Y fueron por todo
Por acción u omisión, el Gobierno es autor intelectual de la violencia social. Revancha de los pibes sin poder.
El gobierno de Cristina es el principal responsable de los
saqueos que generaron tanta angustia. No es políticamente correcto, pero
hay que decir que los dramáticos sucesos fueron producto de las tres
“I”: inflación, inseguridad e inequidad. Son tres realidades
sistemáticamente negadas por un discurso oficial blindado. Juan Manuel
Abal Medina fue irrespetuoso con los más humildes con tanta
fanfarronería de Estado. Dijo que Moyano, Micheli y sus muchachos
querían “quebrar la paz social y el gran momento que vive la Argentina”,
y que “nunca estuvimos mejor”. Tiene razón el ex funcionario de
Fernando de la Rúa: él nunca estuvo mejor. Me hizo acordar de un viejo
chiste-chicana sobre la corrupción de los gobiernos. Dice que Cristina y
sus ministros son ateos porque no pueden creer que haya una vida mejor
después de ésta. Insisto, en el caso de muchos integrantes del
oficialismo es rigurosamente cierto. De hecho, Puerto Madero tiene la
mayor cantidad de funcionarios por metro cuadrado. El caso más
emblemático, además de la Presidenta, es el de Amado Boudou, que tuiteó:
“Seguimos trabajando para quien más lo necesita. Ellos no saquean ni se
llevan plasmas en 4x4. Saben que hay una presidenta que trabaja para
ellos”.
¿Tanto compraron su propio discurso que son incapaces de reconocer
que en la Argentina todavía hay pobres, desocupados, excluidos y
marginales? ¿Tan ciegos están en la defensa cerrada de sus privilegios
que ignoran que hay un promedio de un millón de jóvenes “ni”, que ni
trabajan ni estudian? ¿No pueden comprender que es cierto que hubo una
gran mejora en el empleo, en el crecimiento vigoroso de la economía y en
la ampliación de los derechos, pero que todavía falta muchísimo? ¿Creen
que ésas son mentiras de la corpo? ¿No salen a la calle? ¿Se tragan el
verso de que en Chaco no hay más pobres? ¿No se dan cuenta de que los
problemas estructurales siguen vivitos y coleando? ¿Viven para engañar o
se autoengañan?
Más lastimoso fue eso de que no tienen hambre porque roban plasmas.
Son humildes pero no boludos. No sean hipócritas. Un LCD de 32 pulgadas
con HD Ready y sintonizador digital vale igual que 375 panes dulces
Festiva de 400 gramos, que están en oferta. Nadie come plasmas, pero
tampoco vidrio. No se puede incitar a cometer delitos, pero tampoco
masturbarse con el librito de Laclau donde dice que el pueblo es bueno,
revolucionario y ama a Cristina y los vándalos son los que roban en
forma organizada para Magnetto y los golpistas.
La vida real es un poco más compleja y mezclada. Es cierto que en su
inmensa mayoría los pobres son honrados. Pero no se podría decir lo
mismo de los más altos funcionarios. El que saquea a un saqueador,
¿tiene cien años de perdón? ¿Amado Boudou hubiera arrebatado el pan
dulce o el plasma? “Plasmas para todos” es un lema que irónicamente
hicieron correr los pibes que robaron todo lo que encontraron. Esos
también son argentinos. Los de La Cámpora suelen cantar “Cristina
corazón/ acá están los pibes/ para la liberación”. Los que sacudieron
los supermercados y todo tipo de negocios también son pibes. Los
saqueadores pusieron en acto la orden de Cristina de ir por todo. Y
tampoco se detuvieron ante la ley.
Es que son los nuevos desaparecidos. Fueron ignorados por el
triunfalismo del discurso oficial que sólo ve Tecnópolis y Bicentenarios
delante de sus narices. Son muchachos que fueron borrados del mapa. No
existen en la palabra ni en los números. No tienen trabajo ni
paritarias, no tienen cajita de fin de año con sidra ni tienen futuro y,
encima, los ignoran y todo el tiempo les están refregando en la cara
que “nunca estuvimos mejor en este gran momento de la Argentina”. Ojo
con esa provocación. Ambas cosas son ciertas: el bienvenido aumento del
consumo y la malvenida presencia de la exclusión. Es la cara oculta de
la Argentina. Es el subsuelo sublevado de la patria. No son lúmpenes al
servicio de la oposición.
Son hijos de esas tres “I” negadas obsesivamente.
La “inflación” de los alimentos supera el 35% y es una piraña que se
deglute los ingresos de los que hacen changas o trabajos no registrados.
El Gobierno reconoce que son cuatro de cada diez argentinos. Para las
consultoras privadas, el número es todavía más grave.
La “inseguridad” crece en esa tierra fértil de los que no tienen nada
para perder. La vida no vale nada para ellos y por eso el paco, los
narcos y las barras bravas de los clubes reclutan su tropa en esos
lugares. Eso lo sabe cualquier vecino honesto de las barriadas populares
y de las villas. ¿El Gobierno? Bien, gracias. Habla de sensación y en
la práctica deja zonas liberadas porque congela a las fuerzas de
seguridad por temor al gatillo fácil. Ningún gobierno democrático
debería fomentar la mano dura jamás. Pero tampoco mirar para otro lado,
porque multiplica el crimen que también mata al pueblo trabajador.
La “inequidad” es la que no se ha modificado, pese a la década de
hipercrecimiento. Mejoró el empleo, bajó la pobreza y abrieron fábricas,
pero la diferencia entre los más ricos y los más pobres sigue siendo la
misma. Y ver cómo muchos consumen y a muchos otros ni se les reconoce
la existencia produce un gran resentimiento.
Es un plan sistemático para olvidarlos. Los matan todos los días con
la indiferencia. Por eso, cuando pueden se toman revancha. Asoman la
cabeza y se hacen ver. Unos se beneficiaron con las tasas chinas y otros
eligieron saquear los supermercados chinos.
Hugo Moyano dijo que Abal Medina, según el manual oficial para
crisis, buscó culpables en lugar de soluciones y acusó sin pruebas,
flojo de papeles, “al más puro estilo de la dictadura militar”. Otros
voceros del Gobierno ya lo habían hecho en su momento. Aníbal Fernández
contra los militantes de Pino y el PO por la quema de trenes, y Horacio
Verbitsky contra Néstor Pitrola por los desmanes de la estación
Constitución.
Nunca hubo una prueba. Esta vez fue tanta la sobreactuación que
militantes kirchneristas fueron a los supermercados a defender el modelo
al lado de la Gendarmería. Infantilismo irracional y peligroso.
La Justicia determinará quiénes fueron los autores materiales, pero
los autores intelectuales fueron los del Gobierno nacional, por acción u
omisión.
Un Estado ausente que niega la existencia de la inflación, la
inseguridad y la inequidad social. Un Estado ausente incluso a la hora
de garantizar la paz social. Un doloroso fin del año de las
oportunidades perdidas.