Reina el padre de la mentira y el homicidio
Enviado por Moderador el Mié, 07/27/2016 - 11:55.
En
pocos días estamos viendo una sucesión de asesinatos, masivos o
individuales, muy publicitados en Occidente, como corresponde. Lo mismo
que ocurre a diario en Medio Oriente, a los que apenas se dignan llamar,
cuando los ponen en agenda, “atentado”, y sus consecuencias masivas
“crisis humanitarias”. Pero a pesar de que lo sucedido en Europa o los
EE.UU. tiene más prensa, no parece ser tomado con la seriedad debida por
los gobiernos, en particular en su determinación de cortar de raíz la
libertad con que operan los enemigos de sus sociedades. No parece haber
siquiera una decisión política de expulsar de sus fronteras a los
sospechosos ni de cerrar sus centros de adoctrinamiento. Se trata del
ejercicio de la “libertad” absoluta, bandera muy cara (en todo sentido) a
Francia, y en menor medida a todas las naciones de Occidente.
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Señales de un tiempo que no podemos dejar de observar como preliminar de sucesos mayores.
Estas
crueldades demoníacas golpean la sensibilidad y saturan, por lo cual
muchos prefieren evitar los detalles. Algunos ni siquiera saber qué
pasa. Noto que hay quienes se incomodan cuando se menta este problema.
No se trata, naturalmente, de seguir con morbo cada imagen sangrienta de
los crímenes, pero al menos considerarlos en el contexto de este tiempo
tan ominoso: ¿son frutos de un dominio preternatural que se ha
apoderado de la sociedad? ¿Hemos llegado al punto cenital de ese proceso
de dominio de “Satanás en la Ciudad” que anticipara hace ya varias
décadas un autor francés?
El homicidio como denominador
El
fenómeno autodestructivo es la marca más característica del siglo XX y
se prolonga en el actual, más grave y expandido. Grandes guerras,
aniquilamiento masivo de civiles en bombardeos, migraciones, hambrunas,
persecuciones ideológicas, en particular por causas religiosas.
Idolatrías que piden su cuota de sacrificios humanos para satisfacer a
sus dioses.
Europa ha sido protagonista de estos sucesos tan profundamente crueles que cuesta creer sean solo de iniciativa humana.
Se puede comprobar que en todos los poderes en pugna durante las
grandes guerras, en grado diverso, se sucedieron hechos no solo
terriblemente sangrientos, aniquilaciones masivas, sino que muchas de
ellas se han dirigido contra comunidades cristianas.
En
Europa occidental y en el área soviética. En Japón, con la destrucción
de las ciudades más cristianizadas por medio de los bombardeos
nucleares; en las guerras de Indochina y África sobre territorios que
eran enclaves católicos. En China misma, donde la Iglesia sigue
brutalmente perseguida mientras las “potencias occidentales” hacen
suculentos y peligrosos negocios con un régimen comunista disfrazado
burdamente.
Finalmente,
los “errores” de política exterior norteamericana y europea han
desatado un infierno en Medio Oriente. Territorios abandonados por
Europa en nombre de la “descolonización” después de la Segunda Guerra,
controlados luego por medio de un cruento ajedrez de apoyos a los
tiranos de turno y por sobre todo, entregados a Israel, que no duda en
actuar con medidas que en Europa se condenan en otros y ni siquiera
imaginan aplicar ellos mismos, pero aprueban o callan cuando las
víctimas son las masas palestinas desplazadas y sometidas a condiciones
infrahumanas.
En
todos los casos el resultado ha sido un estado de guerra permanente, la
destrucción de las comunidades cristianas en Medio Oriente, la fanatización de
grandes masas islámicas, su emigración masiva a Europa y actualmente,
como etapa final, el inicio de una forma de guerra no convencional
contra las acomodadas sociedades europeas, degradadas y sin rumbo.
Confusión demoníaca
Cuando
recordamos las palabras de Lucía de Fátima alusivas a lo que advertía
el “tercer secreto” suena cada día con más fuerza esta frase: “confusión demoníaca”.
No solo en la Iglesia, donde es lo único claro, sino también en el
mundo entero, católico, o ex católico, musulmán y pagano. Pero sobre
todo, o como fruto de todo, la matanza insensata que proporcionan o se
proporcionan a sí mismos en nombre de sus falsos dioses y otros en
nombre de sus ídolos, que son ciertamente, falsos dioses también. Digo,
por mandato del Corán millones están dispuestos a matar y morir. Y
adorando “la libertad” otros millones están dispuestos a matar a sus
hijos en el vientre materno, a matarse moral y físicamente (drogas,
suicidios, destrucción de su futuro social y personal, enfermedades
frutos de sus vicios, desviaciones morales y finalmente la cobardía para
enfrentar a sus “bárbaros invasores).
La señal del Demonio es bien clara.
Padre de la mentira y homicida
Dos rasgos que caracterizan al mundo actual:
-
La mentira: la fachada de lo que se declara pretende esconder lo que se
hace; el engaño, que muchas veces termina siendo autoengaño hasta el
grado de la imbecilidad.
-
El furor homicida que supera la mera locura humana en hondura y en
amplitud. Se han visto cosas parecidad en tiempos del paganismo o en el
auge de grandes movimientos heréticos y sectarios, como los albigenses,
en la Cristiandad. Masas que migraban para ir a matar, destruir, violar.
Todo horrible, pero combatido y vencido por una sociedad sensata, por
medio de dos fuerzas poderosas (y mucho más si se asocian) la fe y el
poder civil.
Ante
el furor homicida, en nombre de la Fe y del sentido común más elemental
que sostiene a cualquier sociedad, se usó la fuerza contra los
endemoniados, librados en masa a la destrucción. Pero a la vez se
practicó, por medio de cruzadas espirituales formidables (llevadas
adelante por santos con su prédica, con fortaleza doctrinal y enorme
caridad) el intento de reducirlos al arrepentimiento. Cientos de miles
convirtió con su prédica santo Domingo. Y en última instancia, cuando no
quedaban otros medios, se debió reducir a los enardecidos por la sangre
y la aniquilación. Obras de misericordia para con ellos en primer lugar
y para con la sociedad inocente en definitiva.
Hoy
no tenemos ni la Fe íntegra que oponer a los energúmenos de la
violencia, ni para dar fortaleza espiritual a una sociedad otrora
cristiana. Y aún entre católicos, el naturalismo nos ha calado hasta los
huesos, al punto de hacernos olvidar que más que pena por las vidas
truncadas, que en cada matanza debemos sentir, es la compasión por las
almas que se condenan y caen en el infierno lo más doloroso. En cantidad
tan copiosa, dice también Lucía de Fátima, como chispas que produce una
hoguera ardiendo. Una comparación que ha usado cuando relató la visión
del infierno.
Esto
no es beatería. El Demonio ha tomado posesión de amplias franjas de la
sociedad y mantiene en la más espantosa confusión a la mayoría, que
incluye, de hecho, a la mayoría de quienes se consideran católicos. Y a
la vez inspira odio y deseo de destrucción de esa sociedad “corrupta y
débil” que es la Europa y los EE.UU. -los “cristianos”- para las masas
ignorantes y fanatizadas del Islam. Cuyas almas también están en camino
al infierno y requieren de nuestra caridad.
Ahora
se ha conmovido el mundo católico por la muerte espantosa de un
sacerdote anciano mientras celebraba misa en el norte de Francia, a
pocos kilómetros de Ruan. Ritualmente degollado mientras celebraba misa. Un crimen monstruoso por haberse perpetrado contra un sacerdote, durante la misa, en el mismo altar y con manifiesto odio por la fe católica.
Parece que se hubiera subido un nivel grande en la escala: lo que venía
sucediendo bajo el dominio de “ellos” ahora ocurre en Europa, que “para
ellos” es cristiana, y para nosotros lo fue pero ahora es “tierra de
nadie”.
Confusión en la cabeza
Según
la prensa del mismo día del homicidio del sacerdote, un acto de odio a
la fe y por lo tanto -habría que analizar en detalle- un eventual
martirio, Francisco se manifestó impactado por un acto de violencia durante la misa. Y definió a esa violencia como “irracional”. Fue
la reacción de cualquier político. “Repudio”. No hubo palabras sobre el
propósito anticristiano, la ritualidad religiosa del degüello ni la
elección de un anciano sacerdote como víctima. Solo “violencia
irracional”. También una visión naturalista. Pero luego, en viaje a
Polonia, aclaró que sus palabras sobre una “guerra” en modo alguno
significan una “guerra de religiones”. Porque “todas las religiones buscan la paz”. Cuando un ciego guía a otro ciego...
Se
trata de un acto de inspiración demoníaca: en nombre de un falso dios,
sediento de sangre y conquista, se profana el acto más sagrado de la
Iglesia, la misa, y se sacrifica como a un animal a un sacerdote
anciano. Se lo haya pensado así o no por sus perpetradores, es una señal
del vigor de esta “religión” que es el islamismo ante una Europa
envejecida, rendida y descristianizada. Las palabras de Francisco lo
confirman.
Sí,
en buena medida el homicidio es un reflejo de esta realidad. En una
Europa vieja, “infiel” al Dios Uno y Trino, durante una misa extraña a la que construyó a la Cristiandad, despoblada de fieles, en la persona de un sacerdote que seguía en funciones pasados los 80 años por la angustiosa falta de clero que sufre Francia, acompañado en la parroquia por otro sacerdote… africano.
Un congoleño, resabio de los tiempos en los que Francia (pese a su 14
de Julio) y muchas otras naciones de Europa iban al mundo a llevar la
Fe. Países de misión que ahora devuelven, a pesar de todo, algunas
vocaciones y sobre todo testimonios de resistencia contra deterioro final de la doctrina católica: la destrucción oficial de la moral.
Estamos
entrando en la noche más oscura de la Iglesia y con ella de la
civilización cristiana. Fátima se aproxima a su centenario. Aún queda
mucho por ver. La mayoría no será grato, porque “nadie hace caso a la Virgen”, ha dicho Lucía. Pero sigue en pie algo que sin duda dará un giro al estado de las cosas en todo el mundo: el papa (no sabemos cual) consagrará Rusia a Mi Inmaculado Corazón y Rusia se convertirá. Le será dado al mundo un tiempo de paz.
Claro, todo esto cuando finalmente reine el Corazón Inmaculado de María. ¿Hacemos algo para que esto suceda?