domingo, 25 de agosto de 2013

EL JUDIO EN EL MISTERIO DE LA HISTORIA

Nos hemos propuestos colocar en este blog, el libro que el Padre Julio nos dejara como obra maravillosa para entender nuestra fe Cristiana, "EL JUDIO EN EL MISTERIO DE LA HISTORIA". Nuestro trabajo esperamos no concluya con esto, sino tenemos pensado poder transmitirlo en audio. Comenzamos en principio copiando tres prólogos de las seis ediciones efectuadas. Luego de una breve introducción, contarán con la primera de ellas realizadas por el mismo autor en el año 1936.
Pese a presumir los términos que muchos aplicarán a nuestra actitud, de pretender transformar en audio, a un libro escrito por el Padre Julio Meinvielle, que tituló finalmente “EL JUDIO EN EL MISTERIO DE LA HISTORIA”, oportunamente muy cuestionado.,., El maestro,., no solo de catecismo, sino de todo aspecto de “VIDA CRISTIANA”, ha sabido asirse de medios para transmitir verdades, pese a que quienes se ufanan tras objetivos distintos, reducen su obras a “perversidades imaginativas”, “alucinaciones fanáticas”, “actos de rebeldes religiosos”, “nazi-fascista, burgués reaccionario de extrema derecha”, “fundamentalistas” y otros calificativos propios de la verborragia marxistoide y gramsciana, de lo que generalmente no se tienen idea que desean decir, pero en principios creerse “elegantes triunfadores” de una presunta contienda. Por lo que sugerimos previamente analizar e historiar el contenido y fundamentaciones, compararlo a resultados actuales y llegando a su fin, creemos no muy difícil identificar.,., si ¿ES VERDADERO O FALSO ESTE TEOLÓGICO RELATO?.,., Los ambientes que debimos sostenerlo y cobijarlo como escudo y espada del buen combate, no acompañamos íntegramente esa gestión. Los tres prólogos relatan de mejor manera los objetivos de la obra.        

EL JUDIO EN EL MISTERIO DE LA HISTORIA
Por el Reverendo Padre: Julio Meinvielle
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
 No es posible disimular que el tema del presente libro es sumamente difícil y sumamente apasionante. Difícil, porque el pueblo judío llena toda la historia de Dios y de los hombres. ¿Qué período de la historia se puede escribir sin mencionar a este pueblo? Sin mencionar a este pueblo glorificándolo o condenándolo, pero es forzoso hacer mención de él. Dos son los misterios de la historia, ha dicho un escritor judío. ¡Jesús es un misterio como Israel es un misterio! Y cuando ponéis juntos estos dos misterios, ¿queréis que os diga qué pasa? Hay un misterio más misterioso, él solo, que los otro dos! Apasionante, porque ¿quién puede sin ocuparse del judío sin un sentimiento de admiración o de desprecio, o de ambos a la vez? Pueblo que un día nos trajo a Cristo, pueblo que le rechazó, pueblo que se infiltra en medio de otros pueblos, no para convivir con ellos, sino para devorar insensiblemente su substancia; pueblo siempre dominado, pero pueblo lleno siempre de un deseo insolente de dominación. Más apasionante aún ahora, porque este la dominación de este pueblo, aquí y en todas partes, va cada día siendo más efectiva. Porque los judíos dominan a nuestros gobiernos como los acreedores a sus deudores. Y esta  dominación se hace sentir en la política internacional de los pueblos, en la política interna de los partidos, en la orientación económica de los países; esta dominación se hace sentir en los ministerios de Instrucción Pública, en los planes de enseñanza, en la formación de los maestros, en la mentalidad  de los universitarios; el dominio judío se ejerce sobre la banca se y sobre los consorcios financieros, y todo el complicado mecanismo del oro, de las divisas, de los pagos, se desenvuelve irremediablemente bajo este poderoso dominio; los judíos dominan las agencias de información mundial, los rotativos, las revistas, los folletos, de suerte que la masa de gente va forjando su mentalidad de acuerdo a moldes judaicos; los judíos dominan en el amplio sector de las diversiones, y así ellos imponen las modas, controlan los lupanares, monopolizan el cine y las estaciones de radio, de modo que las costumbres de los cristianos se van modelando de acuerdo a sus imposiciones. ¿Dónde no domina el judío? Aquí, en nuestro país, ¿Qué punto vital hay de nuestra zona donde el judío no se esté beneficiando con lo mejor de nuestra riqueza, al mismo tiempo que está envenenando nuestro pueblo con lo más nefasto de las ideas y diversiones? Buenos Aires, esta gran Babilonia nos ofrece  un ejemplo típico. Cada día es mayor su progreso, cada día es mayor también en ella el poder judaico. Los judíos controlan aquí nuestro dinero, nuestro trigo, nuestro maíz, nuestro lino, nuestras carnes, nuestro pan, nuestra leche, nuestras incipientes industrias, todo cuanto puede reportar utilidad, y al mismo tiempo son ellos quienes siembran y fomentan ideas disolventes contra nuestra Religión, contra nuestra Patria y contra nuestros Hogares; son ellos quienes fomentan el odio entre patrones y obreros cristianos, entre burgueses y proletarios; son ellos los más apasionados agentes del socialismo y del comunismo; son ellos los más poderosos capitalistas de cuanto dáncing y cabaret infecta la ciudad. Diríase que todo el dinero que nos  arrebatan los judíos de la fertilidad de nuestro suelo y del trabajo de nuestros brazos, será luego invertido en envenenar nuestras inteligencias y corromper nuestros corazones. Y lo que aquí observamos se observa en todo lugar y tiempo. Siempre e el judío, llevado por el frenesí de la dominación mundial, arrebata las riquezas de los pueblos y siembra la desolación. Dos mil años lleva en esta tarea, la tenacidad de su raza y ahora está a punto de lograr una efectiva dominación universal. ¡Y pensar que este pueblo proscrito, que sin asimilarse vive mezclado en medio de todos los pueblos, a través de las más diversas vicisitudes , siempre y en todas partes intacto, incorruptible, in- confundible, conspirando contra todos, es el linaje más grande de la tierra! El linaje más grande, porque este linaje tiene una historia de 6.000 años. El linaje más grande porque de él tomó carnes el Cristo, Hijo de Dios vivo. Y bien, este pueblo que aquí y en todas partes, ahora y en los veinte siglos de civilización cristiana, llena todo a pesar de ser una infinitésima minoría, ¿qué origen tiene?, ¿cómo y por se perpetúa?, ¿qué suerte le cabe en la historia?, ¿qué actitud hay que tomar frente a él? He aquí lo que espero explicar en los capítulos siguientes. Explicar, digo, porque estas páginas pretenden ser una explicación del judío, y en este caso, la única posible, una explicación teológica. La Teología es la ciencia de los misterios  de Dios. Los misterios de Dios son los juicios inescrutables del Altísimo que nos son conocidos cuando Él se digna manifestárnoslos. Sin su manifestación jamás podríamos ni vislumbrarlos. Ahora bien, el judío, como enseña la Teología católica, es objeto de una especialísima vocación de Dios. Sólo a la luz teológica puede explicarse el judío. Ni la psicología, ni las ciencias biológicas, ni aun las puras ciencias históricas, pueden explicar este problema del judío, problema universal y eterno, que llena la historia por sus tres dimensiones; problema que por su misma condición requiere una explicación universal y eterna, que valga hoy, ayer y siempre. Explicación que, como Dios, debe ser eterna, es decir, teológica. ¿Será menester advertir que estas lecciones, que tocan al vivo un problema candente, no están de suyo, destinadas a justificar la acción semita ni la antisemita? Ambos términos tienden a empequeñecer un problema más hondo y universal. En el problema judaico no es Sem contra Jafet quien lucha, sino Lucifer contra Jehová, el viejo Adán contra el nuevo Adán, la Serpiente contra la Virgen, Caín contra Abel, Ismael contra Isaac, Esaú contra Jacob, el Dragón contra Cristo. La Teología Católica, al mismo tiempo que derramará la luz sobre "el que misterio ambulante" que es todo judío, indicará las condiciones de convivencia entre judíos y cristianos, dos pueblos hermanos que han de vivir separados hasta que la misericordia de Dios disponga su reconciliación.
Padre Julio Meinvielle
 BUENOS AIRES, 1936.