
Pero, volvamos al tema. Esa misma
mañana del 27 pasado, en “La Mañana de Córdoba, el texto de un típico
“aplaudidor serial”, otrora encandilado con los fulgores menemistas y hoy k, hablaba
“del retraso de la conciencia de los trabajadores respecto a lo conocido en
décadas pasadas”, sin dejar en claro si estaba pensando en la década del 90,
durante la cual muchos lo acompañaban junto a Carlitos, o en los lejanos tiempos
de Mayo del 69, cuando la intrepidez juvenil lo hacía soñar con un partido
obrero de la Izquierda Nacional.
Después de la refutación de
Cristina Kirchner –un reconocimiento de que los trabajadores del país tienen
conciencia suficiente como para defenderse votando, aunque la carencia de una
alternativa que sostenga críticamente al gobierno popular sin silenciar sus
límites, los lleve a elegir una mala opción– hay, más allá del caso que
puntualmente señalamos, una infinidad de “sabios” que van a guardar “el violín
en bolsa”, como dice el refrán, procurando que olvidemos todo lo que dijeron de
los sectores “privilegiados” de la clase obrera, a los que llamaban a superar
su “egoísmo” para con “los pobres”, mirando para otro lado o silbando al techo
cuando la Presidente decía, delante de los empresarios, que era comprensible
que esos chupasangres quisieran “levantarla con pala”. Nadie, entre esa legión
de “economistas” y “politólogos” –que por vocación o interés aplauden siempre y
se cuidan de criticar como si fuese un crimen– le señalaba al rey que estaba
desnudo, haciéndole notar el doble rasero. Tenían, en consecuencia, que llegar
las PASO, para mostrar que el asalariado no es menos capaz que la tan festejada
“burguesía nacional” al defender sus intereses. Intereses que, por otra parte,
coinciden y no se oponen al interés general (lo que si ocurre con la voracidad
empresarial), como lo demuestran, hoy, todas las reflexiones que se están
haciendo acerca de las virtudes que traerá el incremento del ingreso logrado
por la medida que comentamos, en tanto mejorará el consumo popular y, por
consiguiente, dinamizará la producción, como precisa el país en estos momentos
de crisis mundial.
Hay mil ejemplos en el mismo
sentido, sobre el descrédito que aportan los “aplaudidores seriales”, unos
“amigos” del gobierno popular que nos recuerdan aquello de “Dios me guarde”.
Aurelio Argañaraz