- Visiones de Catalina Emmerick
Juan libre dentro del
casillo
Durante
algún tiempo, habían permitido a Juan acudir a los alrededores del castillo, y
sus discípulos también podían ir y venir como ellos quisiera. Un par de veces
él dio un discurso público en el cual Herodes mismo estuvo presente. Habían
prometido su liberación si él aprobaba el matrimonio de Herodes, o al menos,
que nunca lo condenara de nuevo. Pero Juan lo denunciaba cada vez más
enérgicamente. Herodes, sin embargo, pensaba en liberarlo durante su propio
cumpleaños, pero su esposa en secreto alimentaba pensamientos muy diferentes.
Herodes habría deseado que Juan circulara libremente durante las festividades,
y que los invitados pudieran apreciar su indulgencia en el tratamiento del preso.
Juan se encierra en
su celda en protesta contra Herodes
Recién
se habían iniciado los juegos y el banquete cuando comenzaron el vicio y los
disturbios en Maqueronte, entonces Juan por si mismo se encerró en su celda de
la prisión y mandó a sus discípulos a que se retiraran de la ciudad. Ellos
acataron y se fueron a la región de Hebrón, donde ya muchos estaban reunidos.
Naturaleza de las
personalidades de Herodías y Salome
La hija de Herodías había sido entrenada
completamente por su madre, quien la había acompañado desde sus tiempos más tempranos.
Ella estaba en la flor de su juventud, con su conducta audaz y su atavío
desvergonzado. Por un largo tiempo Herodes la había mirado con ojos lascivos.
Esto la madre lo veía con complacencia y elaboró sus proyectos en consecuencia.
Herodías misma tenía un aspecto muy sorprendente, muy audaz, y ella usaba toda
su habilidad para resaltar sus encantos. Ella ya no era tan joven, y había algo
agudo, astuto, y diabólico en su semblante que a los hombres malos les gusta
ver. En mí, sin embargo, ella provocaba repugnancia y aversión como la produce
la belleza de una serpiente. No puedo encontrar ninguna comparación mejor que esta,
ella me recordaba a las diosas paganas antiguas. Ella ocupaba un ala del
castillo cerca del magnífico patio, que estaba algo más alta que el pasillo
opuesto, donde se celebraría el banquete de cumpleaños. De la galería fuera de
sus apartamentos, uno podía mirar abajo, al patio abierto de los pilares.
La danza de Salomé
ante Herodes y el espectáculo de la fiesta
Cuando Herodes encaminó sus pasos hacia el
arco de triunfo, él fue recibido por un conjunto de muchachos y muchachas que
bailaban, Salomé estaba al medio de ellos. Ella se presentó ante el con una corona,
que descansaba sobre un cojín cubierto de brillante ornamentación y cubierta
por un velo trasparente, llevada por niños de su cortejo. Estos niños estaban
vestidos con prendas delgadas y ajustadas a sus cuerpos y sobre sus hombros
llevaban imitaciones de alas. Salomé llevaba un largo traje transparente,
abrochado en algunas partes sobre sus muslos con broches destellantes. Sus brazos
estaban adornados con cintas de oro, pulseras con perlas, y anillos de
diminutas plumas; su cuello y pecho estaban cubiertos con perlas y cadenas
brillantes y delicadas. Ella bailó durante un rato ante Herodes; el que, muy
deslumbrado y encantado, dio expresión a su admiración, a la que todos sus
invitados se adhirieron con entusiasmo. Ella debía, le dijo él, repetir ese placer
para él a la mañana siguiente. Y ahora el desfile entró por el pasillo, y el
banquete comenzó... Mientras tanto, yo vi a Juan en su celda arrodillado en oración, con los
brazos extendidos y sus ojos elevados al cielo. Todo el lugar alrededor de él
estaba iluminado por una luz, pero era una luz muy diferente a la que brillaba
en el salón de Herodes. Esta última comparada con la primera, parecía como una
llama del Infierno. La ciudad entera de Maqueronte estaba iluminada por
antorchas y por el fuego, y se reflejaba a lo lejos, en las montañas
circundantes.
…Cuando todos habían comido y el vino había fluido
libremente, los invitados solicitaron a Herodes que permitiera a Salomé bailar
otra vez, y por esta razón, ellos dejaron suficiente espacio para una pista de
baile retirándose hacia las paredes…
Salome pide a Herodes la cabeza de Juan luego
de danzar por segunda vez
Salomé apareció con algunos de sus compañeros de
baile rodeados de una luz y vestida con un traje trasparente. Su pelo estaba entretejido
en parte con perlas y piedras preciosas, mientras la otra parte de sus rizos
flotada alrededor de su cabeza. Llevaba una corona y era la figura central del
grupo de bailarines. El baile consistía en un movimiento constante de
inclinación, una suave oscilación y giro. Todo su cuerpo parecía no tener
huesos. Apenas tomaba una posición cuando se deslizaba a otra. Los bailarines portaban
coronas y llevaban pañuelos en sus manos, que agitaban suavemente tocándose
unos a otros. Todo el movimiento expresaba las pasiones más vergonzosas, y en
ello Salomé superaba a todas sus compañeros.
Yo vi al diablo a su lado doblándose y
torciéndose para producir este abominable efecto. Herodes estaba totalmente
arrebatado y hechizado por estos movimientos. Al final de uno de los actos, Salomé
se presentó ante el trono; mientras los otros bailarines siguieron concentrando
la atención de los invitados, y sólo aquellos en la vecindad inmediata del
trono oyeran decirle a Herodes a ella: "pídeme lo que quieras y yo te lo daré.
Y le juró: Todo lo que me pidas te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino
"(Mc 6:22-23) Salomé dejó el salón y muy apresuradamente fue al
lugar donde se encontraban las mujeres, y consultó a su madre. Ésta le ordenó directamente
que ella pidiera la cabeza de Juan sobre una bandeja.
Salomé volvió apresurada donde Herodes, y le
dijo: " quiero que ahora mismo me des como única cosa la cabeza de Juan
el Bautista sobre una bandeja” (Mc.6:25) Sólo algunos de los aliados
más confidenciales de Herodes oyeron la petición. Herodes miraba como golpeado
por una apoplejía, pero Salomé le recordó su juramento. El entonces ordenó a
uno de sus guardias a llamar a su verdugo, a quien dio la orden de decapitar a
Juan y dar la cabeza, sobre un plato, a Salomé. El verdugo se retiró, y en
pocos segundos Salomé lo siguió. Herodes, súbitamente indispuesto, abandonó el
salón con sus aliados. Él estaba muy triste. Yo oí a sus seguidores que le decían
que él no estaba obligado a conceder tal petición; sin embargo ellos
prometieron el mayor secreto, para no interrumpir las festividades. Herodes,
sumamente preocupado, siguió caminando como un demente por las habitaciones más
remotas de su palacio; pero el banquete siguió sin inconvenientes.
Decapitación y
descripción de la muerte de Juan el Bautista
Juan estaba en oración. El verdugo y sus
criados ordenaron a los dos soldados de la guardia de la prisión de Juan a
entrar a la celda junto con ellos. Los guardias llevaban antorchas; pero yo vi
el espacio alrededor de Juan tan intensamente iluminado que la llama de las
antorchas se opacó, como una luz durante la claridad del día.
Salomé esperaba en la entrada de la enorme e
intrincada prisión.
Con ella estaba una criada quien entregó al
verdugo un plato envuelto en un paño rojo. Este último se dirigió a Juan:
"Herodes, el Rey, me envía para llevar tu cabeza sobre este plato a su
hija Salomé. " Juan le permitió un poco de tiempo para explicarse.
Él permaneció arrodillando, e inclinando su cabeza hacia él, le dijo: "Yo
sé por qué has venido. Tú eres mi invitado, uno a quien he esperado mucho
tiempo. Conozco el arte que tu sabes hacer, tu no quieres hacerlo. Estoy
listo." Entonces el giró su cabeza y siguió su oración delante de
la piedra del frente, donde siempre se arrodillaba a orar. El verdugo lo
decapitó con una máquina que puedo compararla, nada más que con una trampa de
zorro. Un anillo de hierro fue puesto sobre sus hombros. Este anillo estaba
provisto de dos láminas afiladas, que, con una presión repentina dada por el verdugo,
se cerró alrededor de su garganta y en un abrir y cerrar de ojos, separó la
cabeza del tronco. Juan aún permanecía de rodillas.
La cabeza cayó a tierra, y un chorro de tres
corrientes de sangre salía del cuerpo rociando a su vez, la cabeza y cuerpo del
santo, como si estuviera bautizándose con su propia sangre. El criado del verdugo
levantó la cabeza por los cabellos; lo insultaron, y luego lo puso sobre el
plato, que su maestro sostenía. Este posteriormente se lo presentó a la
expectante Salomé. Ella lo recibió alegremente, a pesar de no poder ocultar su
horror secreto y con el afeminado aborrecimiento hacia la sangre y las heridas,
que tienen aquellos, que son dados a pecar. Ella llevó la cabeza santa cubierta
por un paño rojo sobre el plato. La criada iba delante, llevando una antorcha encendida
por los pasos subterráneos. Salomé sostuvo el plato tímidamente alargando sus
brazos hacia delante, su cabeza aún cubierta por sus adornos, girada hacia el
lado con repugnancia.
Así ella atravesó los pasillos que conducían
hasta una especie de cocina que estaba bajo el castillo de Herodías. Aquí fue
encontrada por su madre, quien levantó la cubierta de la cabeza santa, y la cargó
con insultos y despóticamente. Luego tomó una daga afilada de la pared, donde
había herramientas enganchadas, y con ella perforó la lengua, las mejillas y
los ojos de la cabeza. Después de esto, mirando más bien como un demonio, que
un ser humano, ella lanzó la cabeza con un puntapié a través de una apertura
redonda, hacia abajo por un hoyo por donde expulsada la basura de la cocina.
Entonces
aquella mujer infame, junto a su hija, volvió a la juerga ruidosa y malvada del
banquete, como si nada hubiese pasado. Yo vi el cuerpo sagrado del santo,
cubierto con la piel que él habitualmente llevaba, colocado por los dos
soldados sobre un sillón de piedra.
Ocultamiento de la
verdad sobre el desaparición de Juan
Los hombres quedaron muy preocupados de lo
que fueron testigos.
Ellos después fueron liberados de pagar
impuestos y encarcelados, ya que no podían revelar lo que ellos sabían del
asesinato de Juan.
Todo lo qué tenía relación con ello, estaba
destinado al más riguroso secreto. Los invitados, sin embargo, no pensaron en
ningún momento en Juan. Así su muerte permaneció oculta por largo tiempo. Se
informó que él había sido puesto en libertad. Las festividades continuaron. En
cuanto a Herodes, dejó de tomar parte en ellas, y Herodías comenzó a
divertirse. Cinco de aquellos que estaban enterados de la muerte de Juan fueron
encerrados en mazmorras; los dos guardias, el verdugo, su criado, y la criada
de Salomé quien había mostrado compasión por el santo. Otros guardias fueron
puestos en la puerta de la prisión, ellos en turnos, a intervalos regulares
fueron substituidos por otros. Uno de los seguidores secretos de Herodes, con
regularidad llevaba alimento a la celda de Juan, por consiguiente no se tenía
la menor idea de lo que había ocurrido.
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Nacionalismo Católico San Juan Bautista