domingo, 1 de septiembre de 2013

LAS DIMENSIONES DEL HOMBRE Y SUS PROYECCIONES

Las dimensiones del hombre y sus proyecciones

(Un aporte que hace el Instituto de Filosofía Práctica a Meinvielle)


                                                                                                                               Alberto Buela (*)


En este año del 2005 que nos toca vivir se están celebrando varios centenarios de pensadores y artistas y viendo quienes lo celebran nos damos cuenta de quienes son y qué piensan.
Así en nuestro país el centenario de Raymond Aron( 1905-1983) lo festeja el círculo liberal-conservador de la Nación diario con  Natalio Botana como escriba. En Nuestra América es el botarate intelectual del liberal a ultranza de Vargas Lloza quien conmemora el nacimiento de Jean Paul Sartre (1905-1980). La radio FM Tango festeja a su vez el natalicio de Osvaldo Pugliese (1905- 2000). Otros los centenarios de los pintores Berni y Soldi. En España el de Luis Buñuel y en Estados Unidos, no podía ser de otra manera, el del actor Henry Fonda, ya que el cine es su expresión más acabada.
Nosotros por nuestra parte vamos a celebrar acá el centenario del nacimiento del padre Julio Meinvielle (1905-1973) que seguramente no saldrá en ninguno de los grandes medios de comunicación.
  La izquierda y la derecha
 La caracterización que desde la izquierda ha hecho el periodista Horacio Verbitsky, ahora ideólogo orgánico del gobierno actual, es la versión que los mass media dan del Padre Meinvielle: “Es el propagandista antidemocrático y antijudío más furibundo de la historia argentina”(1).
Esta misma versión se encuentra en la primera página de internet cuando buscamos “Julio Meinvielle”, que fue recogida, a su vez, por el sito “filosofía en español”, y engrosada desde la derecha por los nacionalistas paganizantes como Disandro et alii, que califican a Meinvielle como “nacionalista güelfo” enfrentados a ellos que se autodefinen como “gibelinos”. Volver a una polémica de ocho siglos atrás sólo muestra el grado de estulticia y esterilidad intelectual de estos sedicentes pensadores. (Juan Manuel, este resaltado es mío, y como verás, si tomas el diccionario de la wwwrae.es son durísimas palabras de referencia y calificación, que yo comparto).
El hecho entonces es que el Padre Meinvielle es criticado incluso en estos días y treinta y dos años después de muerto, tanto por la izquierda como por la derecha reaccionaria, lo mismo que le pasó en vida. Y, ¿esto porqué? Porque el auténtico pensamiento católico es y tiene que ser signo de contradicción. Y Meinvielle encarnó el pensamiento católico esencialmente y en forma ejemplar. Esto ese, lo sostuvo con su propio modo de vida.
Así fue, por un lado, el primero en lengua castellana que condenó, en sus fundamentos y no con frases hechas, a Hitler y su locura, con su opúsculo La Iglesia y el Reich de 1937, un año antes que se produjera la famosa “noche de los cristales”, la primera persecución de los judíos, que hasta entonces colaboraban activamente con el régimen alemán. Y fue, por otro, el crítico más profundo y constante del marxismo y el comunismo tanto en nuestro país como en el exterior, sus conferencias junto a Lin Yu Than en Nueva York son prueba de ello.
Nosotros en este homenaje, como no podemos rastrear todo el amplio espectro que Meinvielle tocó con sus meditaciones y denuncias – la crítica a Maritain, a Teilhard,  a Rahner, al progresismo cristiano, al gnosticismo y sus meditaciones sobre la concepción católica de la economía, la política, los pueblos bíblicos, la Cristiandad – nos vamos a limitar a la esencia, al meollo más genuino y original del pensamiento de Meinvielle y su proyección socio-política.
En una palabra, vamos a bucear en toda su obra para, someramente, en el marco que puede ofrecer una conferencia compartida como esta, intentar exponer las dos o tres ideas fuerza, que como dice Bergson tiene el auténtico pensador.
 El fundamento onto- teológico-cultural
 Todo el pensamiento del Padre Meinvielle está centrado, esto es se funda en y se dirige a “la realeza de Cristo en la historia”. De ahí que su propuesta, su apotegma y su convicción más profunda la expresara siempre con el consejo evangélico: “Buscad el reino de Dios y sus justicia que lo demás se os dará por añadidura”.
Esta centralidad de Cristo recorre su obra del primero al último de sus escritos. Esta centralidad de Cristo movió de la primera a la última de sus acciones sociales- creación de los Scouts en Argentina, y ateneos como el de Versalles - y políticas –múltiples periódicos y actos políticos.
Meinvielle, discípulo fiel de  Aristóteles y Santo Tomás, va a sostener que el hombre es un conflicto de potencia y acto puro. Es potencia pura porque el entendimiento humano ab initio es como una tabla rasa en la cual no hay nada escrito, está en potencia respecto de todos los inteligibles. Y es acto puro porque gracias al entendimiento puede actualizar todo lo inteligible.
Esta potencialidad pura lo lleva a definir la cultura de la forma más amplia: “el hombre manifestándose”. Y esa cultura será tanto más rica  cuanto más ricas sean las manifestaciones del hombre. Ahora bien, el valor de estas manifestaciones se debe ponderar de acuerdo a su contenido de realidad.
Y ¿cuál  es para nuestro autor la máxima realidad?. Es Dios, en tanto que realidad subsistente. Él es el Ipsum esse subsistens. De ello se desprende que una cultura será tanto más rica cuanto más divinas, cuanto más cercanas a Dios, cuanto mejor lo expresen en sus manifestaciones.
Aquella centralidad que teológicamente la ponía en Cristo, la defiende y define Meinvielle, filosóficamente, en Dios como el ser que subsiste por y en sí mismo. Fundado en el ser por antonomasia  todo lo demás lo va a desprender de él y lo va a dirigir a él. Va a establecer una jerarquía funcional entre la naturaleza del hombre y su proyección socio- política.
Nuestro autor piensa en consonancia con el más importante mitólogo del siglo XX, Georges Dumézil( 1898-1986) quien en 1938 descubrió que “las tres grandes funciones de las primigenias culturas indoeuropeas- la primera: la soberanía, lo sagrado, la inteligencia; la segunda: la fuerza guerrera y la tercera: la abundancia, tanto la producida por el trabajo agrícola como la representada por la comunidad, se correspondían con las tres categorías de los sacerdotes romanos llamados flúmines, donde unos se dedicaban al culto de Júpiter, el mayor de los dioses, otros de Marte, el dios de la guerra y los terceros a Quirino, protector de la comunidad y de la producción agrícola”(2).
Esta visión orgánica y estamental de la sociedad se sostuvo a través de toda la Edad Media hasta bien entrada la modernidad. Los pensadores de las grandes Summas,- Duns Scoto, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Alejandro de Halles- sostienen con sus respectivas variantes esta visión jerárquica y organizada por estamentos de la sociedad.
Julio Meinvielle recoge esta visión en lo que consideramos nosotros, su elaboración más propia y original. Él la denomina: “las cuatro formalidades del hombre”. Dicha teoría la expone en uno de sus primeros escritos: Concepción católica de la economía (1936) y la reitera y profundiza treinta años después en el capitulo segundo de su libro  El comunismo en la revolución anticristiana(1964).
 Las cuatro formalidades del hombre
 Las formalidades o dimensiones del hombre son, para el Párroco de Versalles, cuatro. Así, el hombre en tanto ente es algo: es,  y no no-es. El hombre en tanto que algo, existe, pues lo algo como trascendental agrega a la noción de ente la relación a la existencia. Y en el ente hombre, propiamente, la existencia  materialmente considerada. El hombre como una cosa que estás ahí. Así podemos decir que en tanto que ente hombre, soy este algo que está acá.
En la segunda dimensión del hombre se nos presenta cuando lo consideramos en tanto que animal en donde se destaca la sensibilidad. El hombre es considerado, entonces, dentro de los seres sensibles que tiene por finalidad de su obrar el bien deleitable y gozo de los sentidos.
Luego aparece la dimensión humana del hombre, esto es, el hombre en tanto que hombre. Y allí se destaca lo específico de este quién que somos todos nosotros: la razonabilidad. La razón en su sano uso persigue, no ya el bien deleitable de los sentidos sino el bien honesto.
Finalmente, el hombre al participar en su ser de la esencia divina posee una dimensión sobrenatural. La finalidad propia de esta cuarta formalidad del hombre es la comunión con Dios, que en la tierra se manifiesta en la santidad.
“Así, el hombre es algo para sentir como animal; siente como animal para razonar y entender como hombre; razona y entiende como hombre, para amar a Dios como dios”.(3)
Vemos, en esta cita de Meinvielle, cómo la relación entre las distintas formalidades del hombre encuentra su fundamento el aquel pensamiento del viejo Aristóteles cuando hablando de cómo se relacionan entre sí las distintas facultades del alma dice: “siempre en el término siguiente de la serie de facultades se encuentra potencialmente el anterior. Así la facultad vegetativa está contenida en la sensitiva”(4). La facultad  superior subsume y da sentido a la inferior.
Estas dimensiones se encuentran jerárquicamente organizadas en el orden normal de la vida en una jerarquía de servicios en donde el nivel más bajo corresponde al hombre como algo, luego como animal, después como racional para culminar considerado como sobrenatural o divino.
Romper la relación jerárquica, que integra en la unidad lo múltiple, y que vincula estas cuatro formalidades supone romper el principio de unidad, la reductio ad unum nota propia de la existencia completa. Pues, la muerte no es otra cosa que la disgregación de lo uno en lo múltiple.
¿Y qué ha hecho Meinvielle con  estas cuatro formalidades jerárquicamente organizadas?. En definitiva, con esta teoría que mutatis mutandi viene desde el fondo de la historia.
Mostró toda su enjundia  y capacidad de penetración intelectual otorgándoles funcionalidad en todas las manifestaciones del hombre. Habida cuenta que para el Parroco de Versalles cultura no es otra cosa que: el hombre manifestándose.
Es aquí, en nuestra opinión, cuando un filósofo o un teólogo muestra sus quilates intelectuales, cuando puede otorgar funcionalidad, en este caso histórico política, a una teoría clásica. Y esto hizo Meinvielle, y de ello se percató Octavio Derisi, que no era inteligente pero si muy estudioso y amante de la verdad cuando afirmó del Padre Julio: “él se destacó por la penetración y la lucidez de su inteligencia... sabía llegar con rapidez y perspicacia al punto esencial... su inteligencia era a la vez clara, brillante y de profunda penetración....nosotros que lo frecuentamos íntimamente conocíamos su limpidez y grandeza de alma”(5)
Así, con esta proyección social, política, económica, histórica, filosófica y teológica desarrolló, a través de toda su vasta obra- más de veinte volúmenes- una grandiosa analogía entre estas cuatro dimensiones del hombre y los distintos momentos históricos en el desarrollo político del mundo, las diferentes doctrinas económicas, filosóficas y teológicas.  En una palabra, abarcó todos los grandes campos en donde el hombre se manifiesta.
El hombre en su formalidad sobrenatural se manifiesta como sacerdote, en su dimensión racional como aristócrata, en su aspecto sensitivo como burgués y en tanto realidad material como obrero o proletario.
La modificación de este orden produce tres revoluciones posibles: a) que lo natural se revele contra lo sobrenatural. La aristocracia contra el sacerdocio. Lo político contra lo teológico. Esta cultura se inaugura con el Renacimiento.
b) que lo animal se revele contra lo natural. La burguesía contra la aristocracia. La economía contra la política. Esta cultura se inaugura con la Revolución Francesa.
c) que lo algo, la cosa se revele contra lo animal. El proletariado contra la burguesía. La planificación totalitaria contra la economía. Esta cultura nace con la Revolución Comunista.
Este megarelato es denominado por nuestro autor como el movimiento de la Revolución Mundial (6) constituido por las grandes revoluciones producidas por la modernidad: Renacimiento, Revolución Francesa y Revolución Bolchevique. Y todas las implicancias culturales que encierran: humanismo, racionalismo, naturalismo y absolutismo para la primera; economicismo, capitalismo, positivismo, democracia, liberalismo para la segunda, y, comunismo, materialismo dialéctico, lucha de clases para la tercera.
Así, si el racionalismo termina en el irracionalismo de un Nietzsche, el absolutismo con Luis XVI en el patíbulo, el naturalismo en el materialismo del socialismo real, el positivismo en la vida animal de Darwin, la democracia en una mera formalidad procedimental y la muerte de Dios en la muerte del hombre: ¿Qué podemos hacer?, ¿Qué nos está permitido esperar?.
La respuesta del Padre Meinvielle es inequívoca y terminante: instaurare omnia in Christo.  O mejor aún, reinstaurar todo en Cristo. Recrear la Ciudad Católica. Recuperar la idea de Cristiandad como la organización de la sociedad al modo cristiano.
En definitiva, que los pueblos informados por la Iglesia, es decir, aquellos que la Iglesia les ha dado forma, su fe,  se manifiesten en todos los órdenes al modo católico.
Se podrá afirmar que dadas los condiciones histórico y socio-políticas actuales ello es inverosimil, no viable o al menos de muy difícil realización. “Puede ser, responde Meinvielle, pero una es la opinión del mundo y otra la de Dios”.
 1.- Diario Página 12, Buenos Aires, 29 de agosto de 1999.- 
2.- Dumézil, Georges: Idées Romaines, París, Gallimard, 1986,  
     p.178.-
3.- Meinvielle, Julio: El comunismo en la revolución anticristiana,   
     Bs.As. Theoria, 1964, p.47. En la cita el último término es dios con minúscula pues el nuestro autor ha querido destacar que el hombre no es Dios sino un dios menor, un microthéos, por aquello que tiene de divino según dijera Aristóteles refiriéndose al 
4.- Aristóteles: De anima, 414b 28-30.-
5.- Derisi, Octavio: en revista Universitas, Bs. As. N°30, julio-septiembre 1973, pp.79-80.-
6.-Es interesante anotar que Meinvielle trabaja el idea de Revolución Mundial ya en su primer trabajo Concepción católica de la política de 1932. El más significativo historiador católico inglés del siglo XX, Christopher Dawson( 1889-1970) publicará recién en l959 uno de sus mejores trabajos con el título The movement of world revolution.


Excursus: La polémica con Maritain
 Como fruto de sus conferencias primeros artículos publicados entre 1924 y 1931 en las revistas Estudios, Arx  y Criterio y de sus clases en los Cursos de Cultura Católica publica su primer libro Concepción católica de la política en 1932, a la edad de 27 años en donde afirma de entrada: La política debe servir al hombre…la pura erudición de las teorías y de los hechos políticos, lo que se llama actualidad política, es nociva sino está en posesión de la auténtica filosofía de la política: la metafísica natural de la inteligencia humana, lo que santo Tomás llama sentido común, hoy completamente destruido por perversiones ideológicas”.
La política para Meinvielle no es un arte sino una práctica. Alguien que lo admiró mucho, el metafísico Pierre Boutang (1916-1998) [1], escribió años después: La política no es un arte sino un cuidado, una preocupación, una solicitud, una vocación de servicio.[2] 
Es que el cristianismo cambió de una vez y para siempre el sentido de la política para entender la actividad como una praxis de servicio al otro. No puede existir política católica centrada en el poder sino en el servicio.
En Maritain se produce un cambio con la condena (29/12/1926) por parte del papado a la Acción Francesa de Maurras, que se madura en su trabajo de 1933 Du régime temporel et de la liberté, y que alcanza su culminación con Humanismo integral fruto de un seminario en España publicado en 1935.
Maritain muy vinculado a la España republicana a través de su íntimo amigo Gil Robles, autoridad republicana, viaja a Argentina en 1936 luego que estalla la guerra civil y la polémica estalla allí.
Ella gira en torno a la idea de Cristiandad, esto es, la organización social y política de la sociedad y como se relacionan los hombres con la política. Meinvielle es terminante, acusa a Maritain de desvirtuar la doctrina tradicional de la Iglesia en este punto. Maritain aceptó la idea iluminista del progreso de la humanidad e invita a sumarse a éste. Y en este punto Meinvielle observa Maritain es deudor y seguidor de las tesis de Feliciano de Lamennais quien ya había sido condenado por la Iglesia por sus tesis neopelagianas y por su gobierno providencial de la historia. El padre Julio llega a afirmar: “El hecho que la revolución mundial (Reforma, Revolución Francesa, Revolución Bolchevique) haya sido permitida, no se sigue que sea menester estar en la línea de la Revolución y que esta sea un bien”.
Todo esto se plasmó en un libro De Lamennais a Maritain (1948).
El Humanismo integral terminó abriendo el camino al actual progresismo dentro de la Iglesia y haciéndole el juego a través de la democracia cristiana a los regímenes políticos que actúan bajo el gran paraguas de la socialdemocracia.
El segundo aspecto de la polémica versó sobre la relación entre la persona y el orden socio- político. Este punto lo desarrolló Meinvielle en Crítica a la concepción Maritain sobre la persona humana (1948) y en su comunicación al Primer Congreso Nacional de Filosofía de 1949 titulada La persona y la ciudad.
Maritain va a sostener que el hombre en tanto individuo se sujeta a la comunidad política pero que en tanto persona solo se sujeta a Dios. Mientras que Meinvielle va a afirmar que también la persona se sujeta a la comunidad política. Esta distinción entre individuo y persona que realiza Maritain es insostenible en este asunto. “La sujeción de la persona singular con respecto a la ciudad es relativamente total, como la de una causa particular a una causa universal de segundo grado; en cambio, la sujeción de la persona respecto a Dios es absolutamente universal y primera”. [3]
Vemos como esta polémica se desarrolló en dos partes una primera sobre el tema de la Nueva Cristiandad a la que se sumaron luego autores de la talla de Charles de Koniinck en  Canadá  y Leopoldo Eulogio Palacios  y Millán Puelles en España. Y sobre el tema de la relación entre la persona y el orden político la idea de l´engagement politique  surgido después de la segunda guerra mundial la dio por terminada a favor del cura de Versailles.
En este sentido también están las cartas entre Meinvielle y Maritain donde terció como una especie de árbitro el eminente teólogo Garrigou-Lagrange quien le dio gran parte de razón al padre Julio. Quien también apoyó sus tesis y le sirvió de correo[4] fue el abbé Luc Lefevre fundador y director de la señera revista La Pensée Catholique, y quien fuera, para más datos, confesor de Marras. Pero bueno, esto ya es harina de otro costal.

[1] Pierre Boutang es el principal filósofo católico francés de la segunda mitad del siglo XX. Titular de la cátedra de metafísica de la Sorbona de París de 1976 a 1984. Fue el sucesor de Emmanuel Levinas en la misma. Admirado por Gabriel Marcel y Geroge Steiner quienes sostuvieron que Ontologie de l´origine, su tesis doctoral en la que demoró veinte años bajo la dirección de Jean Wahl, “es el más profundo y original tratado de metafísica de la segunda mitad del siglo XX”. Como dato anecdótico cuento que fue nuestro codirector de tesis allá por 1981.
[2] Boutang, Pierre: La politique comme souci, Ed. Froissart, Paris, 1948 p. 68
[3] Meinvielle, Julio: “La persona y la ciudad” en Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía, Univ. de Cuyo. Mendoza, 1949
[4] No es necesario decir que Julio Meinvielle hablaba y escribía francés fluidamente y que también montaba a caballo con el mejor de nuestros gauchos. Y que todos sus contactos en Francia eran franceses significativos. Venía de una familia francesa aquerenciada en la Argentina de donde salieron entre otros un sobrino obispo y un primo gaucho, Oscar Meinvielle, autor de la milonga surera El lunar de mi tropilla.