Gilad Atzmon: la religión del holocausto
Gilad Atzmon es un
saxofonista de jazz, activista político, escritor y novelista nacido en Israel,
de nacionalidad británica. En 1994 emigró al Reino Unido para realizar en la
Universidad de Essex, una maestría en Filosofia y adquirió la nacionalidad
britanica en 2002. Es un gran crítico del gobierno de Israel, lo cual
manifiesta en sus escritos contra el sionismo, el judaísmo y la ocupación del
territorio palestino. Ofrecemos hoy nuestra traducción de parte del capítulo 18 (pp. 203 y ss.) de su libro The Wandering Who? A Study of Jewish Identity Politics (Ed. Zero
Books. Winchester, UK; Washington, USA, 2011) sobre la “religión del
holocausto”. Un texto muy interesante.
“Yeshayahu Leibowitz, el filósofo que
fue un judío
ortodoxo y observante, me dijo una vez:
“La religión judía murió hace dos cientos años.
Ahora no hay nada que unifique a los
judíos
del mundo que no sea el holocausto”
Remember What? Remember How? Uri Avnery
19.3.05 (90)
El profesor Yeshayahu Leibowitz, de la
Universidad Hebrea, un filósofo nacido en Letonia, fue probablemente el primero
en sugerir que el holocausto se había convertido en la nueva religión judía. El
filósofo israelita Adi Ophir ha señalado(91) también que, lejos de
ser simplemente un relato histórico, “el holocausto” contiene numerosos
elementos religiosos fundamentales. Tiene sus sacerdotes (por ejemplo Simon
Wiesenthal, Elie Wiesel, Deborah Lipstadt) y profetas (Shimon Peres, Benjamín
Netanyahu, que son los que advierten contra el judeocidio iraní por venir).
Tiene mandamientos y dogmas (por ejemplo “nunca más”) y rituales (días del
recuerdo, peregrinaciones a Auschwitz, etc.). Posee un orden
simbólico-esotérico establecido (por ejemplo los kapos, las cámaras de gas, chimeneas, cenizas, zapatos, los campos
de prisioneros, la figura del Musselmann(91bis),
etc). También tiene un templo, Yad Vashem, y santuarios (los museos del
holocausto) en las capitales del mundo. La religión del holocausto también está
sostenida por una red global de recursos financieros, lo que Norman Finkelstein
llama “la industria del holocausto”, e instituciones como el Holocaust
Education Trust. Esta nueva religión posee suficiente coherencia como para
definir a sus “anticristos” (negadores del holocausto) y tiene suficiente
poder como perseguirlos (a través de las leyes que prohíben la negación del
holocausto y los discursos de odio).
Me
tomó muchos años para comprender que el holocausto, la creencia central de la
fe judía contemporánea, no era un relato histórico, porque las narraciones históricas no tienen
necesidad de la protección de la ley y de los políticos. En cierto instante
del tiempo, un capítulo horrendo de la historia de la humanidad recibió un
estatuto excepcional, meta-histórico. Su “facticidad” ha sido sellada por leyes
draconianas y sus razonamientos asegurados por instituciones sociales y
políticas.
La religión del holocausto es judeo-céntrica hasta el
tuétano. Define
la raison d’être judía. Para los judíos sionistas, significa un cansancio total
de la diáspora y considera al goy
como un asesino potencial e irracional. Esta nueva religión judía predica la
venganza. Podría ser la más siniestra religión conocida por el hombre, porque
en nombre del sufrimiento judío, otorga licencia para matar, arrasar,
aniquilar, emprender ataques nucleares, saquear, realizar limpiezas étnicas. Ha hecho
de la venganza un valor occidental aceptable. Los críticos de la noción de
“religión del holocausto” han sugerido que, si bien la veneración del
holocausto tiene muchas características de una religión organizada, no ha
establecido una divinidad exterior para adorar. No podría estar menos de acuerdo: la religión
del holocausto encarna la esencia de la visión demo-liberal del mundo. Ofrece
una nueva forma de culto, haciendo el amor de sí mismo en una creencia
dogmática en la cual el fiel observante se adora a sí mismo. En la nueva religión, en vez del viejo
“Yahvé” es “el judío” el sujeto a quien los judíos adoran: un
valiente e ingenioso sobreviviente del genocidio supremo, que emergió de las
cenizas y dio un paso adelante para un nuevo comienzo.
En
cierta medida, la religión del holocausto es la señal última del
abandono del monoteísmo por parte de los judíos, porque cada judío o
judía es potencialmente un dios o una
diosa. Abe Foxman es el dios de la anti-difamación, Alan Greenspan es el
dios
de la “buena economía”, Milton Friedman es el dios del “libre mercado”,
Lord
Goldsmith el dios del “fuego verde”, Lord Levy el dios de la recaudación
de
fondos, Paul Wolfowitz el dios del “intervencionismo moral”
norteamericano. La
AIPAC (el American–Israel Public Affairs Committee) es el Olimpo americano donde los
mortales, elegidos en los Estados Unidos, vienen a pedir misericordia, perdón
por ser Goyim y un poquito de dinero.
La religión del holocausto es el momento concluyente, final, de la dialéctica
judía; es el fin de la historia judía, porque ella es la más profunda y la más
sincera forma de “amor a sí mismos”. Más que llamar a un Dios abstracto para
designar a los judíos como el pueblo elegido, en la religión del holocausto los
judíos eliminan a este mediador divino y simplemente se eligen a ellos mismos.
La política de identidad judía trasciende la noción de historia: Dios es el
maestro de ceremonias. El nuevo dios judío, esto es “el judío”, no puede ser
sometido a la ocurrencia de ninguna contingencia humana. Así, la religión del
holocausto está protegida por las leyes, mientras que todas demás narrativas
históricas se debaten abiertamente por parte de los historiadores, los
intelectuales y la gente ordinaria. El holocausto se establece como una verdad eterna que trasciende el
discurso crítico.
Apenas
unos pocos intelectuales judíos en Israel y el extranjero, aceptan la
observación de Leibowitz. Entre ellos, encontramos a Marc Ellis, un prominente
teólogo judío, con una mirada reveladora sobre la dialéctica de la nueva
religión: “La teología del holocausto”, dice Ellis, “produce tres temas que
existen en una tensión dialéctica: sufrimiento y empoderamiento, inocencia y
redención, singularidad y normalización”(92).
Si bien la religión
del holocausto no ha reemplazado al judaísmo, le ha dado a la “judeidad” un
nuevo significado. Proporciona una narrativa judía moderna, situando al sujeto
judío dentro de un proyecto judío. El “sufriente” y el “inocente” marchan hacia
la “redención” y el “empoderamiento”. Dios está fuera de este
juego, ha sido expulsado, habiendo fallado en su misión histórica. Después de
todo, no estuvo ahí para salvar a los judíos. En la nueva religión “el judío”,
como nuevo dios judío, se redime a sí mismo. Los judíos adeptos a la religión
del holocausto idealizan la condición de su existencia. Luego erigen una
estructura para una futura lucha por el reconocimiento. Las siguientes tres
“'iglesias” de la religión del holocausto asignan a los judíos un importante papel,
con algunas implicancias globales: para los seguidores sionistas de la nueva
religión, las implicaciones parecen relativamente duraderas. Ellos están ahí
para arrastrar fatigosamente a la totalidad de los judíos del mundo hacia Sión,
a expensas de un pueblo palestino indigente.
Para los marxistas judíos, el proyecto
es ligeramente más complicado. Para ellos, la redención implica la construcción
de un nuevo orden mundial, a saber, un paraíso socialista, un mundo dominado
por políticos dogmáticos de la clase trabajadora, en el que judíos pasan a ser no
más que una minoría entre muchas.
Para los judíos humanistas, los judíos
deberían situarse en la vanguardia de la lucha contra el racismo, la opresión y
el mal en general. (Aunque esto último suena prometedor, de hecho es
problemático. En nuestro actual orden mundial, Israel y los EE.UU., están entre
los principales opresores. Esperar que los judíos estén en la vanguardia de la
lucha humanista los ubica en una pelea contra sus hermanos y la superpotencia
que los apoya).
Como podemos ver, el holocausto
funciona como una interfaz ideológica. Ofrece a sus seguidores un logos. En el nivel de lo consciente,
sugiere una visión puramente analítica del pasado y del presente; sin embargo,
no se detiene allí: también define la lucha por venir, la visión de un futuro
judío. No obstante, como consecuencia de ello, se llena el inconsciente del
sujeto judío con la mayor ansiedad: la destrucción del yo.
Huelga decir que un cuerpo de ideas que
estimula la conciencia (la ideología) y dirige el inconsciente (espíritu) es
una muy buena receta para una religión exitosa. Esta unión estructural de la
ideología y el espíritu es fundamental para la tradición judaica. El vínculo
entre la claridad jurídica de la Halajá
(ley religiosa, es decir, la ideología) y la naturaleza misteriosa de Jehová,
así como las enseñanzas de la Cábala (es decir, el espíritu) hace del judaísmo
una totalidad, un universo en sí mismo. El bolchevismo -movimiento de masas,
más que teoría política- se basa en la misma estructura, en este caso, la
lucidez de un materialismo pseudo-científico junto con el temor al apetito
capitalista. La ideología neoconservadora también está en conformidad con la
misma estructura fundamental, bloqueando al sujeto en un abismo entre la
supuesta lucidez forense de las “armas de destrucción masiva” y el miedo
inexpresable al “terror por venir”.
Este vínculo entre el consciente y el
inconsciente trae a la mente la noción lacaniana de lo "real", o lo
que no puede ser simbolizado (es decir, expresado en palabras). Lo real es lo inexpresable,
es inaccesible. En palabras de Zizek, “lo real es imposible”,”lo real es el
trauma”. Sin embargo, este trauma da forma al orden simbólico y constituye
nuestra realidad. La religión del holocausto encuadra muy bien en el modelo
lacaniano. Su núcleo espiritual está arraigado profundamente en el dominio de
lo inexpresable. Su predicación nos enseña a ver una amenaza en todo. Sin
embargo, la narrativa principal, el trauma, es sagrada. Está protegida, es
intocable, muy parecida al sueño. Usted puede recordar su sueño pero no puede
cambiarlo. Curiosamente, la religión del Holocausto se extiende mucho más allá
del discurso intra-judío. De hecho, funciona como una misión, y no sólo porque sus templos se construyen a lo largo y
ancho del mundo, sino porque el holocausto es considerado como un posible
pretexto para bombardear con armas nucleares a Irán. Los líderes israelíes y
los grupos de presión judíos de todo el mundo, parecen interpretar el proyecto
de energía nuclear de Irán como un judeocidio en marcha. Claramente, la
religión del holocausto sirve tanto a la derecha como a la izquierda dentro del
discurso político judío, pero también hace un llamamiento a los goyim
y, sobre todo, a los que instigan y avalan los asesinatos en nombre
de la “libertad”, la “democracia” y “intervencionismo moral”.
Hasta cierto punto, todos estamos
sometidos a esta religión: algunos de nosotros como creyentes, otros sólo están
sometidos a su poder. Aquellos que tratan de revisar la historia del holocausto
son sujetos de abusos de parte del alto clero de esta religión. La religión
del holocausto constituye lo “real” de Occidente. No se nos permite tocarlo, ni
estamos autorizados a mirar dentro. De modo muy semejante al de los antiguos
israelitas, que debían obedecer a su Dios pero nunca cuestionarlo, estamos
marchando hacia el vacío.
Los académicos que estudian el
holocausto como una religión (en términos de teología, ideología e
historicidad) se dedican principalmente a las formulaciones estructurales: sus
significados, la retórica y la interpretación histórica. Algunos buscan la
dialéctica teológica (Marc Ellis), otros a formulan los mandamientos (Adi
Ofir); algunos indagan sobre su evolución histórica, otros exponen su
infraestructura financiera (Norman Finkelstein).
La mayoría está comprometida con una lista de hechos
que sucedieron entre 1933 y 1945, sin embargo ninguno de los estudiosos de la
religión del holocausto han empleado algún esfuerzo en el estudio del papel del
holocausto en el largo plazo del continuum
judío. De aquí en adelante voy a sostener que la religión del holocausto estaba
bien establecida desde mucho tiempo antes de la solución final (1942), mucho antes de la Kristallnacht (1938), las leyes
de Nuremberg (1936) e incluso antes del nacimiento de Hitler (1889). La
religión del holocausto es probablemente tan antigua como los judíos mismos.
_________________
90.
http://www.gushshalom.org/archives/article348.html
91.
http://www.tikkun.org/article.php/20090617074540771
91. bis. N.
de T.: término del argot de los campos de concentración que designa al
prisionero que deja de luchar por su vida.
92. 30. Ellis,
Marc H., Beyond
Innocence and Redemption: Confronting The Holocaust and Israeli Power : Creating a Moral Future for the Jewish People , San Francisco, Harper & Row,
1990, p. ???