Los saqueadores involuntarios
EL GOBIERNO ENTRAMPADO ENTRE LA HIPOCRESÍA Y LA IDEOLOGÍA
Los saqueadores involuntarios
EL GOBIERNO ENTRAMPADO ENTRE LA HIPOCRESÍA Y LA IDEOLOGÍA
Los saqueadores involuntarios
En un artículo de ayer bromeábamos un poco acerca de Sergio Berni y la intencionalidad de los saqueos. Hoy no hay margen para bromas. La situación reclama seriedad.
Ya contabilizamos 10 provincias con saqueos y esto es un claro efecto rebote del Barilochazo.
La fábrica de marginales
La Argentina está llena de marginales.
Gente, como vos y como yo, pero que desde hace ya varias generaciones vienen desheredados, desangelados, usados políticamente para que los delincuentes puedan robar desde el estado. Y electoralmente Legitimados. Con foros y carnet.
Los vemos en los asentamientos precarios, que han crecido exponencialmente en los últimos 20 años. Los vemos colgados del ferrocarril rumbo a la changa que puede poner algo en el plato. De una noche. Gente sin mañana, sin "dentro de un rato", siquiera.
Los vemos deambulando por ciudades, perdidos, ausentes, pidiendo una porción de pizza en las veredas, mitad con la actitud desafiante del que nada tiene por perder. Los chicos que hace 30 años te pedían que les compres una porción de pizza son los grandes que hoy, que con 40, te vuelven a pedir lo mismo. Pero vienen con los hijos y los nietos. Necesitan una grande. No hay asunto, esto es así.
Los vemos durmiendo en las calles. Orinando donde se pueda, con el carro del cartonero, versión moderna de la vieja bolsa de arpillera del ciruja.
Los vemos también delinquiendo, sin poder comprender cómo es que lo hacen con tanta impunidad. ¿Y por qué no lo harían? ¿Si es casi nulo lo que arriesgan? Apenas la vida.
Los vemos en el círculo de la drogadicción. En esa esfera siniestra de vender para consumir. De consumir para seguir un día más. Recomenzando.
Y, ¿sabés qué? Uno no está acá para juzgarlos. Al menos no quien perpetra este articulito. Simplemente están ahí, y son millones. Muchos de ellos han salido a conseguir lo que no tienen. Por sus medios. Los de ellos. Los que conocen. Cometen delitos. Eligen qué llevarse. Indignan por las teles y el vino… Todas las vacas son tuyas: Pero son saqueadores involuntarios.
No saben, no entienden, no pueden. No tuvieron, no accedieron, simplemente nacieron y estuvieron ahí. Son diferentes porque se los concibió diferentes. Fabricamos pobres, importamos pobres, y los mantenemos ignorantes. Una fórmula letal para cualquier país.
Son los marginales de 2001, y sus hijos, militarmente aglutinados en movimientos piqueteros y organizaciones barriales que no eran otra cosa que la organización de la miseria.
Para que algunos vivillos, hoy con carnet, volvieran a aprovecharse de ellos.
Néstor Kirchner le ha legado a su esposa la tormenta perfecta. Millones de pobres, rehenes de planes sociales, pendiendo de la delgada soga de la bonanza económica. Ya pretérita.
Entre el garantismo y la hipocresía
El garantismo es un dilema que, en Argentina, la izquierda no tiene forma de dilucidar.
Mitad por limitación ideológica, porque consideran al delincuente una víctima del sistema. No sin razón. Aunque el sistema ya sean “ellos”. Que gobiernan desde hace una década y que escrituraron, a su nombre, la Nación.
Mitad por desidia y desinterés. Porque, además, son inmorales.
La cosa es que el que entra sale al día siguiente, y el delincuente no es tal cosa hasta que delinque. El saqueador no es saqueador hasta que sale con el botín. Pero el garantismo ni siquiera allí lo para. Esa es su falla.
Kirchner era un ladrón astuto. Un político. Quizá más atrevido. De los que en lugar de tres gallinas, se llevan el gallinero entero, junto con el jardín y con la casa.
Muerto el ladrón, Cristina hizo lo único que podía hacer. Rodearse de gente tan absurda como ella.
Toda gente que se ha quedado entrampada entre la ideología y el dinero. Girando inútilmente hacia la nada. Porque constituyen un oxímoron. Son de River y de Boca al mismo tiempo. Y no se puede.
Predican la revolución pero depositan en Cayman Islands. Aman su boato pero lo exhiben obscenamente ante los que ni comen. Nunca supieron cómo escaparse de esa trampa.
Yo lo veo a Abal Medina y, luego del terror, siento algo de pena.
Porque es su padre pretendiendo ser su tío. Otro oxímoron.
Pero no creas que es solamente hipocresía. Es, también, haber sostenido una ideología opuesta a la vida que llevaron. Y a todo lo que robaron. Son veteranos de la vida, con cerebro adolescente. Muchachos viejos.
Y amorales.
Kirchner sabía que estaba estafando al mundo. Cristina se cree que de verdad está haciendo una revolución. Y ahí está el grave problema.
"Cualquiera hace socialismo con plata ajena" dijo la presidente hace unos días.
Y se lo creía. Nunca advirtió que estaba hablando de sí misma. De la 1050. De los Fondos de Santa Cruz. De los retornos de los subsidios. De la narcosolidaridad bolivariana.
Esa es la trampa que entrampa al gobierno todo, y guillotina a la República. El gobierno se tomó en serio la sanata de Néstor. Y el tuerto se murió sin avivarlos.
Y entonces….
Vos estás en tu derecho de decirles negros de mierda, o, por la opuesta, de comprender cómo son y por qué hacen lo que hacen.
Yo tengo tanto de izquierda revolucionaria como De la Rúa de audaz. Creéme.
Pero está claro que, a esta gente, el régimen kirchnerista (que terminó en el 2010), la utilizó durante una década. Rehenes electorales de Néstor Kirchner durante 7 años. Vasallos de una reinecilla absurda por 5 más.
A estas alturas está claro que al país no le hacía falta Cristina Kirchner.
Los apaciguaron con planes y promesas. Les mintieron sistemáticamente hasta la obscenidad. Cada “solución habitacional o educativa” era multiplicada hasta el infinito, las propagandas de Fútbol para Todos les mostraban que en realidad estaban viviendo una vida maravillosa, y los tipos se miraban entre ellos, en la casita, necesitando creer que era verdad. Con 100 de salame. Para los 6.
El ministerio de propaganda oficialista sembró tanto falso relato entre la gente que hoy día los propios kirchneristas (los que quedan) no entienden de dónde sale toda esta gente que, simplemente, va y se lleva lo que se quiere llevar. A como dé.
Verbitsky, Victor Hugo,678, son Los Salieris De Goebbels.
Pero, ¿sabés qué? Ellos siempre estuvieron allí. Prolijamente ocultos por el Indec. Generosamente multiplicados por las planos cortos de las cámaras de Grosman, en los actos.
Sistemáticamente engañados por Cristina Fernández cuando lloraba al reinaugurar las piletas de Ezeiza y les contaba que el criadero de chanchos de San Luis era una epopeya histórica, o cada vez que anunciaba algunos nuevos centenares de miles de créditos para viviendas que jamás llegarían. Siempre invocándolo a “Él”. Un santo que de muerto hizo lo mismo que en vida: defraudó a todos sus devotos.
Obscenamente manipulados para subir al micro atándole el choripan delante de las narices, como la zanahoria al burro.
Ojo que no han salido a hacer una revolución; ojo que según se den las cartas hasta es posible que, incluso, la vuelvan a votar (perdón por ese aterrador segmento). Ojo que esto no significa nada determinante. Aún.
Pero está claro que, otra vez, un sector de la población se hartó de estar harto. Primero fue la clase media alta, luego el campo, luego la clase media completa, desde el empleado al gerente, luego los trabajadores sindicalizados, y ahora los más pobres. Cada uno a su manera salió a la calle.
Y creo que, a estas horas, todos tenemos las mismas incógnitas.
¿Quién arregla esto? ¿Cómo se arregla esto? ¿Cuándo se arregla esto?
Cristina Fernández ya ha tenido su 1 a 1, su corralito, su huelga, su ajuste, y sus saqueos. Pero está sumando demasiados muertos. Los del Indoamericano, nunca contados eficientemente, los de las comunidades indígenas baleados por el feudalismo, los de la inseguridad, y ahora está teniendo sus muertos en ocasiones de saqueos.
Está teniendo su propio apocalipsis y, creo, alguien debería hacerle entender que no hace falta llegar al 2001. Que a veces hay que saber bajarse del caballo si se está conduciendo el ejército al abismo.
Sean sus consejeros, sea la oposición si es que alguna vez piensa ponerse de pie de forma adulta, o sea un profesional de la salud, que la aconseje bien.
Alguien debe impedir que repitamos nuestras peores historias.
Por la vía que sea. Y luego, pacificar.
Fabián Ferrante