viernes, 4 de octubre de 2019
Un capítulo impublicado de “El Nuevo Gobierno de Sancho” – Antonio Caponnetto
El Pastor Besuqueiro
Transcripto por Antonio Caponnetto
In memoriam de Aníbal D´Angelo Rodríguez
Apenas
pudo el sanguíneo Helios asomar desafiante en el cielo argento, tras
emanciparse de sus edípicos padres Hiperión y Tea, tostó la testa monda y
lironda del Gobernador, quien a la sazón se hallaba rumiando el último
“Avemaria” del primero de los Gloriosos.
En
rascarse la oreja izquierda con la mano diestra andaba (guardando recato este
juglar sobre otras rascaduras), cuando de pronto llególe a los oídos un crepitar
de cuerdas desafinadas, cuyo responsable era un ente carnoso, de fisonomía tan
híbrida que desconcertó al Primer Insulano.
-“Ya
me decía mi señor Don Quijote que los ciclanes existen”, le farfulló Sancho a
su Edecán de Turno.
-Edecán
de Turno: ¿Quiénes son los ciclanes, Esplendencia? Aquí sólo se conoce el
ciclón de San Lorenzo, de quien es devoto a rajatabla su Santidad Vergolfo I.
-¡Cállate
zopenco! Se nota que no eres un analfabeto como yo. Si no, hubieras escuchado
cantar al divino Homero, acerca de aquella raza temible de monstruos
unitesticulares, como los chanchos monórquidos.
-Edecán
de Turno: ¡A la pucha, Majestad!, me sorprende usted con su refinamiento
idiomático. ¿Acaso ha tomado clases con el Conde Diego Armando?
-Cuanto
sé de estas bestias sin atributos normales en sus partes pudendas, lo he
aprendido en el chiquero de mi finca; que a
quien tiene porqueriza/lo educará su nodriza; y entre mucha cochiquera/no es
necesaria la escuela, y en el corral, de bedel/trabajaba Baradel y...
Interrumpiendo
la conocida e irrefrenable adicción a la paremiología del Máximo Regidor, el
Edecán le espeta con cierta premura de súbdito diligente: “Su Magnificencia,
dispense usted, pero el ciclano éste, o como se diga, quiere verlo. Dice
llamarse Tucho, tener un obispado en la aldea La Guita, y se siente perseguido
por los reaccionarios de la susodicha comarca”.
-No
sabía que aún quedaban reaccionarios en estos confines. ¿Son de Tacuara? ¡Qué
pase! Aquí no se le niega el asilo a naides, sea hermafrodito, obispo,
farinelli o metropolita. Que a cada quien
yo escucho/aunque se tenga por Tucho...
Fue
así que ingresó en la Sala de Primeros Auxilios Institucionales, un pelado
torvo de chomba gris, calvicie sospechosamente lustrosa, gestos amadamados,
boca achupetada y párpados abricerrados. A juzgar por el hedor que emanaban sus
bragas, era posible adivinar que, en el trayecto hasta la Comandancia el
infeliz se había desgraciado o padecía el síndrome crónico de colitis emotiva.
Lo secundaban nigromantes y arpías, súcubos y
pécoras, íncubos y zahoríes, cada quien con su zopenco verde cruzado sobre lo
que antiguamente se conocía con el nombre de pecho, pero que por semántica
sexista derivó en peche o caje toracique.
Abusando
de la confianza, y contra todo protocolo, el mitrado guitarrero de La Guita,
tomó la palabra y díjole a Sancho:
-“Celsitud.
Me llamo Fernández, aunque sé que no es buen momento para apellidarse así. Mi
especialidad son los ósculos sanadores, por lo que algunos me conocen como “El
Osculense” o “La Carantañona”. Pero no estoy aquí para blasonar de ternezas
sino para explayar un quejido y reclamar sanciones, ¡o noble retoño de Baco!
Sabrá
usted que durante siglos la Iglesia toleró la esclavitud; que enseñó además que
los indios no tenían almas; que sus jerarcas de
insuperado cuño medieval no fueron sino machos que acusaron a la mujer
sin razón; que sostuvieron que los templos son la casa de Dios y no del pueblo;
que cometieron el pecado horrendo de declarar guerras justas contra los
plausibles partidarios de una sociedad inclusiva, plurisexual, omniorificial,
polifornicataria y pos verdad; y sabrá
usted, imagino, que debatiéndose contra el patriarcado opresor, y contra el
hambre aborigen, rectamente saciado con el canibalismo, Fray Bartolomé de las
Casas fue santo súbito, en prueba de lo cual le traigo una estampita con su
cara y una jaculatoria de Pablo Neruda...”
Aguantó
hasta aquí el Gobernador la glosolalia y la lagotería del visitante, e
interrumpiéndolo con un gesto universal de “¡finishela!”,
se dirigió de soslayo al Dr. Wikipedia, su Consejero y Asesor En Cultura
Universal, ante lo cual los restantes miembros de la corte también se volvieron
de soslayo.
-Dígame,
maestro, ¿quién este Nervuda o Ners Buda que menta el ciclán?
-Es un
poetastro chileno, Mi Sublimidad. Para más señas judío, stalinista y espía
soviético y diz que dice alguno que de costumbres heterodoxas para un viri probati, como predica Monseñor
Sánchez Amazonia.
-No he
probado ni pienso probar esos “viris” –acotó Sancho- ni me ando leyendo
versitos que, ¡bendito sea Dios! soy ágrafo e iletrado,y a mucha honra. Pero
que ahora quiera la Capitanía de Chile volver a invadirnos de mapuches y
aymarás, y encima canonizadores, valiéndose de este clérigo zote, no ha de
consentirlo el marido de mi esposa, Teresa Panza.
Al oír
las palabras “marido” y “mi esposa”, la caterva verdosa que acolitaba al Tucho,
empezó a dar pruebas de descompostura facial y esfinterial, extremos corporales
que, para el caso, eran exactamente lo mismo.
Sobreactuando
el aplomo, más sin disimular el desagrado o la tirria, Sancho se acercó al
Pastor Besuqueiros, con su mano derecha agarrada al facón y en la otra posando
ostensiblemente el escapulario del Carmen, e interrogó de este modo al prelado
de La Guita:
-Dime
so pedazo de tarugo, ¿cuántos concilios menciona mi compadre Balmes, durante
los cuales la Santa Madre Iglesia condenó la esclavitud? ¿Cuántas fueron tus
diez últimas novenas a San Pedro Claver, San Pedro Nolasco o San Toribio de
Mogrovejo? ¿Has estado en Valladolid cuando, siguiendo las órdenes de mi Señora
Santa Isabel, se consignó que los indios eran creaturas como los aquí
presentes, excepto tú y la recua que te apadrina? ¿Has asistido a San Bernardo
capitaneando a los Templarios o a San Juan de Capistrano, llevando preces y
mandobles por doquier, o a Raimundo de Fitero a la vanguardia de los
Calatravenses? ¿Has visitado de hinojos los miles de altares consagrados a
santos y mártires guerreros? ¿Te han enseñado en las clases de catecismo de tu
parroquia: Génesis I,27, Efesios 5,23, Mateo 10,34 y Lucas 22,48? ¿Conoces la
historia de la Macabea y de Judith, la de Juanita de Orleans y mi vecina
carmelitana de Ávila?
¡Respóndeme
mentecato, memo, alcornoque y cernícalo! ¿A mí no me respondes? No sabes que
Dios Nuestro Señor me ha conferido el poder para crear en esta ínsula amada el
Ministerio de Patadas en el Trasero, fungiendo de Prefecto, a perpetuidad, el
irrefrenable Braulio? ¡Respóndeme, te conmino! ¿No fue el Dios de los Ejércitos
el primero que estipuló una resistencia contra los ángeles caídos? ¿No fue el
glorioso Mikael el que ejecutó la más grande contraofensiva jamás vista para
pelear contra el sotreta de Mandinga?
Apabullado
por las preguntas de Su Esplendencia, que le salían a borbotones, como tinto de
damajuana en peña mendocina, y más turbado que otras veces, Tucho quiso apelar
a su especialidad, la mimología; y empezó a soplar besitos al aire de octubre,
en la Comandancia misma del Supremo. No lo hubiera hecho. De pronto, la mano
del Prefecto Braulio, envuelta en unas anchas mangas rojo punzó, atenzaron el
cogote del pastor besuqueiro, y lo llevaron, a fuerza de coceaduras y voleas,
hasta el calabozo más cercano.
Entonces,
y tomándose un respiro en jarra grande, Sancho I promulgó la siguiente
Sentencia:
“Considerando
que los obispos tienen alma, aunque esté reducida a un sustantivo abstracto;
que son culpables de privar a la gracia de la naturaleza, aquélla la cual
sobrevuela en vano buscando a la otra para posarse; que el último examen que
aprobaron cum laude fue el de pipí; y que antes prefieren ofender a Dios que la
muerte, la añadidura al Reino y la cizaña al trigo. Considerando a lo agregado
ut supra, que el susodicho Tucho debió ser colafizado que no emponderado, y que
su obsecuencia seguida de felonía tiene antecedentes graves en el Huerto de
Getsemaní, se resuelve:
I.-Mantenerlo
en el calabozo sine die, durante cuya estancia en él ayunará y rezará,
estudiando ambas Summas y la Patrología griega, en su idioma fontal.
II.-Obligarlo
a tomar clases de historia con el Lobizón Cuyano, quien queda autorizado desde ya por esta pragmática a
darle con el puntero en las yemas, cada vez que yerre, desbarre u opine.
III.-Suspenderle
el ejercicio del santo ministerio, hasta que no aprenda a oficiar los ritos
tridentino, mozárabe y visigótico, para lo cual se le pone de tutor al Eparca Víctor Vas terrechian.
IV.-Enviarlo
una vez al año, con tobillera radarizada, al Encuentro Nacional de Mujeres, y
dejarlo en medio dellas con una pancarta celeste que diga: ¡Viva el Patriarcado! Comando Cacho Castaña.
V.-Será
justicia.
Leído
que fuere el veredicto con la solemnidad y la pompa que el caso ameritaban,
aplaudieron los presentes, fugáronse los abisales verdes, restablecióse la
calma, y el Gobernador dio la señal de los festejos. Los cuales consistieron
ese día en el cierre de Santa Marta, una
fogatina con Nostra Aetate y Amoris
Laetitia, la declaración de la insula como el Primer Estado Gibelino y
Cesaropapista, y 21 cañonazos desagraviando la Catedral de La Guita. Los cuales
serán arrojados en tres tandas de siete, por Los Colorados del Monte, el
General Enrique Gorostieta Velarde y el noble Henri de La Rochejaquelein.
Nacionalismo Católico San Juan Bautista