24 de marzo: el golpe que más aplaudieron los argentinos. Por Nicolás Márquez
Tal como viene sucediendo año tras año,
en esta semana del 24 de marzo (fecha convertida en insólito feriado
turístico) un conglomerado de actos públicos, declaraciones televisivas y
encendidas alocuciones serán brindadas por referentes de los partidos
políticos, en repudio a las Fuerzas Armadas por haber tomado el poder
del Estado en 1976 y desde allí, haber interpuesto un “genocidio” contra
“luchadores sociales”, según repiten con insistencia los voceros de la
partidocracia y del establishment comunicacional.
Sin embargo, en estos histriónicos
discursos, tanto recolectores de votos como figurones de circunstancia
omitirán recordar el apoyo irrestricto que todos los partidos políticos
del país (empezando por los que hoy declaman en primera fila),
personalidades múltiples y diferentes estamentos de la sociedad civil de
todas las ideologías le dieron a la pacífica sublevación militar que a
la sazón destituyó a Isabelita y aquella impresentable corte de
gangsters que la secundaba. Y motivos para tal consenso “destituyente”
no faltaban: durante los casi tres años que iban de gobierno peronista
(desde mayo de 1973 a marzo del 76) el terrorismo paraestatal de la
Triple A ya había asesinado a medio millar de personas; el terrorismo
marxista protagonizado por el ERP y Montoneros había causado 1.358
homicidios (cantidades informadas y ratificadas en su momento por
diarios antagónicos como La Prensa o La Opinión), y el número de
guerrilleros desaparecidos tras las órdenes presidenciales de “aniquilar
el accionar de los elementos subversivos” ya ascendía a 900.
Desde mayo de 1974 centenares de
guerrilleros del ERP operaban en los montes de la selva de Tucumán,
dándole guerra al Estado en el afán de segregar la Provincia del
territorio nacional. En esa intentona secesionista fueron famosos los
crímenes de niños cometidos por la subversión: el caso más famoso fue el
de las hermanas María Cristina y María Fernanda Viola (de 3 y 5 años
respectivamente), la primera asesinada a balazos y la segunda acabó un
mes internada en estado de coma, con secuelas irreparables. El padre de
ambas, el Capitán Humberto Viola, también fue asesinado en el mismo
ataque. Lo expuesto no fue un hecho aislado: entre 1969 y 1979 las
bandas terroristas cometieron 21.665 actos de subversión (entre ellos
5052 colocaciones de bombas y 1748 secuestros), cantidades ratificadas
en la sentencia dictada el 9/10/1985 por la Cámara Federal de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional – Cap. 1. Cuestiones de hecho –
Causa 13.
En todo el período de barbarie y
desgobierno previo al 24 de marzo de 1976, no sólo no se dictó ninguna
condena a un solo terrorista, sino que centenares de ellos fueron
premiados y amnistiados durante el lamentable pasaje presidencial de
Héctor Cámpora: de los más de 1000 terroristas beneficiados con la
impunidad, 371 terroristas ya tenían condena judicial.
Como si los escalofriantes datos de la
guerra civil entonces vigente fuesen insuficientes, los números
económicos se desplomaban y la hiperinflación (según informe de FIEL)
arrojaba una proyección anual del 17.000% para 1976.
Durante
los días previos al 24 de marzo, las declaraciones de personalidades y
las notas de los diarios reflejaban el clima imperante: “Un muerto cada
cinco horas, una bomba cada tres” publicaba La Opinión (19/03/76). “Es
inminente el final. Todo está dicho” redundaba La Razón. Pero la
expresión más clara de lo que la clase política podía dar fue del
diputado Molinari:
“¿Qué podemos hacer? Yo no tengo ninguna clase de respuesta”.
De la oposición nada podía esperarse. El
jefe de ésta, Ricardo Balbín (a la sazón presidente de la UCR), efectuó
un público y desembozado lavado de manos el 22 de marzo, alegando: “Hay
soluciones, pero yo no las tengo”. Ya el 27 de febrero el comité
nacional de la UCR había incentivado el golpe al publicar la siguiente
exhortación: “Toda la Nación percibe y presiente que se aproxima la
definición de un proceso que por su hondura, vastedad e incomprensible
dilación, alcanza su límite”.
Horas antes del fin de aquel tenebroso
régimen, se escapaba al exterior el máximo líder sindical, Casildo
Herrera: “yo me borro” fue su conocida sentencia al llegar sano y salvo a
Montevideo. Y lo bien que hizo en huir, a sus antecesores en el máximo
cargo jerárquico de la CGT no les había ido nada bien: tanto José Alonso
como José Ignacio Rucci habían sido asesinados poco antes por las balas
montoneras. Dos días previos al 24 de marzo renunció también el
Intendente de la Ciudad Buenos Aires José Embrioni y mientras tanto, el
hombre fuerte de aquel gobierno, el hechicero José López Rega, se
encontraba prófugo de la justicia escondido en Europa. Pero la
bochornosa competencia de estampidas y deserciones también llegó al
Congreso de la Nación: “Los legisladores que asistieron al Parlamento se
dedicaron a retirar sus pertenencias y algunos solicitaron un adelanto
de sus dietas” informó Clarín el 21 de marzo.
En suma, la ceguera ideológica de los
que ahora repiten la estereotipada historia oficial a base de aforismos
parciales y sensibleros oculta que “la inmensa mayoría de los argentinos
rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos
nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de
mafiosos”, textuales palabras dirigidas a la revista alemana “Geo” en
1978 por el escritor Ernesto Sábato: el mismo tránsfuga que después
presidió la Conadep y encima prologó el libro “Nunca Más”, el
emblemático best seller financiado por el inconcluso gobierno de Raúl
Alfonsín.
Pero el apoyo generalizado a los
militares proveniente de los mismos sectores que hoy los repudian no se
limitó a la sublevación del 24 de marzo. Una vez constituido el nuevo
gobierno, sus aplaudidores se sumaron a cogobernar con entusiasmo: de
las 1.697 intendencias vigentes en la gestión del Presidente Jorge
Rafael Videla, solo el 10% de ellas eran comandadas por miembros de las
FF.AA.; el 90% restante, estaba conformado por civiles repartidos del
siguiente modo: el 38% de los intendentes eran personalidades ajenas al
ámbito castrense de reconocida trayectoria en sus respectivas comunas, y
el 52% de los municipios restantes era comandado por los partidos
tradicionales en el siguiente orden: la UCR contaba con 310 intendentes
en el país, secundada por el PJ (partido presuntamente “derrocado”) con
192 intendentes; en tercer lugar se encontraban los demoprogresistas con
109, el MID con 94, Fuerza Federalista Popular con 78, los
democristianos con 16, el izquierdista Partido Intransigente con 4 y el
socialismo gobernaba la ciudad de Mar del Plata. En otras áreas, el
socialista Américo Ghioldi se constituía en embajador en Portugal; en
Venezuela, el radical Héctor Hidalgo Solá haría lo propio, Rubén Blanco
en el Vaticano y Tomás de Anchorena en Francia; el demoprogresista
Rafael Martínez Raymonda en Italia, el desarrollista Oscar Camilión en
Brasil y el demócrata mendocino Francisco Moyano en Colombia. En tanto,
el Partido Comunista ratificó su apoyo a Videla y fue la primera vez que
una gestión de facto no prohibió ni declaró ilegal al PC.
Por
supuesto que en el marco de la guerra civil desatada por el terrorismo
marxista el gobierno militar cometió errores y horrores, pero en
absoluto estos fueron en la proporción ni en la dimensión que pretenden
endilgarles los reescribidores de historietas: hoy ya sabemos
oficialmente que los desaparecidos no fueron 30 mil sino 6447 (según
listado gubernamental del año 2015) y que dentro de esta aminorada
cantidad “Habrá alguno que otro desaparecido que no tenía nada que ver,
pero la inmensa mayoría era militante y la inmensa mayoría eran
montoneros”, literal confesión brindada por Mario Firmenich al
periodista español Jesús Quinteros.
Se va otro 24 de marzo, y otra vez nos
estamos perdiendo una renovada oportunidad de discutir y repensar en
serio y con afán superador el triste pasado reciente. Muy probablemente
nada de los hechos citados en esta nota serán mencionados en los
sucesivos carnavales de la memoria, los cuales girarán en torno a un
inamovible y exótico feriado que, para lamento del grueso de los
habitantes de Argentina, este año cae domingo.
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