Declaración del Instituto de Filosofía Práctica
ACERCA DE LA LAICIDAD Y LOS JIRONES DE CRISTIANDAD
“Si Yavé no edifica la casa/ en vano trabajan la que la construyen/
Si no guarda Yavé la ciudad,/ en vano vigilan sus centinelas”
(Salmo l27, 1).
“El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge
conmigo, desparrama”
(San Mateo, 12, 30).
I
En otra oportunidad, criticamos a la Comunidad Europea, que
hoy, por influencia de los poderosos países de Occidente, se ha transformado en
modelo de todos los males a los cuales conduce la apostasía de las antiguas naciones,
que algún día integraron la Cristiandad. Hoy se buscan desterrar sus últimos jirones.
Es interesante, a partir de ciertos hechos, analizar este
ataque tendiente a borrar toda presencia cristiana en la vida pública y sus consecuencias. Ojalá que esta declaración llegue a ciertos
católicos irresponsables, quienes, en nombre de ese sustituto del laicismo que
llaman laicidad o laicidad positiva, han contribuido y contribuyen, en forma
consciente o inconsciente, a la demolición de los restos de la cristiandad argentina.
II
Si la Cristiandad significa la aceptación de los grandes criterios
del Evangelio en la vida pública, el laicismo y la laicidad, último invento para
no asustar a los tontos, significa la negación de los mismos. Así de sencillo. O estamos con Cristo y afirmamos su Realeza y
recogemos numerosos frutos de justicia, concordia, orden, solidaridad, caridad,
o renegamos de Él, y desparramamos injusticias, desórdenes, egoísmos, odios, envidias,
discordias, contiendas, riñas, enfrentamientos, sediciones y guerras.
Hace dos años, junto con nuestro gran y cultísimo amigo Claudio
Finzi, visitamos Siena, y en su Palacio Público pudimos gozar de los frescos
del Buen Gobierno de Lorenzetti; aquí cabe aclarar que no se trata del mediocre
y frustrado codificador que preside nuestra Corte Suprema, quien arrastró en su
empresa, y luego, en su sucesiva frustración, a numerosa bobería, sino del pintor
del siglo XIV Ambrogio Lorenzetti cuyos frescos “nos presentan una sabiduría de
vida que vale para todos los tiempos”.
Lorenzetti se vale de lo bello para comunicar lo justo. Nos muestra la belleza del buen gobierno y el
esplendor de sus efectos, como la fealdad moral que induce a evitar el mal gobierno,
y el horror de la escena infernal que lo describe.
III
En la alegoría del buen gobierno aparecen sus pilares: la sabiduría,
la justicia, la concordia, la fortaleza, la paz, la magnanimidad y la templanza. El bien común político se encuentra coronado
por las virtudes teologales: la Fe, con la cruz, la Esperanza que mira confiada
a Cristo, y en posición prominente, la Caridad, con el corazón ardiente en la
mano; ella, “antepone los intereses comunes a los privados”, y es la raíz, “del
amor a la patria”.
Y nos muestra sus efectos en la ciudad y en el campo. En la primera, todo es normal: se ejercen en
paz los oficios y nos muestra al fabricante de zapatos con su maestro artesanal,
a los albañiles construyendo una casa, al tejedor, a la bodega que vende vino y
embutidos; un baile alegre con sus danzarinas, un cortejo nupcial, la comuna,
con sus veinticuatro comuneros, y finalmente, a la ciudad coronada por su catedral.
Un ángel protege la vida buena en el campo: se transita con
libertad y seguridad, sin temor, por los caminos rurales; unos cazadores salen
de la ciudad a caballo, con sus perros y halcones, campesinos van a ella a vender
sus productos, huevos, harina, granos, un chancho, se observa una familia, los
padres a pie y los hijos en un burro, se trabaja la tierra, se siembra y se cosecha. Más adelante aparece un puente bajo el cual
corre un arroyo, con seguridad no contaminado,
a lo lejos aparece un molino de agua y también un castillo.
IV
En el mal gobierno la justicia desaparece, nadie busca el
bien común, reinan todos los vicios. Se
favorece a quien obra mal y este poder es fuente de ruina para la ciudad y el
campo. La tiranía era un peligro real y Dante
escribe que “las ciudades de Italia están llenas de tiranos” (Purgatorio, 6,
124).
En el fresco la tiranía se encarna en una figura diabólica a cuyos pies se encuentra
la justicia atada, sin corona y con su balanza rota. El personaje que parece salido del infierno
tiene en una mano un puñal y en la otra una copa de oro sucia de sangre. Es estrábico, bizco, no ve bien por su ojo
torcido y posee todos los atributos de Lucifer: cuernos, patas, uñas de animal
rapaz, alas de murciélago y apoya sus pies sobre un macho cabrío, símbolo de la
lujuria. La imagen recuerda la Babilonia
del Apocalipsis y a algunos gobernantes nuestros, de ojos torcidos y uñas afiladas.
Es un poder solitario en el cual reinan la Soberbia, la Avaricia
y la Vanagloria, representada por una bella joven, que tiene en su mano un ramo
marchito y nos hace pensar en el suspiro del Dante: “no es la fama del mundo más
que un soplo de viento que ahora viene de aquí, ahora de allá, y cambia de nombre
como cambia de dirección. ¿Qué fama tendrás
de aquí a mil años, separado en la vejez de la carne, que si hubieras muerto,
antes de dejar el «papá» y el sonajero?” (Purgatorio, 11, 100/ 105).
Rodean al tirano el Egoísmo, “la búsqueda a toda costa del
propio interés y el desprecio de los otros” (Mariela Carlotti, Il bene de tutti,
Società Editrice Fiorentina, 2010, pág. 92), la Crueldad, la Traición y el Fraude. Furor y División completan la corte infernal.
Tonos oscuros, lúgubres, muestran una ciudad desolada. Decadencia en los edificios, han desaparecido
los artesanos y los comercios; sólo trabaja el fabricante de armas. Una mujer es arrastrada por dos soldados; yace
el cuerpo de un hombre asesinado. La
puerta de la ciudad ya no es un lugar de libre tránsito sino que de ella salen
hombres armados. Porque, como afirma Mariela Carlotti, “cuando la convivencia
humana no está dominada por la tensión hacia la verdad y el bien no queda más
que la violencia como regla de toda relación entre los hombres y con las cosas”
(ob. cit., pág. 96).
La campiña se encuentra devastada. El egoísmo, la preferencia del interés particular
a expensas del bien común político, envenena la vida social. Sin justicia, retorna el antiguo homo homini
lupus. No vemos más hombres trabajando
la tierra o transportando por los caminos rurales los frutos de su labor al mercado;
sólo transitan grupos armados. Se observan
incendios de casas rurales. Reinan la
violencia, el robo, el pillaje.
V
El buen gobierno es cristiano, Siena es “la ciudad de la Virgen”;
el mal gobierno es anticristiano, laico, la Virgen ha desaparecido y con ella,
la “omnipotencia suplicante”, la bendición divina. El buen gobierno recoge, el mal gobierno desparrama.
En la grandiosa construcción
de Lorenzetti no hay espacio para la laicidad, aunque se llame “positiva”, aunque
haya sido elogiada por algún Pontífice, cuyos defensores pueblan hoy las cátedras
de las universidades “católicas”, ni para los tibios, que algún día, como está
anunciado, serán vomitados.
VI
Y ahora, como este es un Instituto de Filosofía Práctica, vayan
una serie de casos concretos:
a) En Alemania hoy el gobierno integrado por dos partidos
que se llaman “cristianos” construye inmensos barrios, nuevas ciudades sin iglesias.
¿Qué dirán los laicistas o los partidarios de la laicidad? Que no es tarea del Estado construir iglesias,
sinagogas, ni mezquitas. Ahora bien, como escribe el Cardenal Jean Danielou “la
verdadera ciudad es aquella donde los hombres tienen sus casas y donde Dios tiene
su casa. Una ciudad sin iglesias, junto
a las fábricas, es una ciudad inhumana.
El papel de la política es asegurar una ciudad en la cual sea posible
que el hombre se realice plenamente en la plenitud de la vida material, fraternal
y espiritual” (Religión y política, Pomaire, Barcelona, 1966, pág. 27.
¿Qué diremos nosotros?
Que el Estado de una Nación cristiana debe construir iglesias. Respecto a las sinagogas y a las mezquitas,
las construiremos, tolerando a sus cultores, el día en que Israel y Arabia Saudita,
nos toleren y construyan iglesias.
b) Las fiestas.
Si el mes y el año responden a un ritmo natural, la semana
es cultural. ¿Todos los días son iguales
desde una perspectiva política? Sí, nos
dirán los laicistas y los partidarios de la laicidad. Desde la perspectiva religiosa cada comunidad
celebrará el día que libremente elija sin intervención del Estado.
¡No! será nuestra respuesta.
Todos los días no son iguales desde el Génesis. Existe un día distinto. En la Antigua Alianza, el Sábado, que conmemoraba
la Creación. En la Nueva, el Domingo,
que recuerda la resurrección de Cristo.
Lo que sucede es que hoy existe una conspiración contra el Domingo en
los países apóstatas que un día fueron cristianos. Las directivas europeas actuales emanadas de
Bruselas disponen que los trabajadores tienen derecho a un día de descanso a la
semana, pero no dicen cuál es. La directiva anterior se refería al descanso dominical,
pero ahora se ha resuelto “que a la luz de la jurisprudencia de la Corte de Justicia
de la Comunidad Europea, la disposición relativa al descanso dominical debe ser
suprimida”.
¿Quiénes determinarán el día festivo? Los países, y en su defecto, los contratos laborales. En Italia, el Código Civil establece que el
descanso semanal debe coincidir con el Domingo.
Pero ¿qué pasa con los 50.000 judíos y otros tantos hindúes que celebran
el sábado y cerca de un millón de mahometanos más 50.000 budistas que celebran
el viernes? La solución razonable es procurar
que dentro de lo posible los cultores de esas religiones puedan cumplir con sus
obligaciones y no cancelar el día sagrado de más de cincuenta millones de cristianos. El problema surge por olvidar la clásica doctrina
de la tolerancia, la primacía del bien común político y el cultivo de un pluralismo
de indiferencia.
c) La desfiguración de las fiestas.
Un país vecino, Uruguay, fue en este tema un adelantado. No suprimió el día de Reyes pero lo transformó
en el día del Niño, no suprimió Semana Santa pero la desfiguró en Semana de Turismo,
no suprimió el 8 de diciembre, pero lo mudó en “el día de las playas”, no suprimió
Navidad pero la convirtió en el Día de la Familia.
En Italia hoy es políticamente incorrecto desear “Feliz Navidad”,
hay que augurar “Felices Fiestas” para no molestar a mahometanos, judíos, budistas,
ateos, etc.
¿Qué dirán ante esto los laicistas y lo cultores de la laicidad? Que esto no viola la libertad religiosa, y dirán
los últimos, que está dentro de la autonomía de lo temporal.
¿Qué decimos nosotros?
Que renunciar a la Navidad porque es discriminatoria “y sustituirla por
la Fiesta de los Árboles (algunas escuelas de Milán lo han hecho) es una estupidez”
(Beppe Severgnini, “Corriere della Sera”, 19 de diciembre de 2002).
d) Hoy, todavía el cristianismo está presente en muchos lugares
públicos en la Argentina.
En nombres de Provincias y ciudades, en banderas y escudos. Así, en el de San Serapio de Azul, aparece la
cruz y la leyenda: “Azul, siempre fiel a la Patria”. ¿No se intentó ya cambiar el escudo de la Ciudad
de Buenos Aires porque molesta la cruz de Calatrava? Hace poco un gobernador hebreo hizo desaparecer
la cruz de la bandera de Tucumán, con la complicidad del entonces arzobispo y
el silencio del actual, Zecca Feldman, en quien el desaprensivo turista ha encontrado
un buen compinche. ¿Qué pasaría en España,
aun hoy, si se suprimiera la cruz de la bandera de Asturias?
Está presente en muchas escuelas, incluso de gestión pública,
que saben que ella “o es templo o es guarida”; está presente en muchas oficinas
públicas y tribunales, en los hospitales, las cárceles, los cementerios, las
corporaciones profesionales (así, en el Colegio de Escribanos de nuestra Ciudad
se encuentra una magnífica estatua de San Ginés, mártir, patrono del notariado),
los sindicatos, las asociaciones empresarias, los cuarteles, las terminales de
transporte, las rutas, las entradas de los pueblos… Ya hay proyectos para eliminar las capellanías.
¿Qué dirán de la eliminación de todo esto los laicistas y
los cultores de la laicidad? Que está
bien porque no afecta a la libertad ni a la igualdad en materia religiosa. Que saquen todo, cruces, vírgenes, santos,
santuarios en lugares públicos, que acallen las campanas para que no molesten a
los vecinos…
¿Qué decimos nosotros?
Que debemos comprometernos a defender todo lo que hace a nuestra identidad
cristiana pues queremos que el hombre argentino refleje la imagen de Dios y no
la de la Bestia; queremos que a lo largo y a lo ancho de nuestra tierra se escuche
el tradicional canto: “A Dios queremos en las costumbres/ Dios en el pueblo,
Dios en la ley,/ bajo su imperio seremos grandes,/ libres del yugo de Lucifer”.
e) El avance del laicismo y de la laicidad no es indefectible.
Pero los ejemplos de
resistencia a la podredumbre moral y cultural tenemos que buscarlos en pequeños
países o en naciones del Este de Europa que han padecido la tiranía comunista. Y estas reacciones ¡cómo molestan! a los liberales,
a los impolutos, a ciertos sacerdotes, a ciertos obispos…
¡Cómo molesta la nueva constitución de Hungría!, que comienza
así: “Estamos orgullosos de que nuestro rey Esteban, santo patrón de Hungría
desde hace mil años, haya fundado nuestra patria sobre sólidos cimientos incorporándola
a la Europa cristiana”, texto que defiende la vida y el matrimonio, con sus valores
fundamentales “la fidelidad, la fe y el amor”.
¡Cómo molestan la resistencia de Andorra y de Eslovaquia a
las órdenes de la Comunidad Europea para eliminar la cruz de sus monedas! En el primer caso fue retirada, pero quedó
una histórica capilla; en el segundo tuvieron que tragársela íntegra, no sólo
con la cruz sino también con los Santos Cirilo y Metodio. ¡Honor a Eslovaquia!
¡Cómo molestan las leyes recientemente promulgadas en Rusia,
Ucrania y Moldavia sobre “La protección de los niños de información dañina a su
salud y desarrollo”!, que prohíben no sólo la droga y el alcohol, sino además
la propaganda que fomente las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo
y que se manipule la educación de los menores con políticas de “orientación sexual”,
o de “ideología de género”, términos a través de los cuales se inocula en la
inocente e inmadura moral de los niños las prácticas homosexuales, de contraconcepción
y abortivas.
Esto es ignorado por nuestros diarios, y así el impúdico matutino
“La Nación” dedica dos páginas del 11 de mayo de 2013, al lento adiós a “mamá y
papá”, ya que “con la incorporación de hijos de matrimonios homosexuales a las
escuelas, pedagogos, padres y chicos se adaptan a un cambio social que ya comienza
a impactar hasta en el lenguaje de la comunidad educativa” y en su edición de
hoy, Espectáculos pág. 8, dedica toda la página a “El beso más deseado”, que
es, entre dos sodomitas; esa es hoy “una
tribuna de doctrina”.
¡Cómo molesta la revolución de los scouts cristianos ingleses
que quieren seguir jurando “por amor a mi Dios y a mi país”!, y se niegan a hacerlo
por la nueva fórmula grata a los partidarios de la laicidad seguramente “para
no traicionarme a mí mismo y para desarrollar mi fe y mi comunidad”, con la
cual borran de un plumazo a Dios y a la patria.
Con seguridad se dividirán, como ya sucedió en Italia, donde los católicos
son 177.000 y los laicos 12.000 (“Corriere della Sera”, Milano, 24 de agosto de
2013).
¡Cómo molesta la carta de Putin al Patriarca Cirilo en el
1025 aniversario de Rusia! En ella se
afirma que “la adopción de la fe cristiana ha marcado una vuelta decisiva en la
historia de nuestro país que ha llegado a ser una parte integrante de la civilización
cristiana”.
Como expresó Enrique Díaz Araujo: estamos arrinconados pero
no vencidos. Por eso, nuestra tarea es ejercer
el acto principal de la virtud de fortaleza: ¡Resistir, resistir, resistir!
Buenos Aires, septiembre 2 de 2013.
Bernardino Montejano, Presidente
Juan Vergara del Carril, Secretario