ENTREVISTA A RAFAEL VELASCO: INSOPORTABLE CONSTATACIÓN DE LA APOSTASÍA REINANTE
Rafael Velasco, rector de la Universidad Católica de Córdoba
“Estoy por la comunión para gays y el sacerdocio femenino”
Rafael
Velasco es varias cosas, pero principalmente es uno de esos pocos curas
que se animan a sacarse el cassette y a decir algunas cosas. Sobre todo
desde un puesto tan importante como el rectorado de la Universidad
Católica de Córdoba (UCC).
En una entrevista exclusiva con Veintitrés se despachó con definiciones contundentes y jugadas:
“Hay reformas importantísimas que hacer en la Iglesia, por ejemplo que
los divorciados puedan ser admitidos en la comunión; por ejemplo que si
un homosexual vive establemente con su pareja pueda comulgar. .. Decimos
que no debe haber diferencias entre el hombre y la mujer, decimos que
la mujer es importante, pero la excluimos del ministerio del sacerdocio.
Eso tiene que cambiar”.
La
entrevista fue acordada para hablar de dos cuestiones principales: su
alejamiento del rectorado y el reciente viaje del Papa Francisco a
Brasil.
-Sorprendió tu decisión de dejar el rectorado de la universidad.
-Sorprendió
pero yo lo había hablado a fines del año pasado con nuestro provincial y
acá en la universidad ya lo había dicho en marzo. Creo que lo que más
sorprendió fue que dijera que me quiero ir a trabajar en una parroquia.
-¿Las parroquias no son diocesanas, o sea que dependen de los obispados?
-Si,
pero nosotros los jesuitas en Argentina tenemos algunas parroquias, acá
en Córdoba por ejemplo tenemos la Sagrada Familia, en Buchardo y
Deheza, en barrio Pueyrredón. Yo he pedido ir a una parroquia de algún
barrio pobre de otra provincia.
-¿Siempre tuviste esa vocación pastoral?
-Si,
es lo que siempre me ha gustado más. Lo que pasa es que hasta ahora me
han mandado a lugares de gestión en instituciones educativas, pero
siempre he hecho al mismo tiempo estas tareas pastorales. Cuando vine a
Córdoba los primeros años iba con los voluntarios de la universidad al
norte de la provincia, la zona de Agua de las Piedras, Ongamira. Cuando
no pude más por los tiempos y las tareas de la gestión; luego empecé a
ir a Villa Anelelli, y voy hace mucho, todos los sábados desde la mañana
hasta la tardecita. Vamos un grupo grande de la universidad, hacemos
apoyo escolar, catequesis, los abogados dan asesoramiento gratis a la
gente en los problemas que pueden tener, temas de tenencia de tierras,
etc. Eso es lo que me gusta, me gusta ser cura, me gusta trabajar con
los pobres. Me gusta ser jesuita, eso es ser jesuita, porque los
jesuitas decimos que trabajamos por el servicio de la fe
inseparablemente unida a la promoción de la justicia. Yo intento vivirlo
desde la academia, pero también de la inserción en la realidad.
-El
Papa Francisco es un pastor como vos a diferencia de Benedicto que es
un intelectual, y se mete más en la cuestión terrenal. Ha marcado que la
corrupción, los lobbys, la pedofilia, entre otros, son los grandes
problemas de la Iglesia. ¿Creés que en la Iglesia de Argentina, en la
Iglesia de Córdoba, existen estos mismos problemas?
-Si,
yo creo que sí. Bueno, la corrupción está más clara en El Vaticano. La
curia romana es una corte, la última corte medieval activa y viva en
pleno siglo XXI. Eso tiene que desaparecer. Cuando Francisco no fue al
concierto y dijo que no era un príncipe renacentista empezó a avisar que
va contra eso, y contra la oscuridad que genera eso. Aquí en Argentina y
en Córdoba también lo que tiene que pasar es que se transparente todo
mucho más, porque hay un secretismo que no corresponde. Por ejemplo,
cuando se va a nombrar un obispo, debería ser más público y participar
más la comunidad. ¿Vos sabés cómo se nombra un obispo, tus lectores
saben cómo se nombra un obispo? No, porque es secreto, porque viene el
nuncio apostólico, pide informes secretos, todo muy oscuro y
restringido.
-¿Pero vos estás pidiendo democratizar la Iglesia?
-No,
no digo democratizar al punto de que la gente vote, pero por lo menos
que opine, que tenga una mayor participación. Que se la escuche. A mí me
tocó hace unos años responder un pedido de informes del nuncio
preguntándome sobre una persona que iban a promover para obispo. Y me
resaltaban que era muy secreto y que tenía que guardar y devolver la
hoja que me mandaban. Yo le respondí al nuncio diciéndole que le
preguntaran a la gente de la parroquia a ver qué opinan del postulante,
ya que lo conocen mejor que nadie, a ver qué tal es como párroco. No me
preguntaron nunca más (risas).
-Pero la Iglesia es una monarquía absoluta donde gobierna el Papa…
-Yo
lo que pido es que se cumpla con una mayor colegialidad en la Iglesia,
que era lo que planteaba el Concilio Vaticano II. Que no gobierne sólo
el Papa. Que sea el Papa y los obispos. Que las conferencias episcopales
no tengan que estar pidiendo permiso a Roma. Y el propio Francisco ha
sufrido esto. Porque cuando se sacó el documento de Aparecida en 2007
con el pensamiento de los obispos sudamericanos, El Vaticano no permitió
que se publicara. El documento fue a Roma y le sacaron partes, sobre
todo partes referidas a las comunidades eclesiales de base. Los obispos
habían reflexionado, habían orado, habían discutido, se habían puesto de
acuerdo y luego ese documento fue a Roma y le cortaron partes. Eso es
una falta de respeto. Es como si los obispos de Latinoamérica fueran
unos discapacitados que les tienen que decir qué hacer.
-¿Y creés realmente que Francisco quiere y puede terminar con ese gobierno absolutista tan retrógrado?
-Viendo
algunos de los signos, creo que Francisco va en esa dirección. Él
siempre se ha nombrado como el obispo de Roma, no como hasta ahora que
se ha considerado al Papa como un súper obispo que está por encima de
los otros obispos. El Papa en realidad es el obispo de Roma, que es el
primado y tiene poder de intervenir en las controversias y de guiar a la
Iglesia universal. Pero es un obispo más. Por ejemplo el obispo de
Córdoba o los obispos argentinos reunidos en la Conferencia Episcopal
deberían tener una voz propia que reflejara la realidad de acá, y no
seguir siendo sólo un altavoz de lo que dicen en Roma.
-Y para poder cambiar esto, ¿Francisco tiene o está armando una fuerza de choque como para enfrentar a la curia romana?
-La
curia romana sabe bien cómo resistir a los cambios, han pasado papas y
papas y no han logrado doblegar a la curia romana. Lo que sé es que está
armando un grupo de ocho cardenales, que le van a ayudar a reformar la
curia. Uno por Estados Unidos, uno por Latinoamérica, uno por Europa,
uno por Asia, uno por África, uno por Australia, uno de la propia curia y
el secretario que es el guatemalteco Rodríguez Maradiaga. Se están
reuniendo y en octubre van a anunciar cómo se va a hacer la
reestrucutración y el cambio del gobierno central de la Iglesia. Si esto
se hace bien va a ser una buena cosa. Estos ocho estuvieron con él en
la Jornada Mundial de la Juventud, fue otro gesto muy bueno.
-Hasta ahora son muchos gestos pero pocas concreciones. ¿No ves el peligro de que se pase de la esperanza a la desilusión?
-Sí,
veo ese peligro. Coincido en que hay una necesidad de pasar de los
gestos a los hechos. Creo que la Iglesia tiene una agenda muy importante
que está pendiente, sobre todo consigo misma. Gustavo Gutiérrez (el
fundador de la Teología de la Liberación) dice que la Iglesia tiene que
ser signo del Reino de Dios en la historia. Y el signo tiene que ser
comprensible, no tiene que ser tan opaco que la gente no lo entienda.
Entonces si la Iglesia quiere ser signo de que Dios se acerca a todos,
lo primero que tiene que hacer es no ser excluyente. Hay reformas
importantísimas que hacer, por ejemplo que los divorciados puedan ser
admitidos en la comunión; por ejemplo que si un homosexual vive
establemente con su pareja pueda comulgar. Esos serían signos más
comprensibles. Decimos que no debe haber diferencias entre el hombre y
la mujer, decimos que la mujer es importante, pero la excluimos del
ministerio del sacerdocio.
-Francisco dijo que eso de las mujeres sacerdotisas es imposible, que está absolutamente cerrado.
-Si, porque Juan Pablo II lo cerró de manera definitiva
-¿Pero podría venir un Papa y abrir este tema?
-Y, si, lo podría abrir. No hay nada que no pueda abrir un Papa. Un Papa o un Concilio.
-Bueno,
si Francisco quiere verdaderamente lío en la Iglesia, ¿convocar a un
concilio no sería la mejor forma de hacer un verdadero lío?
-Sí,
claro, porque además de esa forma abrís la voz dentro de la Iglesia y
generás una discusión grande en temas importantes. La magnitud de las
transformaciones que estamos necesitando dentro de la Iglesia, sobre
todo en temas culturales, algunos podría hacerlos el Papa y para otros
muchos sería bárbaro un concilio.
-Mencionaste
lo de los homosexuales. El otro día el Papa dijo que no es quién para
juzgarlos. Ahora bien, si no los juzga, no los condena, y si no los
condena, ¿no debería hacer algo para que dejen de sufrir discriminación?
Dentro y fuera de la Iglesia.
-Sí,
si uno sigue esa línea lógica, sí. Habría que seguir hasta el final. En
cuanto a la cuestión del matrimonio igualitario él tuvo una actuación
activa en contra durante el año 2010. Uno podría decir que bueno, es una
posición política y siempre está la discusión de si la Iglesia se debe
meter o no. Ahora bien, hacia adentro de la Iglesia, si el Papa es el
líder espiritual, y me dice que no los juzgamos y por ende no los
condenamos, bueno, habría que preguntarle qué rol van a tener de ahora
en más los gays dentro de la comunidad eclesial. ¿Qué tenemos para
decirles a los homosexuales, sólo que no los juzgamos y no los
condenamos, pero que tienen que ser célibes y que no pueden vivir su
amor y su sexualidad en toda la vida? Yo creo que no, no es lo mejor que
tenemos para decirles. Yo creo que si sacamos conclusiones lógicas, a
una persona que es homosexual y vive en las mismas normas de amor y
fidelidad que les pedimos a los heterosexuales, deberíamos rehabilitarlo
totalmente para los sacramentos, empezando por la comunión.
-El
Papa dice que le duele que un cura tenga un auto cero kilómetro. Está
bárbaro, pero nadie le da bolilla. ¿No se podría hacer algo para obligar
a que le hagan un poco de caso?
-Y,
dictar un decreto ley, que tenga peso. Hay que ver qué hace. Pero para
que no haya curas que no respeten los votos de pobreza y castidad,
también se tiene que encarar un proceso a largo plazo, porque deberemos
cambiar enormemente la forma de selección de los obispos, para que los
obispos también cambien la forma de selección de los curas. Esto es muy
largo, lo tiene que iniciar un Papa pero lo tiene que continuar el
siguiente. Por ejemplo, algo bueno de Francisco fue que juntó a los
nuncios y les dijo que dejen de elegir candidatos a obispos a los que
quieren ser obispos. Que elijan a pastores que no están detrás de la
carrera eclesiástica y de los cargos. Pero hay que ver cómo se aplica
esto. O sea, que lo haya dicho está bárbaro, hay que ser cómo esto se
concreta después, que cuando le lleven una terna al Vaticano, rechacen
realmente a los ambiciosos y si tienen que mandar otra terna que lo
hagan.
-Lo
que pasa es que para garantizar una política de cambio a largo plazo,
tendrá que apurarse un poco, porque la elección del nuevo papa dependerá
también de los cardenales que designe Francisco.
-Si, es cierto.
-Y no tiene mucho tiempo, porque Francisco es grande.
-Si,
es un hombre grande, no va a tener un papado de 20 años. Pero bueno,
hay que ver, yo quiero ver ahora en octubre a ver qué hace y si se anima
a reformar la curia romana. Por ahora es bueno que haya generado un
colchón de popularidad que le da también una autoridad moral muy grande
en el mundo y en la Iglesia misma.
-Cuando él piden que recen por él porque tiene límites y es pecador, ¿abre una puerta a discutir la infalibilidad?
-Yo
creo que ni los papas saben cómo sacarse de encima el dogma de la
infalibilidad. Esto surge en un momento histórico muy particular en la
segunda mitad del siglo XIX, cuando la Iglesia se siente amenazada por
la ciencia y también por los Estados en la cuestión política. Entonces
la Iglesia dice: “Bueno, pero nosotros tenemos la verdad espiritual” y
desde ahí surge la posibilidad de que el Papa diga qué es verdadero y
qué no lo es. De todos modos, esto es sólo para cuestiones de fe.
Igualmente yo creo que debería ser la Iglesia y no el Papa quien tuviera
esta potestad. Se debería democratizar la infalibilidad en temas de fe.
Sería bueno discutirlo, pero no creo que Francisco lo vaya a discutir.
-Vos sos jesuita. ¿Cómo toman los jesuitas a este Papa? Digo por lo de la ruptura del cuarto voto.
-Depende
qué jesuita sea. Nosotros tenemos un cuarto voto especial, que es de
obediencia al Papa acerca de las misiones. Como consecuencia directa de
este cuarto voto, los jesuitas tenemos que rechazar los cargos
eclesiásticos. Porque justamente lo que San Ignacio de Loyola, nuestro
fundador, quería era evitar el carrerismo, que un cura esté trabajando
con el objetivo de ocupar tal o cual cargo. Se opuso terminantemente a
que cualquier jesuita fuera obispo, cardenal y menos que menos Papa. Es
un mandato claro dentro de la Compañía de Jesús. Entonces, el que acepta
es porque quiere.
-¿Entonces técnicamente el Papa Francisco no es más jesuita?
-Y,
de hecho los que rompen con el cuarto voto siguen siendo porque no se
los expulsa, pero ya no deben obediencia al Provincial ni al General,
así que pasan a ser autónomos. Podrá tener una pertenencia afectiva,
como dice Francisco que tiene, pero no está en obediencia a los
superiores legítimos de la orden.
Entrevista con Rafael Velasco, rector de la Universidad Católica de Córdoba. Segunda parte
“Adhiero a la Teología de la Liberación
La
semana pasada presentamos la primera parte de una larga entrevista con
Rafael Velasco, el cura jesuita que a fin de año deja el rectorado de la
Universidad Católica de Córdoba. En aquella primera parte, decía cosas
tan importantes como que la Iglesia tiene que reivindicar y rehabilitar
totalmente a divorciados y homosexuales, o como que las mujeres deberían
acceder igual que los hombres al ministerio del sacerdocio.
En
esta segunda parte, abordamos cuestiones más políticas y Velasco no
duda en admitir: “Adhiero a la Teología de la Liberación, a ese modo de
pensar la fe, desde la realidad, leyendo la Palabra de Dios desde los
pobres”.
También
habló de la “teología peronista” del Papa Francisco. En cuanto al año
electoral que vivimos, Velasco evitó hablar de partidos pero fue muy
claro: “Veo grandes virtudes en este momento histórico porque creo que
tiene que ver con el avance de las grandes mayorías”. Y por si hacía
falta más claridad: “Estoy con el compromiso social, con la consecución
de derechos para los más desfavorecidos, con la vigencia de los Derechos
Humanos. No votaría a alguien que no vaya por ese lado”.
-Usted deja el rectorado de la Universidad Católica de Córdoba. Luego del cambio que produjo, ¿se mantendrá esa nueva impronta?
-Sí,
porque lo que hemos logrado es que esos cambios se incorporen como un
perfil institucionalizado, más allá del perfil mío. Por ejemplo, los
proyectos de proyección social y los programas sociales, tienen una
resolución rectoral, el Consejo Académico lo ha discutido y aprobado,
hay una secretaría que se encarga de eso y hay un presupuesto para eso.
Es decir que eso no está librado al humor de cada año, sino que eso ya
está y seguirá.
-Es
un cambio grande porque recuerdo que hace unos años la universidad le
dio el Doctorado Honoris Causa a Estela de Carlotto y se armó un lío
bárbaro. Ahora se lo dieron a Gustavo Gutiérrez (fundador de la Teología
de la Liberación) y no pasó nada.
-(Risas). Es cierto, ahora estaban todos contentos.
Bueno, sí, ha habido un proceso de cambio en la comunidad universitaria
que me tocó liderarlo a mí pero hay un montón de gente que acompañó.
Ahora ya todo eso trasciende a que esté o no esté yo.
-¿Ha tocado fondo la Iglesia y de ahora en adelante tendrá que resurgir?
-Creo
que puede descender todavía más en fieles y en vocaciones. No es que la
Iglesia se esté quedando sin fieles, sino que los fieles se van
quedando sin Iglesia. Fieles hay, pero se van a otros lados. Por ejemplo
nosotros los jesuitas estamos en un proceso de unificación. Brasil era
cinco provincias, ahora va a ser una sola, España era cuatro provincias y
ahora será una sola. Hay menos jesuitas porque hay menos vocaciones,
hoy somos unos 16 mil en el mundo y calculamos que vamos a bajar hasta
14 mil y ahí se va a estabilizar. Pero llegamos a ser 36 mil jesuitas a
mitad de la década de los ’60 con el Concilio Vaticano Segundo.
-¿Éste es un problema de los jesuitas o de toda la Iglesia?
-En general de toda la Iglesia. En los grupos de derecha las vocaciones crecen más, pero luego tienen muchas.
-¿Por ejemplo?
-El Verbo Encarnado, los lefebvristas.
-Benedicto XVI rehabilitó a los lefebvristas…
-Intentó
traerlos de nuevo. Lo que hizo fue levantarles la excomunión a los
cuatro obispos ordenados por monseñor Lefebvre. Luego hubo negociaciones
para ver si formaban una prelatura. La Iglesia cedió mucho pero ellos
no cedieron.
-Acá en Córdoba están los hermanos Espina…
-Esos
se llaman sedevacantistas, declaran que la sede del Papa está vacante
desde Pio XII está vacante. Que desde el Concilio Vaticano II todos los
papas son unos impostores. Estos sedevacantistas creo que incluso están a
la derecha de los lefebvristas.
-En la Iglesia, siempre hay algo más a la derecha…
-Si (risas). Siempre hay algo más, uno se puede sorprender muchísimo.
-Volviendo
al Papa Francisco. En su reciente viaje a Brasil, les pidió a los
jóvenes, a los viejos y a los pobres que no se dejen excluir. Me suena
un poco injusto, casi como responsabilizándolos de la exclusión que
sufren.
-Si,
no lo había pensado así, pero es cierto. Quizá lo dice dentro de la
Iglesia, pero también ahí sería bueno que se lo dijera a los obispos,
que escuchen a los jóvenes, que abran más el juego. En la sociedad es lo
mismo, el problema no es de los pobres, el problema es de los que los
excluyen, los que los dejan sin posibilidades de vivienda, de acceso a
la tierra, a la educación, a la justicia. A ellos hay que hablarles y
decirles claramente que son injustos.
-La Iglesia debería hablar menos de los pobres y empezar a hablar de los ricos para explicar por qué hay pobres…
-
Helder Cámara (obispo brasileño de la Teología de la Liberación) decía:
“Si yo ayudo a los pobres la gente dice que soy un santo, pero si
quiero explicar por qué hay pobres dicen que yo soy un comunista”. Si,
totalmente, hay que hablar de las causas de la pobreza, la exclusión y
la inequidad, con argumentos fundados y serios.
-Ahí
uno se mete inevitablemente en la política. Pero en la Iglesia todo el
tiempo se hace política, y los únicos castigados son los Ernesto
Cardenal o los Fernando Lugo…
-Si,
cuando te dicen que estás politizado es porque sos de izquierda, porque
la derecha nunca está politizada. Ellos te acusan de que estás
ideologizado, como si no hubiera ideología del otro lado. La Teología de
la Liberación plantea que la teología se basa en valores concretos y
nunca abstractos y que la salvación, en un contexto de opresión en
Latinoamérica, deberá inevitablemente entenderse desde la liberación,
una liberación política, social y económica de los pueblos en
Latinoamérica. Y a partir de esa liberación vendrá la liberación
religiosa. Entonces no hay neutralidad, no hay ninguna posibilidad de
neutralidad. Cuando yo digo esto, me dicen que estoy ideologizado. Ahora
bien, en una situación de enfrentamiento entre un poderoso y un débil,
si no tomo partido, ya estoy tomando partido, siempre a favor del
poderoso. Entonces no hay ninguna posibilidad de neutralidad. El engaño
teológico en gran parte de la Iglesia es creer que es posible la
apoliticidad. Por ejemplo, yo puedo ser crítico de ciertas realizaciones
políticas, pero tengo una orientación política. Eso de que la Iglesia
debe ser apolítica es una gran mentira.
-¿Y cuál es su orientación política en este año electoral?
-Bueno,
no quiero hablar de partidos, pero sí te puedo decir que estoy con el
compromiso social, con la consecución de derechos para los más
desfavorecidos, con la vigencia de los Derechos Humanos. No votaría a
alguien que no vaya por ese lado. Veo grandes virtudes en este momento
histórico porque creo que tiene que ver con el avance de las grandes
mayorías. Lo que critico es que falta una agenda importante, pero eso es
responsabilidad tanto del gobierno como de la oposición. Concretamente
habría que discutir qué vamos a hacer con la educación y con la cultura
del trabajo en los próximos 10 años. Son dos temas fundamentales y no
están en la agenda de nadie, eclipsados por las discusiones
coyunturales. Yo miro con mucha esperanza estos procesos de cambio en
algunos países de Latinoamérica, pero también con mucha crítica por esto
de no ir más allá de la coyuntura.
-¿Le parece que no hay una oposición seria en Argentina?
-Extraño
partidos políticos con mayor firmeza, tenemos un sistema político muy
endeble. Tenemos un oficialismo muy bien estructurado y después, una
fragmentación de fuerzas que lamentablemente se van detrás de nombres y
no de ideas, sin ninguna solidez. Esto no le hace bien a la política y
hoy no veo posibilidad real de alternancia en el poder.
-¿Y en la Iglesia argentina, hay posibilidad de cambio real?
-Ojalá.
Primero habrá que ver si hay cambios reales en la Iglesia mundial. Y
luego que esa renovación llegue también a la Iglesia argentina.
-Que pase este crudo invierno, como dice Leonardo Boff. ¿No?
-Si, ojalá.
-En algún momento tuvimos obispos como De Nevares, Novak…
-Sí,
y también Hesayne, Sueldo, Devoto, Ponce de León, Angelelli, etc. Lo
que pasa es que son muchos años entre Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Muchos años en que en el nombramiento de obispos se privilegió a
personas que interpretaban lo que decía Roma sin salirse del libreto. Si
se empieza a nombrar otro tipo de obispos habrá también un cambio en la
Iglesia argentina, con obispos que tengan un peso particular, una voz
propia, una autoridad distinta. Pero eso implicará un cambio a largo
plazo. Por ahora vemos gestos positivos de Francisco. Hay chicos que me
dicen: “Si este Papa sigue así, voy a volver a la Iglesia”.
-Ya
pasaron cuatro meses desde que asumió Francisco. Los gestos están muy
bien. Pero la esperanza sin concreciones se puede llegar a convertir en
desilusión.
-Ojalá, ojalá siga con estos signos y transforme los signos en concreciones.
-Por
ejemplo, como decíamos antes, cuando Benedicto quiso rehabilitar a los
lefebvristas, directamente lo hizo. Ahora por ejemplo, Leonardo Boff se
pasó tirándole centros a Francisco…
-Y no cabeceó ninguno.
-Boff
viene diciendo que Francisco es la esperanza, es la primavera después
del invierno, etcétera, etcétera, ¿no hubiera sido una buena ocasión su
estadía en Brasil para recibirlo?
-Sí, eso hubiera sido un hecho concreto, es verdad.
-Por ejemplo, en la misma semana, usted le dio el doctorado Honoris Causa a Gustavo Gutiérrez.
-Si,
es cierto. Yo creo que como se ha dado esta explosión de la imagen de
Francisco, mucha gente proyecta lo que desea en él, y hay que ver quién
es realmente Francisco. Hay que ser cauto. Cuando yo veo toda esta
efervescencia tomo un poco de distancia y prefiero ser cauto. A pesar de
que veo con esperanza las cosas que está haciendo y espero cambios
concretos, no hay que perder de vista que Bergoglio nunca vio con
simpatía la Teología de la Liberación. Esa es la verdad. Cuando lo
eligieron en marzo lo primero que todos pensamos fue que era
latinoamericano, y argentino. Pero no eligieron a Gustavo Gutiérrez para
Papa. Ahora como Papa puede llegar a tener una mirada un poquito más
amplia, tiene la posibilidad de rehabilitar a algunos teóricos, pero
tampoco proyectemos en él lo que queremos nosotros.
-Así
como la Teología de la Liberación tiene un componente marxista, ¿se
podría decir que el Papa Francisco tiene una teología peronista?
-(Risas).
Si, puede ser. Dentro de la Teología de la Liberación hay un grupo que
es la Teología de la Cultura (Juan Carlos Scannone, Lucio Gera, entre
otros), que toma cosas del peronismo. Tal vez Bergoglio pueda haber sido
más afín a ese grupo, pero lo que es claro es que la teología de
Bergoglio no es la teología latinoamericana como la conocemos nosotros,
ni tampoco la teología europea. Él va a las villas, tiene un contacto
directo con el pueblo lo cual es muy saludable, pero no es
revolucionario, de ningún modo.
-No es revolucionario ni afuera ni adentro de la Iglesia…
-No
lo es. Por ejemplo, la Teología de la Liberación tiene dos niveles de
crítica. Por un lado critica el estado de opresión de la sociedad, pero
también critica la participación de la propia Iglesia en ese proceso de
opresión de la sociedad. En Francisco puede llegar a haber cierta
crítica con los autores de la opresión de las grandes mayorías pero tal
vez carece de la necesaria autocrítica de la participación de la Iglesia
en este proceso de opresión. La Iglesia ha estado siempre comprometida
con este sistema y muchas veces ha bendecido a los que excluían.
Entonces tenemos que hacer una autocrítica de cuál fue y cuál debe ser
nuestro lugar en todo esto. La Teología de la Liberación tira piedras y
por eso no es simpática. Pero no tira piedras para hacer naufragar a la
Iglesia, sino para reformarla. Tenemos que revisar nuestra historia para
cambiar.
-Pero el propio Francisco tiene contradicciones…
-Si,
es cierto. Creo que con el tiempo, cuando se disipe un poco la espuma,
veremos quién es Francisco. Por ejemplo qué quiere decir con lo de una
Iglesia pobre para los pobres, porque esa frase puede querer decir
muchas cosas distintas. Se puede hablar de empoderar a los pobres para
encarar movimientos de liberación y que la Iglesia acompañe, pero se
puede hablar también desde un lugar más pastoral entre comillas, con una
mirada más religiosa asistencial y no tanto de transformación de la
sociedad.
-Esa no es la Doctrina Social de la Iglesia…
-No
tanto. Si uno mira bien la Doctrina Social de la Iglesia, habla de
fortalecer las instituciones intermedias como sindicatos y ONGs, que
tienen que ser los actores de la transformación de la sociedad y la
Iglesia no debe hacer lo que pueden hacer esas instituciones, sino
acompañarlas en la transformación. Creo que hay una mala lectura de la
Doctrina Social de la Iglesia como que es meramente asistencialista. Lo
que se dice es que la Iglesia tiene que fomentar que los cristianos se
metan en esas instituciones para intentar transformar la sociedad.
-No
sé si va a coincidir, pero creo que Sudamérica está inmersa en procesos
de transformación de la sociedad como ningún lugar del mundo, sobre
todo Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador…
-Si.
-Y
sin embargo ese documento de Aparecida de 2007, del cual Bergoglio fue
su principal impulsor, le pega duramente a estos gobiernos progresistas.
-Si, llamándolos neopopulistas
-Si, autoritarios, etc.
-Si,
es cierto. Hay reparos en los obispos frente a gobiernos que se
presentan como movimientos populares y que los obispos los perciben como
con cierto autoritarismo. Esa es la mirada de muchos obispos
latinoamericanos. Por eso digo que hay que dejar que se disipe la espuma
para que uno no proyecte indebidamente sus deseos en la figura de
Francisco. Tenemos que ser cautos y realistas y contener el optimismo.
-Lo
último. Durante toda la entrevista estuvo presente el tema de la
Teología de la Liberación. ¿Usted se podría inscribir dentro de esa
corriente teológica?
-La verdad es que
no me atrevo a considerarme un teólogo. Y menos de la Liberación. Me
parecería muy pretensioso ser presentado así como un teólogo de la
liberación. Lo que sí puedo afirmar es que adhiero a ese modo de pensar
la fe, desde la realidad, leyendo la Palabra de Dios desde los pobres.