Una puerta que nadie podrá cerrar
En la Sagrada Escritura encontramos esta frase: “porque fueron
débiles, yo les abrí una puerta que nadie podrá cerrar”. Esta puerta
abierta para la flaqueza del hombre contemporáneo es el Corazón
Inmaculado de María.
En efecto, nada puede darnos mayor confianza, esperanza más fundada,
estímulo más seguro, que la convicción de que en todas nuestras
miserias, en todas nuestras caídas, no tenemos sólo mirándonos con rigor
de Juez, a la infinita Santidad de Dios, sino también al Corazón lleno
de ternura, de compasión y de misericordia, de Nuestra Madre celeste.
Omnipotencia suplicante, Ella sabrá conseguir para nosotros todo
cuanto nuestra flaqueza pide para la gran tarea de nuestro reerguimiento
moral.
Con este Corazón, todos los terrores se disipan, todos los desánimos se desvanecen, todas las incertidumbres se despejan.
El Corazón Inmaculado de María es la Puerta del Cielo abierta de par
en par para los hombres de nuestro tiempo, tan extremamente débiles. Y
esta puerta “nadie la podrá cerrar”, ni el demonio, ni el mundo, ni la
carne.
Plinio Corrêa de Oliveira in Legionário, N.º 625, 30 de julio de 1944