ESTOS SON LOS ANTECEDENTES DEL ABOGADO QUE DEFIENDE A AMADO BOUDOU NUESTRO "VICEPRESIDENTE"
ANTECEDENTES DEL SOCIO DE ZAFFARONI, JACOBO ISAAC GROSSMAN,
De acuerdo con la información oficial, a fines de 1973, Jacobo Isaac Grossman, de 27 años, casado, un individuo de extrema peligrosidad y astucia, se constituye en el cerebro y brazo ejecutor de la gavilla que recién se inicia.
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Así retrata una crónica de los 70 al socio, asesor e íntimo amigo de Eugenio Zaffaroni.
Grossman es un ex convicto que pasó 13 años en prisión por habérsele probado una larga lista de secuestros extorsivos, y que fue indultado en 1991. El amigo de Zaffaroni reunió en 1973 a un grupo de delincuentes y los lideró conformando una banda de secuestradores que se dedicaban a sustraer menores de familias adineradas, cobrando por su rescate cuantiosas cifras.
Grossman es un ex convicto que pasó 13 años en prisión por habérsele probado una larga lista de secuestros extorsivos, y que fue indultado en 1991. El amigo de Zaffaroni reunió en 1973 a un grupo de delincuentes y los lideró conformando una banda de secuestradores que se dedicaban a sustraer menores de familias adineradas, cobrando por su rescate cuantiosas cifras.
Las crónicas de la época establecen que Grossman había afianzado relaciones con grupos guerrilleros que le señalaban cuáles eran las familias con poder adquisitivo alto, para que efectuara sus raptos.
Si bien la actividad de Grossman y sus cómplices no reportaba materialmente ni organizativamente a los grupos guerrilleros, su actividad puramente delictiva colaboraba con el fin de sembrar el terror, y por eso lo ayudaban.
El primer hecho conocido de la banda del socio de Zaffaroni fue el secuestro de un gerente de la empresa Pepsi Cola, por el que se cobró una importante suma. Sin embargo, ese fue el último hecho en que los malvivientes secuestraron a un adulto, a partir de allí decidieron que era más fácil con menores.
Así es que poco tiempo después privan de su libertad a una joven de 17 años, hija de un acaudalado comerciante mayorista de la localidad bonaerense de Villa Ballester, por la que también consiguen su objetivo de cobrar por la liberación.
Dos meses después, llevan adelante el secuestro de un chico de cuatro años, hijo de otro comerciante mayorista, esta vez del Mercado de Abasto.
Entusiasmados por los éxitos los delincuentes dirigidos por el luego asesor del prestigioso jurista, deciden secuestrar al hijo de un fabricante de muebles.
ÚLTIMO TRABAJO
Sin embargo, esa vez, alertada la Policía Federal del lugar de pago del rescate, se presentó, siendo sus efectivos agredidos con ametralladoras y armas automáticas de las más avanzadas de la época. Si bien la policía logró recuperar al menor y evitar el pago de rescate, las crónicas periodísticas cuentan que el poder de fuego de Grossman y sus seguidores impidió la detención de ninguno de ellos, que se dieron a la fuga.
Pese al fracaso de su último trabajo, Grossman decidió intentarlo nuevamente y antes de que pasara un mes de esa frustración, secuestró a dos chicos de ocho y nueve años respectivamente, ambos hijos de miembros del directorio de una empresa productora de enlatados.
Aún antes de que se empezara a negociar el rescate, la Policía dio con el aguantadero de los delincuentes liderados por el socio de Zaffaroni, por lo que decidió entrar por sorpresa y logró la liberación de los rehenes y la captura de la totalidad de la banda, que integraban además de Grossman, Alberto González, Eduardo Zurko, Julio Cesar Barbosa y Cristina Bejar.
Todos ellos fueron condenados poco tiempo después a 20 años de prisión. El ladero del candidato a la Corte pasó parte de ese tiempo en la Unidad Penitenciaria de Caseros.
El fruto de los rescates fue invertido por la banda en diversos bienes entre los que pueden contarse propiedades en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, automóviles último modelo, aparatos de TV, filmadoras, equipos fotográficos, ropas, alhajas, mobiliario, etc. Además, la Policía pudo hacerse de gran cantidad de armas de guerra y ametralladoras, que pensaban utilizarse para los hechos delictivos por venir.
A partir de la condena de Grossman, los hechos de su vida aparecen un poco difusos durante los años que pasó tras las rejas. Algunas fuentes calificadas coinciden en citar que el reo protagonizó un intento de fuga de su lugar de detención en la cárcel de Caseros.
También durante ese período se lo vinculó junto con otro preso de nombre Miguel Angel Corgola, con el homicidio de un tercer recluso en el interior de un camión celular que los trasladaba.
MENEM LE DIÓ EL INDULTO EN 1991
En 1991, Jacobo Isaac Grossman gozaba de los beneficios de la libertad condicional. Condenado por la justicia a 20 años de prisión por secuestros extorsivos reiterados, a los 13 años de prisión fue liberado en forma condicional.
Pero quienes lo respaldaban no estaban contentos con ello y ya pensaban en limpiar su buen nombre y honor, gestionando su inclusión en las listas de indultados que por el año 1991 confeccionaba el entonces presidente justicialista Carlos Menem.
El 15 de febrero de ese año, una veintena de personas fueron beneficiadas por el perdón presidencial, y entre ellas apareció sorprendentemente Grossman, quien para la Justicia era un delincuente común: pese a la figura que le devolvería la tranquilidad, su actividad no tenía nada de política.
Según fuentes periodísticas, las gestiones de su socio del estudio y amigo, Raúl Zaffaroni, resultaron fundamentales para la inclusión del citado delincuente en la nómina de indultados.
Así, Grossman se hizo pasible de las mismas medidas presidenciales que aparecen por estos días cuestionadas por las organizaciones de derechos humanos, las mismas que intentan promover su derogación desde el Congreso Nacional.
El decreto que indultó a Grossman lleva el número 263 de 1991, e incluye en su anexo a otros 19 delincuentes condenados por la justicia por delitos ocurridos durante los años de plomo.
Sin embargo, el único fuera de ese contexto fue el compañero de Zaffaroni, que no obstante se vio beneficiado con una medida de fundamento estrictamente político.
Si bien la actividad de Grossman y sus cómplices no reportaba materialmente ni organizativamente a los grupos guerrilleros, su actividad puramente delictiva colaboraba con el fin de sembrar el terror, y por eso lo ayudaban.
El primer hecho conocido de la banda del socio de Zaffaroni fue el secuestro de un gerente de la empresa Pepsi Cola, por el que se cobró una importante suma. Sin embargo, ese fue el último hecho en que los malvivientes secuestraron a un adulto, a partir de allí decidieron que era más fácil con menores.
Así es que poco tiempo después privan de su libertad a una joven de 17 años, hija de un acaudalado comerciante mayorista de la localidad bonaerense de Villa Ballester, por la que también consiguen su objetivo de cobrar por la liberación.
Dos meses después, llevan adelante el secuestro de un chico de cuatro años, hijo de otro comerciante mayorista, esta vez del Mercado de Abasto.
Entusiasmados por los éxitos los delincuentes dirigidos por el luego asesor del prestigioso jurista, deciden secuestrar al hijo de un fabricante de muebles.
ÚLTIMO TRABAJO
Sin embargo, esa vez, alertada la Policía Federal del lugar de pago del rescate, se presentó, siendo sus efectivos agredidos con ametralladoras y armas automáticas de las más avanzadas de la época. Si bien la policía logró recuperar al menor y evitar el pago de rescate, las crónicas periodísticas cuentan que el poder de fuego de Grossman y sus seguidores impidió la detención de ninguno de ellos, que se dieron a la fuga.
Pese al fracaso de su último trabajo, Grossman decidió intentarlo nuevamente y antes de que pasara un mes de esa frustración, secuestró a dos chicos de ocho y nueve años respectivamente, ambos hijos de miembros del directorio de una empresa productora de enlatados.
Aún antes de que se empezara a negociar el rescate, la Policía dio con el aguantadero de los delincuentes liderados por el socio de Zaffaroni, por lo que decidió entrar por sorpresa y logró la liberación de los rehenes y la captura de la totalidad de la banda, que integraban además de Grossman, Alberto González, Eduardo Zurko, Julio Cesar Barbosa y Cristina Bejar.
Todos ellos fueron condenados poco tiempo después a 20 años de prisión. El ladero del candidato a la Corte pasó parte de ese tiempo en la Unidad Penitenciaria de Caseros.
El fruto de los rescates fue invertido por la banda en diversos bienes entre los que pueden contarse propiedades en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, automóviles último modelo, aparatos de TV, filmadoras, equipos fotográficos, ropas, alhajas, mobiliario, etc. Además, la Policía pudo hacerse de gran cantidad de armas de guerra y ametralladoras, que pensaban utilizarse para los hechos delictivos por venir.
A partir de la condena de Grossman, los hechos de su vida aparecen un poco difusos durante los años que pasó tras las rejas. Algunas fuentes calificadas coinciden en citar que el reo protagonizó un intento de fuga de su lugar de detención en la cárcel de Caseros.
También durante ese período se lo vinculó junto con otro preso de nombre Miguel Angel Corgola, con el homicidio de un tercer recluso en el interior de un camión celular que los trasladaba.
MENEM LE DIÓ EL INDULTO EN 1991
En 1991, Jacobo Isaac Grossman gozaba de los beneficios de la libertad condicional. Condenado por la justicia a 20 años de prisión por secuestros extorsivos reiterados, a los 13 años de prisión fue liberado en forma condicional.
Pero quienes lo respaldaban no estaban contentos con ello y ya pensaban en limpiar su buen nombre y honor, gestionando su inclusión en las listas de indultados que por el año 1991 confeccionaba el entonces presidente justicialista Carlos Menem.
El 15 de febrero de ese año, una veintena de personas fueron beneficiadas por el perdón presidencial, y entre ellas apareció sorprendentemente Grossman, quien para la Justicia era un delincuente común: pese a la figura que le devolvería la tranquilidad, su actividad no tenía nada de política.
Según fuentes periodísticas, las gestiones de su socio del estudio y amigo, Raúl Zaffaroni, resultaron fundamentales para la inclusión del citado delincuente en la nómina de indultados.
Así, Grossman se hizo pasible de las mismas medidas presidenciales que aparecen por estos días cuestionadas por las organizaciones de derechos humanos, las mismas que intentan promover su derogación desde el Congreso Nacional.
El decreto que indultó a Grossman lleva el número 263 de 1991, e incluye en su anexo a otros 19 delincuentes condenados por la justicia por delitos ocurridos durante los años de plomo.
Sin embargo, el único fuera de ese contexto fue el compañero de Zaffaroni, que no obstante se vio beneficiado con una medida de fundamento estrictamente político.
ESTA IMAGEN NO PERTENECE AL ARTICULO COPIADO A UN GRUPO DE GOOGLE
SABRAN EXCUSAR LA GROSERIA.PERO NO ES NADA ANTE LOS ATROPELLOS A QUE NOS SOMETEN Y LA "FOTITO", ES IMAGEN DE "PORQUE NOS TOMAN".
Luis María Rúdaz