domingo, 23 de diciembre de 2012

NAVIDAD DESDE LA GUERRA

OPINIÓN

Es terrible la situación que se vive en la Franja de Gaza y en Siria. El  grave conflicto armado, lejos de cesar sigue en aumento y las consecuencias para su población han sido devastadoras. La muerte diaria de personas civiles y niños inocentes, el desplazamientos de miles y miles de personas bajo condiciones inhóspitas, traerá aparejado el insoluble problema de los refugiados, con problemas de salud y de tantas situaciones extremas que han hecho de Gaza – tierra Santa –,  y Siria una zona que subsiste  en medio de la tragedia. Desafortunadamente, y a pesar de la actividad desarrollada por las Naciones Unidad y los países que piden el cese de la violencia y de miles de  personas desinteresadas que no son indiferentes ante tales hechos, Gaza y Siria pareciera no contar con la atención necesaria de los países más importantes, que en Occidente se debaten entre la búsqueda de energías alternativas y la cirugía estética como respuestas a los males ocasionados por una guerra en el siglo XXI.
El tiempo de Navidad nos brinda un espacio para la reflexión, para detenernos a pensar en lo que podríamos mejorar y para ofrecer una mano, sin condiciones, a quien necesite de nuestra ayuda.
Indiscutiblemente, Gaza y Siria nos necesitan y nos necesita con urgencia. Quizá no está en nuestras manos embarcarnos y cruzar el océano para trabajar con las fuerzas de apoyo de las Naciones Unidas, Médicos sin Fronteras, Cruz Roja Internacional o cualquier organización de este tipo que disponga de personal especializado para brindar apoyo. Pero hay algo que sí podemos hacer desde nuestro lugar, además de rezar, y esto es presionar y exigir a los gobiernos locales de cada país y a los organismos internacionales que dirijan su mirada a las atrocidades cometidas a diario y por la muerte.
Si bien es cierto que Latinoamérica ya cuenta con problemas de enormes magnitudes, también lo es que ninguno es cercano a lo que Gaza y Siria viven. Con toda seguridad, en algún momento usted ha recibido un correo electrónico donde le envían la foto de un niño, o más bien el esqueleto de una criatura apenas cubierta por algo de piel, sentado sobre una tierra desierta comiendo insectos para saciar el hambre. A lo mejor le ha ocasionado horror ver hileras infinitas de seres famélicos esperando recibir una porción de comida de un camión destartalado en medio de un campo en guerra y un escalofrío ha recorrido su cuerpo. Inmediatamente invoca el nombre de Dios y cierra el correo para seguir con su rutina. Pues bien, esas fotografías son tan reales como la cotidianidad que vivimos cada uno y es tan verdad como que en pocos días ya celebramos la Navidad rodeados de amigos y de comida mientras en otra parte del mundo un ser humano daría lo que fuera por recoger las migajas que caen de nuestra mesa.
No es nuestra intención nublar la dicha de la Nochebuena que cada uno de nuestros hogares tuvo. Es apenas nuestro propósito proponer a todos rezar esta Navidad, más que ninguna otra, por todos aquellos que  están siendo víctimas del bombardeó constante, la muerte, la desolación y el olvido. Es un llamado a la meditación para preguntarnos si, después de quejarnos por tantas cosas que a diario no nos marchan bien, somos suficientemente felices con lo que somos y tenemos. Es una invitación para agradecer y valorar todo eso que nos ha sido dado. Y, especialmente, es una convocatoria para unirnos y pedirle al Niño Dios que abrace a los niños a los contendientes y a sus líderes y acabe la guerra.

DR. JORGE B. LOBO ARAGÓN