El dilema es que el gobierno perdió el monopolio del saqueo
Desde hace décadas Argentina
tiene un sistema de organización económica de saqueo generalizado,
entendiendo por saqueo, apropiarse por la fuerza de algo que a uno no le
pertenece. Ese sistema de saqueo organizado por el Estado, fue
profundizado hasta límites insospechados por el kirchnerismo.
Por Roberto Cachanosky
Como el Estado no puede responder a las demandas de saqueo de la gente, entonces la gente saquea por su cuenta.
¿Quién no ha visto con preocupación los saqueos de los últimos días,
trayendo a la memoria lo ocurrido en la crisis del 2001 y 2002? En
rigor, los saqueos a los supermercados, comercios, estaciones de
servicios, etc. nos impresionan por la violencia con que se hacen. Ver a
la gente entrar a los supermercados rompiendo todo y robando de todo
usando la violencia nos hace pensar en una crisis social, por más que se
hagan todo tipo de especulaciones si esos saqueos son organizados de un
lado o del otro.
Sin embargo, esos saqueos que vemos por televisión o personalmente
(me ha tocado ver en vivo y en directo un saqueo en el 2001 viajando a
Rosario en un supermercado a la altura de Campana) son, a mi juicio, la
expresión última de un país que vive del saqueo. Es más, en la supuesta
bonanza de la fiesta de consumo, hubo saqueos de todo tipo pero nadie
los advertía porque la violencia del saqueo se ejercía “ordenadamente”
vía el Estado.
Desde hace décadas Argentina tiene un sistema de organización
económica de saqueo generalizado, entendiendo por saqueo, apropiarse por
la fuerza de algo que a uno no le pertenece. Ese sistema de saqueo
organizado por el Estado, fue profundizado hasta límites insospechados
por el kirchnerismo.
El sistema económico argentino no está basado en la cooperación
pacífica y voluntaria, por la cual mi progreso depende de hacer
progresar a mis semejantes. Es decir, generar ingresos produciendo algo
que la gente necesita, en la calidad y precios que el consumidor está
dispuesto a pagar. ¿Cómo funciona este sistema de cooperación pacífica y
voluntaria? Muy sencillamente. Es Estado se encarga de que impere el
respeto por los derechos de propiedad y mantiene la disciplina monetaria
y fiscal. Bajo esas condiciones, los empresarios invierten a riesgo
buscando satisfacer las necesidades de los consumidores. Pueden tener
éxito o no, y el éxito dependerá de haber generado algún bien o servicio
que la gente demande.
A su vez, en un país con inversiones, la gente tiene puestos de
trabajo y cobra salarios, que irán creciendo en la medida en que aumente
la productividad gracias a un mayor nivel de inversiones, lo cual lleva
a más consumo y mejor calidad de vida.
Pero no es este el sistema que rige en Argentina. Los ingresos de los
diferentes sectores se logran, en muchos casos, en base al saqueo. El
Estado, utilizando el monopolio de la fuerza, le otorga rentas
extraordinarias a sectores empresariales para que estos obtengan
ganancias que no hubiesen obtenido en condiciones de libre competencia.
¿Quién para esa renta ilícita? El consumidor, que, por el cierre de la
economía (vivir con lo nuestro) y otros mecanismos, puede acceder a
menor cantidad de bienes, de peor calidad y precios más altos.
Para compensar ese perjuicio, el Estado suele otorgar aumentos de
salarios por decreto, o forzar incrementos salariales más allá de lo que
permite la productividad de la economía, con lo cual, el consumidor que
fue saqueado es compensado con otro saqueo a su favor. Dependiendo de
la fuerza que tenga cada sector en cada momento, una vez gana uno sector
y otras veces otro, pero siempre en forma transitoria.
Pero ahora se han agregado los famosos planes sociales en nombre de
la justicia social, que de justicia no tienen nada y mucho de robo
legalizado. Amplios sectores de la sociedad se sienten con derecho a que
otros sectores los mantengan. Esa política requiere de recursos que el
Estado obtiene saqueando a las empresas y trabajadores con una mayor
carga tributaria. Saquea a unos para financiar el mantenimiento de
otros.
El kirchnerismo también saqueó el sistema energético para no mover
las tarifas, pero como nada es gratis en economía, tuvo que financiar
ese precio subsidiado con impuestos primero y luego, cada vez con más
emisión monetaria. El Estado saqueo los ahorros que la gente tenía en
las AFJP para financiar la fiesta de consumo, para que la gente
consumiera sin producir o consumiera más allá del ingreso real. Saqueo
el transporte público con tarifas artificialmente bajas y, como
contrapartida, saqueo el bolsillo de la gente con más impuesto
inflacionario para financiar las tarifas baratas. Según el gobierno,
esas tarifas baratas eran buenas porque permitían que la gente tuviera
más plata en el bolsillo para consumir, hasta que la semana pasada
Randazzo nos informó que los boletos de colectivo y trenes aumentaban el
40%. El preludio de que cada vez hay menos recursos genuinos para que
el Estado saquee.
Hasta ahora esta maraña de saqueos cruzados que hizo el Estado no
generó grandes conflictos sociales porque el mundo ayudaba con la santa
soja y, además, se consumía el stock de capital (destrucción del sistema
energético, transporte público, rutas e infraestructura en general).
Pero el saqueo existió y fue liderado por el Estado. Digamos que el
saqueo, hasta la semana pasada, era monopolizado por el Estado y
distribuía ese botín a gusto y placer.
El problema es que ya no hay más recursos para saquear tan fácilmente
sin que se produzcan reacciones. Como en todos estos años el gobierno
desestimuló la inversión y estimuló el consumo, saqueando a diestra y
siniestra con el sistema impositivo, la inflación y el consumo de stock
de capital, todo parecía maravilloso.
Pero como ahora queda muy poco para saquear, la gente se enfurece y
comienza a saquear por mano propia. Digamos que la misma dinámica del
modelo llevó a que el Estado perdiera el monopolio del saqueo y por eso
tiene que salir a reprimir.
Ya no hay más un tipo de cambio real alto que actúe como protección
arancelaria a favor del modelo de sustitución de importaciones. Ya no
pueden otorgarse aumentos de salarios por encima de la tasa de
inflación. Ya no quedan tantos activos líquidos para saquear y financiar
el consumo y los planes sociales. Ya no queda tanto espacio para
financiar un gasto público desorbitado e ineficiente que regala casas,
computadoras, planes sociales, energía barata, etc.
El famoso modelo de saqueo generalizado ha agotado la economía. No
hay inversiones para producir y crear puestos de trabajo porque el
sistema de saqueo llevado a su máxima expresión por el cristinismo ha
dejado anémica a la economía. Hay muy escasa demanda laboral, salarios
reales que caen por la inflación y la presión tributaria. La gente
descubre que la fiesta de consumo de todos estos años tiene un costo y
el Estado, aunque quiere hacerse el distraído, no tiene valor para decir
que se acabó la ficción y que ahora la población tiene que pagar el
costo de la fiesta de saqueo.
En síntesis, yo diría que los saqueos a los supermercados son la
continuidad del saqueo organizado por el gobierno. Lo que pasa es que
antes el gobierno utilizaba el monopolio de la fuerza para saquear, y
digamos que era una especie de saqueo organizado. Ahora el saqueo es
desorganizado. Como el Estado no puede responder a las demandas de
saqueo de la gente, entonces la gente saquea por su cuenta. El dilema,
entonces, no es que haya saqueos, sino que el gobierno perdió el
monopolio del saqueo.
Fuente: http://economiaparatodos.net/