La desigualdad de derechos y de poder procede del propio Autor de la Naturaleza
Habría innumerables textos de Papas, Santos y Doctores de la
Iglesia que enseñan que la desigualdad social, cuando es proporcionada,
está de acuerdo al plan de Dios y a la propia naturaleza.
León XIII, en la encíclica Quod apostolici muneris, del 28 de diciembre de 1878, enseña:
“Por más que los socialistas, abusando del propio Evangelio para
inducir más fácilmente al mal a los incautos, se hayan habituado a
desvirtuarlo según su parecer, existe, sin embargo, una divergencia tan
grande entre su perversa teoría y la purísima doctrina de Jesucristo,
que no la hay ni puede haberla mayor. Porque ¿qué consorcio hay entre la
justicia y la iniquidad? o ¿qué sociedad hay entre la luz y las
tinieblas? (11 Coro VI, 14).
“Realmente, como hemos dicho ya, no cesan ellos de repetir que todos
los hombres son iguales entre sí por naturaleza, y por eso pretenden que
no se debe honra ni veneración a la autoridad, ni obediencia a las
leyes, a no ser a las que ellos mismos sancionan a su gusto. “Por el
contrario, según las enseñanzas de los Evangelios, la igualdad entre los
hombres está en que, al tener todos la misma naturaleza, están todos
llamados a la misma dignidad excelsísima de hijos de Dios; bien como en
que, por haber sido todos designados para el mismo y único fin, cada uno
será juzgado según la misma ley, recibiendo según sus méritos el
castigo o la recompensa. Esto no obstante, la desigualdad de derechos y
de poder procede del propio Autor de la Naturaleza, de quien toda
paternidad, en el Cielo y en la Tierra, toma su nombre (Ef III, 15).”(1)
El Universo, la Iglesia y la sociedad civil reflejan el amor de Dios en una orgánica desigualdad
En la misma encíclica el Pontífice afirma: “Quien creó y gobierna
todas las cosas las ha dispuesto con su providente Sabiduría de tal
forma que las más pequeñas por medio de las medianas y las medianas por
medio de las mayores lleguen todas a su fin. Por consiguiente, así como
quiso que el propio Reino celestial los coros de los Ángeles fueran
distintos y estuvieran sometidos los unos a los otros; así como en la
Iglesia instituyó varios grados de órdenes y diversidad de ministerios,
para que no todos fueran Apóstoles, ni todos Doctores, ni todos Pastores
(1 Cor: XII), así también constituyó en la sociedad civil muchas
categorías diferentes en dignidad, derechos y poder, sin duda para que
la sociedad civil, al igual que la Iglesia, fuese un solo cuerpo
compuesto de muchos miembros, unos más nobles que otros pero todos
recíprocamente necesarios y preocupados por el bien común.” (2)
1. AAS. XI [1878] 372.