miércoles, 19 de febrero de 2014

HOMILIA: DOMINGO DE SEPTUAGESIMA

Homilía: 

«Domingo de Septuagésima» 

por el R.P. Alfonso Gálvez Morillas

Título: Homilía: «Domingo de Septuagésima»
Homilía correspondiente a la Misa del domingo 16 de febrero de 2014. Publicado aquí sin el permiso expreso del autor

Miseria del hombre encadenado con cadenas de muerte y que, en su angustia, implora la salvación. Se acabó el paraíso terrenal, viña bendita del Señor: espada de fuego nos impide tu entrada desde el primer pecado y la seducción de la serpiente maldita. Tiempo es éste de trabajo y sufrimiento de penitencia y plegarias. ¡Ah Señor!, no dejes de darnos en el cielo un paraíso más hermoso.
Arrojado del paraíso terrestre en que Dios le había colocado, siente el hombre su profunda miseria e implora la misericordia divina.
El sufrimiento y la muerte, consecuencia del pecado, pesan sobre nosotros. Y bajo la carga de estas miserias, todos, con la Iglesia, nuestra madre, al frente, elevamos al Señor nuestros gritos de socorro. Grande es la desolación del hombre y persistirá sin remedio si tan pronto como cayeron nuestros primeros padres no nos hubiese Dios prometido un Salvador; a este Salvador guía la Iglesia nuestras miradas. Con ella caminamos hacia Pascua. Al mismo tiempo que nos hace tomar conciencia de nuestro infortunio, infunde en nuestras almas toda la fuerza de la esperanza cristiana, fundada sobre la fe en Cristo redentor. Nosotros debemos aceptar las leyes de nuestra redención. La salvación es un don gratuito que adquiere para nosotros el Salvador; pero a condición, sin embargo, de que, respondiendo a la invitación divina, acudamos a trabajar en la viña del padre de familias.
La Biblia y la Liturgia de este día.Sobre la idea «Dios hace gracia a quien quiere»: Tito III,4-7 y 2Timoteo I,9, y toda la exposición de Romanos IX a XI (problema del repudio de los judíos en favor de los gentiles). Nótese, entre otras, las citas de Éxodo XXXIII,19 y de Oseas II,1,25. Recordar la gratuidad de la elección en la historia de Esaú y Jacob (Génesis XXV,19-28; XXVII,1-45 – malaquías I,2-3), en la elección divina de David, el más joven de la familia (1Reyes XVI,1-13), en la predilección de Jacob por efraím, el benjamín de José, con preferencia a Manasés, su primogénito (Génesis XLVIII,1-20). Para entrar bien en el misterio de la gracia, ver de nuevo las parábolas del amor divino (Lucas XV) y la del fariseo y el publicano (Lucas XVIII,9-14; a este respecto, ver también lo que se dice en el 10º domingo depués de Pentecostés); leer también, entre otros muchos textos que no se pueden citar, Romanos VIII, que canta maravillosamente el amor de Dios hacia nosotros. Ver igualmente el 15º domingo después de Pentecostés (la ternura divina) y la fiesta del Sagrado Corazón. Conclusión moral de todo esto: Puesto que el salario se da igualmente a todos por pura bondad, no hay por qué gloriarnos de las obras o ventajas según la carne (Romanos IV,2-8 – 1Corintios I,26-31; III,18-22 – 2Corintios XI,30; XII,5-10 – Efesios II,8-10 – Filipenses III,4-11).
Sobre la afirmación de Cristo «Los últimos serán los primeros»: Nótese que se encuentra igualmente en el versículo que procede inmediatamente a este pasaje, al fin de la promesa de Jesús a los que lo han abandonado todo por seguirle (Mateo XIX,27-30, en cotejo con 1Corintios IV,9-13, en donde nos dice san Pablo que los apóstoles son los «últimos» a los ojos del mundo).
Siguiendo la sagrada liturgia, se leerá con provecho el salmo CXXIX, del que una gran parte se halla en la misa de hoy.
Lectura de la Biblia. Génesis I,1 a II,3; II,7 a III,24; IV,1-16. Tomado del Misal Diario latín-español.
Domingo de Septuagésima
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