El
nuevo mapa de Oriente Medio, una apuesta de Occidente por el dominio de
Asia, imposible para muchos, pero aplicado en Yugoslavia hace poco más
de una década.
Según una información publicada por Mundodiario, hay un plan para
rediseñar las fronteras de los países de Medio Oriente. Según el mapa
tentativo, Turquía perdería toda su zona oriental en favor de un país
Kurdo (existe según otras fuentes la posibilidad del establecimiento de
una Nación Asiria o de una extensión de Armenia, una "Gran Armenia"),
Siria perdería su salida al Mediterráneo y su zona noreste, Líbano se
convertiría en una zona limítrofe con dicho Mar. Además, el proyecto
abarcaría el establecimiento de la Gran Jordania, sin posibilidad de que
haya una Nación Palestina, mientras Israel volvería a sus límites de
1967, contando a su vez con una zona denominada "Banco del Oeste" o
"Banco Occidental" cuya condición estatal aun resulta indeterminada.
También se establecería el Sacro Estado Islámico con las capitales de la
Meca y Medina, mientras que Irak se dividiría en la Nación "Iraquí
Sunnita" con capital en Bagdad, y el Estado Arabe Shiita con capital en
Basora. Además, se independizaría la zona sur de Afganistán, apareciendo
la Nación "Baluchistan Libre" con capital en Gwadar.
A continuación, la nota que efectúa la denuncia:
TÁCTICA Y ESTRATEGIA DE OCCIDENTE PARA REDIBUJAR LAS FRONTERAS DE MEDIO ORIENTE
Periodista, analista y asesor en comunicación pública y estrategias de
difusión institucional. Columnista en RNA, RFI, LPO. Colaborador de
MUNDIARIO
En la decadencia del Imperio Otomano a finales del siglo XIX y comienzos
del XX, las potencias occidentales redefinieron el mapa del norte de
África y Oriente Medio en los tableros del Foreing Office y la
cancillería francesa, desvinculados de la realidad étnica, política y
demográfica en todos los casos. La primera mitad del siglo XXI pareciera
encaminarse a una nueva geopolítica de reparto y fragmentación de la
región fabricando y potenciando las rivalidades étnicas y religiosas,
apalancadas por divisiones políticas irreconciliables.
Si los planes de atomización de Oriente Medio no se llevan a cabo a una
marcha más rápida, es simplemente porque el desenlace de Libia puso
definitivamente en guardia a otras potencias que saben de las
consecuencias que podría tener para su supervivencia permitir que ocurra
lo mismo en Siria.
Así lo entiende Rusia, que
pasiblemente asistió al magnicidio de Khadaffi, lo mismo que China,
desplazada completamente del acceso al petróleo de ese país norafricano.
En el caso sirio, se incentiva el mismo escenario que se aplicó para
Irak: separar al país en pequeñas (y débiles) regiones confesionales,
disparando las tensiones comunitarias.
Cuando los terroristas del Frente Al
Nusra, armados por la CIA y financiados por las monarquías del Golfo,
cometen crímenes inenarrables, como aquel salafista que ante las cámaras
devoraba el corazón de un alawita, está enviando un mensaje claro de
que no hay futuro común en ese país, para que vuelvan a convivir
aquellas comunidades.
En Egipto, tras el derrocamiento de Mohamed Mursi el 3 de julio de 2013,
se sucedieron marchas masivas que apoyaron el fin del gobierno electo
de los Hermanos Musulmanes, aliado a los salafistas, y la respuesta
legítima de otros millones que reclamaron la reposición del gobierno que
había sido electo tras la caída de Mubarak. Ambas posiciones expusieron
una fractura social que, tras las matanzas desencadenadas por el
régimen militar, al que Washington sigue sin calificar como un golpe de
Estado, la sociedad egipcia está siendo llevada casi de las narices
hacia una conflagración civil.
Estados Unidos era consciente de que los Hermanos Musulmanes caerían en desgracia en Egipto. Como explicó el analista francés Thierry Meyssan,
Washington forzó a Hamad Al-Thani a abdicar del emirato de Qatar el 25
de junio de 2013, dejando a la hermandad egipcia sin su principal sostén
financiero, y Mursi fue derrocado el 3 de julio siguiente.
Las manifestaciones que estallaron en todo el país del Nilo comenzaron
en agosto su descenso al caos. La dictadura anunció que no toleraría
ninguna manifestación y en apenas pocas horas fueron masacrados 538 manifestantes, en una represión en la que perdieron la vida otros 43 policías.
Terroristas de 29 nacionalidades combaten en Siria para derrocar a
Bashar Al-Assad. Quizás sea esa su principal carta de triunfo. Khadaffi
debió enfrentar a los mismos terroristas lanzados desde distintos países
pero acaudillados por la oposición de Benghazi. No obstante, de repeler
la agresión extranjera como perfiló con la recuperación de enclaves
estratégicos a mediados de 2013, la reconstrucción de Siria será otro
capítulo, ya que una siria debilitada, invariablemente afecta a Irán,
pero en mayor medida a Israel. El hundimiento de Egipto termina
configurando el caos en el que tan bien pareciera manejarse Tel Aviv,
que periódicamente lanza ataques tanto en el Sinaí egipcio como en el Líbano y en Siria.
Para esto, Israel cuenta con el sionismo árabe, representado
magistralmente por la cadena qatarí Al Jazeera, conformado por la
monarquía saudí y sus clientes del Golfo, y de la que también participa
el cripto-hermano Tayyip Erdogan que creyó encontrar una oportunidad
para el “resurgimiento otomano” a cuenta de la destrucción de Siria.
Nunca fue aclarado si finalmente Israel usó una base turca para una incursión aérea sobre Siria en julio de 2013, pero un reporte del Sunday Times reveló que
el jefe del Consejo de Seguridad Nacional israelí, Yaakov Amidror,
buscó negociar con Ankara asistencia militar a cambio de poder operar
desde la base aérea de Akinci en caso de necesitarla para un ataque a
Irán. Por lo pronto, Turquía retira en septiembre los cascos azules que protegen la frontera del Líbano con Israel, en una unívoca señal que vaticina una nueva tragedia.
En el escenario de máxima, Occidente busca redibujar un mapa tal como
hiciera hace poco más de un siglo. Desde el Magreb hasta Siria decenas
de bandas de mercenarios salafistas y wahabitas instalan sus teatros de
operaciones, en un terreno preparado por la CIA con el mismo arado que
sirvió para arraigar a Al Qaeda en Afganistán y Pakistán.
Antecedentes
A instancias del imperio británico y Rusia, en 1897 Grecia declaró la guerra al Imperio Otomano
reclamando Creta y la independencia de Chipre, mientras que el Zar se
proclamaba protector de los cristianos ortodoxos bajo dominio turco, y
Francia directamente entraba en guerra contra Estambul en 1860 para
“proteger” a los cristianos maronitas del Líbano. Temiendo quedar afuera
del reparto, Francia y Gran Bretaña autorizaron a Italia a ocupar
Tripolitania y Cirneaica en 1911 inventando así lo que se conoce como
Libia.
Más cerca en el tiempo, Occidente forjó el mapa de la región creando la
casta dominante del mundo árabe y las fronteras de Irak, Arabia,
Jordania, Siria y el Líbano.
La Gran Siria abarcaba lo que hoy es también Jordania, Líbano y
Palestina, extendiéndose desde las montañas Taurus al norte y el Sinaí
como límite con Egipto, pero en 1916, Londres y París deciden un reparto
regional: Francia se quedó con el Líbano y la actual Siria, expulsando a
Faisal como emir de la Gran Siria, mientras que Gran Bretaña se llevaba
la parte de Palestina y Jordania, nombrando al propio Faisal como rey
de Irak en 1921, unificando las provincias otomanas de Bagdad, Mosul y
Basora. En realidad, Jordania fue simplemente un estado inventado sobre
el papel para conectar Irak con Palestina y Egipto, controlados por los
británicos.
El Magreb (norte de África) venía siendo botín de reparto desde el siglo
XIX. Francia ocupó Argelia en 1830, que llegó a ser considerada un
departamento más de la potencia. En el Congreso de Berlín de 1878, Gran
Bretaña y Francia acordaron que la primera ocuparía Chipre y Túnez se
sumaría al imperio francés.
La unificación de provincias otomanas que dieron nacimiento a Irak fue repetido por Italia
en 1912 con Cirenaica y Tripolitania, fundando así la Libia moderna.
Ese mismo año, el Tratado de Fez anexionaba Marruecos a Francia en
carácter de protectorado.
Y sin lugar a dudas, el pilar que sostiene desde la posguerra la
presencia abierta o velada de Occidente en la región fue la creación en
las Naciones Unidas del Estado de Israel
en 1948, que rápidamente inició tareas de expansión y limpieza étnica
contra la población palestina que no vio respetado su derecho a un
estado propio.
Tensiones étnicas religiosas: divide y reinarás
Israel logró meter una cuña en el movimiento palestino con su apoyo
velado al que públicamente considera su peor enemigo: el movimiento
radical Hamás. El apoyo internacional que durante décadas de lucha había
ganado la causa de la OLP, organización secular integrada por
musulmanes, cristianos y agnósticos palestinos, se vio eclipsada por
sucesivas oleadas de atentados suicidas lanzados por Hamás.
La política de expansión constante de los asentamientos judíos, pese a
las prohibiciones de la ONU y la Convención de Ginebra, inclusive (y
especialmente) durante las negociaciones de paz, desacreditaban ante la
opinión de millones de refugiados palestinos la autoridad de Yasser
Arafat y la OLP sembrando de orégano la alternativa más radical de
Hamas. Hoy en día, los microterritorios a los que fue acorralado el
pueblo palestino en Cisjordania y Gaza ni siquiera están gobernados por
una sola fuerza sino que la primera tiene el gobierno nominal de Al
Fatah, y la segunda por Hamas.
Las revueltas en la región del Magreb y Oriente Medio padecieron de
nuevas escaladas en las tensiones religiosas creadas artificialmente por
los organismos de inteligencia, pero no eran nuevas. La CIA y el MI6
practicaron una serie de atentados en Irak con agentes disfrazados de
árabes contra los barrios chiitas para exacerbar las diferencias en la
resistencia iraquí, siendo el más denunciado el acontecido en coche
bomba que mató a 52 personas el 17 de agosto de 2005 a cargo de la
inteligencia británica, con la intención de culpar a la resistencia
sunita. El 9 de julio de 2006 una explosión en una mezquita suní dejó 40
muertos, endosando el ataque a una facción chiita aunque todos los ojos
se posaron sobre los servicios de inteligencia occidentales.
En Egipto, simplemente la cronología evidencia la manipulación de la
junta militar gobernante, asociada a Occidente para garantizar la tutela
sobre la región, presentando al mundo un odio religioso que no es tal.
La rebelión popular que terminó con Hosni Mubarak, pero no con su
dictadura, estalló en la famosa Plaza Tahrir el 25 de enero de 2011. En
octubre de 2010, con lo que parecía una amenaza sin anclaje alguno en el
momento político de Egipto, Al Qaeda advierte que lanzaría atentados en
El Cairo. El 1º de enero, tres semanas antes del levantamiento, un
supuesto kamikaze se inmoló en la noche de año nuevo contra una iglesia
copta en Alejandría dejando 21 muertos.
De inmediato Mubarak se dirigió al país apuntando a “una operación
terrorista ajena a nosotros”[i]. En los días siguientes se registraron
ataques contra la población chiita de Egipto.
En todos los casos el régimen apunto contra grupos salafistas que
pretenden imponer el fantasma de un régimen radical islámico, algo que
la prensa occidental sigue insertando en la agenda regional [ii]. ¿Sabía
algo Mubarak de lo que vendría? Seguramente tenía en claro que sus
viejos benefactores le habían soltado la mano.
Pero lo cierto fue que cuando durante las movilizaciones, los
manifestantes atacaban edificios públicos, aparecieron documentos que
incriminaban a las fuerzas armadas egipcias en los atentados contra las
minorías religiosas coptas y chiitas, con el único fin de exacerbar la
necesidad de sostener una dictadura laica, apoyada por Israel y Estados Unidos, ante el fantasma del fundamentalismo.
Durante las manifestaciones a favor de Morsi, los Hermanos Musulmanes no
hicieron otra cosa que exacerbar los temores de los sectores laicos
(muchos de los cuales celebran el fin de la islamización de Morsi) al
quemar una iglesia copta en Sohag.
En uno de los puntos más calientes del mundo islámico, el asesinato de Bin Laden en Pakistán,
hasta hace poco socio estratégico de EEUU en Afganistán tuvo por
finalidad, no acabar con el financista de Al Qaeda sino en poner al
propio Pakistán en el ojo de la tormenta, además de la nota enviado por
Washington al mundo de que sus fuerzas armadas operarán abierta y
directamente donde sus intereses lo consideren necesario, sin importar
soberanía alguna.
El Eje que se reparte la región está comprendido por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí,
que a su vez abarca a los emiratos del Golfo Pérsico y es la clave para
comprender una serie de movimientos que llevan a la elaboración del
nuevo mapa.
La dictadura egipcia post Mubarak se legitima ante el fantasma de un
supuesto proyecto extremista para imponer el fundamentalismo, y lo
primero que la junta militar aclaró al mundo fue que garantiza el
suministro del gas a Israel, que depende en un 40% de esa fuente. El 27
de abril de 2011, un curioso grupo anónimo hizo estallar una parte del
gasoducto azuzando el temor de la población israelí y calcificando el
falso justificativo de una legítima defensa.
La piedra angular que explica la alianza EEUU-Israel-Arabia es la Iranofobia.
El caso de Bahréin es la muestra más obscena intervención justificada en
una falsa tensión religiosa. Con un 80% de población chiita, la
monarquía sunita se sostiene gracias a la familia reinante de Arabia,
los al-Saud, y no menos importante presencia de la V Flota de los
Estados Unidos anclada en su puerto.
Los saudíes acusaron a Irán de estar detrás de la rebelión chiita en
Bahréin y envió a sus fuerzas armadas a reprimir a los manifestantes, en
indiscriminadas matanzas que sólo sirvieron para recalentar el clima de
rebelión social.
La guerra civil de Libia estalló a instancias del apoyo
angloestadounidense a la familia al-Senussi, afincados en Benghazi, que
reclama los derechos del depuesto pro-occidental rey Idris en 1969 por
el propio Muammar al-Khadaffi. En los hechos y con la intervención
directa de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, Libia está partida en
Tripolitania, mientras que Cirenaica tiene abiertos sus puertos a la
exportación de gas y petróleo a Europa.
Del mismo modo en que Occidente justificó, con nulas pruebas, la intervención en Libia para proteger a la población civil (que mudó en atacar a Khadaffi personalmente), Francia
advirtió el 26 de abril de 2011 que la ONU podría evaluar una
intervención militar en Siria para deponer al presidente Bashar al
Assad. El G-8, que reclamaba la caída de Khadaffi
y amenaza a Assad, anunció el 27 de mayo de ese mismo año que buscará
impulsar “la democracia” en el mundo árabe[iii] (aunque este no lo
solicite).
El Nuevo Oriente Medio
La presunción de una nueva versión del acuerdo Sykes-Picot[iv] para otra
reconfiguración de Oriente Medio pareciera acelerarse desestabilizando
la región más rica del recurso no renovable que en breve se agotará y la
táctica de dominación, como siempre, es la división.
En una cumbre en Tel Aviv, el 25 de julio de 2006, durante el gobierno
de George Bush, la secretaria de Estado Condoleezza Rice y el primer
ministro israelí Ehud Olmert, presentaron al mundo el término “Nuevo
Oriente Medio”[v], en el contexto del enfrentamiento militar entre
Israel y el Líbano.
Sin embargo, el profesor de la Universidad de Kashmir de la India, Aijaz
Wani, afirma que el plan del Nuevo Oriente Medio era la confirmación de
un pacto entre EEUU, Gran Bretaña e Israel para reconfigurar un mapa
regional creando un arco de inestabilidad, caos y violencia que abarca
al Líbano, Palestina, Siria y por supuesto, Irak y Afganistán,
expandiendo además el área de acción de la OTAN a la frontera con
Pakistán[vi].
La cronología evidencia la puesta en marcha de este plan por etapas que reconfigurará el mapa hasta ahora conocido.
Desde la ocupación de Irak en 2003 se presentó al mundo una situación
desbordada, no por la presencia occidental sino por una sucesión de
atentados y represalias entre las comunidades chiitas y sunitas
(pareciera que inexistentes durante la dictadura de
Saddam Hussein), que se suman al choque étnico con los kurdos. El plan
es la partición de Irak en tres nuevos países, divididos en un estado
kurdo en el norte, tomando territorios también de Siria y Turquía donde
opera una guerrilla secesionista kurda que trabajó con el Mossad contra
Saddam Hussein; otro suni al oeste de Bagdad, y estado chiita con
capital en Basra a expensas de Arabia, Kuwait e Irán [vii]. De hecho, los kurdos gobiernan un Estado semiautónomo que sólo por ahora es, en las formas, parte de Irak.
Este enfoque de la partición iraquí fue presentada por el teniente
coronel de EEUU, Ralph Peters, en su libro “Never quit the fight”[viii],
cuya tesis es que tras la caída de Bagdad, el Pentágono sostuvo una
equivocada estrategia de querer aniquilar a los insurgentes de la
resistencia, ya que la solución se encontraba precisamente en dividir a
Irak en tres estados confesionales.
Según Peters, tras la cooperación de los kurdos con Israel y los Estados
Unidos, un Kurdistán libre sería una oportunidad única de obtener al
mejor aliado entre todo el territorio que comprendido desde Bulgaria a
Japón, y que además puede ser presentado como un derecho humano.
Si suena conspirativa la idea de reformular fronteras partiendo a un
país según su demografía confesional, cabe recordar que en enero de 2011
un referendo partió en dos al empobrecido Sudán en un norte musulmán y
Sudán del Sur cristiano. Sudán sufrió más de dos millones de muertes por
conflictos étnicos y religiosos desde 1984, y Estados Unidos llevó
adelante una hoja de ruta sobre el proceso político que culminó en el
referendo que aprobó la secesión. El senador demócrata y titular del
Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense John Kerry
ofreció a Sudán quitarlo de la lista de países que apoyan el terrorismo
si realizaba el referendo [ix].
Finalmente el referendo se llevó a cabo el 9 de enero y los cristianos
sudaneses obtuvieron su propio Estado. Y también el 75% de las reservas
petrolíferas de Sudán.
El Líbano volvió a vivir un caos político luego de que cayera el
gobierno tras la retirada de Hezbollah de sus ministros del gobierno[x]
que tiene un reparto del gobierno dibujada por los franceses en 1926 y
que ya no respeta las proporciones demográficas de entonces. Por ley, el
presidente debe ser un cristiano maronita, el primer ministro un
musulmán suní, y el presidente del senado un musulmán chiita. El país
que había experimentado un período de estabilidad política y crecimiento
económico sin precedentes hacía 2006, vio abruptamente interrumpido ese
proceso con la guerra que estalló con Israel en julio de ese año.
La operación encubierta contra el Líbano comenzó en realidad un año
antes de la guerra con Israel. El 14 de febrero de 2005 un coche bomba
terminó con la vida del primer ministro Rafic Hariri, terminando con el
período de paz de 15 años que había llevado prosperidad a un país
desgarrado por la guerra civil de 1975-1990. La cadena de televisión Al
Jazeera recibió un video que puso al aire en el que un ignoto grupo
sirio- libanés llamado Apoyo y Jihad se adjudicaba el magnicidio.
Curiosamente, cinco años más tarde, el hijo y primer ministro de Hariri,
Saad Hariri, impulsó ante el tribunal de la ONU encargado de la
investigación del atentado, acusó a Hezbollah
por la responsabilidad del asesinato de Hariri. El grupo chiita retiró a
los ministros del gobierno y por ley, este deja de funcionar.
Pero, ¿quién estaba detrás del asesinato de Hariri?
En realidad, Estados Unidos venía ejerciendo una fuerte presión sobre
Siria para que retire
la presencia militar del Líbano, corte lazos políticos con Hezbollah y cierre las oficinas de representaciones
políticas palestinas en Damasco. Washington retiró inclusive a su
embajador de la capital siria.
Israel, que pretendió arrogarse la custodia tutelar sobre el Líbano (a
causa de la invasión de 1982 es que surge el movimiento de resistencia
Hezbollah), culpó a Siria.
Pero Hariri, que tenía pasaporte de Arabia Saudí, siempre tuvo
entendimiento con el presidente sirio Bashar al Assad que condenó
rápidamente el crimen.
Culpar a Hezbollah en el Líbano siempre implicó apuntar contra Siria y fundamentalmente, Irán.
Fue en ese contexto en que en un confuso episodio, un pelotón de
soldados israelíes fueron capturados por Hezbollah y estalla la guerra
de 2006 entre Israel y el Líbano. De este modo, crecía la presión sobre
Siria para que declare ilegal a la milicia chiita y retire sus tropas
del Líbano, que eran el único paliativo para disuadir a Tel Aviv de una
invasión, y sirvió para que Israel mantuviera ocupado los Altos de
Golán.
Tras el inicio de las revueltas en el mundo árabe, la presión de EEUU y
Europa no se concentró en la criminal represión saudí en Bahréin sino
contra Libia, bajo intervención directa, y precisamente sobre Bashar Al
Assad.
El 27 de mayo de 2011 el G-8 se manifestó “horrorizado”[xi] por la
represión en Siria y mantuvo la postura oficial de EEUU de que Assad
debe acelerar la “transición democrática” o abandonar el poder, según
textuales palabras del ex mandatario francés
Nicolás Sarkozy, que un mes atrás había deslizado la posibilidad de una
intervención militar en Siria con similares características a las de
Libia.
Con la finalidad de aplacar las protestas, el 3 de junio Assad llamó a
la oposición al diálogo, incluyendo a todas las facciones políticas y
religiosas del país. Pero el movimiento antigubernamental amplió la
escalada de protestas [xii].
¿Fueron espontáneas las revueltas en el mundo árabe? No se puede negar
la indignación popular de sociedades arrasadas por regímenes perpetuados
en el poder,y sostenidos por Occidente, que implementaron durísimos
planes de concesiones y privatizaciones de servicios y riquezas,
acompañado de una brutal represión a cualquier disidencia política, que
era presentada al mundo como un brote fundamentalista para justificar
las acciones siguientes.
Pero EEUU y Europa, luego de hacerse con la economía de estos países
decidieron pasar a la siguiente etapa camino a redefinir las fronteras
del Magreb y Oriente Medio, y así comenzaron a desprenderse de los
gobernantes otrora aliados.
El periodista Ron Nixon publicó en el New York Times un artículo que
relataba cómo, mientras el Estado destinaba billones en ayuda militar y
contraterrorista en los regímenes árabes, un amplio espectro de
fundaciones y ONGs financiadas por el propio gobierno propiciaban a los
movimientos antigubernamentales de la región [xiii].
Según los cables desclasificados vía Wikileaks, Ron Nixon verificó que
el IRI (International Republican Institute), el National Democratic
Institute, la fundación sobre DDHH, Freedom House y la NED (National
Endowment Democracy), habían apoyado a una serie de organizaciones en
Egipto, Yemen, Siria y Libia con dinero y entrenamiento en políticas
para la democratización de sus países. Nótese que la NED, una fundación
pantalla de la CIA (denunciada por ex miembros de la central de
inteligencia como tal) estuvo directamente involucrada en la caída de
los regímenes comunistas de Europa Oriental y en el intento de golpe de
Estado y asesinato de Hugo Chávez en Venezuela, en abril de 2002. La NED
maneja un presupuesto del Congreso de los Estados Unidos de 100
millones de dólares que reparte en fundaciones y ONGs alrededor del
mundo que “promueven la democracia”.
Tras la reunión del G-8 en Deaville, Francia, el mandatario galo Nicolás
Sarkozy anunció que las potencias respaldarán la “Primavera Arabe” con
40.000 millones de dólares, repartido un 50% en préstamos bancarios y
organismos multilaterales que no incluyen al FMI, un 25% en acuerdos
bilaterales del G8 y el 25% restante aportado por Kuwait, Qatar y Arabia Saudí [xiv].
Entre el 3 y el 5 de diciembre de 2008 tuvo lugar en Nueva York la Cumbre de la Alianza
de Movimientos Juveniles [xv], al que acudieron grupos de jóvenes
egipcios, en el que fueron recibieron entrenamiento en el uso de las
redes sociales de internet y las tecnologías móviles para promover la
democracia. Entre los auspiciantes que financiaron el evento se
encontraban el Departamento de Estado, Columbia Law School, MTV,
Youtube, Facebook y Google. Como dijo Barack Obama en su discurso sobre
los cambios en la región: “No es coincidencia que uno de los líderes de
la plaza Tahrir haya sido un ejecutivo de Google”[xvi], aludiendo a Wael
Ghonim, responsable de marketing de Google para Oriente Medio que fue
nexo comunicante de la rebelión con los medios occidentales usando
Facebook y Twitter.
Evidentemente no es coincidencia.