Publicado el 28 de December, 2012
El Columnista Invitado de Hoy: Jorge Omar Alonso
Ralf
Dahrendorf nos recuerda que el filósofo Karl Popper tenía buenas
razones para proponer una definición precisa del concepto
“democracia”. La democracia, decía, es un modo de sacar a quienes
están en el poder sin derramamiento de sangre. El método preferido
de Popper era, por supuesto, depositar los votos en las urnas.
La definición
de Popper advierte no obstante Dahrendorf, no es útil cuando se
plantea esta pregunta: ¿qué pasa si quienes salen del poder creen en
la democracia, mientras que quienes los reemplazan no? En otras
palabras, ¿qué pasa si la gente “errada” resulta electa?
El caso más
extremo fue Serbia, donde una gran parte del electorado dio sus votos
a hombres con juicios pendientes en La Haya por crímenes de
guerra. El otro ejemplo Irak, en este caso: ¿Qué pasa si el sueño
americano de llevar la democracia a ese aproblemado país termina
en una situación en que los ciudadanos eligen que los gobierne un
movimiento fundamentalista?
Prosigue
diciendo Dahrendorf que solo pensar en ejemplos como estos nos lleva
a la clara conclusión de que la democracia no se trata meramente
de elecciones. De hecho, por supuesto, los primeros partidarios
de la democracia tenían todo tipo de cosas en mente.
Según el
filósofo alemán, por ejemplo John Stuart Mill consideraba la
“nacionalidad”: una sociedad cohesiva dentro de fronteras
nacionales, como una precondición para la democracia.
Otra
precondición para Mill era la capacidad y el deseo de los
ciudadanos de elegir de manera informada y ponderada. Hoy ya no
damos por hecho la existencia de tales virtudes, especialmente en
Argentina con una devaluada cultura cívica.
La democracia
tiene que significar “democracia más algo”, pero ¿qué es ese
algo?, pregunta el filósofo hamburgués y a continuación
explicita que hay algunas medidas técnicas que se pueden tomar,
como prohibir a los partidos y candidatos que hacen campaña
contra la democracia, o cuyos antecedentes democráticos sean
insuficientes.
Esto funcionó en la Alemania de posguerra.
Sin embargo
advierte, existen otros problemas: ¿quién juzga la idoneidad de los
candidatos y cómo se hacen cumplir tales juicios? ¿Qué ocurre si
la base de apoyo de un movimiento antidemocrático es tan fuerte que
la supresión de su organización genera violencia? Aquí el
filósofo alemán indirectamente y sin mencionarlo, nos pone frente
al fenómeno del kirchnerismo en particular y del peronismo en
general, como movimientos de características
antidemocráticas, y violentas cuando se encuentran privados
del poder.
En cierto
sentido propone Dahrendorf, sería mejor dejar que tales
movimientos lleguen al gobierno y esperar que fracasen, como ha
ocurrido con la mayoría de los actuales grupos europeos de
raigambre antidemocrática. Pero no habría que olvidar que cuando
Hitler llegó al poder en enero de 1933, dice nuestro autor, muchos (si
no todos) los demócratas alemanes pensaron:”¡Dejémosle hacer! Pronto
quedará al descubierto por lo que es y, sobre todo, por lo que no
es”. Pero se llevaron un gran chasco, tuvieron doce años que
incluyeron una guerra salvaje y el Holocausto.
Por tanto, los
ciudadanos activos que defienden el orden liberal deben ser su
salvaguarda. ¿En Argentina existen ciudadanos activos
preocupados por la “cosa pública”?
Pero hay otro y
más importante elemento que proteger, el imperio de la ley, en el
sentido de la aceptación de que las leyes dictadas no por alguna
autoridad suprema, sino por la ciudadanía, rigen para todos:
quienes están en el poder, los que están en la oposición y quienes
están fuera del juego del poder.
El suspender
el imperio de la ley es la característica más sólida y el
principal objetivo de los autoritarismos como el kirchnerismo o
cristinismo, como quiera llamársele. En este sentido según el
profesor alemán es necesaria la existencia de jueces
independientes e incorruptos que son aún más influyentes que los
políticos elegidos con grandes mayorías. Elementos estos
últimos que no existen en nuestra Argentina marginal en todo
concepto.-
Autor: Jorge Omar Alonso