domingo, 17 de marzo de 2019

Juan Manuel de Rosas: el héroe repatriado y su tumba inglesa



Juan Manuel de Rosas: el héroe repatriado y su tumba inglesa

 
Ante un nuevo aniversario de la muerte del Restaurador Don Juan Manuel de Rosas (14 de Marzo de 1877), publicamos aquí esta joyita extraída del arcón de los recuerdos aparecida en la Revista Gente, en Octubre 1974. Para los más jóvenes, Rosas, el gobernante que tuvo la Argentina, fue silenciado de la memoria histórica a tal punto de impedírsele por ley ser enterrado en suelo patrio hasta el año 1989. 

Para los más jóvenes, dejamos aquí el audio de una hermosa conferencia del Dr. Antonio Caponnetto titulada “Si Rosas viviera” y, más abajo, el épico sermón del padre Ezcurra, el día de la repatriación, que dejó con la boca abierta al entonces presidente Menem.
¡Que viva la Santa Federación!


Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE

En la tumba de Rosas, con nuestro embajador en Londres
Revista GENTE, Octubre 1974. Enviado especial S. Gelblung

Junto a uno de los miembros más activos de la comisión pro repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas visitamos la tumba del discutido caudillo en Southampton. Allí pasó los últimos 20 años de su vida, administró una granja, bebió en sus tabernas y cabalgó por esa campiña que ahora es una pujante ciudad portuaria con 15.000 habitantes.
Esta fue la excusa para recomponer un tramo importante en la vida de uno de los personajes más conflictivos de la historia argentina.
Hace unas semanas George Everton, cuidador del cementerio de Southampton, comentaba: “Creo que si eso se produce voy a lamentarlo mucho… Rosas ya es casi una institución en la ciudad y especialmente aquí… pero dicen que así será y entonces, bueno…, quiero ser el último en ponerle una flor. . .”
Caminábamos hacia la tumba del brigadier general don Juan Manuel de Rosas. El grupo lo encabezaba Manuel de Anchorena, embajador argentino en Londres, un nombre ligado muy especialmente al revisionismo histórico que marca con Rosas un período trascendente de nuestro pasado. Rosas, el hombre más discutido del siglo pasado, descansa en Southampton, donde pasó sus últimos años de vida. Anchorena hace frecuentes visitas. Instituyó un libro de
visitantes donde argentinos anónimos y renombrados estampan su testimonio de visita, por curiosidad, respeto o admiración. En octubre de 1974 Anchorena dice: “Espero que éste sea el último año que vengo a la tumba de Rosas en Southampton. Creo que la repatriación de sus restos ya es un hecho”.
…….
El 3 de febrero de 1852, a la medianoche —horas después de ser derrotado en Caseros— Juan Manuel de Rosas se embarcó en la fragata inglesa “Centaur”. Según algunos testimonios, su inglés era perfecto; según otros, Ibarguren, por ejemplo, comenzó a aprenderlo a bordo del barco. Ibarguren cuenta así esta parte del viaje: “Seis días estuvo Rosas en la fragata “Centaur” frente a la ciudad. Embarcóse también su hijo Juan con su familia. Pudo enterarse a bordo de las demostraciones con que celebraba su derrocamiento el pueblo porteño que hasta la víspera lo había glorificado. La situación no podía prolongarse por más tiempo, pues la proximidad a Buenos Aires hacía peligrosa la estadía del emigrado. El 8 de febrero, de acuerdo con la indicación que le formuló el almirante Henderson, Rosas dirigió a éste una nota en la que expresaba que “sin recursos para transportarse a Europa con sus amados hijos”, se ve obligado a suplicarle encarecidamente “se digne facilitarme en un buque de guerra de Su Majestad mi conducción a Inglaterra”.
“El almirante accedió al pedido y el 9 de febrero el buque salió río afuera, hasta Punta del Indio, donde los expatriados trasbordáronse al barco de guerra “Conflict”, de Su Majestad Británica, que zarpó al día siguiente rumbo a Inglaterra. (…). “El viaje fue largo y accidentado; la máquina del buque se descompuso, estalló una de las calderas despedazando a cuatro hombres, por lo que fue necesario navegar a vela con vientos contrarios; pero, como escribió Manuelita, todos estos inconvenientes «tuvieron sus recompensas en las consideraciones y respetos con que tan afectuosamente fuimos tratados por el señor comandante y toda a oficialidad ». 
“El 23 de abril llegaron a Devonshire, donde desembarcaron. Forasteros en un mundo desconocido, ignorando el idioma inglés, que empezaron, padre e hija, a aprender a bordo; lo que más dolorosamente inquietaba el espíritu de los desterrados era la falta
de recursos. Llevaban solamente setecientas cuarenta y dos onzas, doscientos pesos fuertes y veintidós reales, que habían podido juntar apresuradamente en Buenos Aires al huir, en los últimos instantes (…)”.
El Windsor Hotel de Southampton está igual que hace 100 años. Entramos con Anchorena al bar. El encargado advierte la presencia de argentinos y dispara con seguridad: “ustedes vinieron a la tumba de Rosas”. La tradición oral de esta ciudad-puerto relaciona todo lo argentino con los últimos años de vida de Rosas. El Windsor fue su primer alojamiento en la ciudad, después de enviarle una carta a la reina Victoria solicitándole autorización para alquilar una granja y poder trabajarla. Southampton tiene ahora apenas 5.000 habitantes más que en 1852. Nada quiebra sus costumbres ni sus ritos ortodoxamente ingleses. Silencio, colorido, humedad y adustez.
Sigue Ibarguren:
“Rosas se alojó en Southampton, en el Windsor Hotel, consagrándose afanosamente al estudio del idioma inglés. La ciudad y la inacción le ahogaban y deprimían. La escasez de los recursos y la incertidumbre del futuro amargaban su espíritu. Su deseo era alquilar en el campo una casita con terrenos que pudiera cultivar, ganándose así, como labrador, la vida. Para eso, decía él, es para lo que soy aparente y sirvo.
“El casamiento de Manuelita con Máximo Terrero, celebrado el 23 de octubre de 1852, le dejó solo; pues su otro hijo, Juan, regresó, después, a Buenos Aires con su familia. “Ese matrimonio le entristeció profundamente, no porque tuviera objeciones que hacer a su yerno, a quien profesaba afecto, sino por egoísmo y por celos. El había mirado a su hija como algo propio, adherido a su vida; no había querido nunca ponerse en el caso de una separación; ella era su único hogar y consuelo, el amor entrañable de su existencia…”. 
Actual tumba de Rosas en el cementerio de la Recoleta, Buenos Aires
Mientras tanto, en Buenos Aires, Urquiza levantaba la confiscación sobre los bienes de Rosas, lo que le daba una seguridad definitiva. Esa actitud de su anterior adversario lo conmovió y desde Southampton le envió una carta de agradecimiento. Al hombre que lo había derrotado escribió estas líneas:
“Siento molestar en sus altas atenciones al Jefe Supremo de mi país. Suplico a V.E. se digne disculparme considerando los sentimientos nobles que me animan y los impulsos de la gratitud que así me obligan. V.E. ha colmado de consideraciones a mi apoderado amigo Nepomuceno Terrero, ha derogado el decreto que confiscó mis propiedades, en que eran envueltas las inocentes de mi hija, y ha dispuesto se me las entreguen. ¿Al registrarse en la Historia estos hechos de elevada generosidad, de rectitud y de justicia, podré excusarle esta declaración? No, señor; porque amo a mi patria, no soy injusto y no debo ser ingrato. De mi deber es presentar a V.E. esta declaración ingenua de mi entrañable reconocimiento. Si en mis circunstancias, en el retiro y silencio de mi vida privada, en un país extranjero, cree V.E. que en algo alguna vez llegara a serle útil, y quisiera ocuparme, tendré el placer de servir a V.E. en cuanto me sea posible”.
…..
En el Pub Red Lion hay más testimonios. Aquí solía venir Rosas a tomar su cerveza semanal, los domingos, después de misa. Sus actuales dueños, descendientes de los fundadores de la taberna, muestran con orgullo un curioso recuerdo que pende en la pared principal del negocio: una cinta federal.
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En una carta a Josefa Gómez, Rosas cuenta:
“Hay en este condado una floresta completamente desierta. Abundan en ella los ciervos, liebres y pájaros. Sus campos, arroyo, pastos y árboles son deliciosos. Allí, en esas  inalterables soledades y en ese no interrumpido silencio encuentro mis únicas distracciones, como que mi vida es completamente privada. Y porque a esta clase de retiro se reducen todas mis aspiraciones, elegí para mi refugio este lugar donde admirablemente se encuentra ese campo público”.
En otra carta decía:
“(…) No fumo, no tomo rapé, ni vino ni licor alguno, no hago visitas, no asisto a comidas ni a diversiones de clase alguna. Mi ropa es la de un hombre común. Mis manos y mi cara son bien quemadas y bien acreditan cuál y cómo es mi trabajo diario incesante. Mi comida es un pedazo de carne asada y mi mate. Nada más”.
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Cuando Rosas vivía, desde la Burguess Farm se veía la magnífica llanura ondulada de la campiña. Granjas y establos que componían un paisaje de cuadro antiguo. Ahora cruza por la puerta una calle de doble mano y las construcciones populares avanzan sobre el paisaje. Hoy todo eso es ciudad. Ibarguren termina así su historia de Juan Manuel de Rosas:
“Un día húmedo y excepcionalmente glacial en el mes de marzo de 1877, Rosas, que llegaba a la edad de 84 años, quedó hasta muy tarde trabajando afuera, en el campo. Un enfriamiento evolucionó con rapidez en maligna neumonía. Manuelita, llamada con urgencia por el médico doctor Wibblin, llegó de Londres a Burguess Farm a la noche, encontrando a su padre moribundo. Al día siguiente, el enfermo mejoró con reacciones vitales que dieron esperanzas. Su hija le creyó salvado, estuvo acompañándole hasta las dos de la madrugada y conversando con él, quien dispuso que ella se retirara a descansar, conforme al turno que había reglamentado para los que le velaban. Pocas horas más tarde, en la mañana del miércoles 14 de marzo, una súbita agravación apuró la agonía. Manuelita se acerca al lecho de su padre y le besa «tantas veces como hacía siempre, y al besarle la mano la sentí fría. Le pregunté: ¿cómo te va, tatita? Su contestación fue mirándome con la mayor ternura: “No sé, niña”»
(…)
Ese fue el final.
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Octubre de 1974. Anoto en mi agenda: “Hay sol en Southampton. Acabo de visitar
la tumba de uno de los hombres más discutidos de la historia argentina”.