Las dimensiones del hombre y sus proyecciones
(Un aporte que hace el Instituto de Filosofía Práctica a Meinvielle)
Alberto
Buela (*)
En este año del 2005 que nos toca vivir se están
celebrando varios centenarios de pensadores y artistas y viendo quienes lo
celebran nos damos cuenta de quienes son y qué piensan.
Así en nuestro país el centenario de Raymond
Aron( 1905-1983) lo festeja el círculo liberal-conservador de la Nación diario
con Natalio Botana como escriba. En
Nuestra América es el botarate intelectual del liberal a ultranza de Vargas
Lloza quien conmemora el nacimiento de Jean Paul Sartre (1905-1980). La radio
FM Tango festeja a su vez el natalicio de Osvaldo Pugliese (1905- 2000). Otros
los centenarios de los pintores Berni y Soldi. En España el de Luis Buñuel y en
Estados Unidos, no podía ser de otra manera, el del actor Henry Fonda, ya que
el cine es su expresión más acabada.
Nosotros por nuestra parte vamos a celebrar acá
el centenario del nacimiento del padre Julio Meinvielle (1905-1973) que
seguramente no saldrá en ninguno de los grandes medios de comunicación.
La izquierda y la derecha
La caracterización que desde la izquierda ha
hecho el periodista Horacio Verbitsky, ahora ideólogo orgánico del gobierno
actual, es la versión que los mass media dan del Padre Meinvielle: “Es el propagandista antidemocrático y
antijudío más furibundo de la historia argentina”(1).
Esta misma versión se encuentra en la primera
página de internet cuando buscamos “Julio Meinvielle”, que fue recogida, a su
vez, por el sito “filosofía en español”, y
engrosada desde la derecha por los nacionalistas paganizantes como Disandro et alii, que califican a Meinvielle como “nacionalista güelfo” enfrentados a
ellos que se autodefinen como “gibelinos”. Volver a una polémica de ocho siglos
atrás sólo muestra el grado de estulticia y esterilidad intelectual de estos
sedicentes pensadores. (Juan Manuel, este resaltado
es mío, y como verás, si tomas el diccionario de la wwwrae.es son durísimas
palabras de referencia y calificación, que yo comparto).
El hecho entonces es que el Padre Meinvielle es
criticado incluso en estos días y treinta y dos años después de muerto, tanto
por la izquierda como por la derecha reaccionaria, lo mismo que le pasó en
vida. Y, ¿esto porqué? Porque el auténtico pensamiento católico es y tiene que
ser signo de contradicción. Y Meinvielle encarnó el pensamiento católico
esencialmente y en forma ejemplar. Esto ese,
lo sostuvo con su propio modo de vida.
Así fue, por un lado, el primero en lengua
castellana que condenó, en sus fundamentos y no con frases hechas, a Hitler y
su locura, con su opúsculo La Iglesia y
el Reich de 1937, un año antes que se produjera la famosa “noche de los
cristales”, la primera persecución de los judíos, que hasta entonces
colaboraban activamente con el régimen alemán. Y fue, por otro, el crítico más
profundo y constante del marxismo y el comunismo tanto en nuestro país como en
el exterior, sus conferencias junto a Lin Yu Than en Nueva York son prueba de
ello.
Nosotros en este homenaje, como no podemos
rastrear todo el amplio espectro que Meinvielle tocó con sus meditaciones y
denuncias – la crítica a Maritain, a Teilhard, a Rahner, al progresismo cristiano, al
gnosticismo y sus meditaciones sobre la concepción católica de la economía, la
política, los pueblos bíblicos, la Cristiandad – nos vamos a limitar a la
esencia, al meollo más genuino y original del pensamiento de Meinvielle y su
proyección socio-política.
En una palabra, vamos a bucear en toda su obra
para, someramente, en el marco que puede ofrecer una conferencia compartida
como esta, intentar exponer las dos o tres ideas fuerza, que como dice Bergson
tiene el auténtico pensador.
El fundamento onto-
teológico-cultural
Todo el pensamiento del Padre Meinvielle está
centrado, esto es se funda en y se dirige a “la
realeza de Cristo en la historia”. De ahí que su propuesta, su apotegma y
su convicción más profunda la expresara siempre con el consejo evangélico: “Buscad el reino de Dios y sus justicia que
lo demás se os dará por añadidura”.
Esta centralidad de Cristo recorre su obra del
primero al último de sus escritos. Esta centralidad de Cristo movió de la
primera a la última de sus acciones sociales- creación de los Scouts en
Argentina, y ateneos como el de Versalles - y políticas –múltiples periódicos y
actos políticos.
Meinvielle, discípulo fiel de Aristóteles y Santo Tomás, va a sostener que
el hombre es un conflicto de potencia y acto puro. Es potencia pura porque el
entendimiento humano ab initio es
como una tabla rasa en la cual no hay nada escrito, está en potencia respecto
de todos los inteligibles. Y es acto puro porque gracias al entendimiento puede
actualizar todo lo inteligible.
Esta potencialidad pura lo lleva a definir la
cultura de la forma más amplia: “el hombre manifestándose”. Y esa cultura será
tanto más rica cuanto más ricas sean las
manifestaciones del hombre. Ahora bien, el valor de estas manifestaciones se
debe ponderar de acuerdo a su contenido de realidad.
Y ¿cuál
es para nuestro autor la máxima realidad?. Es Dios, en tanto que
realidad subsistente. Él es el Ipsum esse
subsistens. De ello se desprende que una cultura será tanto más rica cuanto
más divinas, cuanto más cercanas a Dios, cuanto mejor lo expresen en sus
manifestaciones.
Aquella centralidad que teológicamente la ponía
en Cristo, la defiende y define Meinvielle, filosóficamente, en Dios como el
ser que subsiste por y en sí mismo. Fundado en el ser por antonomasia todo lo demás lo va a desprender de él y lo
va a dirigir a él. Va a establecer una jerarquía funcional entre la naturaleza
del hombre y su proyección socio- política.
Nuestro autor piensa en consonancia con el más
importante mitólogo del siglo XX, Georges Dumézil( 1898-1986) quien en 1938
descubrió que “las tres grandes funciones
de las primigenias culturas indoeuropeas- la primera: la soberanía, lo sagrado,
la inteligencia; la segunda: la fuerza guerrera y la tercera: la abundancia,
tanto la producida por el trabajo agrícola como la representada por la
comunidad, se correspondían con las
tres categorías de los sacerdotes romanos llamados flúmines, donde unos se
dedicaban al culto de Júpiter, el mayor de los dioses, otros de Marte, el dios
de la guerra y los terceros a Quirino, protector de la comunidad y de la
producción agrícola”(2).
Esta visión orgánica y estamental de la sociedad
se sostuvo a través de toda la Edad Media hasta bien entrada la modernidad. Los
pensadores de las grandes Summas,-
Duns Scoto, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Alejandro de Halles- sostienen con sus respectivas variantes
esta visión jerárquica y organizada por estamentos de la sociedad.
Julio Meinvielle recoge esta visión en lo que consideramos
nosotros, su elaboración más propia y original. Él la denomina: “las cuatro
formalidades del hombre”. Dicha teoría la expone en uno de sus primeros
escritos: Concepción católica de la
economía (1936) y la reitera y profundiza treinta años después en el
capitulo segundo de su libro El comunismo en la revolución
anticristiana(1964).
Las cuatro formalidades del
hombre
Las formalidades o dimensiones del hombre son,
para el Párroco de Versalles, cuatro. Así, el hombre en tanto ente es algo:
es, y no no-es. El hombre en tanto que
algo, existe, pues lo algo como
trascendental agrega a la noción de ente la relación a la existencia. Y en el
ente hombre, propiamente, la existencia
materialmente considerada. El hombre como una cosa que estás ahí. Así podemos
decir que en tanto que ente hombre, soy
este algo que está acá.
En la segunda dimensión del hombre se nos
presenta cuando lo consideramos en tanto que animal en donde se destaca la
sensibilidad. El hombre es considerado, entonces, dentro de los seres sensibles
que tiene por finalidad de su obrar el bien deleitable y gozo de los sentidos.
Luego aparece la dimensión humana del hombre,
esto es, el hombre en tanto que hombre. Y allí se destaca lo específico de este
quién que somos todos nosotros: la razonabilidad. La razón en su sano uso
persigue, no ya el bien deleitable de los sentidos sino el bien honesto.
Finalmente, el hombre al participar en su ser de
la esencia divina posee una dimensión sobrenatural. La finalidad propia de esta
cuarta formalidad del hombre es la comunión con Dios, que en la tierra se
manifiesta en la santidad.
“Así, el
hombre es algo para sentir como animal; siente como animal para razonar y
entender como hombre; razona y entiende como hombre, para amar a Dios como
dios”.(3)
Vemos, en esta cita de Meinvielle, cómo la
relación entre las distintas formalidades del hombre encuentra su fundamento el
aquel pensamiento del viejo Aristóteles cuando hablando de cómo se relacionan
entre sí las distintas facultades del alma dice: “siempre en el término siguiente de la serie de facultades se encuentra
potencialmente el anterior. Así la facultad vegetativa está contenida en la
sensitiva”(4). La facultad superior
subsume y da sentido a la inferior.
Estas dimensiones se encuentran jerárquicamente
organizadas en el orden normal de la vida en una jerarquía de servicios en
donde el nivel más bajo corresponde al hombre como algo, luego como animal,
después como racional para culminar considerado como sobrenatural o divino.
Romper la relación jerárquica, que integra en la
unidad lo múltiple, y que vincula estas cuatro formalidades supone romper el
principio de unidad, la reductio ad unum
nota propia de la existencia completa. Pues, la muerte no es otra cosa que la
disgregación de lo uno en lo múltiple.
¿Y qué ha hecho Meinvielle con estas cuatro formalidades jerárquicamente
organizadas?. En definitiva, con esta teoría que mutatis mutandi viene desde el fondo de la historia.
Mostró toda su enjundia y capacidad de penetración intelectual
otorgándoles funcionalidad en todas las manifestaciones del hombre. Habida
cuenta que para el Parroco de Versalles cultura no es otra cosa que: el hombre manifestándose.
Es aquí, en nuestra opinión, cuando un filósofo
o un teólogo muestra sus quilates intelectuales, cuando puede otorgar
funcionalidad, en este caso histórico política, a una teoría clásica. Y esto
hizo Meinvielle, y de ello se percató Octavio Derisi, que no era inteligente
pero si muy estudioso y amante de la verdad cuando afirmó del Padre Julio: “él se destacó por la penetración y la
lucidez de su inteligencia... sabía llegar con rapidez y perspicacia al punto
esencial... su inteligencia era a la vez clara, brillante y de profunda
penetración....nosotros que lo frecuentamos íntimamente conocíamos su limpidez
y grandeza de alma”(5)
Así, con esta proyección social, política,
económica, histórica, filosófica y teológica desarrolló, a través de toda su
vasta obra- más de veinte volúmenes- una grandiosa analogía entre estas cuatro
dimensiones del hombre y los distintos momentos históricos en el desarrollo
político del mundo, las diferentes doctrinas económicas, filosóficas y
teológicas. En una palabra, abarcó todos
los grandes campos en donde el hombre se manifiesta.
El hombre en su formalidad sobrenatural se
manifiesta como sacerdote, en su dimensión racional como aristócrata, en su
aspecto sensitivo como burgués y en tanto realidad material como obrero o
proletario.
La modificación de este orden produce tres
revoluciones posibles: a) que lo natural se revele contra lo sobrenatural. La
aristocracia contra el sacerdocio. Lo político contra lo teológico. Esta
cultura se inaugura con el Renacimiento.
b) que lo animal se revele contra lo natural. La
burguesía contra la aristocracia. La economía contra la política. Esta cultura
se inaugura con la Revolución Francesa.
c) que lo algo, la cosa se revele contra lo
animal. El proletariado contra la burguesía. La planificación totalitaria
contra la economía. Esta cultura nace con la Revolución Comunista.
Este megarelato es denominado por nuestro autor
como el movimiento de la Revolución
Mundial (6) constituido por las grandes revoluciones producidas por la
modernidad: Renacimiento, Revolución Francesa y Revolución Bolchevique. Y todas
las implicancias culturales que encierran: humanismo, racionalismo, naturalismo
y absolutismo para la primera; economicismo, capitalismo, positivismo,
democracia, liberalismo para la segunda, y, comunismo, materialismo dialéctico,
lucha de clases para la tercera.
Así, si el racionalismo termina en el
irracionalismo de un Nietzsche, el absolutismo con Luis XVI en el patíbulo, el
naturalismo en el materialismo del socialismo real, el positivismo en la vida
animal de Darwin, la democracia en una mera formalidad procedimental y la
muerte de Dios en la muerte del hombre: ¿Qué podemos hacer?, ¿Qué nos está
permitido esperar?.
La respuesta del Padre Meinvielle es inequívoca
y terminante: instaurare omnia in
Christo. O mejor aún, reinstaurar
todo en Cristo. Recrear la Ciudad Católica. Recuperar la idea de Cristiandad
como la organización de la sociedad al modo cristiano.
En definitiva, que los pueblos informados por la
Iglesia, es decir, aquellos que la Iglesia les ha dado forma, su fe, se manifiesten en todos los órdenes al modo
católico.
Se podrá afirmar que dadas los condiciones
histórico y socio-políticas actuales ello es inverosimil, no viable o al menos
de muy difícil realización. “Puede ser,
responde Meinvielle, pero una es la
opinión del mundo y otra la de Dios”.
1.- Diario Página 12, Buenos Aires, 29 de agosto
de 1999.-
2.- Dumézil, Georges: Idées Romaines, París,
Gallimard, 1986,
p.178.-
3.- Meinvielle, Julio: El comunismo en la
revolución anticristiana,
Bs.As. Theoria, 1964, p.47. En la cita el último término es dios con
minúscula pues el nuestro autor ha querido destacar que el hombre no es Dios
sino un dios menor, un microthéos, por aquello que tiene de divino según dijera
Aristóteles refiriéndose al
4.- Aristóteles: De anima, 414b 28-30.-
5.- Derisi, Octavio: en revista Universitas, Bs.
As. N°30, julio-septiembre 1973, pp.79-80.-
6.-Es interesante anotar que Meinvielle trabaja
el idea de Revolución Mundial ya en su primer trabajo Concepción católica de la política de 1932. El más significativo
historiador católico inglés del siglo XX, Christopher Dawson( 1889-1970)
publicará recién en l959 uno de sus mejores trabajos con el título The movement of world revolution.
Excursus: La polémica con Maritain
Como
fruto de sus conferencias primeros artículos publicados entre 1924 y 1931 en
las revistas Estudios, Arx y Criterio
y de sus clases en los Cursos de Cultura Católica publica su primer libro Concepción católica de la política en
1932, a la edad de 27 años en donde afirma de entrada: La política debe servir al hombre…la pura erudición de las teorías y de
los hechos políticos, lo que se llama actualidad política, es nociva sino está
en posesión de la auténtica filosofía de la política: la metafísica natural de
la inteligencia humana, lo que santo Tomás llama sentido común, hoy
completamente destruido por perversiones ideológicas”.
La
política para Meinvielle no es un arte sino una práctica. Alguien que lo admiró
mucho, el metafísico Pierre Boutang (1916-1998) [1],
escribió años después: La política no es
un arte sino un cuidado, una preocupación, una solicitud, una vocación de
servicio.[2]
Es que
el cristianismo cambió de una vez y para siempre el sentido de la política para
entender la actividad como una praxis de servicio al otro. No puede existir
política católica centrada en el poder sino en el servicio.
En
Maritain se produce un cambio con la condena (29/12/1926) por parte del papado
a la Acción Francesa de Maurras, que se madura en su trabajo de 1933 Du
régime temporel et de la liberté, y que alcanza su culminación con Humanismo integral fruto de un seminario
en España publicado en 1935.
Maritain
muy vinculado a la España republicana a través de su íntimo amigo Gil Robles,
autoridad republicana, viaja a Argentina en 1936 luego que estalla la guerra
civil y la polémica estalla allí.
Ella
gira en torno a la idea de Cristiandad, esto es, la organización social y
política de la sociedad y como se relacionan los hombres con la política.
Meinvielle es terminante, acusa a Maritain de desvirtuar la doctrina
tradicional de la Iglesia en este punto. Maritain aceptó la idea iluminista del
progreso de la humanidad e invita a sumarse a éste. Y en este punto Meinvielle
observa Maritain es deudor y seguidor de las tesis de Feliciano de Lamennais
quien ya había sido condenado por la Iglesia por sus tesis neopelagianas y por
su gobierno providencial de la historia. El padre Julio llega a afirmar: “El hecho que la revolución mundial
(Reforma, Revolución Francesa, Revolución Bolchevique) haya sido permitida, no
se sigue que sea menester estar en la línea de la Revolución y que esta sea un
bien”.
Todo
esto se plasmó en un libro De Lamennais a
Maritain (1948).
El Humanismo integral terminó abriendo el
camino al actual progresismo dentro de la Iglesia y haciéndole el juego a
través de la democracia cristiana a los regímenes políticos que actúan bajo el
gran paraguas de la socialdemocracia.
El
segundo aspecto de la polémica versó sobre la relación entre la persona y el
orden socio- político. Este punto lo desarrolló Meinvielle en Crítica a la concepción Maritain sobre la
persona humana (1948) y en su comunicación al Primer Congreso Nacional de
Filosofía de 1949 titulada La persona y
la ciudad.
Maritain
va a sostener que el hombre en tanto individuo se sujeta a la comunidad
política pero que en tanto persona solo se sujeta a Dios. Mientras que
Meinvielle va a afirmar que también la persona se sujeta a la comunidad
política. Esta distinción entre individuo y persona que realiza Maritain es
insostenible en este asunto. “La sujeción
de la persona singular con respecto a la ciudad es relativamente total, como la
de una causa particular a una causa universal de segundo grado; en cambio, la
sujeción de la persona respecto a Dios es absolutamente universal y primera”. [3]
Vemos
como esta polémica se desarrolló en dos partes una primera sobre el tema de la
Nueva Cristiandad a la que se sumaron luego autores de la talla de Charles de
Koniinck en Canadá y Leopoldo Eulogio Palacios y Millán Puelles en España. Y sobre el tema
de la relación entre la persona y el orden político la idea de l´engagement politique surgido después de la segunda guerra mundial
la dio por terminada a favor del cura de Versailles.
En este
sentido también están las cartas entre Meinvielle y Maritain donde terció como
una especie de árbitro el eminente teólogo Garrigou-Lagrange quien le dio gran
parte de razón al padre Julio. Quien también apoyó sus tesis y le sirvió de
correo[4]
fue el abbé Luc Lefevre fundador y
director de la señera revista La Pensée
Catholique, y quien fuera, para más datos, confesor de Marras. Pero bueno,
esto ya es harina de otro costal.
[1] Pierre Boutang es el principal filósofo
católico francés de la segunda mitad del siglo XX. Titular de la cátedra de
metafísica de la Sorbona de París de 1976 a 1984. Fue el sucesor de Emmanuel
Levinas en la misma. Admirado por Gabriel Marcel y Geroge Steiner quienes
sostuvieron que Ontologie de l´origine, su tesis doctoral en la que demoró
veinte años bajo la dirección de Jean Wahl, “es el más profundo y original tratado de metafísica de la segunda mitad del
siglo XX”. Como dato anecdótico cuento que fue nuestro codirector de tesis allá
por 1981.
[2] Boutang, Pierre: La politique
comme souci, Ed. Froissart, Paris, 1948 p. 68
[3] Meinvielle, Julio: “La persona y la ciudad”
en Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía, Univ. de Cuyo. Mendoza,
1949
[4] No es necesario decir que Julio Meinvielle hablaba y
escribía francés fluidamente y que también montaba a caballo con el mejor de
nuestros gauchos. Y que todos sus contactos en Francia eran franceses
significativos. Venía de una familia francesa aquerenciada en la Argentina de
donde salieron entre otros un sobrino obispo y un primo gaucho, Oscar
Meinvielle, autor de la milonga surera El lunar de mi tropilla.