La oposición en Venezuela: el peligro de argentinizarse
Entre algunos dirigentes opositores han aparecido signos preocupantes
de división que conviene atender con celeridad. No se trata de las
diferencias normales que se aceptan como parte de la tenaz lucha
política que se libra contra un adversario tan poderoso como el tándem
cubano-venezolano, sino de síntomas de divergencias y contrastes que
pueden tornarse irreconciliables y de conflictos entre egos difíciles de
contener. Las recientes declaraciones de Henrique Capriles en las que
habla de puñaladas y fariseísmo de gente que se mueve a su lado, sugiere
un malestar que desborda la simple rivalidad y la sana competencia, y
se ubica en el plano de la lealtad traicionada. Frente este cuadro hay
que encender todas las alarmas, pues lo peor que podría ocurrirle a la
oposición es fragmentarse frente a la dupla castro-madurista.
Las consecuencias de que los opositores a un régimen autoritario se
atomicen pueden verse con todo su dramatismo en Argentina. A pesar de lo
nefasto del gobierno de la señora Cristina, cabeza de una
administración inepta y corrupta, la oposición sureña no ha logrado
avanzar ni un milímetro. Las organizaciones que la integran no aparecen
con opción de poder frente al peronismo, fuerza que volverá a imponerse
en los próximos comicios nacionales. El peronismo continuará la tarea
destructiva que comenzó hace casi setenta años.
En Venezuela, el Gobierno ha sido incapaz de resolver los problemas
de la gente. Todas las carencias y dificultades se han agravado. El país
vive la más aguda de sus crisis en todos los órdenes. Sin embargo,
existe un plano en el cual el Gobierno ha sido exitoso: ha creado la
sensación de ser invencible e indestructible. Allí reside su mayor
logro. En medio de la inflación galopante, la escasez, el
desabastecimiento, la inseguridad personal, la corrupción, el deterioro
de los servicios públicos, la anarquía y el caos generalizados, ha
estampado en la conciencia de importantes sectores la impresión de ser
eterno. Este sentimiento está causando tanta desmoralización y
frustración, que algunos dirigentes se han sentido obligados a “actuar”,
para movilizar a una población que durante 2014 no asistirá a ningún
proceso electoral.
No tengo dudas de que las acciones de calle son importantes. Pero si
esas iniciativas conspiran contra la unidad porque se adelantan fuera
del diálogo y los acuerdos que deben precederlos, sus efectos serán
perniciosos. Plantear una supuesta contradicción entre
“colaboracionistas” y “confrontacionistas”, constituye un artificio
insostenible. Los gigantescos avances obtenidos por la oposición desde
2006 y, especialmente, desde que se conformó la MUD en 2009, demuestran
que tal diferencia no existe y que la oposición ha crecido cuando se ha
puesto de acuerdo en objetivos comunes que solo pueden alcanzarse con el
esfuerzo conjunto de diferentes partidos, organizaciones de la sociedad
civil y líderes respetados y queridos. Luego de la desaparición de la
Coordinadora Democrática, en 2004, y antes de la emergencia de la MUD,
la oposición atravesó un período lleno de errores, desaciertos y
confusiones, que le permitieron al régimen consolidarse. Volver a la
prehistoria atornillaría a la cleptocracia roja. Le daría un trofeo con
el cuerpo decapitado de la oposición. Lo mismo que en Argentina, los
sectores que adversan al Gobierno lucirían sin ninguna opción de triunfo
ante un régimen omnipotente. Quedarían como un archipiélago de
grupúsculos solo con capacidad de formular denuncias testimoniales y ser
espectadores del desastre, pero sin capacidad para intervenir sobre la
realidad y modificarla. Se trata de definir una estrategia que incluye
calle con unidad, Ledezma dixit.
Los dirigentes opositores tienen la obligación de encontrar
plataformas donde dirimir sus diferencias y llegar a acuerdos en torno
del rumbo a seguir en medio de la crisis tan pavorosa que azota a la
nación. Ninguna ambición o proyecto personal puede colocarse por encima
de recuperar la democracia y salvar la República de la banda de
forajidos que la tomó por asalto. Los medios de comunicación, las
universidades nacionales, los sindicatos, los gremios empresariales, la
sociedad civil, los partidos y numerosos ciudadanos, han arriesgado su
existencia para salvar al país del comunismo militarista. Las apetencias
individuales quedan proscritas. Los líderes opositores están
comprometidos a servirle a esa Venezuela que cree en ellos.
@trinomarquezc