El perfume de otros tiempos
Les voy a contar una pequeña historia.
Hace
unos meses, un día antes de retirarme al reposo cotidiano, y
sintiéndome un poco cansado, como suele ocurrirle a todo el mundo, me
acordé de un consejo que me dio un conocido: que ojeara una revista
antes de dormir para distraerme.
Evidentemente yo no iba a escoger
una de esas revistas comunes que circulan por ahí y que no son muy
idóneas para descansar. Me decidí por una pequeña edición francesa del
año 1949 sobre la historia de los barrios de Paris a lo largo de los
tiempos. Estaba ojeándola cuando encontré la frase: “En ceux temps fabuleux la…”
(En aquellos tiempos fabulosos…) Entonces pensé: ¿Cómo? ¿Entonces hubo
tiempos fabulosos? Y me dije: “Esto me interesa”. Fue ahí que encontré
este pequeño relato ‒supongo que algunos lo considerarán
intranscendente‒ pero que me descansó bastante; me dio un poco de
oxígeno en medio de este mundo en que vivimos; y me dejó un tanto
pensativo, al traerme al espíritu el perfume de otros tiempos. Se lo
dejo por si a alguno de Ustedes algún amigo les aconsejó lo mismo que a
mí.
Jean Alais y los orígenes de Saint Eustache
El origen de esta iglesia remonta al siglo XIII.
En estos tiempos fabulosos, el corazón de los hombres no estaba endurecido como en nuestros días.
El recolector de impuestos Jean Alais había imaginado un nuevo impuesto
de un denario por cesta de pescado vendido en el mercado de Les Halles.
En
lugar de hacer fortuna como sus colegas, este hombre “quiso devolver a
Dios aquello que él había tomado al mundo”, y fundó, bajo la invocación
de Sainte–Agnès, una capilla que fue rápidamente erigida en parroquia y
consagrada a Saint–Eustache. Como este acto de restitución debía
parecerle insuficiente, tuvo la idea hacerse inhumar bajo el centro de
una calle adyacente, la Rue Montmartre, en lugar de ir simplemente a
reposar bajo las bóvedas de Sainte–Agnès. Su lápida tumbal, un tanto
elevada, forma un pequeño puente, muy útil en tiempos de lluvia, al que
se le dio el nombre de Pont–Alais. (Puente Alais, por el nombre del
difunto)
Piganiol de la Force, comentando este acto de
arrepentimiento, escribe: “Si aquellos que son de la misma profesión que
han venido después de Jean Alais hubieran tenido la misma delicadeza
que él, no se caminaría hoy en día sino sobre semejantes piedras”.
Esto sucedía, como hemos dicho, en estos tiempos fabulosos
(Extractado de Paris a travers les siècles – Philippe Le François)