LA ESPERANZA DEL DESESPERADO
Subrepticiamente, con aires de imparcialidad y de sabiduría exenta de prejuicios partidistas, "La Nación" va instilando en sus cautivos lectores (cautivos porque ya están enfermos del virus que difunde "La Nación") la admiración por ídolos intelectuales, políticos y artísticos cuya pésima influencia absorben con fruición. A ellos les otorga la exclusividad de la difusión mediática. El rasgo común de todos ellos es que sostienen ideas y costumbres contrarias al catolicismo y a la verdad en general, sobre todo, a la moral y a la política de servicio al bien común integral. Entre esos ídolos está Santiago Kovladoff, que es uno de sus “filósofos" preferidos y del cual acaba de publicar en la sección "ideas" del Domingo 3 de Marzo (pag. 3), un artículo sobre la esperanza titulado: "Un retrato de quienes saben hacer frente a la adversidad".
La tesis central del texto es corrosiva del concepto católico de la esperanza, sin negarle abiertamente alguna validez, pero aparejándolo a otro en el cual Dios no cuenta para nada.
Deja entrever, sin embargo, que su admiración está con "el esperanzado (que) sabe confiar, cuando no es creyente, en sus propias fuerzas sin recurrir a esa ayuda celestial para enfrentar la adversidad que lo acosa." Lo esencial es "la energía necesaria para librar su batalla", ya sea que "se trate de alguien que recurre a la eternidad para sostenerse en el tiempo, ya de alguien que encuentra en su propio temple" esa energía.
Es cierto que sólo los valientes, los pacientes, los que tienen temple de luchadores, pueden vencer los obstáculos de la vida. Sin embargo, no es cierto que el que pone su esperanza en Dios sea menos heroico que el que lucha en la obscuridad del ateísmo o del agnosticismo. Sólo que aquel es más inteligente, porque sabe que en última instancia, las derrotas en este mundo no son la última instancia. El Divino Redentor en la Cruz nos abrió las puertas del Cielo, por lo que la esperanza del católico contiene una certeza de victoria.
En cambio, el que resiste sin otra expectativa que un triunfo terrenal más que dudoso, sólo "busca con decisión abrirse un espacio provechoso en su presente, sin que para ello lo decisivo sea contar con la certeza de un porvenir redentor. Su fortaleza tiene por asiento una muy íntima convicción, la que le dice que la dignidad que da sentido a su vida consiste en la templanza con que sepa hacer frente a cuanto lo acosa y busca quebrantarlo. Ella es, a la vez, su herramienta primordial . La existencia, para él, es insistencia en el cumplimiento de esa convicción".
Esta última frase enrevesada, traducida a buen castellano, quiere decir que la esperanza sin Dios es la que recomienda Kovladoff pero no es más que una desesperación asumida a fuerza de orgullo personal o sea, en el fondo, no es más que una renuncia a la esperanza.
Lo que no dice Kovadloff es que de esos "esperanzados" sin Dios, los que tienen éxito, como él, no lo consiguen a solas con su fortaleza como única virtud, sino porque tienen el apoyo de todo un mundo ateo como ellos, dominado por fuerzas secretas que tienen la llave de ese éxito y se lo dan al quien les rinde el tributo de su obediencia. Y lo que tampoco dice, es que durante esa vida sin fe, alguna vez o varias, a esos “esperanzados” sin “ayuda celestial” les debe haber asaltado el temor de que su tras esa "fortaleza" frente a la adversidad y de sus éxitos tan cortos como su vida y como la duración de la estimación pública más o menos fabricada, haya un abismo de perpetua infelicidad que los espera. Por eso me temo que su esperanza es sólo el disfraza de la desesperación.
Para comprobar la veracidad de lo que acabo de escribir, basta con leer el último párrafo del artículo de Kovladoff. Es el relato de la muerte de un íntimo amigo suyo, ateo hasta el último momento:
"Quiero, por último, recordar a un íntimo amigo. A un hombre que el bordear la muerte logró hacerlo como había vivido: como un ser esperanzado. La integridad de su conducta, en sus días terminales, no fue la de un creyente religioso. Dios no le brindó albergue ni consuelo porque no fue a Dios a quien recurrió este amigo esperanzado en su hora última. Sólo aspiró a extender el protagonismo de su vida hasta el momento en que debía partir. Se fue sereno e íntegro, sus ojos fijos en los míos hasta el segundo final. Fue suyo su dolor, suya su agonía y habitó plenamente su adios. La fortaleza que lo sostuvo fue, sin mengua, aquella con la que siempre había contado: el estremecimiento lúcido de haber sido único por única vez. Testigo y protagonista irrepetible de la vida en su vida. No deshonrar esa evidencia en aquella hora última fue para él su auténtica esperanza. Sólo quiso ser su instante, darse sentido en el tiempo. Y lo hizo, *hasta que - como dijo Antonio Carlos Jobim- (N: ¿quién es?) se apagó la vieja llama*".
Horrenda descripción de la muerte de un desesperado que se engañó a sí mismo hasta último momento, rechazando a Dios con sus última fuerzas, alardeando su constancia en la ceguera del ateo o, mejor dicho, del "antiteo", para recibir el último e inservible elogio de un “amigo” que lo acompañó con su mirada hipnótica para que "habitara plenamente su adios" y para que "no deshonrara" su vida terrenal "cometiendo" la flaqueza de pedir perdón a Dios, infinitamente misericordioso, aunque más no fuera en ese último instante con lo que, si hubiera puesto en ese acto toda su alma, tal vez hubiera recibido la misma gracia que el Buen Ladrón. Terrible sorpresa habrá tenido cuando el segundo siguiente al de su muerte, con la que acabó su papel incomprensible de "testigo y protagonista de la vida en su vida", se encontró con el Juez infinitamente real e infinitamente justo que habrá decidido donde pasará el resto de la vida su alma inmortal, hasta la resurrección de los muertos, en que se le unirá el cuerpo en un destino presumiblemente horroroso.
Las mentiras de este pesudo-filósofo "canonizado" por "La Nación" han sido difundidas por ésta entre sus insipientes lectores para darles un empujoncito más hacia el descreimiento y de ahí, hacia el abismo. ¡Lamentable tarea la de esta “tribuna de doctrina” que es en realidad, una cátedra de la mentira y de la corrupción intelectual y moral!
Cosme Beccar Varela
NOTA: La promoción de Kovladoff es efectiva y causa de confusión. En el acto convocado por el Colegio de Abogados de Buenos Aires el 28/2 ppdo. para pedir el enjuiciamiento del Juez Rodriguez (objetivo claramente insuficiente porque hay que exonerar a todos los jueces prevaricadores y no sólo a Rodriguez), al cual adhirieron la Sociedad Rural y otras entidades, el orador principal designado y más fogoso fue Kovladoff. ¿Por qué? CBV