Por la corrupción en la Justicia, un abogado se dispone a dejar la profesión
Se
trata del doctor Guillermo Avogadro. Asegura que «ante la probabilidad
de un regreso del kirchnerismo al poder, y sabiendo de la espada
vengadora que trae en la mochila, el terror cunde en los despachos y los
pasillos» de los tribunales.
Escribe: Guillermo Avogadro (*)
Debo confesar, sin ambages, que la principal sensación que
hoy me embarga es el asco; es tan fuerte que he asumido el compromiso íntimo de
dejar de ejercer mi profesión de abogado, después de más de cincuenta años, tan
pronto concluya el último juicio que atiendo.
En la Argentina, la Justicia ha dejado de existir hace
tiempo, pero las manifestaciones actuales de esa muerte son tan graves que no
podría aceptar nuevos clientes a los cuales prometerles proteger sus legítimos
derechos. Porque ya no sé si serán juzgados con apego a la ley o si, por el
contrario, serán víctimas de la arbitrariedad y de la ignorancia de los jueces
o de los inmundos intereses políticos o monetarios de los poderosos.
Estamos asistiendo a un trágico sainete: los tribunales
orales federales que habitan en Comodoro Py se han dedicado los últimos días a
jugar a la “mancha venenosa” con las causas en las que se investigó
-y se deberían juzgar- los hechos que jalonaron el período en que se produjo el
mayor saqueo que pueda recordar nuestra historia. Ningún juez quiere asumir esa
tarea porque los duros vientos de la política están impactando en las veletas
que coronan sus testas, que son las que siempre determinan los procederes de
los magistrados, que especulan con los plazos procesales para evitar asumir las
obligaciones que el ejercicio de sus cargos implica.
Traduzco: ante la probabilidad de un regreso del
kirchnerismo al poder, y sabiendo de la espada vengadora que trae en la
mochila, el terror cunde en los despachos y los pasillos del emblemático
edificio. Los tribunales recurren a triviales argumentos para apartarse de las
causas más resonantes -Los Sauces, Hotesur, etc.- y enviarlas nuevamente a
sorteo para que otros colegas se hagan cargo; éstos, a su vez, repiten el
procedimiento y la calesita sigue girando al ritmo del tango “Las
cuarenta”.
Todo eso implica que Cristina llegará a las distintas etapas
electorales sin haberse sentado en ninguno de los juicios orales que la
afectan. En ese objetivo coinciden su preocupación por la suerte de su hija, la
cobardía de los jueces y la intención del Gobierno de tenerla como único
sparring en las elecciones de octubre. ¿Terminará todo esto en impunidad
generalizada que garantizará el peronismo, como siempre ha hecho a lo largo de
la historia?
Esta situación no es nueva, ya que viene repitiéndose
ininterrumpidamente desde que el menemismo prostituyó a la Justicia federal con
sobres de dinero que repartía, comprándole impunidad, la Secretaría de
Inteligencia del Estado con sus fondos reservados.
Pero el episodio de la ya innegable fuga de Florencia
Kirchner a Cuba, inexplicablemente autorizada por quienes debían impedirla, es
la frutilla que coronó el indigesto postre. Y su sabor se hace más desagradable
aún con la condescendencia y tolerancia que muestran los jueces ante su notoria
desobediencia a las órdenes de presentar su historia clínica y regresar al
país. ¿Dónde está entonces la igualdad ante la ley?
Ahora están preocupados por el vencimiento de la prisión
preventiva de Lázaro Báez, ya que ha pasado en prisión tres años, y sólo la
extendieron por ocho meses más. ¿Y qué hay de los presos políticos del
kirchnerismo, 500 de los cuales llevan más de diez años en esas condiciones,
mientras Cambiemos mira para otro lado?
Y qué decir del escándalo que constituye la causa instruida
por el Juez Federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla, donde ruedan en el fango
vociferantes y arrepentidos espías, falsos abogados, extorsionados y
extorsionadores, ofreciendo un espectáculo indigno por donde se lo mire.
Pero, ¿qué se puede esperar de los tribunales inferiores si
la propia cabeza del Poder Judicial, la Corte Suprema, se ha convertido en una
bolsa de gatos, que exhibe impúdicamente sus bastardos “sensualismos de
camastros”, como diría Leopoldo Lugones?
¿No fue su ex Presidente, Ricardo Lorenzetti, quien se dio el lujo de
decir públicamente que la persecución a los militares que derrotaron a
la subversión, desatada arteramente por Néstor Kirchner, era una
“decisión consensuada” con los demás poderes como política de Estado?,
¿no ha ratificado ahora esta Corte que para ellos no rigen los
esenciales principios de inocencia y de ley más benigna? Es la primera
obligación de todos los ciudadanos luchar para recuperar la Justicia,
porque ella debe ser la verdadera defensora de nuestros derechos frente
al Estado y la custodia del cumplimiento de nuestras obligaciones para
con él, tal como lo establece la Constitución Nacional, ese contrato que
nos permite vivir en sociedad, que firmamos y hemos dejado de cumplir
hace muchas décadas. Con una Justicia preparada, imparcial y rápida,
todo será posible; sin ella, nada lo será.
(*) Abogado.