Una vez vi a una serpiente
haciendo el amor con un buitre y pensé:
"Igual que una negociación en Washington".
Jarod Kinz
Un ideólogo es alguien que, al darse cuenta
de que una rosa huele mejor que un repollo,
llega a la conclusión de que las rosas
son mejores para hacer sopa.
H.L. Mencken
Metáforas y Alegorías
En realidad, no es inusual que el ámbito político-intelectual se vea
poblado – y hasta inundado – de metáforas y alegorías. El discurso
político siempre se ha prestado a distintos tipos de simbologías, pero
lo que últimamente me ha llamado la atención es esa súbita y extraña
preferencia zoológica por las aves.
Porque en materia de especímenes avícolas de empleo metafórico tenemos
de todo: buitres (con las subespecies "de adentro" y "de afuera"),
caranchos, pingüinos [1],
palomas, halcones, gallinas y algunas otras especies – siendo que en las
voladoras hasta podríamos incluir los cheques, librados tanto por
amigos, socios, adversarios y opositores al gobierno como por las
eternas aves de paso de la economía que no por casualidad se llaman
capitales golondrina.
Claro que también tenemos otras metáforas no-avícolas. La "bicicleta",
los "arbolitos", el "blue" (¿por qué "blue" si es "green" o, en todo
caso, "black"?), la "trenza", el "curro" [2],
los "gorilas", etc. son los ejemplos que me vienen a la mente. Además,
por supuesto, de "quilombo" que, como todos saben, es el nombre de
ciertas poblaciones de Brasil y que en su acepción popular describe
meridianamente bien el estado de cosas que tenemos. Por no decir el
Estado a secas.
Según dicen los que dicen saberlo – con el diccionario de la Real Academia en la mano – una metáfora consiste en la: "Aplicación
de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual
no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro
objeto o concepto) y facilitar su comprensión". Por su parte, una alegoría se define como una: "Figura
que consiste en hacer patentes en el discurso, por medio de varias
metáforas consecutivas, un sentido recto y otro figurado, ambos
completos, a fin de dar a entender una cosa expresando otra diferente."
La cuestión es que, en el uso que se le está dando hoy en la Argentina,
con la metáfora tenemos un problema. Según la definición debería
facilitar la comprensión de algo. Pero sucede que las que se están
usando facilitan cualquier cosa menos, justamente, la comprensión.
Aunque, seamos realistas, quizás se estén usando justamente para
dificultarla. O bien, también es muy posible las estén usando personas
que quisieran explicar algo que ni ellos mismos entienden en primer
lugar.
Tanto la metáfora como la alegoría, se fundamentan en el razonamiento por analogía, la que a su vez se define como un: "Razonamiento basado en la existencia de atributos semejantes en seres o cosas diferentes".
Y la analogía, para ser eficaz, debe relacionar – o ilustrar – cosas
bien conocidas con cosas relativamente poco conocidas. Si digo "fuerza
leonina", la figura concreta de un "león" (que supongo conocida por mi
audiencia) me ayudará a describir o ilustrar la intensidad del concepto
abstracto un tanto genérico de "fuerza".
El problema está en que nuestra jerga política actual – y muy
especialmente la intelectualosa – no respeta estos lineamientos. Las
analogías se establecen de un modo bastante arbitrario, las metáforas
mezclan peras con manzanas y, finalmente, las alegorías insertadas en la
"narrativa" del discurso terminan siendo ensaladas de metáforas cuya
incoherencia trata de ser disimulada mediante el generoso agregado de
tecnicismos académicos que terminan haciendo referencia a cualquier cosa
que a uno se le ocurra imaginar. Con lo que cuesta horrores concebir lo
que imaginó originalmente el que compuso la ensalada intelectual en
cuestión. Porque el menjunje resultante no es ni una filosofía, ni una
doctrina, ni una ideología, ni un modelo. Es, como diría Jauretche,
simplemente un trabasesos.
Patria o Buitres
La cuestión es que con el despiporre que se armó alrededor del fallo del
juez Griesa, la metáfora de los buitres se instaló en la discusión
pública. Brevemente expuesto, el problema surgió cuando una deuda,
colocada por el propio gobierno argentino – el actual, al igual que sus
antecesores – bajo la jurisdicción de los tribunales de Nueva York
resultó dirimida por la justicia norteamericana en forma adversa para la
Argentina. Según la narrativa de las actuales autoridades, el fallo es
un atentado a la soberanía nacional. Pregunta incómoda: ¿el colocar
deuda bajo jurisdicción extranjera no fue una renuncia a la soberanía
nacional? Pregunta más incómoda todavía: ¿hubiera dejado de serlo si
Griesa y la Corte Suprema de los EE.UU., en una de esas casualidades,
fallaban a nuestro favor?
La respuesta a las preguntas incómodas es "sí" a la primera y "no" a la
segunda. Pero, para entender las respuestas hay que poner en blanco
sobre negro al sujeto principal de las preguntas. Y ese sujeto principal
es la soberanía en sí.
Por de pronto, la soberanía no es una entelequia romántica
nacionalistoide como sugieren – e incluso en algunos casos afirman – los
intelectuales liberales globalizadores o los marxistas
internacionalistas. La soberanía es simplemente la facultad de tomar la
última decisión más allá de la cual ya no hay más decisiones posibles.
Para simplificar (mucho), se podría decir que la soberanía es el derecho
a la última palabra. Un Estado es soberano cuando tiene el poder de
tomar la decisión final y definitiva en las materias que le competen.
Cuando no tiene ese poder, simplemente no es soberano. El gobierno
argentino tomó deuda cediendo, en caso de conflicto, el derecho a la
decisión final y definitiva a los tribunales norteamericanos. Por lo
tanto cedió soberanía. Al menos y como mínimo, cedió soberanía económica
y jurídica en un caso puntual. No hay "interpretación", ni "relato", ni
paráfrasis, ni exégesis que consiga negar o disimular ese hecho
concreto. A lo sumo, en un intento de justificación se podrá invocar la
"necesidad y urgencia" de la cual la Argentina no consigue salir desde
hace añares. Pero el argumento es débil. Por decir lo menos.
A su vez, el otro hecho concreto es que la cosa salió mal. Realmente
mal. Si salió mal porque se negoció mal – como quieren los que no
quieren al actual gobierno – o si salió mal porque estuvo mal planteado
de entrada – como quieren los que no quieren deudas con los tiburones
financieros globales – es una discusión poco menos que bizantina a esta
altura del partido. Lo más probable es que ambas causas sean ciertas.
Pero claro, cuando uno se manda una macana muchas veces no queda más
remedio que ponerle el pecho a lo hecho para intentar, después, una
huida hacia adelante. Y la huida hacia adelante del actual gobierno
consistió – entre otras cosas – en plantear en términos patrióticos la
salida del pantano en el que se había metido. De allí lo de "Patria o
Buitres".
Para ponerlo en un gongorismo tan caro a los intelectuales del ámbito
político actual, la consigna es la versión simplificada en términos
binarios de esa narrativa alegórica que es funcional al intento de
disimular la incoherencia ideológica subyacente. ¿Se entendió? ¿No? No
importa, no se preocupen, en Carta Abierta o en la Secretaría de
Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional seguramente
alguien conseguirá descifrar lo que dije. Y, si lo logra, no le va a
gustar.
Algunos han querido emparentar lo de "Patria o Buitres" con el viejo
"Braden o Perón" de principios del peronismo pero la genealogía es, a
todas luces, incorrecta. Tanto Spruille Braden como Juan Domingo Perón
fueron personas de carne y hueso, concretas, reales, a las cuales se
podía interpelar y de las cuales se podía obtener una respuesta
concreta. Como que precisamente esas respuestas explican la victoria de
Perón sobre Braden siendo que Perón entendió el momento histórico que
vivía la Argentina y le dio respuesta mientras que Braden – que de hecho
estuvo en el país solo cuatro meses [3]
– no entendió la cuestión en debate y terminó teniendo que aceptar que,
aun con el apoyo de un estrato no despreciable de la población, su
respuesta resultaba insostenible.
En términos de consignas binarias y simplificadas hubiera sido bastante
más correcto plantear el problema de la deuda externa en términos algo
más concretos, sin recurrir necesariamente a la metáfora aviar. Porque,
en el fondo, lo de "Patria o Buitres" es un intento no demasiado bien
redactado de reeditar el viejo "Patria sí; colonia no". Que es algo
bastante más directo y se entiende con mucha mayor facilidad.
Aunque, por supuesto, implicaría definir muy bien qué es y qué queremos
que sea la Patria, así como requeriría explicar también por qué –
después de tantos años de revoluciones, golpes de Estado, salidas
democráticas, luchas armadas, reformas constitucionales,
privatizaciones, devaluaciones, rodrigazos, hiperinflaciones,
elecciones, décadas ganadas y derrotas varias – seguimos teniendo que
recurrir a la garantía de una corte extranjera para pedir algo de plata.
O mendigar un acuerdo para pagar la plata que pedimos antes.
Y terminar expuestos a los buitres.
La amenaza de los buitres
Los buitres, como es sabido, se alimentan con carroña. Es decir: para
poder subsistir necesitan un organismo muerto. Si el organismo vive, no
tienen más remedio que sobrevolarlo en círculos esperando el desenlace
final. No quiero pecar de un pesimismo excesivo pero tengo la sensación
de que los muchachos de Paul Singer, Mark Brodsky y Adam Stanislavsky
están sobrevolando la Argentina. Y no solo desde el despacho del juez
Griesa. Porque Singer ahora revolotea alrededor del despacho de un juez
de Nevada para investigar 123 empresas que Lázaro Báez tiene radicadas
allí.
Sucede que, en el caso de los buitres humanos, estos pajarracos no se
limitan a esperar que la víctima se muera sino que, dado el caso, hacen
todo lo posible para acelerar la cosa. No por nada Cristina se puso
bastante nerviosa últimamente. Lo de las 123 empresas de Nevada es un
aviso serio. Si el juez de Nevada las encuentra y realmente las
investiga es difícil que consiga sacarles más de un dólar partido al
medio. Pero el revuelo en la pingüinera sería fenomenal.
Entendámoslo: Shylock no viene pacíficamente por su libra de carne. Está
dispuesto a sacrificar y hasta descuartizar a su víctima con tal de
obtenerla. Por consiguiente, para el gobierno no solo se trata de evitar
ese desenlace sino que también es preciso ahuyentar a los buitres
humanos para que cesen en sus esfuerzos por lograr la muerte del
organismo del cual esperan obtener su tajada.
Lo trágico es que esto no se puede hacer meramente con jueces, pleitos y
enjuagues económicos. El único modo de espantar a los buitres es
poniéndolos frente a algo que los asusta. En otras palabras: hacen falta
águilas para enfrentar a los buitres. Los pingüinos no tienen con qué
hacerlo. Ni siquiera aliándose con pterodáctilos mesozoicos que tratan
de reinventarse mediante una hibridación genética de Keynes con Marx,
incubados por quienes originalmente intentaron una similar hibridación
genética pero de Gramsci con Perón.
O lo que quedaba de Perón.
El vacío opositor
El hecho es que la Argentina de hoy es un "constructo" (el término no es
mío; lo uso nomás para que no me dejen fuera de la postmodernidad)
armado con una economía marxistokeynesiana sustentada por una ideología
gramscianoperonista. El conjunto – o "constructo" – debe entenderse como
una versión conceptualmente antitética al
niponazifascifalanjoperonismo; tanto como para volver a citar a
Jauretche. Y para estrellarnos de nuevo contra otro trabasesos.
Lo trágico del asunto es que, si uno le pega una mirada a la pajarera de
enfrente, entre las aves opositoras uno tampoco ve águilas por ningún
lado. Ni un pichón de águila, a decir verdad. Peor todavía: ni siquiera
un pichón de cóndor que, si vamos al caso, también es un pájaro
carroñero pero que al menos tiene un perfil más nacional y popular. De
última, yo prefiero los aguiluchos pero lamento tener que confesarlo:
últimamente en la arena político-partidaria no he visto a ninguno. Por
lo menos a ninguno con real capacidad de volar.
Pidiéndole prestada la terminología y el análisis al turco Asís, el
macricaputismo se opuso de entrada a la estrategia que los pingüinos
marxistokeynesianos improvisaron a los apurones para detener el picoteo
de los buitres. Naturalmente, el boyscoutismo de Scioli apoyó la cosa
resignándose a su papel asignado de secundón siempre listo pero apenas
tolerado. Y el disidentismo de la franja de Massa optó por la cautela
primero y el rechazo después. Es decir: después de consultar a los
encuestadores.
Así las cosas, lo que a mí no me termina de quedar en claro en medio de
todo este mar de ambigüedades es: ¿a qué se opone la oposición? ¿A los
buitres o a la forma muy poco ortodoxa de tratarlos? ¿Qué plantea la
oposición? ¿Ir al fondo del problema de la deuda o mejorar las
relaciones comerciales y sociales con Paul Singer, Mark Brodsky, Adam
Stanislavsky y todos los demás?
Porque, desde el fallo del juez Ballesteros lo que habría que haber hecho en primer lugar, y lo que nadie – repito: nadie – ha hecho en los catorce años [4] que van desde ese fallo hasta el día de hoy, es investigar
toda la deuda pública y privada argentina. Y después de catorce años es
obvio que nadie quiere realmente hacerlo porque quedarían muy mal
parados – y con un poco de suerte quizás hasta presos – muchos de los
personajes que hoy se llenan la boca despotricando contra unos buitres
que podrán ser muchas cosas pero que no son la antítesis de la Patria.
Les falta entidad para llegar a eso.
Siempre y cuando entendamos a la Patria como hay que entenderla y no
como otra metáfora más para la instrumentación de sentimentalismos que
contribuyan a mejorar un poco las encuestas.
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Notas:
1)- El pingüino es un "ave marina no voladora" del Orden Sphenisciformes, (Al menos, según la enciclopedia de ciencias naturales que acabo de consultar.)
2)- Según el DRAE, en su primera acepción "curro" significa: Recinto cercado a donde se conducen los caballos criados en libertad para enlazarlos y marcarlos con hierro.
3)- Braden presentó sus credenciales
el 21 de Mayo de 1945 y terminó su misión el 23 de Septiembre de 1945.
Cf. https://history.state.gov/departmenthistory/people/braden-spruille -
Consultado el 23/08/2014
4)- El fallo del juez Ballesteros en la causa Olmos fue dictado en junio del año 2000.