sábado, 24 de agosto de 2013

EL PLAN SIONISTA PARA LOS PAISES DE MEDIO ORIENTE


El nuevo mapa de Oriente Medio, una apuesta de Occidente por el dominio de Asia, imposible para muchos, pero aplicado en Yugoslavia hace poco más de una década.

Según una información publicada por Mundodiario, hay un plan para rediseñar las fronteras de los países de Medio Oriente. Según el mapa tentativo, Turquía perdería toda su zona oriental en favor de un país Kurdo (existe según otras fuentes la posibilidad del establecimiento de una Nación Asiria o de una extensión de Armenia, una "Gran Armenia"), Siria perdería su salida al Mediterráneo y su zona noreste, Líbano se convertiría en una zona limítrofe con dicho Mar. Además, el proyecto abarcaría el establecimiento de la Gran Jordania, sin posibilidad de que haya una Nación Palestina, mientras Israel volvería a sus límites de 1967, contando a su vez con una zona denominada "Banco del Oeste" o "Banco Occidental" cuya condición estatal aun resulta indeterminada. También se establecería el Sacro Estado Islámico con las capitales de la Meca y Medina, mientras que Irak se dividiría en la Nación "Iraquí Sunnita" con capital en Bagdad, y el Estado Arabe Shiita con capital en Basora. Además, se independizaría la zona sur de Afganistán, apareciendo la Nación "Baluchistan Libre" con capital en Gwadar.
A continuación, la nota que efectúa la denuncia:

TÁCTICA Y ESTRATEGIA DE OCCIDENTE PARA REDIBUJAR LAS FRONTERAS DE MEDIO ORIENTE

Periodista, analista y asesor en comunicación pública y estrategias de difusión institucional. Columnista en RNA, RFI, LPO. Colaborador de MUNDIARIO


En la decadencia del Imperio Otomano a finales del siglo XIX y comienzos del XX, las potencias occidentales redefinieron el mapa del norte de África y Oriente Medio en los tableros del Foreing Office y la cancillería francesa, desvinculados de la realidad étnica, política y demográfica en todos los casos. La primera mitad del siglo XXI pareciera encaminarse a una nueva geopolítica de reparto y fragmentación de la región fabricando y potenciando las rivalidades étnicas y religiosas, apalancadas por divisiones políticas irreconciliables.
Si los planes de atomización de Oriente Medio no se llevan a cabo a una marcha más rápida, es simplemente porque el desenlace de Libia puso definitivamente en guardia a otras potencias que saben de las consecuencias que podría tener para su supervivencia permitir que ocurra lo mismo en Siria.
Así lo entiende Rusia, que pasiblemente asistió al magnicidio de Khadaffi, lo mismo que China, desplazada completamente del acceso al petróleo de ese país norafricano.  En el caso sirio, se incentiva el mismo escenario que se aplicó para Irak: separar al país en pequeñas (y débiles) regiones confesionales, disparando las tensiones comunitarias.
Cuando los terroristas del Frente Al Nusra, armados por la CIA y financiados por las monarquías del Golfo, cometen crímenes inenarrables, como aquel salafista que ante las cámaras devoraba el corazón de un alawita, está enviando un mensaje claro de que no hay futuro común en ese país, para que vuelvan a convivir aquellas comunidades.
En Egipto, tras el derrocamiento de Mohamed Mursi el 3 de julio de 2013, se sucedieron marchas masivas que apoyaron el fin del gobierno electo de los Hermanos Musulmanes, aliado a los salafistas, y la respuesta legítima de otros millones que reclamaron la reposición del gobierno que había sido electo tras la caída de Mubarak. Ambas posiciones expusieron una fractura social que, tras las matanzas desencadenadas por el régimen militar, al que Washington sigue sin calificar como un golpe de Estado, la sociedad egipcia está siendo llevada casi de las narices hacia una conflagración civil.
Estados Unidos era consciente de que los Hermanos Musulmanes caerían en desgracia en Egipto. Como explicó el analista francés Thierry Meyssan, Washington forzó a Hamad Al-Thani a abdicar del emirato de Qatar el 25 de junio de 2013, dejando a la hermandad egipcia sin su principal sostén financiero, y Mursi fue derrocado el 3 de julio siguiente.
Las manifestaciones que estallaron en todo el país del Nilo comenzaron en agosto su descenso al caos. La dictadura anunció que no toleraría ninguna manifestación y en apenas pocas horas fueron masacrados 538 manifestantes, en una represión en la que perdieron la vida otros 43 policías.
Terroristas de 29 nacionalidades combaten en Siria para derrocar a Bashar Al-Assad. Quizás sea esa su principal carta de triunfo. Khadaffi debió enfrentar a los mismos terroristas lanzados desde distintos países pero acaudillados por la oposición de Benghazi. No obstante, de repeler la agresión extranjera como perfiló con la recuperación de enclaves estratégicos a mediados de 2013, la reconstrucción de Siria será otro capítulo, ya que una siria debilitada, invariablemente afecta a Irán, pero en mayor medida a Israel. El hundimiento de Egipto termina configurando el caos en el que tan bien pareciera manejarse Tel Aviv, que periódicamente lanza ataques tanto en el Sinaí egipcio como en el Líbano y en Siria.
Para esto, Israel cuenta con el sionismo árabe, representado magistralmente por la cadena qatarí Al Jazeera, conformado por la monarquía saudí y sus clientes del Golfo, y de la que también participa el cripto-hermano Tayyip Erdogan que creyó encontrar una oportunidad para el “resurgimiento otomano” a cuenta de la destrucción de Siria.
Nunca fue aclarado si finalmente Israel usó una base turca para una incursión aérea sobre Siria en julio de 2013, pero un reporte del Sunday Times reveló que el jefe del Consejo de Seguridad Nacional israelí, Yaakov Amidror, buscó negociar con Ankara asistencia militar a cambio de poder operar desde la base aérea de Akinci en caso de necesitarla para un ataque a Irán. Por lo pronto, Turquía retira en septiembre los cascos azules que protegen la frontera del Líbano con Israel, en una unívoca señal que vaticina una nueva tragedia.
En el escenario de máxima, Occidente busca redibujar un mapa tal como hiciera hace poco más de un siglo. Desde el Magreb hasta Siria decenas de bandas de mercenarios salafistas y wahabitas instalan sus teatros de operaciones, en un terreno preparado por la CIA con el mismo arado que sirvió para arraigar a Al Qaeda en Afganistán y Pakistán.

Antecedentes

A instancias del imperio británico y Rusia, en 1897 Grecia declaró la guerra al Imperio Otomano reclamando Creta y la independencia de Chipre, mientras que el Zar se proclamaba protector de los cristianos ortodoxos bajo dominio turco, y Francia directamente entraba en guerra contra Estambul en 1860 para “proteger” a los cristianos maronitas del Líbano. Temiendo quedar afuera del reparto, Francia y Gran Bretaña autorizaron a Italia a ocupar Tripolitania y Cirneaica en 1911 inventando así lo que se conoce como Libia.
Más cerca en el tiempo, Occidente forjó el mapa de la región creando la casta dominante del mundo árabe y las fronteras de Irak, Arabia, Jordania, Siria y el Líbano.
La Gran Siria abarcaba lo que hoy es también Jordania, Líbano y Palestina, extendiéndose desde las montañas Taurus al norte y el Sinaí como límite con Egipto, pero en 1916, Londres y París deciden un reparto regional: Francia se quedó con el Líbano y la actual Siria, expulsando a Faisal como emir de la Gran Siria, mientras que Gran Bretaña se llevaba la parte de Palestina y Jordania, nombrando al propio Faisal como rey de Irak en 1921, unificando las provincias otomanas de Bagdad, Mosul y Basora. En realidad, Jordania fue simplemente un estado inventado sobre el papel para conectar Irak con Palestina y Egipto, controlados por los británicos.
El Magreb (norte de África) venía siendo botín de reparto desde el siglo XIX. Francia ocupó Argelia en 1830, que llegó a ser considerada un departamento más de la potencia. En el Congreso de Berlín de 1878, Gran Bretaña y Francia acordaron que la primera ocuparía Chipre y Túnez se sumaría al imperio francés.
La unificación de provincias otomanas que dieron nacimiento a Irak fue repetido por Italia en 1912 con Cirenaica y Tripolitania, fundando así la Libia moderna. Ese mismo año, el Tratado de Fez anexionaba Marruecos a Francia en carácter de protectorado.
Y sin lugar a dudas, el pilar que sostiene desde la posguerra la presencia abierta o velada de Occidente en la región fue la creación en las Naciones Unidas del Estado de Israel en 1948, que rápidamente inició tareas de expansión y limpieza étnica contra la población palestina que no vio respetado su derecho a un estado propio.
Tensiones étnicas religiosas: divide y reinarás
Israel logró meter una cuña en el movimiento palestino con su apoyo velado al que públicamente considera su peor enemigo: el movimiento radical Hamás. El apoyo internacional que durante décadas de lucha había ganado la causa de la OLP, organización secular integrada por musulmanes, cristianos y agnósticos palestinos, se vio eclipsada por sucesivas oleadas de atentados suicidas lanzados por Hamás.
La política de expansión constante de los asentamientos judíos, pese a las prohibiciones de la ONU y la Convención de Ginebra, inclusive (y especialmente) durante las negociaciones de paz, desacreditaban ante la opinión de millones de refugiados palestinos la autoridad de Yasser Arafat y la OLP sembrando de orégano la alternativa más radical de Hamas. Hoy en día, los microterritorios a los que fue acorralado el pueblo palestino en Cisjordania y Gaza ni siquiera están gobernados por una sola fuerza sino que la primera tiene el gobierno nominal de Al Fatah, y la segunda por Hamas.
Las revueltas en la región del Magreb y Oriente Medio padecieron de nuevas escaladas en las tensiones religiosas creadas artificialmente por los organismos de inteligencia, pero no eran nuevas. La CIA y el MI6 practicaron una serie de atentados en Irak con agentes disfrazados de árabes contra los barrios chiitas para exacerbar las diferencias en la resistencia iraquí, siendo el más denunciado el acontecido en coche bomba que mató a 52 personas el 17 de agosto de 2005 a cargo de la inteligencia británica, con la intención de culpar a la resistencia sunita. El 9 de julio de 2006 una explosión en una mezquita suní dejó 40 muertos, endosando el ataque a una facción chiita aunque todos los ojos se posaron sobre los servicios de inteligencia occidentales.
En Egipto, simplemente la cronología evidencia la manipulación de la junta militar gobernante, asociada a Occidente para garantizar la tutela sobre la región, presentando al mundo un odio religioso que no es tal.
La rebelión popular que terminó con Hosni Mubarak, pero no con su dictadura, estalló en la famosa Plaza Tahrir el 25 de enero de 2011. En octubre de 2010, con lo que parecía una amenaza sin anclaje alguno en el momento político de Egipto, Al Qaeda advierte que lanzaría atentados en El Cairo. El 1º de enero, tres semanas antes del levantamiento, un supuesto kamikaze se inmoló en la noche de año nuevo contra una iglesia copta en Alejandría dejando 21 muertos.
De inmediato Mubarak se dirigió al país apuntando a “una operación terrorista ajena a nosotros”[i]. En los días siguientes se registraron ataques contra la población chiita de Egipto. En todos los casos el régimen apunto contra grupos salafistas que pretenden imponer el fantasma de un régimen radical islámico, algo que la prensa occidental sigue insertando en la agenda regional [ii]. ¿Sabía algo Mubarak de lo que vendría? Seguramente tenía en claro que sus viejos benefactores le habían soltado la mano.
Pero lo cierto fue que cuando durante las movilizaciones, los manifestantes atacaban edificios públicos, aparecieron documentos que incriminaban a las fuerzas armadas egipcias en los atentados contra las minorías religiosas coptas y chiitas, con el único fin de exacerbar la necesidad de sostener una dictadura laica, apoyada por Israel y Estados Unidos, ante el fantasma del fundamentalismo.
Durante las manifestaciones a favor de Morsi, los Hermanos Musulmanes no hicieron otra cosa que exacerbar los temores de los sectores laicos (muchos de los cuales celebran el fin de la islamización de Morsi) al quemar una iglesia copta en Sohag.
En uno de los puntos más calientes del mundo islámico, el asesinato de Bin Laden en Pakistán, hasta hace poco socio estratégico de EEUU en Afganistán tuvo por finalidad, no acabar con el financista de Al Qaeda sino en poner al propio Pakistán en el ojo de la tormenta, además de la nota enviado por Washington al mundo de que sus fuerzas armadas operarán abierta y directamente donde sus intereses lo consideren necesario, sin importar soberanía alguna.
El Eje que se reparte la región está comprendido por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí, que a su vez abarca a los emiratos del Golfo Pérsico y es la clave para comprender una serie de movimientos que llevan a la elaboración del nuevo mapa.
La dictadura egipcia post Mubarak se legitima ante el fantasma de un supuesto proyecto extremista para imponer el fundamentalismo, y lo primero que la junta militar aclaró al mundo fue que garantiza el suministro del gas a Israel, que depende en un 40% de esa fuente. El 27 de abril de 2011, un curioso grupo anónimo hizo estallar una parte del gasoducto azuzando el temor de la población israelí y calcificando el falso justificativo de una legítima defensa.
La piedra angular que explica la alianza EEUU-Israel-Arabia es la Iranofobia.
El caso de Bahréin es la muestra más obscena intervención justificada en una falsa tensión religiosa. Con un 80% de población chiita, la monarquía sunita se sostiene gracias a la familia reinante de Arabia, los al-Saud, y no menos importante presencia de la V Flota de los Estados Unidos anclada en su puerto.
Los saudíes acusaron a Irán de estar detrás de la rebelión chiita en Bahréin y envió a sus fuerzas armadas a reprimir a los manifestantes, en indiscriminadas matanzas que sólo sirvieron para recalentar el clima de rebelión social.
La guerra civil de Libia estalló a instancias del apoyo angloestadounidense a la familia al-Senussi, afincados en Benghazi, que reclama los derechos del depuesto pro-occidental rey Idris en 1969 por el propio Muammar al-Khadaffi. En los hechos y con la intervención directa de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, Libia está partida en Tripolitania, mientras que Cirenaica tiene abiertos sus puertos a la exportación de gas y petróleo a Europa.
Del mismo modo en que Occidente justificó, con nulas pruebas, la intervención en Libia para proteger a la población civil (que mudó en atacar a Khadaffi personalmente), Francia advirtió el 26 de abril de 2011 que la ONU podría evaluar una intervención militar en Siria para deponer al presidente Bashar al Assad. El G-8, que reclamaba la caída de Khadaffi y amenaza a Assad, anunció el 27 de mayo de ese mismo año que buscará impulsar “la democracia” en el mundo árabe[iii] (aunque este no lo solicite).

El Nuevo Oriente Medio

La presunción de una nueva versión del acuerdo Sykes-Picot[iv] para otra reconfiguración de Oriente Medio pareciera acelerarse desestabilizando la región más rica del recurso no renovable que en breve se agotará y la táctica de dominación, como siempre, es la división.
En una cumbre en Tel Aviv, el 25 de julio de 2006, durante el gobierno de George Bush, la secretaria de Estado Condoleezza Rice y el primer ministro israelí Ehud Olmert, presentaron al mundo el término “Nuevo Oriente Medio”[v], en el contexto del enfrentamiento militar entre Israel y el Líbano.
Sin embargo, el profesor de la Universidad de Kashmir de la India, Aijaz Wani, afirma que el plan del Nuevo Oriente Medio era la confirmación de un pacto entre EEUU, Gran Bretaña e Israel para reconfigurar un mapa regional creando un arco de inestabilidad, caos y violencia que abarca al Líbano, Palestina, Siria y por supuesto, Irak y Afganistán, expandiendo además el área de acción de la OTAN a la frontera con Pakistán[vi].
La cronología evidencia la puesta en marcha de este plan por etapas que reconfigurará el mapa hasta ahora conocido.
Desde la ocupación de Irak en 2003 se presentó al mundo una situación desbordada, no por la presencia occidental sino por una sucesión de atentados y represalias entre las comunidades chiitas y sunitas (pareciera que inexistentes durante la dictadura de
Saddam Hussein), que se suman al choque étnico con los kurdos. El plan es la partición de Irak en tres nuevos países, divididos en un estado kurdo en el norte, tomando territorios también de Siria y Turquía donde opera una guerrilla secesionista kurda que trabajó con el Mossad contra Saddam Hussein; otro suni al oeste de Bagdad, y estado chiita con capital en Basra a expensas de Arabia, Kuwait e Irán [vii]. De hecho, los kurdos gobiernan un Estado semiautónomo que sólo por ahora es, en las formas, parte de Irak.
Este enfoque de la partición iraquí fue presentada por el teniente coronel de EEUU, Ralph Peters, en su libro “Never quit the fight”[viii], cuya tesis es que tras la caída de Bagdad, el Pentágono sostuvo una equivocada estrategia de querer aniquilar a los insurgentes de la resistencia, ya que la solución se encontraba precisamente en dividir a Irak en tres estados confesionales.
Según Peters, tras la cooperación de los kurdos con Israel y los Estados Unidos, un Kurdistán libre sería una oportunidad única de obtener al mejor aliado entre todo el territorio que comprendido desde Bulgaria a Japón, y que además puede ser presentado como un derecho humano.
Si suena conspirativa la idea de reformular fronteras partiendo a un país según su demografía confesional, cabe recordar que en enero de 2011 un referendo partió en dos al empobrecido Sudán en un norte musulmán y Sudán del Sur cristiano. Sudán sufrió más de dos millones de muertes por conflictos étnicos y religiosos desde 1984, y Estados Unidos llevó adelante una hoja de ruta sobre el proceso político que culminó en el referendo que aprobó la secesión. El senador demócrata y titular del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense John Kerry ofreció a Sudán quitarlo de la lista de países que apoyan el terrorismo si realizaba el referendo [ix].
Finalmente el referendo se llevó a cabo el 9 de enero y los cristianos sudaneses obtuvieron su propio Estado. Y también el 75% de las reservas petrolíferas de Sudán.
El Líbano volvió a vivir un caos político luego de que cayera el gobierno tras la retirada de Hezbollah de sus ministros del gobierno[x] que tiene un reparto del gobierno dibujada por los franceses en 1926 y que ya no respeta las proporciones demográficas de entonces. Por ley, el presidente debe ser un cristiano maronita, el primer ministro un musulmán suní, y el presidente del senado un musulmán chiita. El país que había experimentado un período de estabilidad política y crecimiento económico sin precedentes hacía 2006, vio abruptamente interrumpido ese proceso con la guerra que estalló con Israel en julio de ese año.
La operación encubierta contra el Líbano comenzó en realidad un año antes de la guerra con Israel. El 14 de febrero de 2005 un coche bomba terminó con la vida del primer ministro Rafic Hariri, terminando con el período de paz de 15 años que había llevado prosperidad a un país desgarrado por la guerra civil de 1975-1990. La cadena de televisión Al Jazeera recibió un video que puso al aire en el que un ignoto grupo sirio- libanés llamado Apoyo y Jihad se adjudicaba el magnicidio.
Curiosamente, cinco años más tarde, el hijo y primer ministro de Hariri, Saad Hariri, impulsó ante el tribunal de la ONU encargado de la investigación del atentado, acusó a Hezbollah por la responsabilidad del asesinato de Hariri. El grupo chiita retiró a los ministros del gobierno y por ley, este deja de funcionar.
Pero, ¿quién estaba detrás del asesinato de Hariri?
En realidad, Estados Unidos venía ejerciendo una fuerte presión sobre Siria para que retire la presencia militar del Líbano, corte lazos políticos con Hezbollah y cierre las oficinas de representaciones políticas palestinas en Damasco. Washington retiró inclusive a su embajador de la capital siria.
Israel, que pretendió arrogarse la custodia tutelar sobre el Líbano (a causa de la invasión de 1982 es que surge el movimiento de resistencia Hezbollah), culpó a Siria.
Pero Hariri, que tenía pasaporte de Arabia Saudí, siempre tuvo entendimiento con el presidente sirio Bashar al Assad que condenó rápidamente el crimen.
Culpar a Hezbollah en el Líbano siempre implicó apuntar contra Siria y fundamentalmente, Irán.
Fue en ese contexto en que en un confuso episodio, un pelotón de soldados israelíes fueron capturados por Hezbollah y estalla la guerra de 2006 entre Israel y el Líbano. De este modo, crecía la presión sobre Siria para que declare ilegal a la milicia chiita y retire sus tropas del Líbano, que eran el único paliativo para disuadir a Tel Aviv de una invasión, y sirvió para que Israel mantuviera ocupado los Altos de Golán.
Tras el inicio de las revueltas en el mundo árabe, la presión de EEUU y Europa no se concentró en la criminal represión saudí en Bahréin sino contra Libia, bajo intervención directa, y precisamente sobre Bashar Al Assad.
El 27 de mayo de 2011 el G-8 se manifestó “horrorizado”[xi] por la represión en Siria y mantuvo la postura oficial de EEUU de que Assad debe acelerar la “transición democrática” o abandonar el poder, según textuales palabras del ex mandatario francés
Nicolás Sarkozy, que un mes atrás había deslizado la posibilidad de una intervención militar en Siria con similares características a las de Libia.
Con la finalidad de aplacar las protestas, el 3 de junio Assad llamó a la oposición al diálogo, incluyendo a todas las facciones políticas y religiosas del país. Pero el movimiento antigubernamental amplió la escalada de protestas [xii].
¿Fueron espontáneas las revueltas en el mundo árabe? No se puede negar la indignación popular de sociedades arrasadas por regímenes perpetuados en el poder,y sostenidos por Occidente, que implementaron durísimos planes de concesiones y privatizaciones de servicios y riquezas, acompañado de una brutal represión a cualquier disidencia política, que era presentada al mundo como un brote fundamentalista para justificar las acciones siguientes.
Pero EEUU y Europa, luego de hacerse con la economía de estos países decidieron pasar a la siguiente etapa camino a redefinir las fronteras del Magreb y Oriente Medio, y así comenzaron a desprenderse de los gobernantes otrora aliados.
El periodista Ron Nixon publicó en el New York Times un artículo que relataba cómo, mientras el Estado destinaba billones en ayuda militar y contraterrorista en los regímenes árabes, un amplio espectro de fundaciones y ONGs financiadas por el propio gobierno propiciaban a los movimientos antigubernamentales de la región [xiii].
Según los cables desclasificados vía Wikileaks, Ron Nixon verificó que el IRI (International Republican Institute), el National Democratic Institute, la fundación sobre DDHH, Freedom House y la NED (National Endowment Democracy), habían apoyado a una serie de organizaciones en Egipto, Yemen, Siria y Libia con dinero y entrenamiento en políticas para la democratización de sus países. Nótese que la NED, una fundación pantalla de la CIA (denunciada por ex miembros de la central de inteligencia como tal) estuvo directamente involucrada en la caída de los regímenes comunistas de Europa Oriental y en el intento de golpe de Estado y asesinato de Hugo Chávez en Venezuela, en abril de 2002. La NED maneja un presupuesto del Congreso de los Estados Unidos de 100 millones de dólares que reparte en fundaciones y ONGs alrededor del mundo que “promueven la democracia”.
Tras la reunión del G-8 en Deaville, Francia, el mandatario galo Nicolás Sarkozy anunció que las potencias respaldarán la “Primavera Arabe” con 40.000 millones de dólares, repartido un 50% en préstamos bancarios y organismos multilaterales que no incluyen al FMI, un 25% en acuerdos bilaterales del G8 y el 25% restante aportado por Kuwait, Qatar y Arabia Saudí [xiv].
Entre el 3 y el 5 de diciembre de 2008 tuvo lugar en Nueva York la Cumbre de la Alianza de Movimientos Juveniles [xv], al que acudieron grupos de jóvenes egipcios, en el que fueron recibieron entrenamiento en el uso de las redes sociales de internet y las tecnologías móviles para promover la democracia. Entre los auspiciantes que financiaron el evento se encontraban el Departamento de Estado, Columbia Law School, MTV, Youtube, Facebook y Google. Como dijo Barack Obama en su discurso sobre los cambios en la región: “No es coincidencia que uno de los líderes de la plaza Tahrir haya sido un ejecutivo de Google”[xvi], aludiendo a Wael Ghonim, responsable de marketing de Google para Oriente Medio que fue nexo comunicante de la rebelión con los medios occidentales usando Facebook y Twitter.
Evidentemente no es coincidencia.