lunes, 25 de marzo de 2019

LA CONSPIRACIÓN DE LOS DEMENTES


LA CONSPIRACIÓN DE LOS DEMENTES

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Apocalipsis mi culo (2): la conspiración de los dementes

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Por Laureano Benítez Grande-Caballero.- Promovida por la ONU, «La Agenda 21 es un plan integral de medidas que deben tomarse a nivel mundial, nacional y localmente por organizaciones del Sistema de las Naciones Unidas, los gobiernos y los grupos principales en todos los ámbitos de los impactos humanos sobre el medio ambiente».


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Eso de «plan integral» esconde el eufemismo de que, como todas las actividades humanas tienen impacto sobre el medio ambiente, lo que se pretende es, simplemente, controlarlas todas.
Naturalmente, la llave maestra de esta macabra Agenda es el control de la población, cuyo número hay que disminuir drásticamente para acabar con la excesiva presión medioambiental que ejerce la superpoblación sobre nuestro Planeta. Esto es así hasta el punto de que los prebostes «verdes» coinciden unánimemente a la hora de afirmar que hay demasiada gente en la Tierra, por lo cual es urgente reducirla.
El objetivo de la Agenda se muestra claramente en el informe anual del Estado de la Población Mundial de 2009, titulado «Frente a un mundo cambiante: las mujeres, la población y el clima», donde se afirma:
1) «Cada nacimiento produce no sólo las emisiones atribuibles a esa persona en el transcurso de su vida, sino también las emisiones de todos sus descendientes. Por lo tanto, la reducción de emisiones previstas o planificadas de los nacimientos se multiplican con el tiempo».
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2) «Ningún ser humano es verdaderamente “neutral en carbono”, especialmente cuando todos los gases de efecto invernadero se calculan en la ecuación. Por lo tanto, todos son parte del problema, por lo que todos deben ser parte de la solución de alguna manera».
Es decir, ¡¡se trata de reducir la población porque cada ser vivo que viene al mundo multiplica las emisiones que afectan al medio ambiente, lo mismo que harán sus descendientes!! Los seres humanos respiran: he ahí el problema para la Agenda 21.
Esta diabólica Agenda es promovida en el sistema mundo por una pléyade de pseudocientíficos y pseudopensadores, eco-profetas enloquecidos, verdaderos sociópatas, impresentables dementes —«nutjobs», para decirlo con el término que se aplica en inglés a los chiflados—, que pululan por las principales universidades y foros mundialistas, y que suspiran por ver exterminada a una gran parte de la Humanidad.
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Uno de los más eximios profetas de esta Agenda es Al Gore, el de la «verdad incómoda», a quien se deben estas tremendas palabras: «Una de las cosas que podríamos hacer es cambiar las tecnologías, para minimizar esta contaminación, para estabilizar la población, y una de las maneras principales de hacerlo es capacitar y educar a las niñas y las mujeres. Hay que proporcionar los medios para que las mujeres puedan decidir cuántos hijos tener, y el espaciamiento de éstos». Blanco y en botella, Mr. Gore —nombre muy adecuado para este encantador de serpientes, por cierto—.
Pero Al Gore no es sino uno más en la luciferina constelación de «nutjobs», donde hay ejemplares cuyo odio genocida a la humanidad prudce auténtico pavor. Por ejemplo, tenemos a un tal James Lovelock —el creador de la «Hipótesis Gaia»—, autor de un diabólico pronunciamiento donde afirma sin tapujos que «la democracia debe ser puesta en espera» para asegurar el éxito en la lucha contra el calentamiento global, y propone que «solamente se debe permitir a unas pocas personas gobernar el planeta hasta que la crisis se resuelva». Impresionante.
Aunque más lejos va todavía el finlandés Pentti Linkola, quien llama descaradamente a que los disidentes sobre el calentamiento global sean re-educados por un Gobierno Mundil eco-fascista, con poderes incluso para esterilizar y asesinar. Realmente abracadabrante esta espiral de barbaridades, donde estos «nutjobs» compiten para ver quién es más diabólico.
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Tampoco desmerece en esta maligna conspiración Eric R. Pianka, profesor de Biología en la Universidad de Texas en Austin, hierofante que, en un artículo titulado «Lo que nadie quiere oír, pero todo el mundo tiene que saber», afirma que «este planeta podría ser capaz de soportar tal vez hasta quinientos millones de personas que podrían vivir una vida sostenible con relativa comodidad. La población humana debe ser disminuida en gran medida, y lo más rápido posible para limitar el daño ambiental adicional. No tengo ninguna mala voluntad hacia la humanidad. Sin embargo, estoy convencido de que claramente el mundo sería mucho mejor sin tantos de nosotros». Y sin él, pues mucho mejor todavía —por cierto, por qué esta fijación de los chalados con la cifra de 500 millones, justo la misma que recomendaba el «Georgia Guidestone»?
En estas «perlas cultivadas» de la Agenda 21 figuran también destacados miembros de la plutocracia transnacional que conspira por el NOM aunque no tengan ni pajonera idea de los problemas medioambientales. Pero, claro, a fin de cuentas de ellos son las manos que mecen la cuna y untan a tantos científicos. Pasen y vean:
David Rockefeller 
David Rockefeller
David Rockefeller: «El impacto negativo del crecimiento de la población en todos los ecosistemas de nuestro planeta se está volviendo terriblemente evidente».
El fundador de CNN Ted Turner: «Una población total de 250-300 millones de personas, una disminución del 95% de los niveles actuales, sería lo ideal».
Dave Foreman, «Earth First Co-Fundador»: «Mis tres metas fundamentales serían reducir la población mundial a unos 100 millones de habitantes, destruir el tejido industrial y procurar que la vida salvaje, con todas sus especies, se recobre en todo el mundo».
Christopher Manes, aspirante a «¡Earth First!»: «La extinción de la especie humana no sólo es inevitable, es una buena cosa».
Club de Roma: «Buscando un nuevo enemigo frente al que recobrar la unidad de acción se nos ocurrió la idea de que la polución, la amenaza del calentamiento global, el déficit de agua potable, el hambre y cosas así cumplirían muy bien esa labor».
Stephen Schneider, «Stanford Profesor of Climatology», autor de muchos de los informes del IPCC — «Intergovernmental Panel on Climate Change , organización internacional creada en 1988 por dos organizaciones de Naciones Unidas: la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA):«Necesitamos un amplio apoyo para estimular la fantasía del público… Para ello debemos ofrecer escenarios terroríficos, realizar declaraciones dramáticas y simples y no permitir demasiadas dudas… Cada uno de nosotros debe decidir dónde está el balance entre efectividad y honestidad».
Maurice Strong: «¿No es la única esperanza para el planeta que las civilizaciones industrializadas colapsen? ¿No es nuestra responsabilidad que eso suceda?».
Michael Oppenheimer: «La única esperanza para el mundo es asegurarse de que no hay otro Estados Unidos: no podemos dejar que otros países tengan el mismo número de automóviles, el importe de la industrialización, que tenemos en los EE.UU. Tenemos que detener los países del Tercer Mundo justo donde están».
 
Esta agenda radical es incluso representada por la Casa Blanca: John P. Holdren, asesor científico del Gobierno de Barack Obama, fue coautor de un libro de texto titulado «Ecociencia» en 1977, en el que defendió la esterilización masiva, el aborto obligatorio, un Gobierno Mundial y una fuerza policial global de aplicación de control de la población. En la página 837 de «Ecociencia», se hace una declaración de que el aborto obligatorio sería perfectamente legal bajo la Constitución de los EE.UU: «De hecho, se ha concluido que el obligatorio control de la población-las leyes, aun incluyendo las leyes que exigen el aborto obligatorio, puede ser sostenida en la Constitución vigente, si la crisis de la población se convierte en suficientemente peligrosa para la sociedad”.
En las páginas 942 y 943, se hace un llamamiento para la creación de un «régimen planetario» que controle la economía mundial y haga cumplir las medidas de control de la población», en un memorable párrafo donde presenta a la perfección el programa totalitario de un Gobierno Mundial, con la excusa de la preservación medioamabiental:
«Tal vez estos organismos, junto con el PNUMA y los organismos de las Naciones Unidas para la población, con el tiempo podría llegar a convertirse en un régimen planetario, una especie de superagencia internacional para la población, los recursos y el medio ambiente. Dicho Régimen Planetario global podría controlar el desarrollo, administración, conservación y distribución de todos los recursos naturales, renovables o no renovables, por lo menos en la medida en consecuencias internacionales existentes. Así, el régimen podría tener el poder para controlar la contaminación no sólo en la atmósfera y los océanos, sino también en los cuerpos de agua dulce, como ríos y lagos que cruzan fronteras internacionales o descarga en los océanos. El régimen también podría ser un organismo central para la lógica que regula todo el comercio internacional, incluyendo tal vez la asistencia de países en desarrollo a los países menos adelantados, e incluyendo todos los alimentos en el mercado internacional…
[…] El Régimen Planetario podría estar facultado para determinar el óptimo de población para el mundo y para cada región y para arbitrar las acciones de varios países dentro de sus límites regionales. El control de la población podría seguir siendo la responsabilidad de cada gobierno, pero el régimen tendría algún poder para hacer cumplir los límites acordados».
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Y en la página 917, como no podía ser menos, defiende la entrega de la soberanía nacional a una organización internacional: «Si esto pudiera lograrse, la seguridad puede ser suministrada por una organización armada internacional, un análogo de nivel mundial de una fuerza policial. Muchas personas han reconocido esto como una meta, si no el camino para llegar a ella permanece en la oscuridad en un mundo donde las facciones parecen, en todo caso, ir en aumento. El primer paso implica necesariamente la entrega parcial de la soberanía a una organización internacional».
«La Tierra tiene cáncer, y ese cáncer es el hombre», he aquí el terrible lema del ecofascismo.
Pero aún hay más, damas y caballeros, porque la corriente ecofascista cuenta con la impagable adhesión de Bergoglio, y de una parte sustancial de la jerarquía católica. Cosas veredes, pues, en un tiempo en el que la Iglesia católica está amenazada por una pavorosa apostasía, en el que el genocidio de católicos en no pocos países del mundo está a la orden del día, en el que la fe cristiana es cada vez más perseguida, Bergoglio ejerce un pontificado trufado de franciscanismo, de ecologismo sin par, hasta el punto de que los problemas medioambientales son, junto a su obsesión por el multiculturalismo, los ejes de su mandato. Bondad graciosa.
Tal es la fijación ecologista de Bergoglio, que incluso le dedicó la segunda de sus encíclicas, que tenía por título «Laudato Si», publicada en 2015. En ella, con la excusa de una pretendida catástrofe ecológica —prevista ya por Pablo VI, a quien Bergoglio cita, pero que después de 45 años sigue sin producirse— el Pontífice propone una serie de cambios políticos y económicos tendentes a evitar que se consume ese supuesto desastre medioambiental, cambios que concuerdan a la perfección con los postulados de la izquierda radical, en los que subyace una crítica al capitalismo.
Naturalmente, el corolario de esa supuesta catástrofe planetaria es que hace falta un «Gobierno Mundial» intervencionista que labore por conjurar los peligros que supone para la humanidad las amenazas medioambientales actuales.
Si resulta ya de por sí chocante que se dedique una encíclica pontificia a estos temas ecológicos, más peregrino —y cómico— es que en ella se hable de «evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, (…) tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público» o «plantar árboles y apagar las luces innecesarias (sic)». Eso sí, se le olvidó condenar la caza. En fin, no se puede estar en todo.
Patrick Moore 
Patrick Moore
Toda esta parafernalia de medidas ecologistas a lo «boy-scout» va encaminada a justificar la verdadera joya de la corona: la necesidad de «una verdadera Autoridad política mundial» que desarrolle «una agricultura sostenible y diversificada», «formas renovables y poco contaminantes de energía», y asegure el acceso de todos al agua potable. Esta Autoridad Mundial debe imponerse por encima de los países, a través de organismos internacionales fuertes y eficazmente organizados, dotados con poder para sancionar, por ejemplo, sobre el abuso de los aparatos de aire acondicionado (sic).
En este clamor genocida que la banda de psicópatas, de «nutjobs» lo-juro-por-mi-madre lanzan al mundo, como los graznidos de una bandada de siniestros cuervos, pocas veces pueden escucharse voces disidentes. Una de ellas es Patrick Moore, expresidente de «Greenpeace» —hoy es un lobista de la industria nuclear, como consultor de relaciones públicas a través de su firma «Greenspirit Strategies»—, en una entrevista en la cadena de radio «SiriusXM» declaró que «el calentamiento global es la mayor estafa de la historia», «una campaña de miedo llevada a cabo por científicos corruptos enganchados a subvenciones gubernamentales», cuya intención es aprovecharse del miedo y la culpa para controlar la mente y las carteras de las personas: «¡El CO2 es el alimento de la vida! No es contaminación. La catástrofe climática es estrictamente una campaña de miedo. Bueno, miedo y culpa. Los científicos intentan producir más miedo para que los políticos puedan usarlo para controlar la mente de las personas y obtener sus votos. Así muchos podrán decir: “Oh, este político puede salvarme”».
Y dejo para otra ocasión el dantesco asunto de las fumigaciones masivas con las que este aquelarre de dementes quiere cambiar el clima y reducir la población. Porque esta panda de lunáticos-luciferinos va en serio.
Artículo extraído de su libro de próxima publicación: “La Patria traicionada: España en el Nuevo Orden Mundial”