¿Están dispuestos los occidentales a bombardear Siria?
Fingiendo
creer en la existencia de un ataque químico del gobierno sirio contra
su propio pueblo, Washington, Londres y Paris hacen sonar los tambores
de guerra. ¿Hay que tomar en serio esas amenazas provenientes de los
mismos Estados que llevan 2 años anunciando la caída inminente de Siria?
Aunque es una opción que no puede excluirse, Thierry Meyssan piensa que
es menos probable que una intervención organizada por Arabia Saudita.
Toda esta agitación tendría como objetivo poner a prueba las respuestas
de Rusia e Irán.
¿Qué mosca ha picado al Premio Nobel de la Paz
Barack Obama? El domingo 25 de agosto de 2013, la Casa Blanca publicó un
comunicado en el que un alto funcionario anónimo afirmaba que hay «muy pocas dudas»
del uso en Siria de armas químicas contra la oposición. El comunicado
agrega que el consentimiento de Siria para permitir que los inspectores
de la ONU penetren en la zona del ataque químico llega «demasiado tarde para ser creíble».
Si bien el uso de armas químicas en la periferia de Damasco reportado
el miércoles 21 de agosto de 2013 parece bastante probable, el Consejo
de Seguridad de la ONU no concluyó que fuese atribuible al gobierno
sirio. En una reunión urgente solicitada por los occidentales, los
embajadores quedaron sorprendidos cuando su colega ruso les presentó
fotos captadas por los satélites de su país en las que pueden verse los
disparos de 2 obuses –a las 01 horas y 35 minutos de la mañana–
realizados desde la zona de los rebeldes en Duma hacia las zonas,
también rebeldes, que resultaron afectadas por los gases –en Jobar y
entre Arbin y Zamalka– en horarios que coinciden con los incidentes
reportados. Las fotos de los satélites rusos no permiten determinar si
se trata de obuses químicos pero sugieren que la «Brigada del Islam»
que ocupa la localidad de Duma quiso matar tres pájaros de un tiro:
eliminar a sus rivales en el seno mismo de la oposición, lograr que se
acusara a Siria de usar armas químicas y contrarrestar al mismo tiempo
la ofensiva del ejército sirio contra las posiciones de los grupos
armados que hostigan la capital.
El gobierno sirio no es signatario de la Convención contra las Armas
Químicas –como tampoco lo es su enemigo israelí– y dispone de ese tipo
de armamento. Pero los yihadistas también lo tienen, como ya lo confirmó
Carla del Ponte en declaraciones que desataron la cólera de la Alta
Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos. Ya en diciembre de
2012, el Ejército Sirio Libre difundió un video en el que realizaba un
experimento de laboratorio con un gas venenoso y amenazaba con
utilizarlo contra los alauitas. Esta misma semana, el gobierno sirio
descubrió en las afueras de Damasco varios escondites que contenían
armas químicas, mascaras antigases y dosis de antídotos. Los productos
provenían de Arabia Saudita, Qatar, Estados Unidos y los Países Bajos.
Es, por cierto, a pedido del gobierno sirio –y no de los occidentales–
que los expertos de la ONU se encuentran en Siria por dos semanas para
investigar las alegaciones de uso de armas químicas. Para terminar, el
29 de mayo de 2013, la policía turca arrestó una docena de miembros del
Frente al-Nusra y les confiscó armas químicas destinadas a su uso en
Siria.
A pesar de todo eso, el presidente Obama reunió su Consejo de
Seguridad Nacional el viernes 23 de agosto para examinar las opciones de
ataque contra Siria en presencia de su embajadora en la ONU, Samantha
Power, cabecilla de los halcones liberales. Decidió entonces reforzar la
presencia de la marina de guerra estadounidense en el Mediterráneo con
el envío del buque de guerra USS Ramage, un destructor portador de misiles crucero, que se une a otros 3 –el USS Gravely, el USS Barry y el USS Mahan– que ya estaban en la zona.
El sábado, el presidente Barack Obama se comunicó telefónicamente con
el primer ministro británico David Cameron. Y el domingo habló con el
presidente francés Francois Hollande. Los tres estuvieron de acuerdo en
que había que intervenir, pero sin precisar cómo. También el domingo, el
secretario de Estado John Kerry llamaba a sus homólogos del
Reino Unido, Francia, Canadá y Rusia para decirles que Estados Unidos
está convencido de que Siria había traspasado la «línea roja». Sus tres primeros interlocutores lo escucharon asumiendo lo que los militares llaman «posición de firmes».
Pero el ministro ruso Serguei Lavrov le expresó su asombro ante el
hecho que Washington se pronuncie antes del informe de los inspectores
de la ONU y le advirtió sobre las «consecuencias extremadamente graves» de una intervención en la región.
El lunes, el ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, estaba
en Qatar y debía viajar después a los Emiratos Árabes Unidos para
coordinar con ellos mientras que el consejero israelí de seguridad
nacional –general Yaakov Amidor– era recibido en la Casa Blanca. En una
conversación telefónica entre el primer ministro británico David Cameron
y el presidente ruso Vladimir Putin, este último subrayó que no existe
prueba alguna del uso de armas químicas por parte del gobierno sirio.
Por su parte, el viceministro chino de Relaciones Exteriores,
Li Baodong, telefoneó a su homóloga estadounidense Wendy R. Sherman
exhortando Estados Unidos a la cordura. Consciente del riesgo de una
guerra regional, cuyas primeras víctimas serían los cristianos del
Oriente, el papa Francisco I reiteró sus llamados a la paz.
¿Debemos pensar que los occidentales van a entrar en guerra sin un
mandato del Consejo de Seguridad, como lo hizo la OTAN en Yugoslavia?
Es poco probable porque la Rusia de aquella época estaba en ruinas
mientras que hoy en día tendría que intervenir, después de haber emitido
3 vetos para proteger a Siria, o renunciar a toda acción internacional.
Sin embargo, Serguei Lavrov descartó sabiamente una Tercera Guerra
Mundial. Precisó que su país no tenía intenciones de entrar en guerra
con nadie, ni siquiera por el tema sirio. Podría tratarse por lo tanto
de una intervención indirecta en apoyo a Siria, similar a la acción de
China durante la guerra de Vietnam.
Irán anunció, por boca del jefe adjunto de su estado mayor, el
general Massud Jazayeri, que para Teherán el ataque contra Siria sería
la violación de la «línea roja», precisando que si la Casa Blanca pasa a la acción tendrá que enfrentar «graves consecuencias».
Es evidente que Irán no tiene los medios que posee Rusia, ni tampoco
sus alianzas, pero no hay que olvidar que está entre las 10 primeras
potencias militares a nivel mundial. Partiendo de esa base, atacar Siria
sería arriesgarse a una respuesta contra Israel y a sublevaciones en
gran parte del mundo árabe, sobre todo en Arabia Saudita. La reciente
intervención del Hezbollah libanés y las declaraciones de su secretario
general Hassan Nasrallah no dejan lugar a dudas en ese sentido.
Interrogado por la prensa rusa, el presidente sirio Bachar al-Assad declaró:
«Las declaraciones de los políticos estadounidenses, occidentales y de otros países constituyen un insulto al sentido común y una expresión de desprecio por la opinión pública de sus pueblos. Es algo que no tiene sentido: se acusa primero y después se reúnen las pruebas. Eso lo está haciendo un país poderoso, Estados Unidos (…) Son acusaciones exclusivamente políticas, responden a la serie de victorias registradas por las fuerzas gubernamentales sobre los terroristas.»
En Rusia, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del
Parlamento ruso, el periodista y especialista en geopolítica Alexei
Pushkov comentó a través de su cuenta de Twitter: «Washington y
Londres han declarado a Assad culpable antes de las conclusiones de los
inspectores de la ONU. Sólo aceptarán un veredicto de culpabilidad.
Cualquier otro veredicto será rechazado.»
El principio de una nueva guerra en Siria no se ajusta a los
problemas económicos de Estados Unidos y los europeos. Vender armas es
una manera de ganar dinero pero destruir un Estado sin esperanzas de
recuperar la inversión a corto o mediano plazo sólo puede agravar una
situación económica ya muy difícil.
Según un sondeo Reuters/Ipsos realizado después de las informaciones
sobre el ataque del 21 de agosto más de 60% de los estadounidenses se
oponen a una intervención en Siria y sólo un 9% sería favorable.
Aún si estuviesen convencidos del uso de armas químicas por parte de
Siria, un 46% de los estadounidenses seguirían oponiéndose a una
intervención que sólo contaría con un respaldo del 25%. Ese mismo sondeo
indica que los estadounidenses respaldan todavía menos la guerra
secreta: el 89% declara que tampoco se debe armar a los rebeldes, contra
un 11% que prefiere seguir armándolos. Los encuestadores propusieron a
las personas interrogadas 4 opciones: golpes aéreos (respaldados por un
12%), creación de una zona de exclusión aérea (11%), financiamiento de
una fuerza multinacional (9%) o una intervención directa de
Estados Unidos (4%).
En Francia, el diario Le Figaro, propiedad del fabricante y
vendedor de armas Dassault, también sondeó a sus lectores. Al cabo de un
día, el 79,6% se había pronunciado contra la guerra, respaldada
solamente por un 20,4%.
Será por lo tanto muy difícil para los occidentales invertir radicalmente el sentir de su opinión pública y entrar en guerra.
También es posible otra interpretación de los hechos. Ya que varios
videos de víctimas de los ataques químicos fueron publicados en internet
horas antes de los ataques, siempre cabe la posibilidad de que
los occidentales «descubran» el engaño en el momento adecuado
para dar marcha atrás. El escándalo de las supuestas armas químicas en
Irak demostró, sin embargo, que los occidentales pueden darse el lujo de
mentir a la comunidad internacional y reconocerlo ulteriormente –y
sin mayores consecuencias– luego de haber cometido la fechoría que
querían justificar.
Las acusaciones de los yihadistas y de sus padrinos occidentales se
producen en medio de una vasta ofensiva del Ejército Árabe Sirio,
bautizada «Escudo de Damasco» y destinada a limpiar los alrededores de la capital. El lanzamiento de los dos obuses de la «Brigada del Islam»
tuvo lugar en respuesta al inicio de esa ofensiva, que se desarrolló
durante 5 días y ocasionó grandes pérdidas a los yihadistas –al menos
1 500 bajas entre muertos y heridos. La agitación de los occidentales
puede por lo tanto ser una forma de guerra sicológica tendiente a
ocultar esa derrota y a paralizar a la vez la ofensiva siria.
Para Washington es en todo caso una forma de poner a prueba la respuesta
iraní después de la elección de Hassan Rohani como presidente. Y ahora
se sabe claramente que este último no podrá oponerse a la política del
Guía de la Revolución, el ayatola Ali Khamenei.
En el momento de la guerra contra Libia subestimé la capacidad de
Estados Unidos para violar todas las reglas, incluyendo las de la OTAN.
Basándome en el contenido de los documentos de la propia OTAN, insistía
yo en la larga capacidad de resistencia de la Yamahiriya ante su
oposición armada. Yo no sabía en aquel momento que una reunión secreta
había tenido lugar en la base de la OTAN en Nápoles, a espaldas del
Consejo de la alianza atlántica. Estados Unidos, el Reino Unido,
Francia, Dinamarca y Turquía, con Israel, Qatar y Jordania estaban
planificando en secreto el uso de los medios de la OTAN para bombardear
la capital de Libia [1].
Excluyeron de aquella reunión a los aliados que se oponían a un ataque
tan costoso en vidas humanas. La OTAN había dejado de ser una «alianza»
en el sentido real de la palabra para convertirse en una coalición de
circunstancia. En pocos días, la toma de Trípoli dejó un saldo de 40 000
muertos, según los informes internos de la Cruz Roja. Un dispositivo
similar puede estar organizándose en este momento ya que los jefes de
estado mayor de prácticamente los mismos países –a los que se unen ahora
Arabia Saudita y Canadá– están reunidos, desde el domingo y hasta esta
noche [martes 27 de agosto de 2013] en Amman, bajo la presidencia del
comandante del CentCom, el general Lloyd J. Austin III.
Los participantes estudian 5 opciones: entrega de armas a los Contras,
imposición de una zona de no sobrevuelo, creación de zonas-tapones e
invasión terrestre.
La prensa atlantista está llamando a la guerra. En Londres, The Times ya la anuncia.
El presidente Barack Obama podría seguir, de esa manera, el plan de
guerra ya establecido por su predecesor George W. Bush desde el 15 de
septiembre de 2001, plan que además de los ataques contra Afganistán e
Irak preveía también las agresiones contra Libia y Siria, como ha
revelado el general estadounidense Wesley Clark [2], ex comandante de la OTAN. Problema: por primera vez, el blanco seleccionado dispone de muy serias alianzas.
Esa variante contradice, sin embargo, todos los esfuerzos que
la administración Obama había venido realizando desde hace un año para
eliminar los obstáculos a la celebración de la conferencia Ginebra 2:
dimisión del general David Petraeus y de los partidarios de la guerra
secreta; no renovación del mandato de Hillary Clinton y de los
ultrasionistas; acusaciones legales invalidantes contra los opositores
irreductibles de toda alianza con Rusia, esencialmente en el seno de la
OTAN y del escudo antimisiles. Y también contradice los esfuerzos de
John Brennan, el ahora jefe de la CIA, por provocar enfrentamientos en
el seno de la oposición armada siria, por exigir la abdicación del emir
de Qatar y amenazar a Arabia Saudita.
Mientras tanto, Siria se prepara, en la medida de lo posible, para
cualquier eventualidad, incluyendo un bombardeo de la OTAN contra los
centros de mando y los ministerios, acción que puede estar coordinada
con un asalto de los yihadistas contra la capital. Pero la opción más
probable no es el inicio de una guerra regional que escaparía al control
de las potencias occidentales sino un ataque –en otoño– bajo la
supervisión de Arabia Saudita y concretado por los combatientes que ese
reino está reclutando actualmente, operación que se desarrollaría con el
posible respaldo de la Liga Árabe.