Ernesto Cardenal: “misericordeado”. Por Miguel De Lorenzo
En estos días se supo que el Papa
levantó la suspensión a divinis del cura marxista, poeta, guerrillero
Ernesto Cardenal, sancionado por s. Juan Pablo II por su activa
participación en favor del régimen marxista de Ortega.
Pasados unos años, Ortega regresó al
poder, ahora felizmente acompañado en el gobierno por su mujer, y
entrambos siguen ejercitando sobre el pueblo de Nicaragua, las mismas
infamias de antes.
Es decir, las mismas por las que luchó Ernesto Cardenal.
Es difícil entender si el levantamiento
de la suspensión, de algún modo viene a significar la convalidación del
régimen de Ortega, porque ambas circunstancias están claramente
entrelazadas.
Campea por ahí un marxismo digamos,
“matrimonial”, decadente, podrido hasta la raíz y empeñosamente
corrupto, y que por supuesto no olvida perseguir a la Iglesia católica y
a sus fieles.
Hasta donde sabemos Cardenal no se
arrepintió de su pasado que, demás está decirlo, en nada se diferencia
del penoso presente de Nicaragua. El dato curioso radicaría en que
Cardenal no habría pedido el levantamiento de la sanción. Configurando
algo semejante a lo que Chesterton llamaba “el pecado imperdonable de
no querer ser perdonado”
Hasta donde sabemos y de acuerdo al
Catecismo, el perdón de los pecados esta necesariamente ligado al
arrepentimiento. Raro, en este caso no lo hubo.
Nadie ignora que el Vaticano actual
postula la teología de la liberación, esa que hace del marxismo la
praxis evangélica para alcanzar el reino, entendido como una pura
felicidad terrena, sin un destino trascendente. “La felicidad del
potrero verde” ironizaba Genta, esa que se agota en que no te falte nada
de lo del mundo, eso sí, te arrebatan la Esperanza.
¿Un
gesto de misericordia? Puede ser, el tipo está muy viejito. Pero ¿con
eso alcanza? ¿Es que envejecer te exculpa? No lo sabíamos. Aunque una
misericordia alejada de la verdad, sin esa caridad esencial, suena a
otra cosa, a poca cosa, suena más a política, a ideología, que a
religión…
En este caso con una carga adicional,
consecuencia de la ideología que impulsó Cardenal, muchos en Nicaragua
sufrieron y todavía siguen soportando un régimen inicuo. Tampoco a ellos
les pidió perdón.
Curiosamente el Vaticano no ha
condenado al actual régimen de Nicaragua pese al hambre del pueblo, al
hostigamiento sobre los católicos y a los muertos que carga sobre sus
espaldas. Algo parecido sucede con la Venezuela de Maduro donde Roma
hablaba de “no intervención” y ahora de “neutralidad positiva” (sic), o
en el elogio de China, “a la que nadie iguala en doctrina social
católica”, o en la Cuba comunista donde no se recibe a los disidentes
del régimen.
Por otra parte los amigos del Vaticano
son marxistas o masones. Veamos, el marxista Grabois prácticamente
vive en Roma, a los otros socialistas que llegan, alegremente los
llaman “los troscos de Dios”, proponen los altares para Angelelli,
extraño prototipo que como E. Cardenal ejercía de cura y de
revolucionario socialista, el masón Bono recibido en largas entrevistas
privadas, el ateo Pérez Esquivel tiene su sitio, lo mismo que
Bonafini, Solanas o Evo Morales, etc., etc., y por si fuera poco, el
periodista estrella es Scalfari, director del diario del comunismo
italiano.
Visto el cuadro en perspectiva, tal vez
no fuese un despropósito pensar que hoy en el Vaticano, la masonería y
el marxismo pisan fuerte.