Obamadeus: ¡me reservo el derecho a decidir todo en el mundo!
Definitivamente en este mundo
personajes con serios problemas psiquiátricos han llegado muy alto y muy
lejos en su afán destructivo, iniciando con Nerón, pasando por Hitler y
continuando probablemente con Obama.
Este planteamiento tiene serio
fundamento científico pues va más allá de una simple opinión negativa,
infundada, basada en el odio o la animadversión. Por el contrario, posee
un fuerte componente científico que corrobora paso a paso la hipótesis
que se plantea en esta columna y, a su vez, es confirmada con una
solvencia argumentada que precia dicha alternativa.
Un desorden neurótico corresponde a un
grado de normalidad relativo en la medida que el mundo competitivo de
hoy, estresante en los tiempos y exigencias, presionante de logros
consumistas, lleno de objetivos que no satisfacen el alma esencial del
ser, pone al individuo en un estado tal que sus reacciones se convierten
de modo cotidiano en agresivas, de explosión que pareciese sin motivo
aparente, rígidos en su pensamiento y aislados, con un comportamiento
errático. No obstante, nunca pierden el contacto con la realidad aunque,
si la coacción alcanza grados inmensos, es factible que pasen el límite
de lo considerado racional.
Una alteración en la estructura psíquica
de tal magnitud que propone una disociación de la personalidad normal
con otra que no está dentro de estos límites, posibilita percibir un
serio desorden cerebral. Hay varias características como, por ejemplo,
abstraerse de la realidad, verse a sí mismos como personajes
inexistentes, conversar solos creando fantasmas o realidades que no son
verdaderas, entre otras. Aunque hay una que es claramente signo de
perturbación: la creencia en sentirse un ser superior que decide el
destino de las personas cuando ésta establece que así es conveniente.
Los hospitales siquiátricos están llenos de enfermos que están seguros
de que fueron llevados allí por error…aunque es probable que alguien
divino los saque en algún momento de ese lugar oprobioso.
Este rasgo es predominante en el
presidente Obama: su insistencia en la excepcionalidad “americana”
entendida como la existencia de una raza de seres superiores en el mundo
de hoy y, así mismo, con la supuesta claridad para decidir el destino
de otros, de la cual él se considera su exponente en forma de conductor
de su pueblo. Dicha posición es muy cercana a aquellos líderes que
consideran poseer un atributo místico tal que son dueños de las personas
y logran todo con su atractivo o manipulación (pues existe en su
conciencia una distorsión de los valores más puros de la humanidad),
desconociendo que el poder es su principal imán pues, seguramente sin
ese requisito, jamás conseguirían lo que tienen. Allí podría explicarse
la supuesta relación de este funcionario estadounidense con la bella y
exitosa cantante Beyoncé, ya que en otras condiciones no hubiera sido
sujeto de controversia el que hubiese pasado totalmente desapercibido
para ella.
Lo delicado radica en las afirmaciones
que ha hecho permanentemente, especialmente respecto a la superioridad
sobre los pueblos islámicos y de América o “patio trasero”, arrogándose
el derecho a intervenir donde sea. El hecho último más diciente está en
la rueda de prensa dada con Hollande, súbdito del gobierno norteño,
donde ha manifestado dos claves que son de estudio siquiátrico: la
primera, exponer con suficiencia que se reserva el derecho a espiar a
quien desee y, segundo, su derecho a intervenir férreamente donde lo
considere conveniente también.
Una característica de la locura es la
creencia en poderes divinos, incluso sentirse con categoría de Dios (por
lo cual aunque asisten a misa son ateos en su realidad interior pues
han desbordado al Cósmico), atribuyéndose por fuera de toda lógica una
fuerza que la tienen bajo su control, pese a que requiere de principios
éticos para ser aplicada con razonable certeza. La locura tiene como
característica no percibir la realidad: cuando Estados Unidos interviene
en más de 130 países desestabilizando sus gobiernos y, a su vez,
fomenta el terrorismo internacional, no darse cuenta de ello y amenazar a
Venezuela con sanciones es propio de una persona con serias
alteraciones de la lógica inteligente. Autootorgarse una licencia para
asesinar es descabellado y propio de una sicopatía.
La otra posibilidad, si no existe un
desorden siquiátrico grave, es también preocupante pues se explica en la
medida que se ha convertido en un muñeco con forma de ventrílocuo, que
expresa lo que sus tirititeros le ordenan decir y mueve su boca acorde
con los mensajes obligados desde las cortinas que ocultan a los
verdaderos protagonistas. Es posible que como representante de las
élites privilegiadas del mundo sea simplemente un actor secundario con
un papel que parece principal aunque en efecto es de tercer orden. Sin
desconocer, obviamente, que su oportunidad de ejecutar acciones
impensadas, propias de momentos de euforia o alta depresión, son
probabilidades ciertas a tener en cuenta.
Todo ser humano tiene una estructura
valórica que lo pone en contacto con sus semejantes. Ella es la que
permite la convivencia, el diálogo, las mejores expresiones del arte y
todas aquellas manifestaciones que proceden de lo más íntimo de la
persona haciéndonos válidos como especie. Los sicópatas contrariamente
pueden mentir, matar, torturar, secuestrar, ordenar, ufanarse, humillar,
sin ningún rasgo de culpa: análogamente a un torturador que llega a su
casa, sonríe a sus hijos tomándolos en brazos, aceptando los regaños en
privado de su esposa, es factible ordenar el asesinato de familias,
ciudadanos, usar drones o promover la destrucción de un país, sin
remordimiento alguno. Poseen una personalidad interna disgregada de lo
público y allí radica uno de los quiebres básicos en lo mental.
Por ello, en la diplomacia hay que
estudiar la personalidad de Barack Obama más que la de sus sumisos
empleados (Hollande, Kerry, Merkel, Cameron u otros), quienes reciben
órdenes y actúan de modo obediente incluso aunque parezca que tienen
contradicciones, lo cual es un buen método de confusión internacional
atizado por la industria mediática.
Saber cómo actúa un individuo poseído de
sí mismo, que es un creyente en la medida que posee inseguridades muy
altas, cuya debilidad ideológica la supera con un discurso agresivo que
parece propio de quien sabe lo que quiere-aunque no es así-, podría
indicar a gobernantes más vinculados a la paz las formas de tratar con
una persona de esta composición siquiátrica, lo que permitiría saber sus
movimientos, aunque sean imprecisos, y poder detenerlo claramente en
sus idearios de fortuna geopolítica. Así, la paz podrá tener un respiro
en esta Pachamama tan agraviada por los complejos financiero- militares.
Carlos Santa María para RT