Hay una creencia general: la manipulación más habitual realizada por los medios de comunicación sobre las noticias que molestan a sus editores o al Poder, consiste en la censura, o sea, en la exclusión absoluta de la escena pública. Sin embargo, esa manipulación se hace de otras diversas formas, más sutiles y por tanto más dañinas: con mentiras que se hacen pasar por hechos, con amputación de declaraciones, con fotos de acontecimientos interpretados
En ocasiones, es mucho más efectivo no ocultar el hecho, sino ofrecerlo de manera que se vuelva inofensivo para el discurso dominante. Cuando un padre comete parricidio, se titula claramente que “mata” a su hijo; cuando es una madre la autora, si ha cometido el asesinato mediante el llamado “suicidio ampliado”, se prefiere el más neutro “muere”. Y semejantes diferencias aparecen en el mismo periódico.
Si aparece asesinada una mujer, el hecho se presenta como ‘violencia de género’ en todos los médicos de comunicación sin más indicios o pruebas; incluso se arremete contra algún varón. Cuando se detiene a una mujercomo sospechosa, el crimen se traslada a la sección de sucesos, mezclado con otros parecidos, o hasta desaparece. Más miserable es la búsqueda de excusas o disculpas, como está pasando con la parricida de Godella: la prensa progre ha presentado a la madre como una ‘hippy’ alternativa que enloqueció por las drogas y los asesinatos como consecuencia de la inacción de los servicios sociales.


La consigna salta a la vista: ninguna mujer es ‘mala’, a diferencia de los varones, que cargan en sus cuerpos con el ADN de la violencia y en sus almas con milenios de patriarcado. 
En Italia, un conductor de autobús estuvo a punto de matar quemados a 51 escolares de unos 12 años de edad.
En esta semana se ha producido otro ejemplo de esa manipulación. En Italia, un conductor de autobús estuvo a punto de matar quemados a 51 escolares de unos 12 años de edad. Los principales periódicos españoles dieron la noticia de diferente manera, en algunos casos ocultando su gravedad, porque el responsable, el conductor, llamado Ousseynou Sy, era un italiano ‘de adopción’, nacido en Senegal y senegalés hasta hace 17 años. Es decir, uno de esos nuevos europeos que vienen a pagarnos las pensiones, según el mantra de la mayoría de los partidos políticos y de las ONG.
Repaso las principales cabeceras publicadas el jueves 21 de marzo.
ABC, el mejor, abrió con la noticia su sección de Internacional y le dedicó además una enorme foto. No me gusta que añada la excusa que dio el asesino frustrado, pero no disimula el horror.
El resto de los periódicos abren sus secciones con el Brexit y la sanción del Partido Popular Europeo al partido del primer ministro húngaro Viltor Orban, dos asuntos que interesan, casi exclusivamente, a políticos y a los propios periodistas.
El País traslada la noticia a la página tercera de la sección, que comparte con otras noticias. Al menos dice que el canalla, cuyo nombra da, quería perpetrar una masacre.
El Mundo la ofrece en un faldón en la tercera página de su sección, casi como una fotonoticia, y se centra en el autobús como víctima, no en los niños. Define el intento de asesinato múltiple como “acción”.
La Vanguardia la publica en la página sexta de la sección y con un titular similar al de El Mundo. El lector desprevenido tiene que entrar en el texto de la pieza para enterarse de que en el autobús viajaban docenas de niños a los que el Ousseynou quería matar. Añade un destacado en el que reprocha a la Liga haber “politizado el suceso”. ¡Suceso, no intento de asesinato!
La Razón lleva la noticia a la última página de Internacional, la quinta, y reparte el espacio con una entrevista.
El Periódico de Cataluña no la da. Sin más. Ojos que no ven, corazón que no siente. El director, Enric Hernández, no habrá querido que le acusen en el futuro de haber fomentado esa peste negra del siglo XXI que es la islamofobia.
Plantéese, querido lector que los protagonistas estuvieran invertidos: un conductor blanco que trata de quemar un autobús lleno de niños que fuesen musulmanes o negros o árabes o pakistaníes para vengarse del terrorismo islamista o por la apertura de las fronteras europeas. ¿Qué espacio le habrían dado los medios de comunicación?
Esto lo saben cada vez más personas. Y luego se preguntan los editores por qué no paran de bajar las ventas de sus periódicos…
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