NOTIVIDA, Año XIII,
Nº 894, 27 de agosto de 2013
MUESTRA ABORTISTA EN UN MUSEO
NACIONAL
Desde el 9 de agosto
y hasta el 8 de septiembre, se está llevando a cabo en el Palais de Glace -el Palacio
Nacional de las Artes que depende de la Secretaría de Cultura de la Presidencia
de la Nación- una muestra
denominada: “11 semanas, 23 horas,
59 minutos / aborto clandestino en
Argentina” con
trabajos de Guadalupe Gómez Verdi, Lisa Franz y Léa Meurice, tres jóvenes
fotógrafas de nacionalidades distintas (argentina, alemana y francesa) que
residen en Argentina.
Amnistía
Internacional (AI), entidad organizadora de la muestra, se define como “un movimiento global que hace campaña para poner fin a los graves abusos contra
los derechos humanos” y afirma simultáneamente que “el
acceso al aborto es un derecho humano”.
Para dirigirse a las
autoridades del Palais de Glace se puede escribir a info@palaisdeglace.gob.ar
La exposición fue
ponderada por Mariana Carbajal en Página 12, en un artículo que tituló “Imágenes de un derecho”.
Publicamos a continuación una réplica a dicho
artículo.
RÉPLICA A MARIANA CARBAJAL
Por Juan Carlos Monedero
“Poder
abortar en mi casa, con pastillas, me hizo sentir totalmente dueña de mí
misma.
Una
sensación de libertad muy similar a la que viví cuando decidí ser
madre”.
Da la casualidad de
que las ideas no se sostienen por sí mismas en el aire, ni por sí mismas se
difunden: son como flechas y balas que a nadie lastimarían si no hubiese quien
las disparase. Es por eso que tanto esta justificación ideológica del aborto –en
manos de Mariana Carbajal,
periodista de Página 12– como su correspondiente réplica, cobran un
carácter personal. Necesariamente personal: se está metiendo con el más
indefenso.
Se está metiendo
con el niño por nacer. Esa criatura frágil
–pequeña pero maravillosa– que pretenden borrar. Símbolo de toda pureza, página
en blanco de la existencia, pura posibilidad, sólo promesa: hoy estás en peligro
de extinción.
Este peligro no tiene relación con enfermedad alguna.
No se trata de una peste o un virus. Es algo mucho peor: el egoísmo de tu propia madre. Un egoísmo
que luego se disfraza de razones; que se cubre de eufemismos, que se presenta
como arte cuando no es sino una triste parodia del mismo, tal como está
ocurriendo en estos momentos en la muestra del Palais de Glace. Un egoísmo que
encuentra en el ropaje ideológico feminista su justificación
teórica.
Contra eso, ¿qué antídoto podríamos ofrecer sino el
antídoto del amor? Una madre que ama no
mata a su hijo. Una madre que ama no se elige a sí misma primero. Una madre
que ama no racionaliza la vida que lleva en su vientre. Ama y punto. Y ese amor
la lleva, si se deja llevar por la mano del Buen Dios, a consecuencias hermosas
y difíciles. ¿Y qué es lo heroico, si no es la unión de lo hermoso y lo
difícil?
Ser madre puede convertirse, hoy en día, en un acto
de heroísmo.
Para afirmar este heroísmo –tanto para ellas como
para nosotros mismos– escribimos estas líneas. Queremos apoyar pública, clara y
firmemente a todas las mujeres que en cualquier circunstancia llevan adelante,
con valentía y audacia, su embarazo. Un apoyo que no debe agotarse en lo
retórico sino traducirse en actos concretos.
Contrario a lo que suele pensarse, los grandes amores
exigen grandes repudios. Todo el que ama, repele lo que contraría su amor. Por
eso, a la par de manifestar nuestra admiración, apoyo y respeto por las madres
que llevan adelante su embarazo, repudiamos enérgicamente todo egoísmo que –bajo
cualquier pretexto– pretenda la aniquilación del niño por nacer. Con el mismo
énfasis con que afirmamos y queremos lo heroico para las mujeres, deploramos a
quienes ofrecen la cobarde salida del aborto.
La Madre
Teresa ha dicho: Si el aborto no está mal, nada está mal.
¡Tenía razón esta santa mujer! ¿Qué código puede quedar en pie si levantamos
nuestro puño contra el niño por nacer? ¿Qué ley merece ser respetada si violamos
de manera infame ese «santuario» de la vida: el vientre
materno?
El artículo de Mariana
Carbajal
Como hemos dicho, hace unas dos semanas el suelto de Mariana Carbajal
difundió la noticia de esta muestra en el Palais de Glace, eufemísticamente
vinculada al arte. Digamos por lo pronto que se trata de un falso arte: aquí no
hay técnica, no hay belleza, no hay nada que maraville la inteligencia ni nada
que deleite la sensibilidad en la belleza. Estamos, lisa y llanamente, ante la
promoción de un homicidio; la puesta en escena de una impostura. Han
orquestado un sistema, una maquinaria de reblandecimiento mental. Lo prueba las
transcripciones de Carbajal, muestrario de conciencias
anestesiadas:
“Nunca
sentí que mataba a un bebé, más bien, fue un gesto de
independencia”.
“Yo cuando me hacía el aborto era porque yo me quería sacar
eso…”.
“Nunca me arrepentí”.
Se está
justificando un homicidio agravado por el vínculo. Ese vínculo es la
maternidad y ese homicidio es el aborto. Justificación disfrazada con palabras
elegantes, vistosos argumentos pero que –por la Gracia de Dios– no ha llegado a
confundirnos.
Mariana Carbajal habla de interrupción del embarazo. “El aborto
interrumpe”, dice. ¡Falso! El aborto no interrumpe, el aborto destruye. Lo que
se interrumpe puede volver a recomenzar. Cuando se interrumpe algo, queda
suspendido pero con la posibilidad de continuar más adelante. Nada de esto pasa
en el aborto: la vida que destruimos no es recuperable. No hay vuelta de hoja.
Sin embargo, verán cómo se repite esta palabrita en su
artículo.
Mariana Carbajal habla de derechos: “el derecho al aborto”. ¿Cómo
puede ser un derecho acabar con la vida de tu propio hijo, única e irrepetible?
Por eso es que no se trata de limitarlo o extenderlo: se trata de que el aborto
no es un derecho. En ningún
sentido.
Mariana Carbajal habla de
libertad: “La primera foto que llama la atención
es la de una espalda desnuda con la palabra ‘libertad’”, nos dice. La desdichada
Camila Sánchez, coordinadora de este “taller”, cree poder engañarnos –y
engañarse– diciendo: “Elegí esa palabra porque quería reafirmar que una tiene
que ser libre para poder ser dueña de decidir sobre su
cuerpo”.
Enmudezcamos a esta mujer:
¿Tu cuerpo? ¿No te das cuenta que no
es tuyo? ¿Y no te das cuenta, Camila, de que –aunque fuese tuyo, que no lo es–
tampoco tendrías derecho a hacer lo que quieras? Si fuese así, tendrías derecho
a suicidarte. Pero si no tenés derecho a eliminar tu propia vida, ¿cómo vas a
tener derecho a eliminar la de tu hijo? ¿No te das cuenta, Camila, que tenés una
concepción capitalista del cuerpo? ¿Cómo no advertís que tu planteo no es otra
cosa que la cobertura del egoísmo? ¿Y cómo
puede hacernos libres el egoísmo, que nos vuelve ciegos para con los demás?
¿Cómo seremos libres si no amamos ni siquiera a ese pequeño ser –hueso de mis
huesos, carne de mi carne–, independientemente de cómo haya venido a la
existencia? ¿Se puede ser libre, estando ciego por el
odio?
Mariana Carbajal habla de 12
semanas. “Hasta las doce semanas, el aborto es una alternativa”, nos quieren
hacer creer. ¿Cómo una cosa puede ser una alternativa y, al minuto siguiente, un
asesinato? 12 semanas son 3 meses. 3 meses son 90 días. ¿Lleva durante 90 días
la mujer algo distinto, acaso, a lo que lleva 60 segundos
después?
Mariana Carbajal habla de aborto
quirúrgico, de medicamentos, de
médicos, de pastillas, de servicios de salud, de clínicas, de hospitales, de guardias de hospital, etc. Todas
palabras vinculadas a la ciencia médica. Pero cuidado: su utilización pretende
hacernos creer que cuando hablamos de aborto, hablamos de una práctica
relacionada con la salud o con la enfermedad. Totalmente falso: ni el embarazo
ni el niño por nacer son una enfermedad. ¿Cómo pueden correr las palabras terapia o cirugía, cuando hay una persona en
juego? Estamos hablando de vida, ¡no de un
virus!
Digámoslo con todas las
letras: el aborto NO ES una práctica
médica. El aborto es una práctica que realizan algunos médicos. Y no todos. Lo
cual es muy distinto. ¿Y qué médicos la realizan? Aquellos que violan su
juramento. Como los desdichados Germán Cardoso Gabriela Lucchetti
–cirujano y médica respectivamente–, quienes se prestaron para
el circo del aborto en el artículo de Página 12. El médico está para proteger
la vida, no para destruirla.
El colmo del engaño de Mariana Carbajal está hacia el final de su
artículo. Es ahí donde presenta su afirmación más tramposa y, por lo mismo, más
repugnante. Una de estas desdichadas mujeres presta su voz para que Babel hable en ella. Y entonces Babel vomita lo que
sigue:
“Supe
que nuevamente estaba embarazada, el día siguiente a que mi hija cumpliera 10
años. Yo tenía en aquel momento 33 años y dos hijos. Poder abortar en mi casa,
con pastillas, me hizo sentir totalmente dueña de mí misma. Una sensación de
libertad muy similar a la que viví cuando decidí ser madre”.
Este es, exactamente, el núcleo del error. Pretenden hacernos creer que
abortar es una decisión equivalente a continuar el embarazo. Pretenden hacernos
creer que ser madre de un hijo vivo es lo mismo que ser madre de un hijo muerto.
¡Pretenden igualar lo desigual, el amor con el odio, el sacrificio con el
egoísmo! Apenas puede concebirse semejante violencia mental sin que nuestras
entrañas mismas se vean conmovidas.
A todas estas mentiras y falsos argumentos –y a las que pudiesen venir–
opongámosle la palabra. La palabra veraz, una palabra que –si la embebemos en el
cántaro de la
Verdad– se convertirá en luz. Tal palabra, capaz de irradiar,
es vida: vida de la inteligencia y
vida del espíritu. La palabra del engaño –por el contrario– sólo nos lleva a la
putrefacción y a la muerte.
Si callamos, pecaremos por cobardía: el silencio es
contra el Verbo, decía el Padre Julio Meinvielle. No subestimemos el poder de la
palabra ni la capacidad de afirmar: aunque sea una afirmación en soledad, un
grito sin eco, cada verdad que afirmemos hace retroceder al reino de la mentira.
La palabra veraz es como un hechizo. Es un conjuro. Y cuando el hombre la
afirma, los demonios huyen. Es la hora de la palabra y es la hora de
la
Verdad.
No es hombre quien
no ama la verdad. Y amar la verdad es amarla sobre todas las cosas, porque
sabemos que la verdad es Dios mismo.
Volvamos entonces a nuestras ocupaciones con esa
divisa: afirmar la
Verdad. La verdad sobre la vida, el amor, el
niño por nacer, el aborto. Afirmar estas verdades para que las mentiras
retrocedan. Y así, respirar el aire puro y limpio que nos da esa libertad en la
verdad, propia de los hijos de Dios. Que Nuestra Santa Madre, que cobijó en su
seno al Niño Dios, nos acompañe en esta
empresa.
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NOTIVIDA, Año XIII, Nº 894, 27
de agosto de 2013
Editores: Lic. Mónica del Río y Pbro. Dr. Juan C. Sanahuja
Página web: www.notivida.org
Email: notivida@hotmail.com
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