«¿Acaso Cristo está dividido?» (1 Co 1, 1-17).
No, Cristo no está dividido; pero Francisco divide a Cristo.
Jesús es la Iglesia; luego, Francisco no es la Iglesia.
Jesús, que es la Verdad, es la Iglesia; Francisco, que predica la mentira, no es la Iglesia.
Jesús, que obra la Verdad, hace Su Iglesia; Francisco, que obra su mentira, crea su nueva iglesia.
La Verdad nunca ha cambiado. La Verdad es simple.
La
Verdad es que en la Iglesia sólo se da el gobierno vertical. Esa Verdad
no la cambia nadie, ni siquiera la mente de Francisco. Su pensamiento
es su condenación. Él ha puesto el gobierno horizontal: eso condena a
Francisco.¡Eso sólo! No hay que buscar otras herejías, que las tiene en
abundancia cada vez que abre su maldita boca.
Francisco
ha puesto un gobierno horizontal: automáticamente se ha ido de la
Iglesia. Ha comenzado a crear su nueva iglesia; porque Jesús es la
Iglesia.
La
Iglesia ha sido fundada por Él. Y Él ha puesto un Vértice en la
Iglesia. Un Vértice que nadie puede quitar. Aquel que se atreva a
quitarlo queda excomulgado automáticamente. Su pecado le hace salir de
la Iglesia.
Francisco
ha divido a Cristo con su gobierno horizontal. Este gobierno horizontal
es la obra de su pecado de orgullo. Es la obra que se opone a Cristo.
Es una acción en contra de Cristo, que ha fundado Su Iglesia en un
Vértice, en una Roca, en una Piedra.
Por
este pecado de orgullo, Francisco recibe el nombre de anticristo. No es
el Anticristo, sino uno de los anticristos, porque ha ido en contra de
Cristo en una Verdad, que es el Vértice de la Iglesia.
Ese
gobierno horizontal, que no pertenece a la Iglesia de Cristo, sino a la
nueva iglesia, fundada por Francisco en Roma, significa dos cosas:
1. un cisma encubierto;
2. una apostasía de la fe pública.
1. Cisma encubierto
Todo
cuanto haga ese gobierno horizontal se aleja de la Verdad. Y esto de
forma automática. Es decir, formalmente, las decisiones de ese gobierno
son herejías, aunque sean buenas obras en apariencia, aunque sean santas
en apariencia. Porque la Iglesia se gobierna con un gobierno vertical,
no horizontal. Luego, lo que haga ese gobierno sólo sirve para la nueva
iglesia; pero no sirve para la Iglesia de Cristo.
Jesús
no gobierna Su Iglesia en un gobierno horizontal. Luego, ninguno de los
que pertenecen a ese gobierno horizontal tiene el Espíritu de Cristo
para gobernar la Iglesia. Ninguno de ellos. Es decir, no tienen el Poder
de Dios para gobernar la Iglesia. Luego, sólo poseerán sus poderes
humanos. Y, por eso, lo que hagan con esos poderes humanos es un cisma.
Francisco
ha roto la estructura de la Iglesia. Ha metido a gobernar la Iglesia a
Obispos y Cardenales que no han sido llamados por Dios para dirigir la
Iglesia. Porque la Iglesia sólo loa dirige el Papa. Por eso, lo que ha
hecho Francisco tiene el nombre de cisma.
Cisma significa: me voy de la Iglesia y pongo mi iglesia. Eso fue lo que hizo Lutero. Lutero lo hizo yéndose de Roma. Francisco lo ha hecho en la misma Roma.
Cisma significa: me voy de la Iglesia y pongo mi iglesia. Eso fue lo que hizo Lutero. Lutero lo hizo yéndose de Roma. Francisco lo ha hecho en la misma Roma.
Pero lo que ha hecho Francisco queda encubierto: éste es el error de Francisco. Su gran error, que será su gran caída.
Y ¿por qué? Porque no se puede predicar que Cristo no está dividido poniendo la división en la Iglesia.
No se puede predicar que hay que dar testimonio de la Verdad en la Iglesia obrando la mentira con un gobierno horizontal.
No se puede predicar que hay que ser dóciles a la Palabra de Dios, cuando él mismo es rebelde a esa Palabra.
No se puede predicar que Jesús es la Misericordia cuando él ha puesto el camino para condenar a las almas dentro de la Iglesia.
Francisco
ha puesto un cisma y lo ha escondido, lo ha encubierto. Es decir, no se
atreve a más, a romper con otras cosas. Tiene miedo. Sólo hay que ver
sus últimas homilías. Dice cosas y no dice nada, porque sabe cómo está
la Iglesia: en contra de él.
Francisco es un hablador. Y no más. Y un pésimo hablador. Su palabra no convence a nadie, pero sí hace mucho daño.
Francisco
ha puesto un cisma en la Iglesia, una división clara. Pero tiene miedo
de algo más. Y ¿por qué? Por su pecado de orgullo. Él ve la necesidad de
dar un giro a la Iglesia, pero eso no es fácil. Él no tiene la fuerza
para eso, porque no es inteligente. Es un cura de pueblo. Y no más, que
entretiene a la gente. Y no más. Pero que no sabe en el lío que se ha
metido.
El
demonio sólo necesitaba a un Francisco para comenzar la ruina de la
Iglesia. Cuando ya no le sirva, pone a otro, a uno más fuerte que
Francisco.
2. Apostasía de la fe pública
Francisco
predica una doctrina pública que es contraria a la doctrina de cristo:
su evangelio de la fraternidad y su cultura del encuentro. Dos cosas
quiere Francisco:
a. unir a los miembros de la Iglesia en el amor fraterno, en la caridad;
b. meter en la Iglesia a los demás hombres que viven en sus pecados, en sus religiones.
Por
eso, él predica la unión en la caridad, y se olvida de la unión en la
verdad. Es más importante la caridad que la verdad. Por eso, se opone a
la doctrina de Cristo, que es la doctrina de la verdad: Dios ama al
hombre en la verdad, en la justicia, en la rectitud, en el orden moral,
en el orden ético, en la ley divina.
a.
Francisco propone su amor fraterno: Dios ama a todos los hombres y lo
perdona todo en ellos por ser Misericordia. No se ve el atributo de la
Justicia Divina, porque es un amor sin verdad, sin justicia, sin orden.
Es un amor que hace del pecado algo que Dios no lo supera con Su Gracia.
Por esos, él predica su doctrina de la Iglesia accidentada: cada uno
con sus pecados se salva. Sólo hay que hacer bienes a los hombres, obras
buenas humanas. Para Francisco, el amor fraterno está por encima del
amor divino. La verdad se somete al hombre, a la cultura del hombre, al
pensamiento del hombre. Por eso, para Francisco, no hay verdades
absolutas, sino relativas: la verdad está relacionada con el hombre; la
verdad se somete al hombre. Ya no es el hombre el que obedece a la
Verdad. La verdad es como la ve el hombre, como la entiende el hombre,
como la interpreta el hombre. Por eso, su doctrina del amor fraterno
hace aguas por todos los lados. No sirve para unir a los hombres, en la
caridad, porque no hay verdad que una. Cada hombre tiene sus verdades y
el otro tiene que someterse a esas verdades, así no les guste, por un
motivo de amor fraterno, de amor humano, de amor sentimental, de amor
económico, de amor cultural.
b.
Francisco propone a todos los hombres el diálogo, ya no la fe. Para
salvarse hay que dialogar con todos los hombres. Así se alcanza la
unidad que Jesús quiere en la Iglesia. Este error es de la mayoría de la
Jerarquía. Sólo la fe produce la conversión del corazón. Si el alma no
vive de fe, el alma sigue en sus pecados, en su vida humana, en su
iglesia, en su religión, pero no accede a la Verdad, que es Cristo. Y,
por más que se dialogue con los hombres que no posee la fe, que cree en
algo, pero no creen en la Verdad, entonces eso no convierte a las almas.
Como
Francisco no cree en la Verdad, entonces propone el diálogo para unir a
todos los hombres en la Iglesia, con Cristo. Es una doctrina absurda,
pero que muchos la siguen, porque no han comprendido la fe en la Palabra
de Dios. Y, al no aceptar la Palabra de Dios en sus corazones,
entonces, se inventan su fe, una fe humana, una fe en la que el diálogo
es lo central para ser Iglesia.
Estas
dos cosas de Francisco, que pertenecen a su doctrina, constituyen la
apostasía de la fe pública de Francisco y de los que siguen a Francisco.
La
apostasía de la fe significa algo más que separarse de la Iglesia. El
cisma separa de la Verdad; pero el apóstata invita a caminar en su
mentira. Predica una doctrina que es para condenar almas. Y lo hace
abiertamente, de forma pública, sin oposición de nadie.
Esta
es la gravedad de tener a un lobo sentado en la Silla de Pedro. Porque
por ahí viene el engaño a muchas almas en la Iglesia que no disciernen
nada, que se lo tragan todo, que les da igual quien está de Papa.
El
daño que hace la doctrina de Francisco en la Iglesia es enorme: porque
es una doctrina cismática y apóstata. Una doctrina que está revestida de
cosas buenas y santas, pero que lleva, de forma inevitable, a la
condenación de las almas.
Por eso, no se puede seguir a Francisco en nada. No es posible darle ninguna obediencia.
La
Iglesia es Jesús. Y Jesús es la Verdad. Y la Verdad es la Gracia. El
hombre no puede seguir a Jesús si no está en Gracia. Y estar en Gracia
significa no estar en pecado, quitar el pecado, luchar contra el pecado.
Porque la Gracia vence todo pecado. La Gracia transforma al hombre en
hijo de Dios. La Gracia construye el Reino glorioso de Cristo en la
Tierra.
La
Iglesia está llamada a vivir los 1000 años del Reino Glorioso, el Nuevo
Cielo y la Nueva Tierra. Esta es una Verdad que no se puede quitar de
la Revelación. Y es una verdad que hoy día se combate, porque se quiere
la felicidad humana, el progreso de los hombres, la paz entre los
hombres, pero sin Gracia, sin el Espíritu de la Verdad.
Por
eso, la Iglesia ha combatido a tantos profetas que han hablado sobre la
Nueva Jerusalén, porque la Iglesia ya no tiene Fe en la Palabra de
Dios, sino que sólo cree en las palabras de los hombres, en las
investigaciones de los filósofos, de los teólogos, de los científicos,
de los técnicos, para decir que hay que vivir ese Reino glorioso en todo
el espectro humano. Es el hombre, con sus avances, lo que lleva a
construir ese reino.
Y
esta es la esencia de la doctrina de Francisco: Francisco se apoya en
todo lo humano para ser feliz en su vida. Ése es un gran error. Y, por
eso, es un apóstata de la fe porque ama al hombre con locura. No puede
amar a Dios porque no acepta la verdad del Pensamiento Divino. Sólo
acepta las verdades que los hombres adquieren con sus inteligencias
humanas. Por eso, él se opone a la Gracia; se opone a la Iglesia; se
opone a Cristo. No se somete a la Verdad, entonces se somete a su
mentira y hace de esa mentira su valor, su verdad, su bien, su derecho,
su deber, en la vida.
Por
eso, Francisco es cismático y apóstata al mismo tiempo. Vive su cisma y
hace de la mentira el camino para muchos, y que éstos se pierdan para
siempre.