Las dos mentiras del diputado Carlos Kunkel
Con
seguridad habrá muchas más, como suele suceder en la actividad
política y con mayor o menor intensidad según sea la personalidad
de los actores y las circunstancias que estén juego. Por ejemplo,
hace unos días, un importante dirigente agropecuario hizo
referencia directa a las mentiras del gobierno y de la misma
Presidente, en alusión a las expresiones de esta última sobre la
situación del campo y de la economía.
No se trata de un juego de palabras. La mentira campea por todas
partes y en algunos casos tiende a disimular las consecuencias
que afectarán a todos los argentinos por igual, pero donde la
mentira adquiere dimensiones extraordinarias es en el campo
electoral y por extensión a los partidos y a la mayor parte de los
dirigentes. Muchos de ellos observan cómo el poder –aunque sea
transitorio– se acerca rápidamente a sus personas y en otros cómo
se aleja y pierde en la lotananza. Un amigo que hace periodismo
inteligente –Jorge Asis– encontró en la garrocha el símbolo de los
pases de quienes hasta el momento preciso del salto militan (o
militaban) en el sector perdedor para pasarse rápidamente hacia
el del ganador, engrosando así las posibilidades de este último.
Lo que ocurre admite varias interpretaciones y acertijos y
contribuye a dibujar la decadencia argentina, pero, en síntesis,
airosa, fuerte y dinámica aparece la palabra mentira, que surge
para muchas cosas. Por ejemplo, lo que brevemente hemos descripto y
todo lo relacionado con una corrupción agobiante que, hasta ahora, o
es ignorada por los personajes denunciados que con sus silencios
ejercen otra forma de la mentira. La decadencia también está
representada por estas conductas y la falta de una reacción
precisa y contundente por parte de quienes deben ejercerla. Como
contrapartida, la verdad puede resumirse en distintos vocablos
como agobio, cansancio, hartazgo y hasta por el concepto que se
expresa en el convencimiento de que esto concluirá dentro de poco
en medio de una reacción popular severa que inundará de votos
contrarios al cristinismo. Será la única manera posible de salvar
una parte del sistema.
Éste reúne varias y diversas formas, pero antes de avanzar hacia
las dos mentiras de Carlos Kunkel, diremos que son
representativas de la falta de calidad de nuestra política al
mismo tiempo que constituyen un anticipo de lo que sucederá, en
tanto tipifican el perfil de quienes ocupan forzadamente el
lugar de la dirigencia.
Kunkel integra hasta hoy (o ayer) el bloque del Frente para la
Victoria, pero con una clara percepción de lo que ocurre y
sucederá, declaró al diario La Nación que nunca había sido
kirchnerista. La afirmación admite el asombro y también la
repugnancia (ignoramos la opinión de la diputada Diana Conti)
cuando la memoria nos trae el recuerdo de un apasionado discurso
oficialista que le mereció un soberano cachetazo de la diputada
Justicialista Graciela Camaño-del entonces bloque Federal que
reunía la primera etapa de la instalación del peronismo disidente o
tradicional– por los términos agresivos con que Kunkel se
manifestaba a favor de las posiciones del gobierno y propuestas de
la presidente Cristina Fernández. Hasta aquí la corta historia
de la primera parte de la mentira. La segunda vino a continuación,
cuando sostuvo que era peronista. Kunkel no lo fue, pues integró al
grupo de violentos que el 1° de Mayo de 1974 derrocharon denuestos
contra el entonces Presidente Juan D. Perón, quien los expulsó de la
concentración en lo que fue el preámbulo de la puesta fuera de la
Ley de este sector combativo y revolucionario que asesinó a
diestra y siniestra a militares, sindicalistas como Rucci,
empresarios y civiles representativos de las más diversas
actividades. La garrocha virtual utilizada por este activista de
la violencia ayuda a entender por qué Cristina será la
enterradora de la triste experiencia que inició su marido.
Fuente: Informador Público
Autor: Carlos Manuel Acuña