternal.
Como
estaba delante el Padre Abad, no pude responderles como me hubiera
pedido la naturaleza humana. Pero les hice una observación que les dejó
perplejos: No os dais cuenta de que en esas misas de Francisco, hay
muchas más genuflexiones que en las tridentinas. Y ya puestos, el Pontificado de Francisco está bien repleto de genuflexiones.
Y si tal como va el abad, así va la comunidad… por extensión podemos
decir que hay una actitud de genuflexión total en la mayor parte de la
Jerarquía Episcopal, arrimada al ascua de su Pontífice. Bien sea por
convicción, por peloteo o por trepismo. O por todo a la vez.
Es
posible que la artrosis de Francisco le impida arrodillarse ante la
Eucaristía. Lo puedo entender, pues yo mismo soy achacoso y antañón.
Pero está constantemente genuflexo ante la opinión pública que le aclama, genuflexoante el Sanedrín de rabinos judíos a los que ama, genuflexo ante
el luteranismo protestante al que admira, ante el luteranismo de los
obispos católicos alemanes a los que respeta y ni se atreve a
levantarles la voz (teología de rodillas, dijo una vez), genuflexo ante
los poderes públicos a los que critica con la boca pequeña, pero no se
atreve a hacer referencias en modo singular, concretando e
individualizando.
Está genuflexo ante
el Islam, al que no se digna citar como responsable de matanzas
indiscriminadas de cristianos (a los que no alude ni por equivocación):
no estamos en guerra de religiones, claro. Genuflexo ante
las ideologías imperantes LGTB a las que no menciona ni de pasada. Y
mientras algunos de sus Obispos se enfrentan a leyes inicuas -como los
de Alcalá, Getafe y otros que les han apoyado-, y son públicamente
denunciados y atacados, él se genuflexa (como
su pupilo Osoro) y pasa por alto una vez más las referencias
personales. Él, tan amigo de referencias personales cuando le interesa.
Con lo fácil que sería hacer una breve referencia desde el balcón de los
domingos. Es mucho más fácil decir que la culpa la tiene el ansia de
poder de los poderosos (?), el orgullo de los ambiciosos (?) y las
fluctuaciones del capital (?) o los intereses de los potentados(?). Así
también yo me dedicaría a la denuncia profética. Mientras, se ha
postrado genuflexo ante los hermanos Castro, genuflexo ante un Obama abortista o frente a los intereses rusos dejando abandonados a los católicos ucranianos.
Genuflexo ante artistas y actores desvergonzados (y desvergonzadas) a los que recibe para que le den el chequecito (véase Di Caprio). Genuflexo ante adúlteros convencidos y recalcitrantes, ante transexuales y aante homosexuales acompañados de su parejita. Genuflexo ante
las autoridades de China, con olvido total de una iglesia y unos
cristianos que llevan muriendo por defender su catolicismo, con el apoyo
de sus Obispos, mucho antes de que él llegara a ser Auxiliar de Buenos
Aires. Genuflexo en fin, para no denunciar las misas negras organizadas en Estados Unidos o los cultos a Satanás.
Ni
puedo, ni tengo tiempo, ni quiero adjuntar las referencias
correspondientes para que mis novicios las busquen en internet. Están a
la vista de todos en cualquier discurso y en cualquier viaje y en
cualquier acción o declaración. En todo momento. Mientras tanto, la
cristiandad está desgarrada. La confirmación en la fe de los hermanos,
tarea eminente de Pedro, está olvidada y pisoteada. La doctrina,
despreciada.
Me
ha castigado el Padre Abad sin recreo durante un mes. Dice que hablo
mucho, y sin pensar. Si se entera de lo que me he dejado en el tintero…
me cuelga de la cogulla en la espadaña del convento. Menos mal que por
la noche ha sacado Fray Malaquías una copita de licor de reserva de
1950, que él llama Licor Humani Generis, que hemos saboreado en la celda (Dios nos perdone). Este no es un licor modernista y por eso vale su peso en oro. He quedado genuflexo ante el báquico manjar. Los vinos posteriores a 1965 me sientan mal. Mi artrosis no me permite arrodillarme ante ellos.