El litoral---Los hijos de la Revolucion Cultural China
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Edición del Lunes 08 de agosto de 2016
Edición completa del día
Los hijos de la Revolución Cultural China
La generación perdida de 1966
Hace hoy 50 años, el Partido Comunista de China declaró oficialmente el inicio de la “Gran Revolución Proletaria”, dando paso a una década que según cuenta a EFE la escritora Gao Zhiling, entonces una niña, les condenó a no tener una educación en condiciones y ser una “generación perdida”.
El 8 de agosto de 1966, el Comité Central extendía a nivel nacional un movimiento que desde mayo ya había calado en los universitarios, y aunque Gao entonces sólo tenía seis años recuerda cómo los altavoces de su ciudad (Baotou, en la región norteña de Mongolia Interior) recitaban las proclamas de aquellos inicios. Edición completa del día
Los hijos de la Revolución Cultural China
La generación perdida de 1966
Hace hoy 50 años, el Partido Comunista de China declaró oficialmente el inicio de la “Gran Revolución Proletaria”, dando paso a una década que según cuenta a EFE la escritora Gao Zhiling, entonces una niña, les condenó a no tener una educación en condiciones y ser una “generación perdida”.
“Mao Zedong actuaba como un emperador, cada vez que estaba triste empezaba una revolución... pero era nuestro ‘abuelo’, y en una familia china no criticas a tu abuelo”, cuenta Gao, quien está escribiendo sus memorias sobre aquella época y espera publicarlas en Australia, país donde vive desde 1987.
Confía en recuperar así a una generación según ella olvidada, la de los que fueron niños en aquella época.
“Todo el mundo sabe que hubo purgas de líderes e intelectuales, que hubo reeducados en el campo, pero mi generación no tiene voz ni memoria”, afirma.
Gao vivió su infancia obsesionada por estudiar para un día llegar a la universidad, como su abuela le aconsejó, pero chocó con un entorno en el que niños y adolescentes insultaban a los profesores y en las clases se leía propaganda o se cavaban trincheras.
“En 1969, Mao dijo que los rusos querían bombardearnos, así que trajimos palas de casa y nos pusimos a cavar, terminamos las trincheras en 1971”, recuerda Gao, quien también rememora las clases en las que redactaba escritos acusando a sus compañeros de aula.
“Siempre empezaba mis redacciones igual: la situación revolucionaria del país es fantástica, Mao está mejor que nunca y su cara es refulgente, pero aún hay enemigos de clase que se debaten en su lecho de muerte’”.
Propaganda y trincheras ocuparon buena parte del “horario lectivo” de muchos niños como Gao, quien hoy se lamenta del destino de los chinos que ahora tienen entre 50 y 60 años, que según ella tienen graves problemas para encajar en el país.
“Muchos de ellos se pusieron a trabajar sin estudios y a los 45 años ya no servían, eran inútiles”, explica. “Pocos saben escribir con un poco de profundidad, y los ves bailando en la calle, simplemente esperando a que su vida termine”.
Aún muy niña en los años más sangrientos de la revolución -entre 1966 y 1971, cuando murió uno de sus grandes promotores, el mariscal Lin Biao-, Gao fue protegida por su familia para no ser testigo de actos violentos de la época, pero no se libró del todo.
Recuerda, por ejemplo, la detención de su padre, quien pasó 10 meses confinado por las luchas de facciones de guardias rojos.
“Tenía un pelo largo y hermoso, pero cuando supo que le iban a humillar públicamente se lo cortó, porque en esas sesiones te tiraban del cabello”, relata, y se emociona cuando describe la noche en la que ella y su madre fueron a visitarle al centro donde fue detenido para llevarle mantas.
“Estaba encogido, sólo pude ver su cabeza y su camisa muy arrugada, mientras la gente a su lado gritaba: ‘¡Confiesa!’. Aquella noche uno de los guardias rojos le rompió un diente de un puñetazo, pero décadas después le pidió perdón y le dio 500 yuanes por ese colmillo perdido”.
Gao también recuerda los muchos suicidios, la gente tirando piedras a “contrarrevolucionarios”, o aquel profesor del pueblo de su abuela que un día apareció muerto en un campo de maíz, destripado.
“Era un maestro fantástico, sonriente y de mirada limpia, pero tenía tierras así que le humillaron públicamente. (...) Cuando oí sobre su muerte, no podía quitarme su imagen con el estómago abierto”, dice con voz entrecortada.
Las memorias de Gao se publicarán bajo el título “Una pequeña bolsa de poder” y con ellas busca volver a unos años que a la gente de su edad, cuenta, no le gusta recordar.
“Solemos decir que es mejor no volver a los malos recuerdos, porque puede afectar a tu salud. A un vecino le ofrecí entrevistarle para el libro, pero se puso tan nervioso que decidí cancelarlo, su corazón no estaba bien y temí lo peor”, explica.
Chinos de la edad de Gao son los que, teniendo en cuenta las dinámicas del régimen comunista, deberían heredar el poder en breve, algo que a la autora le parece difícil, aunque piensa que sus coetáneos tienen una ventaja: su combatividad. “A veces le digo a la gente: no te metas conmigo, soy muy buena en las peleas, estuve en la Revolución Cultural”
http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2016/08/08/opinion/OPIN-02.html